Telépolis

sábado, 18 de mayo de 2013

¡Qué manera de ganar!


Si aún hay justicia poética
en aqueste mundo herético
esta copa penibética
—no hay estética sin ética—
ha de ganarla el Atlético.

Puesto que el atleti es la única religión que profeso, permítanme que les diga que ganar al Real Madrid (un club con un presupuesto cuatro veces superior) la final de la Copa del Rey (esta vez con mayúsculas) en el Bernabéu es simplemente un milagro. Llevaba razón Emilio Butragueño, cuya función en el Madrid consiste en no perder los papeles cuando palman, al decir que las hadas del fútbol no habían querido que besaran la copa.

Esto por lo que respecta a las explicaciones (¿?) sobrenaturales. El orden de las causas naturales es el siguiente (siete, el número mágico):

- Jugar al fútbol como un equipo consistente y un sistema probado en el que aparecen las figuras: Falcao, Miranda, Courtois…

- Tener la suerte de cara (sea esto lo que sea) para que el Madrid no te fulmine y termine la cosa en 4-1. Tres palos son muchos palos…

- Cuatro ocasiones y dos goles.

- Coger al Madrid deprimido por la eliminación de la Champions y el enfrentamiento crónico de la plantilla con su inefable entrenador.

- Superar el complejo de inferioridad ante el eterno rival (ya sabemos que son muy buenos y muy caros), un complejo que hace al atleti arrugarse en el campo como un traje de treinta pavos.

- Suplir con coraje y voluntad de vencer la diferencia de cualidad técnica con su rival (o la coral colchonera: ¡Échale güevos, aleti échale güevos!) (bis).

- Que el árbitro haya sido neutral por esta vez: no todos se atreven a expulsar a Mou por armarla y a Cristiano por dar coces en la cara.

Cito al Cholo Simeone, capitán de la nave: “El Atlético es una referencia para todos los que sufren”. A ellos y a los niños atléticos de catorce años debería dedicarse el título. Por lo que a mí respecta, pienso en mi abuelo, socio fundador del Atlético, en mi hijo, creyente y practicante de esta cosmovisión futbolera, en mi hija que se disfraza del atleti, del Madrid o de la selección cuando ganan con tal de asistir a la fiesta, en mi mujer, normalmente del Madrid, pero rojiblanca en las grandes ocasiones, en mi hermano, siempre fiel a sus colores, en mi hermana, porque mis sobrinas han heredado la antorcha sagrada… Y en la gran familia atlética que se reunirá esta tarde en Neptuno con sus héroes.

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