El núcleo ideológico de la teología católica, plenamente vigente, es el concepto de ley natural propuesto
por Tomás de Aquino en el siglo XIII. Este concepto es la clave para comprender los supuestos doctrinales y la práctica sociopolítica, tanto histórica como actual, de la Iglesia romana.
Para
su formulación, Aquino retoma la distinción aristotélica entre entendimiento
teórico y práctico: el primero tiene como objeto el conocimiento de la verdad
en el orden especulativo y el segundo el conocimiento del bien en el orden
moral. Este último concluye su investigación con el descubrimiento de la ley
natural.
El
contenido de la ley natural, sus principios o primeros preceptos morales y las
normas secundarias que se siguen de ellos, son conocidos por el entendimiento
práctico a partir del análisis de la naturaleza humana y del conjunto de las
inclinaciones naturales que le pertenecen.
El
hombre, dice Aquino, es por naturaleza un ser vivo racional.
Del
hombre como ser, el entendimiento práctico deduce los principios morales
relativos al derecho a la conservación de la vida y a la preservación de la
existencia, así como las normas secundarias que se siguen de ellos.
Del
hombre como ser vivo, el entendimiento práctico deduce los principios
morales relativos a la sexualidad, procreación, crianza, educación de los hijos
y significado de la familia, así como las normas secundarias que se siguen de ellos.
Del
hombre como ser vivo racional, el entendimiento práctico deduce los
principios morales relativos a la búsqueda de la verdad desde el encuentro con
Dios como fin último y la convivencia social dentro de un marco político
acorde con la ley natural, así como las normas secundarias que se siguen de ellos.
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A
su vez, las características de la ley natural son, según el tomismo, las
siguientes:
Única: sólo es posible una ley natural
ya que sólo hay una naturaleza humana con unas inclinaciones propias de las
cuales se siguen unos preceptos exclusivos y unas normas unívocas consecuentes
con ellos. Por tanto, no son admisibles varios códigos éticos alternativos,
todos ellos naturales e igualmente válidos. En sentido estricto, al existir una
sola ley natural, no es admisible la discrepancia moral ni el pluralismo ético.
La verdad moral es una y los errores son muchos.
Evidente: sus principios y normas son descubiertos de forma inequívoca por el entendimiento.
El error moral surge cuando el entendimiento se aparta de la correcta
interpretación de los principios y normas de la ley natural por una
serie de causas subjetivas u objetivas: las malas persuasiones, el
predominio de los instintos o las pasiones sobre el entendimiento práctico, las
costumbres depravadas resultado de una mala educación, las inclinaciones
antinaturales o los usos sociales perversos admitidos como normales.
Universal: al no variar la naturaleza
humana, es válida sin excepción para todos los hombres, todas las sociedades y
todas las épocas.
Inmutable: no puede ser modificada en lo
esencial de sus principios, aunque el ámbito de aplicación de las normas puede
ser ampliado y perfeccionado a partir de la interpretación de los textos
revelados (ley divina) y su desarrollo jurídico (ley positiva). Además, tales normas pueden ser excepcionalmente adaptables a las circunstancias personales e históricas.
Abstracta: sus principios sostienen un
alto grado de generalidad, por lo que las normas secundarias o concretas que se
siguen de ellos no son siempre exactas sino interpretables; aunque su margen de
interpretación debe estar siempre dentro de los límites de la ley natural.
El
principal problema que plantea la ley natural tomista es precisamente la
concreción que realiza el entendimiento práctico de las denominadas
“normas secundarias” a partir de los primeros preceptos o principios. La
dificultad estriba en establecer qué normas están dentro o fuera de la ley
natural, además de admitir cuáles circunstancias personales e históricas la pueden
modificar. Es decir, cuál es el canon de interpretación correcta de las
normas secundarias. La Iglesia Católica, principal depositaria doctrinal del
tomismo, ha solucionado históricamente este problema poniéndose a sí
misma como única intermediaria e intérprete fiel del canon, quedando la conciencia
individual suprimida o relegada a un segundo plano.
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