Rafael Alberti, El Bosco (El jardín de las delicias)
El Diablo
hocicudo,
ojipelambrudo,
cornicapricudo,
perniculimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquiconejea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un
embudo.
Amar y
danzar,
beber y
saltar,
cantar y
reír,
oler y tocar,
comer, fornicar,
dormir y
dormir,
llorar y
llorar.
Mandroque,
mandroque,
diablo
palitroque,
¡Pío, pío,
pío!
Cabalgo y me
río,
me monto en
un gallo
y en un
puercoespín,
en burro, en
caballo,
en camello,
en oso,
en rana, en
raposo
y en un
cornetín.
Verijo,
verijo,
diablo
garavijo.
¡Amor
hortelano,
desnudo, oh
verano!
Jardín del
Amor.
En un pie el
manzano
y en cuatro
la flor
(y sus
amadores,
céfiros y
flores
y aves por el
ano).
Virojo,
pirojo,
diablo
trampantojo.
El diablo
liebre,
fiebre,
notiebre,
sepilitiebre,
y su comitiva
chiva,
estiva,
sipilipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su
lavativa.
Barrigas,
narices,
lagartos,
lombrices,
delfines
volantes,
orejas
rodantes,
ojos
boquiabiertos,
escobas
perdidas,
barcas
aturdidas,
vómitos,
heridas,
muertos.
Predica,
predica,
diablo
pilindrica.
Saltan
escaleras,
corren
tapaderas,
revientan
calderas.
En los
orinales
letales,
mortales,
los más
infernales
pingajos,
zancajos,
tristes
espantajos
finales.
Guadaña,
guadaña,
diablo
telaraña.
El beleño,
el sueño,
el impuro,
oscuro,
seguro botín,
el llanto,
el espanto
y el diente
crujiente
sin fin.
Pintor en
desvelo:
tu paleta
vuela al cielo,
y en un
cuerno,
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