Recuerdo el
título del libro del escritor y periodista Rubén Amón: Atlético de Madrid,
una pasión, una gran minoría, en el que se preguntaba con emoción literaria
¿Por qué no son del Atleti los demás? En el fondo, como decía Fernando
Torres, en una de sus frases más felices, casi todo el mundo es del Atleti, pero
no lo sabe.
¡Grandes!, campeones
de Liga al fin después de una primera vuelta de película y una segunda irregular,
a merced de la fatiga, las lesiones y el bicho… Lo hemos pagado en la
Champions. Pero bien está lo que bien acaba, escribía el bardo inglés.
Los dos últimos
partidos han sido una dura prueba para las arterias. Sabemos que el Madrid nos soplaba
en la nuca y eso pone al equipo de los nervios. Un buen amigo madridista me
decía, después de felicitarme sin aristas, que “lo malo del Atleti no es que
gane, es que lo celebra tres años”. Temo lo de Neptuno porque estoy seguro de
que mi hijo anda por allí. No me parece que sea el momento de ir a
celebrarlo. Espero que la afición esté a la altura de las circunstancias. Como
decía, los dos últimos choques han sido parecidos. El Atleti llega, como casi todos
los equipos, con los cuerpos y las mentes al límite; afortunadamente Osasuna y
Valladolid no nos han presionado arriba con excesiva convicción. El problema es
que nuestro ataque estático es más previsible de la cuenta, repetitivo, algo
lento, sus rivales, teóricamente inferiores, ponen el autobús, recuperan y salen
a galope tendido. Cualquier despiste (como el de Carrasco hoy) propicia contragolpes
con los centrales fuera de sitio… y la cosa se tuerce. En realidad, es lo que
mejor hemos hecho siempre, nuestra arma cada vez menos secreta. Jugamos mejor (no
hablo de resultados) con los grandes. Al final ha sido Luis Suárez,
injustamente tratado por su anterior equipo, quien con dos goles decisivos nos
ha dado el título. El Atlético es sobre todo un conjunto, un ensemble, un
vestuario sin tensiones personalistas, sin líderes figurones que pretenden ser cabeza
del león, ni amiguetes de cumpleaños que conspiran contra el presidente y el míster.
El Atleti es un equipo de autor cuya cabeza visible es el Cholo Simeone,
alguien que come en la misma mesa que Luis Aragonés (yo le hubiera puesto al
nuevo estadio su nombre: lo de Wanda chirría y lo de Metropolitano
es historia del glorioso, pero historia). Por cierto, ¡Como ha crecido Correa
en el tramo final de la Liga, qué partidazo se ha marcado! Inmensos Oblak, Koke
y Llorente. Los demás sobresalientes. El portugués es el futuro. La segunda virtud
del Cholo es sacar lo mejor de cada jugador y Joao tiene quilates de sobra. Han
hecho bien en no cambiarlo por Griezmann.
Siempre he
creído que la esencia del auténtico deportista consiste en saber ganar y, sobre
todo, saber perder. Esta es la tercera virtud del Cholo, un caballero que
siempre respeta y habla bien del rival, que sabe
reconocer la derrota y nunca despotrica del VAR o de los árbitros (excepto en el
área técnica) cuando vienen mal dadas. Hoy somos campeones, mañana nos dan la
copa en el Metropolitano y los tres próximos años tenemos cuerda.
Otra vez quiero recordar
a mi abuelo Joaquín, socio fundador del Atleti, patriarca de esta gran familia atlética,
de esta “religión” laica, que incluye a mi mujer, antes merengona y hoy
rojiblanca conversa, mis hijos (especialmente la exquisita deportividad del
marido de mi hija y sus padres), mis hermanos, mis primos, y mi nieta de dos añitos que canta
¡Aupa Atleti! sin saber de qué va la cosa y mañana irá al cole con el
equipamiento oficial que el año pasado le regalamos crecedero.
¡Por siempre Atleti!
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