Hay que
entender el conocimiento humano como un conjunto de etapas o estadios del saber
consecutivos desde la
prehistoria y coexistentes a lo largo de la historia: las nuevas etapas no suponen
la desaparición de las anteriores, simplemente
las desplazan como dominantes pudiendo convivir pacíficamente, complementarse o entrar
en conflicto. En gran medida, comprender al hombre es comprender su progreso y superposición.Las
etapas iniciales del conocimiento son el mito, la magia, la técnica la religión
y el arte. Las etapas avanzadas son la filosofía, que nace en Grecia en el
siglo VIII a.C.; la ciencia clásica, resultado de la Revolución científica del
Renacimiento y la tecnociencia actual que alcanza su posición de paradigma
dominante a partir del siglo XX. Es evidente que en la actualidad coexisten con
la tecnociencia más avanzada diversas mitologías y prácticas mágicas, por no
hablar de innumerables creencias religiosas y creaciones artísticas… Los
ejemplos cotidianos son innumerables: algunos leen inquietos su horóscopo o recurren
a la medicina alternativa y a los curanderos; a excepción de los “muy manitas” todos
llamamos al fontanero, al electricista o al pintor; muchos se casan por la
Iglesia y bautizan a sus hijos; otros asisten regularmente a conciertos y
exposiciones. O tocan la flauta. A la vez adquirimos conocimientos teóricos en
los distintos centros educativos; vamos al médico a que nos haga una resonancia
magnética o simplemente utilizamos un teléfono inteligente para charlar por
videoconferencia con un amigo que vive en Australia.
También
nos fascinan los mitos. En realidad “mito” es un término polisémico, es decir, tiene
varios significados: como forma inicial de
saber, como falsa visión del mundo y como mistagogia.
Como forma
inicial del saber, el mito es una narración que explica el origen del mundo, el
sentido de la naturaleza y de la vida humana. Para la conciencia mítica original
los fenómenos naturales actúan encarnados en fuerzas personificadas: el entorno
físico está poblado de espíritus conscientes que deciden de forma arbitraria lo
que acaece en la naturaleza. El mito explica también el orden interno y el
destino de una comunidad: de la narración se siguen patrones normativos de
conducta, rituales, exigencias, prohibiciones y tabúes… Por otra parte, es bien
sabido que todas las civilizaciones históricas han tenido sus mitos: Mesopotamia,
Egipto, Grecia o Roma. Asimismo, las denominadas culturas sin historia o
“pueblos primitivos” mantienen una compleja tradición mitológica que intentan
descifrar los antropólogos.
También
el mito es sinónimo de una falsa concepción del mundo. Ya me referí al tema en
mi artículo Divagaciones sobre las pseudociencias. Podemos considerar mitologías contemporáneas al
“terraplanismo”, “el creacionismo”, “la ufología”, “la criptozoología” o “la
parapsicología”, entre otras. Los mitos actuales han derivado hacia relatos mendaces
o inexistentes, siempre puntuales y fragmentarios. Se trata, por supuesto, de
las llamadas fake news o mentiras
intencionales que inventan una visión falaz, en ocasiones inverosímil, pero que
a fuerza de ser repetida por los media
implicados en construir la patraña o difundidos y comentados en las redes
sociales, acaban por conseguir su objetivo (en general político). Aquí
incluimos los increíbles videos e imágenes chistosas que circulan por los
grupos de WhatsApp a los pocos minutos de suceder “la noticia”. ¿Se trata de un
derroche de ingenio circunstancial o de una industria cultural subterránea?
Por
último, hay en el hombre de nuestros días una tendencia universal, que probablemente
proviene de la antropogénesis, a la creación de mitos personales. A esta atracción
irresistible por la mistificación la denominamos “mistagogia”. Manolete, un
comentarista deportivo e hincha del atleti, es conocido en la radio como “el
mítico”. Sobre todo los jóvenes, incluidos los treintañeros, reparten este
término con profusión entre gente que está en la cresta de la ola. Hay mitos de
la canción moderna y la música clásica. Elvis o Karajan para los talluditos. Los
mitos del fútbol de todas las épocas sobrevuelan el planeta. La lista es tan
larga que pueden redactarla ustedes una tarde que se aburran de ver llover detrás
de los cristales. Algunos sociólogos han sugerido que el fútbol funciona como sustituto
de la religión, con sus santos, sus mártires y su liturgia. ”Porque creemos”, anuncia
un mítico entrenador. En realidad, hay mitos de todos los deportes:
baloncesto NBA, tenis, golf o atletismo. Más madera. La prensa deportiva, la
más leída en papel o digital, es la principal fábrica de mistagogia. ¿Y qué me
dicen de los toros? Mitos de las armas, de las ciencias y las letras. Observen que
hay poderosas razones para que en nuestro país los políticos no se conviertan
en mitos.
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