Telépolis

sábado, 24 de agosto de 2013

Diccionario de conquensismos


Aunque nacido en Madrid, he vivido largos años en Cuenca. Mi padre y hermanos son conquenses. También parte de mi familia, de mis parientes y amigos. Este pequeño diccionario terminológico, sin más pretensiones que las humorísticas, es un homenaje a mis recuerdos, es decir, a las penas y alegrías vividas (y soñadas) en aquellas tierras. Parece un empeño riguroso pero no lo es. Tiene en el fondo una intención biográfica pues los vocablos castizos activan los mecanismos misteriosos de la memoria y evocan personas y paisajes. Las palabras son los únicos fantasmas que existen. De mi reciente viaje a Cuenca para ver a mis hermanos he recibido el impulso para comenzar la broma. Por lo demás, he disfrutado imitando el estilo académico y aburrido de los diccionarios terminológicos: es evidente que he consultado otros esforzados estudios y, por supuesto, el diccionario de la Real Academia Española.
La provincia de Cuenca, una de las mayores de España, está dividida en varias comarcas: la Mancha, la Manchuela, la Alcarria, la Serranía Alta, la Serranía Media o Campichuelo y la Serranía Baja. En cada una de estas regiones hay palabras sabrosas que aquí no constan: ello exigiría una investigación más especializada y exhaustiva. Por ejemplo, una de las carencias del diccionario es que los términos no están asignados a sus lugares de origen. ¡La dialectología es toda una ciencia!
La broma podría continuar. Lo que más me anima es su relación con la antropología social. Queda para la imaginación un estimulante trabajo de campo por los rincones de esta tierra encantada: charlar con alcaldes y pastores, el cura y el boticario (como en la canción del conquense Perales), vecinos y tenderos, abuelos y nietos, mozos y mozas, hombres y mujeres… Ni que decir tiene que se agradece cualquier ampliación, corrección, detección de erratas y, por qué no, la futura financiación del proyecto.

Agradezco, por último, los valiosos consejos que me ha dado mi amigo Carlos Vielba Porras, Doctor en Filología Hispánica y autor de la tesis doctoral El léxico en la montaña palentina.

Ahí va el enlace al diccionario de conquensismos (tercera versión corregida y aumentada).


miércoles, 14 de agosto de 2013

Tópicos sobre la homosexualidad


Cuando se trata el tema de la homosexualidad, uno de los tópicos más usados es la oposición entre conductas naturales y antinaturales. Se apoya la naturalidad en la observación zoológica de conductas homosexuales en muchas especies (¡incluido el rey de la selva!). En mi opinión, no se sigue nada de que la homosexualidad sea natural o no (signifique lo que signifique esto). La mayoría de las conductas humanas no son naturales sino culturales, es decir, adquiridas. Afeitarse con navaja barbera, jabón y brocha los domingos por la mañana no es natural y, sin embargo, es un placer irrenunciable. Lo contrario de natural es cultural (¡no antinatural!, término oscuro y confuso).
En la antigua cultura grecorromana se practicaba felizmente la hetero-homo-bi sexualidad. A Sócrates le encantaban los jóvenes y al homérico Aquiles, el de los pies ligeros, los guerreros curtidos. Me pregunto qué pensarían de estas reyertas morales. De entrada no entenderían de qué carajo les estaban hablando. Luego afilarían la lengua o la espada o ambas... Los monjes medievales sí lo entendían porque, entre otras cosas, practicaban la homosexualidad cargados de culpa. Por lo demás, los científicos no conocen con certeza las conductas humanas que tienen una base genética o cultural. Supongamos que la homosexualidad sea meramente cultural. ¿Y qué? Cada cual escoge la sexualidad que más le gusta y punto.

Otro tópico sobre la homosexualidad: parece ser que en algunos países europeos suenan tambores homófobos. El argumento contra el matrimonio homosexual es que el término “matrimonio” significa “por definición” la unión civil entre personas de distinto sexo. Pero las palabras no tienen un significado esencial, intemporal e inmutable como demuestra la historia de una lengua. “Las palabras significan -decía Lewis Carroll, el de Alicia- lo que nosotros decidamos que signifiquen”.

Tercer tópico, la homosexualidad es una enfermedad. "La homosexualidad no es ningún trastorno mental y así lo mantiene la comunidad científica internacional", afirma Fernando Chacón, decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. De hecho, la Asociación Americana de Psiquiatría retiró en 1973 la homosexualidad de su manual de diagnóstico y la Organización Mundial de la Salud dejó de considerarla una enfermedad en 1990. Asimismo, ha declarado Chacón, "desde el punto de vista médico no existe ninguna diferencia entre homosexuales y heterosexuales: los gays y lesbianas pueden sufrir problemas psicológicos si no aceptan su condición homosexual, pero igual le ocurre a cualquier persona que se rechaza a sí misma, como algunos pacientes obesos".

martes, 6 de agosto de 2013

Mirar por la ventana


Eugenio Trías, Lo bello y lo siniestro.

UN VIAJE EN DILIGENCIA HACIA PAISAJES IMPOSIBLES

A principios del siglo pasado, cierta tarde, una distinguida dama de mediana edad atravesaba en diligencia una zona especialmente boscosa e inhabitada de Gran Bretaña. Tras la cortina de la ventanilla podía verse un cielo sobrecargado de nubes amenazadoras. Frente a ella, un vejete estrafalario, vestido como un pordiosero, mal afeitado, no perdía ocasión en examinar los leves cambios de luz y atmósfera del paisaje. De pronto sucedió lo que se presentía y temía, un aguacero, un chaparrón, truenos, relámpagos, al tiempo que la luz se oscurecía y la diligencia zarandeaba a sus huéspedes, que se cuidaron de ajustar las ventanillas y las cortinas para no sufrir las intemperancias del viento huracanado y de la lluvia. Y he aquí que el viejo huésped que compartía con la dama distinguida, frente a frente, el mismo camarote, pidiendo disculpas por adelantado, levantose, abrió su ventanilla, sacó la cabeza, el cuello y medio tronco a la intemperie, permaneciendo estático y rígido en esa difícil posición, medio cuerpo fuera, desafiando el balanceo del vehículo y las inclemencias del temporal. Con estupor apenas disimulado, la vieja no alcanzaba a comprender qué hiciera el buen viejo medio loco tanto tiempo en esa extraña posición. Una hora aproximadamente estuvo el viejo en ésas hasta que salió de su pasmada contemplación y, chorreando por todas partes, volvió a tomar asiento, excusándose de nuevo por tan inaudito proceder. Al fin la tímida mujer se decidió a preguntarle qué era lo que tan afanosamente buscaba o simplemente miraba. Y el viejo le contestó que «había visto cosas maravillosas y nunca vistas». Picada de la curiosidad la dama entreabrió la ventanilla, asomó la cabeza, hasta que, perdiendo toda resistencia, se asomó con generosidad. El viejo le había sugerido: «debe, eso sí, mantener muy abiertos los ojos». Repitió la hazaña del viejo estrafalario y a fe que fueron paisajes imposibles los que se cruzaron por sus ojos bien abiertos.

Años después la misma dama, que residía habitualmente en Londres y poseía amistades aficionadas a la pintura, decidió complacer su propia curiosidad ante una exposición de un pintor discutidísimo y tenido por estrafalario, llamado Turner, quien, al decir de sus adversarios, pintaba lo que ningún ojo humano había visto (ni el suyo propio, por supuesto). Mientras merodeaba por la exposición y antes de reparar en los lienzos, de los que se le cruzaban ciertas manchas amarillas y verdosas, se entretuvo en oír los comentarios de entendidos que aseguraban no existir en ningún lugar del planeta Tierra imágenes como las que ese loco pintor de lo fantástico pretendía hacer valer. Eran tan desaprobadoras las opiniones, daban lugar esos cuadros, a lo que podía ver, a tales señales de burla, de desprecio o de franca irrisión, que nuestra dama, movida acaso por la piedad, decidió al fin detenerse a contemplar una de las composiciones, la que más cerca de ella estaba. Y he aquí que, con sorpresa imposible de disimular, vio justamente aquello mismo que había visto años atrás a través de la ventanilla de la diligencia. Entonces comprendió quién era ese viejo loco y pordiosero que había tenido delante suyo. Y presa de voluntad restitutiva empezó a gritar, congregando en torno suyo a todo el público de la exposición: «¡Pero si yo lo vi, vi todo esto con mis propios ojos!».

viernes, 2 de agosto de 2013

Le hedonisme aujourd'hui

 

Qu'est-ce exactement que l'hédonisme ? Y a-t-il une définition précise de l’hédonisme ? Êtes-vous hédoniste ?

Depuis son fondateur, le philosophe grec Épicure (341-270 av. J.-C.) jusqu'à nos jours, nous pouvons dire sans aucun doute que le concept de l'hédonisme n’est pas univoque. D’où la conclusion qu’il faut en parler au pluriel, c'est-à-dire, les hédonismes.

Le mot « hédoniste » vient étymologiquement du terme grec δονή qui signifie « plaisir ». Dans l'ensemble, lhédoniste est une personne qui considère le plaisir comme la valeur principale dans son échelle des valeurs.

Nous devons remarquer deux paramètres ou indicateurs afin de mieux comprendre l’hédonisme : a) Les différents types de plaisirs. b) L’habitude et l’intensité des plaisirs choisis (c’est-à-dire, l’engagement personnel avec le premier indicateur). En fonction de la relation entre ces paramètres, les modèles historiques et surtout les codes éthiques actuels de la conscience hédoniste font, tour à tour, leur apparition sur la scène.

En ce qui concerne le premier indicateur : nous pouvons distinguer entre plaisirs sensuels (goûter un grand cru, savourer des fruits de mer de la Galice), physiques (maîtriser l’art d’aimer, prendre de la cocaïne), intellectuels (lire À la recherche du temps perdu de Proust ou La Chartreuse de Parme de Stendhal), psychologiques (trouver l’harmonie intérieure ou toucher « l’érotique du pouvoir ») ou matériels (conduire une BMW haut de gamme, avoir un appartement à Venise).

Par rapport au second indicateur, il est nécessaire de séparer plusieurs degrés et manifestations de l’hédonisme :

- L’hédonisme faible de ceux qui aiment les plaisirs de la vie quotidienne « comme quelqu’un qui ne soit pas considéré comme un mec rare ».

- L’hédonisme trivial d’une partie de la jeunesse essayant de satisfaire immédiatement leurs désirs communs sans réfléchir avec leur propre tête.

- L’hédonisme bourgeois du bon vivant, un stéréotype social plein de nuances superficielles, une façon de vivre apprise dans les magazines sentimentaux et les livres de vulgarisation titrés « Cinquante conseils pour atteindre le bonheur ».

- L’hédonisme spécialisé des studieux ou maniaques de n’importe quels plaisirs, archétype de l’homme unidimensionnel, au fond candidat au malheur, par exemple, certains personnages de Michel Houellebecq obnubilés par le sexe.

- L’hédonisme addictif de ceux qui ont décidé consciemment de vivre moins longtemps mais plus intensément (ou plutôt les drogues dures ont pris une décision tragique pour eux).

- Finalement, l’hédonisme de la « noblesse de l’argent fait tout », rendant un culte à la haute couture, aux grandes marques italiennes de voitures, aux cocottes exclusives ou aux appartements duplex de la Côte d’Azur… tous obtenus au prix de la souffrance et du développement de l’histoire universelle de l’infamie.

P.S. L’hédonisme : peu importe la définition, mais la quantité de définitions que nous sommes capables de supporter.