Una de las críticas más extendidas a la remodelación del Estadio Santiago Bernabéu es que no parece un Estadio de fútbol. El turista que contempla boquiabierto durante una visita guiada o, mejor, descubre mientras callejea la fachada del Allianz Arena de Múnich, el Old Trafford de Manchester, San Siro en Milán, El Parc des Princes en París o el Civitas Metropolitano los reconoce al instante como templos del mayor espectáculo del mundo. Imaginemos (lo cual es imposible) delante de la cubierta del Estadio a un aficionado de un país lejano que visitara Madrid por primera vez sin tener noticias del nuevo Bernabéu: lo observaría perplejo, lo rodearía, le haría fotos… y al fin y al cabo no sabría lo que está viendo. De ahí las malévolas críticas que circulan en las redes sociales entre los detractores del club blanco: la lata de sardinas, el platillo volante, la persiana gigante, la pirámide de Pérez. De los cuatro proyectos de remodelación finalistas prefiero el de Rafael de La-Hoz y Norman Foster. Me parece un diseño más futurista y trasparente, menos compacto y uniforme. La inversión hasta el momento es de mil trescientos millones de euros, según cifras oficiales. Las oficiosas con los intereses se van a los dos mil millones.
Preguntaba a un pariente, madridista practicante, que asistió
al concierto de Bruce Springsteen, qué le había parecido el Metropolitano: me
decepcionó, contestó enfático, me quedo con el mío; tiene escaleras
mecánicas, calefacción por aire, cubierta retráctil, video marcador 360º, muelle
para drones y no sé cuántas cosas más. No me extraña, le contesté con serena
diplomacia adquirida a lo largo de pacientes lustros, el del atleti ha costado
cinco veces menos. Somos el mejor equipo del mundo, nos lo podemos permitir,
replicó picajoso. De la galaxia, otorgué sonriente.
Están preocupados por los problemas crónicos que tiene el césped
(es la quinta vez que lo cambian) debido, dicen, al polvo de las obras y sobre
todo a la falta de luz natural cuando el terreno de juego se guarda en el
hipogeo, un subterráneo operístico de treinta metros, para utilizar el espacio libre
en otros eventos. Por ahora las más avanzadas técnicas agronómicas no acaban de funcionar. Eso sí, los comentarios de
Guardiola, que comparte el propio Ancelotti, supieron en las altas instancias a
cuerno quemado: El estadio ha quedado impresionante, pero ahora sólo tienen
que cuidar la hierba, sólo tienen que mejorar esto.
El sistema de bandejas para bajar y subir el tapete verde en seis
horas y el techo retráctil en poco más de media convierten el Estadio en un
escenario similar al Coliseo Romano. Magia blanca: transformar el Santiago
Bernabéu en un espacio multiusos a lo largo de 365 días fue la idea que
finalmente inclinó la balanza (más bien el balance) a favor del proyecto
diseñado por GMP Arquitectura, L35 Arquitectura y Ribas & Ribas Arquitectos.
Cancha de baloncesto (el equipo se trasladará el próximo año), pistas de casi cualquier
deporte, parque temático, convenciones, ferias, congresos o una colosal sala de
conciertos. Lo cual supondría unos ingresos anuales, calculan, de unos 150 millones
de euros. Sin olvidar el Tour del Bernabéu y el Museo del Real Madrid, el más
visitado de la ciudad. Lleva razón mi pariente: el club de Florentino Pérez, un
empresario excepcional, es una fábrica de hacer dinero.
El Estadio contará en el interior de sus instalaciones con
un macrocentro comercial de nueve pisos: restaurantes estrellas michelín, terrazas
con vistas para tomar una copa al atardecer, tiendas de ropa de las mejores
firmas, puntos de venta todavía sin concretar. El resultado es una ciudad
incrustada en el centro de otra ciudad que entran en conflicto. Sería perfecto
que una nave espacial transportase el conjunto a un lugar menos poblado. El
Estadio no se integra en el entorno urbano. Se desploma sobre los edificios, les
quita luz y perspectiva; lo único que se ve desde las balcones son las lamas
metálicas de la estructura envolvente.
Es cierto que el Nuevo Estadio de Chamartín —renombrado en 1955 como Estadio Santiago Bernabéu- se inauguró en 1947; los que compraron pisos o pusieron negocios en los aledaños sabían dónde estaban, conocían los inconvenientes de tener un vecino que juega todas las competiciones nacionales e internacionales, pero no sospechaban lo que se les venía encima: acampadas de los fans del mítico de turno, sacos de dormir, colchones, sillas, cánticos y todo tipo de provisiones que se convierten en basura por la segunda ley de la termodinámica. La noche del concierto una andanada sostenida de decibelios les obliga a pedir asilo a la familia o a los amigos que viven a muchas leguas de distancia. El Santiago Bernabéu acogerá 60 eventos al año, uno cada cinco días, de ellos treinta no deportivos. Cada evento supone partir Madrid por la mitad al cerrar El Paseo de la Castellana, la arteria principal de la ciudad. Las rutas alternativas son laberínticas y el tráfico se sobrecarga en todo el mapa urbano. Las obras comenzaron en 2019 y todavía no han concluido. La Asociación de Perjudicados por el Bernabéu ha paralizado judicialmente por falta de “interés público”, según dicta la sentencia, los aparcamientos subterráneos que el Ayuntamiento adjudicó al Real Madrid. El fallo se recurrirá y habrá aparcamientos privados para los clientes VIP que asistan a los eventos sin las apreturas del metro. Otro negocio redondo. Obviamente, el Real Madrid es más que un club.
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