Telépolis

lunes, 24 de febrero de 2025

Ultraliberalismo

 

Todos sabemos sin necesidad de recurrir al hombre-filósofo de la calle, ocurrencia de Gramsci, que desde las primeras civilizaciones la política sea cual sea su sistema (autoritario, totalitario, autocrático, teocrático o democrático) ha estado supeditada de forma explícita o implícita, manifiesta o latente, a los poderes universales del dominium mundi: el dinero, la técnica y el ejército.

La instauración de la democracia liberal desde principios éticos y jurídicos fue la consecuencia de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra mundial mediante la conjunción de tales poderes y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aunque no es menos cierto que ética y política, como pensó Maquiavelo y todos sufrimos, son agua y aceite. El ilustre florentino incluso sugirió en 1532 que un político demasiado honesto nunca sería un buen político porque nadie lo creería, temería ni respetaría. Esta disonancia empírica entre ética y política explicaría el décalage, la distancia entre la letra de las Constituciones y su permanente incumplimiento por los gobiernos de turno

La democracia liberal se denominó “Estado social y democrático de derecho” en la edad de oro de la socialdemocracia europea. Así consta en los tratados de filosofía social y en las Constituciones nacionales. Sus abuelos fueron Alexis de Tocqueville, La democracia en América (1840) y Stuart Mill, Sobre la libertad (1859). Sus bisabuelos, Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, El espíritu de las leyes (1748) y Jean Jacques Rousseau, El Contrato social (1762).

Coincido (y cito de nuevo) a mi docto amigo el Coronel Abengoa cuando pontificaba los martes en la tertulia del Café Comercial: Prefiero la democracia liberal porque me permite bajar al quiosco del barrio y comprar el periódico que quiero y decir aquí y en todas partes lo que me parece. Todo lo demás o lo pongo entre paréntesis o me lo creo a medias o no me lo creo. Considero perspicaz la definición que hizo Marx del voto democrático (aunque sin posteriores conclusiones): “Un juicio sentimental y extenuante, a los logros de la etapa anterior de poder”. Por lo demás, siempre voto y participo cuanto puedo en la cosa pública. Mi escepticismo militante con el rancio liberalismo que nos rodea no implica falta de compromiso con los derechos y libertades civiles sino todo lo contrario.

En esta encrucijada de la historia, la democracia representativa, solo cuestionada por quienes forman parte del fraude, es un valioso legado que ojalá seamos capaces de preservar (¡que se quede como está!) para nuestros hijos, nietos y biznietos. Los poderes universales de la primera potencia mundial (los mercados industriales y financieros, las corporaciones tecnológicas, la carrera de armamentos) han decidido, tras las últimas elecciones presidenciales, demoler los principios de la democracia representativa. Entre otros, el imperio de la ley, la división de poderes y el respeto a las minorías. El liberalismo mutó en neoliberalismo y el neoliberalismo en ultraliberalismo. Fin del Estado social y democrático de derecho.

Analicemos en presente algunos aspectos del futuro distópico de Europa. Se minimizan las competencias del Estado que ni siquiera es el árbitro de las reglas de la libre competencia al estar los mercados desregulados. Los mercados crean las reglas en cada coyuntura económica según sus versátiles criterios. Se considera al Estado una institución intrusiva, ineficiente, ruinosa por lo que es necesario reducir al mínimo sus competencias y tamaño. Se recorta drásticamente la plantilla de funcionarios civiles de la administración pública. Se pretende la autorregulación extrema de la iniciativa individual (“viva la libertad”) y la privatización gradual de los servicios esenciales como la Educación y la Sanidad. En la Educación, se potencia la creación de Universidades privadas de gama alta, caras y selectivas, según el modelo norteamericano (algo en mi opinión condenado al fracaso); en la Sanidad se favorece la implantación de los grandes grupos hospitalarios nacionales e internacionales con seguros de atención sólo al alcance de una minoría con alto poder adquisitivo. La emergencia de empresas militares privadas de asesoramiento, provisión y sustitución de las Fuerzas Armadas, y la proliferación de las criptomonedas como sistema de intercambio comercial y especulación financiera son síntomas inequívocos de la gestión del Estado como un negocio global. Desaparece la función social de la propiedad. Se regresa a unas teorías librecambistas anteriores y más radicales aún que las formuladas por Adam Smith, Ricardo y Malthus. Se considera la justicia social un mito y la aspiración a la igualdad una quimera comunista. En consecuencia, se impone a golpe de decreto un darwinismo socioeconómico cuyo objetivo es el desmantelamiento del Estado del bienestar, de la democracia liberal y del europeísmo, es decir, de nuestras señas de identidad supranacional. El ultraliberalismo es la fase final del capitalismo. En fin, como decía el genial humorista Chumy Chúmez es más lo que nos une que lo que nos espera.

lunes, 17 de febrero de 2025

Formación del Espíritu Nacional

Una pequeña ciudad de provincias. Un grupo de cuarto de Bachillerato en un Instituto de Enseñanza Media masculino. Don Julio, profesor de Formación del Espíritu Nacional, traje gris y porte erguido, antes camisa azul, ahora cargo provincial, solía entrar en clase diez minutos tarde, cerraba la puerta, se sentaba en la mesa con tarima, sacaba del cajón el parte diario y pluma Parker en ristre pasaba lista; había que levantarse y responder ¡Presente!

Cuando un día le pregunté qué era una democracia orgánica me miró con suspicacia y tras unos instantes, convencido de que no había segundas intenciones, se dispuso a endosarnos una de sus recurrentes soflamas patrioteras. Siempre el mismo ritual: sacaba de su bolso en bandolera una petaca de picadura y un librillo de papel de fumar; se aparejaba el cigarrillo con oficio de artesano y después de mirarlo satisfecho lo encendía con un Dupont cromado, le daba una larga calada (no se tragaba el humo) y nos abarcaba de un vistazo, firme el ademán. Todos callaron y mantenían atentos sus rostros. Cualquier hombre, peroró Don Julio, nace en el seno de una familia, vive en un pueblo o ciudad y trabaja afiliado a un sindicato. Familia, municipio y sindicato de empresarios y trabajadores unidos son los auténticos organismos naturales de participación en la vida política. España es una democracia orgánica, superior a la ineficaz, corrupta y disolvente democracia liberal que tantas desdichas nos ha traído y sobre cuyas ruinas hemos levantado un futuro de progreso, justicia y paz...

La democracia orgánica era el nombre eufemístico que se daba a sí misma la dictadura franquista. Nadie participaba en nada. Las Cortes Españolas eran una institución meramente consultiva, más bien asertiva, donde se daban cita personas, apellidos e ideologías, por este orden, afines al Movimiento Nacional. Un sistema político similar al corporativismo fascista italiano. Era un pseudoparlamento en donde ni residía la soberanía nacional ni había división de poderes ni elecciones democráticas puesto que la totalidad del poder se concentraba en la figura sacralizada del jefe del Estado, sólo responsable ante Dios y la historia... Una monarquía absoluta de carácter medieval actualizada y justificada mediante un lenguaje jurídico totalitario.

Al acabar la clase de política (una de las tres marías que nos perseguían hasta la licenciatura), Manuel Navarro, delegado del curso, al frente de un grupo de colegas se acercó a mi pupitre y me avisó con cara de pocos amigos: deja de hacerte el listillo y hacerle la pelota a Pechotabla (mote clandestino de Don Julio), aburres y aburre. Asentí, me disculpé y nunca más se supo. Eso no impidió que alguien de su cuerda le preguntara días después por la División Azul, uno de sus puntos débiles. El Ministerio de la Verdad había decidido silenciar ciertos acontecimientos históricos. Don Julio eludió el envite y cambió de tercio: hoy tocaba lecturas del libro de texto (Viriato, Guzmán el Bueno, Agustina de Aragón).

¡Todo el mundo lee! Ordenó. A los quince minutos nos despertaba con una sonora palmada: ¡Todo el mundo escribe! Don Julio pasaba revista semanalmente, fila por fila, al cuaderno de ideas comentadas (sic) donde teníamos que resumir en un cuarto de hora nuestra opinión sobre la lectura. Obviamente nos identificábamos con los valores ejemplares del personaje de turno que, por lo demás, estaban remarcados en el manual por activa y por pasiva. Última etapa ¡Todo el mundo atiende! Sacaba de la bolsa de cuero una libreta impecable con nuestras fichas y pedía a tres alumnos que leyeran sus redacciones del día. Cinco minutos cada uno. Antes se calaba unas gafas de sol tras las que se ocultaba sin mover un músculo; hacía como que escuchaba y al final escribía algo en su libreta. Si te quedabas corto, mala cara; si te quedabas largo, también. Eso era todo. En la calificación trimestral y final sólo había dos notas: seises y ochos. Posiblemente decidía según le cayeras bien o mal durante el curso o quizás de repente por un decreto misterioso pero justo. Criterio de evaluación empático el primero, calvinista el segundo. No había exámenes por dos razones: primera, porque había que leerlos; segunda, porque había que guardarlos. No consta que alguna autoridad académica o extracadémica le pidiera explicaciones (¿de qué?). Algunos rumores lo relacionaban con la desagradable advertencia que la Policía del Pensamiento le hizo al Catedrático de Lengua Española y Literatura por sus ideas sobre ciertos escritores. Los padres y las madres leían (o repasaban con sus hijos) los apuntes.

Algunos alumnos, Navarro por ejemplo, eran hijos de represaliados. Otros provenían de familias del bando nacional. En una ciudad de provincias se sabe quién es cada cual y sus cadacualidades. La clase era un espejo del arquetipo secular de las dos Españas. Unos tenían que morderse la lengua para no decirle a Don Julio lo que pensaban de sus métodos y sermones, otros coincidían más o menos con las formas y el fondo doctrinal. La parte positiva era que con catorce años cuando sonaba el timbre nos olvidábamos del triste legado de los privilegios y los estigmas para ocuparnos en común de asuntos más entretenidos (aunque no necesariamente inocentes).

sábado, 8 de febrero de 2025

El caso Rubiales

 

El juicio a Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol desde mayo de 2018 hasta septiembre de 2023 y vicepresidente de la UEFA entre 2019 y 2023 es por extensión un juicio a los turbios manejos del fútbol profesional (que aplazamos para otro momento). Estos días ha comenzado la fase de instrucción del proceso penal en la Audiencia Nacional con la declaración de la futbolista Jenni Hermoso sobre el beso no consentido de Rubiales durante la entrega de medallas del Mundial de Fútbol Femenino en 2023, lo que le obligó a dimitir de sus cargos y ser enjuiciado después por un delito de agresión sexual y coacciones… Tras la gloria del oro, el enredo se cocinó en el vuelo de regreso desde Australia en el que todos dijeron de todo durante más de veinte horas y, después, ante la ley, ninguno de los imputados se acordaba con rigor de nada: las respuestas vagas, poco verosímiles, incluso contradictorias han conseguido poner de los nervios al juez. El actual entrenador del primer equipo de la selección masculina de fútbol, Luis de la Fuente, podría ser imputado por su última versión de los hechos en el juicio, es decir, la última de las tres negaciones de Pedro. Es el único partidario de Rubiales que se ha librado de la quema.

He revisado varias veces el conocido video y en mi opinión se trata de un sorpresivo y eufórico pico del presidente a la jugadora que por su reacción corporal inmediata no parece considerarlo un gesto agresivo o acosador. Da la impresión de que a Jenni no le pareció normal ni le hizo ninguna gracia el abrazo subitáneo de su jefe pero que no comenzó a digerir y engrosar lo acontecido hasta que sus colegas de banquillo la convencieron tras largas conversaciones morales de la gravedad del caso, como se sigue de las declaraciones testificales. Me pareció más desconsiderado el soez agarre de entrepierna de Rubiales tras el único gol en el palco de honor compartido con la reina Letizia, la infanta Sofía y el presidente de la FIFA, que posiblemente ni se dieron cuenta. El asunto, aireado por la internacional feminista, numerosos clubes de fútbol, empresas patrocinadoras de la selección y las insaciables tertulias deportivas forzaron su dimisión. El affaire traspasó las fronteras nacionales. Prestigiosos diarios como L'EquipeThe Guardian, O Globo, The New York Times se hicieron eco del escándalo.

Las declaraciones de Woody Allen a la prensa española son de un saludable sentido común: Fue el resultado del momento, que ante la emoción de la victoria, dos personas que se conocían se abrazaron y él le dio un beso. No la estaba violando, era sólo un beso y era una amiga. ¿Qué hay de malo en eso? Tampoco la mujer se apartó y le dijo: “No hagas eso”. En cualquier caso, es difícil entender que una persona pueda perder su empleo y ser penalizada de esa manera por dar un beso. Si fue inapropiado, hay que decirle claramente que no lo vuelva hacer y pida disculpas. No es que haya asesinado a alguien. Quizás estuvo mal, hizo algo incorrecto... pero no fue como si hubiera quemado un colegio.

Prudente, Woody Allen había matizado en sus declaraciones que de todos modos, me faltan datos... Esos datos son lo más relevante del caso. El beso robado fue lo de menos. Se trataba más bien de aprovechar la ocasión para saldar las cuentas pendientes con el cuestionado directivo de la RFEF y sus directos colaboradores. Rubiales era un presidente prepotente, autoritario y dado al favoritismo. Jorge Vilda, el entrenador estaba enfrentado desde hacía tiempo con el vestuario por sus métodos espartanos y anticuados según ellas; Albert Luque, director de la selección y Rubén Rivera, responsable de marketing eran los cargos de mayor confianza. Más de cincuenta jugadoras (incluidas las campeonas) advirtieron que no volverían a la selección “mientras continuaran los actuales dirigentes”. Tras lo ocurrido manifestaron en un comunicado conjunto su firme y rotunda condena ante conductas que han atentado contra la dignidad de las mujeres, aunque muchas de las abajo firmantes se retractaron posteriormente. La FIFA y la UEFA exigieron responsabilidades: primero suspendieron al presidente y luego lo inhabilitaron por tres años. El resto de los imputados fue destituido. Once miembros del staff del entrenador Vilda dimitieron.

Una decapitación completa de la RFEF, lo que no impidió el fracaso de la Selección femenina de fútbol, campeona del mundo, en París 2024 al no conseguir siquiera la medalla de bronce, quizás también víctima de las secuelas internas y externas del caso. El equilibro de la plantilla de un equipo de fútbol, ganador o perdedor, es algo muy delicado.