Telépolis

martes, 19 de julio de 2022

The Open Championship

 


Para Nacho

Si el fútbol es el deporte que más me apasiona, soy el patriarca de mi gran familia atlética, el golf es el único que practico desde hace más de treinta años. He dedicado alguna entrada de mi blog tanto a este juego imposible como a mis amigos de Superseniors, compañeros de alegrías y fatigas en el Club de Campo Villa de Madrid.

No hay unanimidad entre los estudiosos del golf sobre sus orígenes. Durante el Imperio Romano se sabe por fuentes difusas que algunos habitantes rurales se divertían golpeando con un palo curvado una bola emplumada para no sabemos qué. Las crónicas confirman que el golf como deporte oficial y reglado es un invento escocés. Se cuenta en el tiempo del mito que dos pastores de las Tierras Altas tras recoger a sus ovejas en el aprisco encendieron sus pipas con la lumbre de la chimenea tras dar buena cuenta del Scotch haggis, el queso Chedar y el whisky añejo.

-He visto a unos señoritos de la capital inventarse un juego muy raro. Golpean una bola con un bastón varias veces, luego se paran, escriben algo y siguen con lo mismo.

- ¿Y cómo se llama ese juego?, le espeta su compañero.

-  No lo sé, pero se pasan todo el tiempo diciendo: ¡shit! (¡mierda!).

Sobre la procedencia del nombre, la teoría más aceptada es que ha evolucionado de las palabras holandesas Kolven (garrote) y Kolv o Kolf que significa palo. En el 1754 nació la asociación St. Andrews Society of Golfers, conocida posteriormente como Royal & Ancient Golf Club of St. Andrew, la máxima autoridad normativa internacional. El recorrido universal de 18 hoyos procede también de aquí. El campo de St. Andrews es el más emblemático del mundo. Este año, del 14 al 21 de Julio, se ha jugado The Open Championship en el Royal & Ancient para conmemorar su 150 aniversario; es el más prestigioso de los cuatro majors o grandes torneos del golf masculino (el Masters de Augusta, el Abierto de Estados Unidos, el Abierto Británico de Golf y el Campeonato de la PGA). Cada día lo han seguido en vivo alrededor de 150.000 aficionados, entre ellos mi hijo, aguerrido golfista y, al revés que yo, jugador en alza. Todo amante del golf debe peregrinar al menos una vez en su vida a St. Andrews Old Course. Si además quieres medirte con el campo, la demora en la concesión de las reservas ronda el año y medio, son siempre nominales para evitar trapicheos y requiere que la Federación Nacional de Golf certifique que el titular de la concesión tiene un hándicap bajo para evitar retrasos y búsquedas interminables. Se dispone de un tiempo razonable para completar el recorrido y si no se cumple el Marshall puede suspender el partido y ordenar la retirada del campo de un jugador o del equipo. ¿Sabían que el Old Course cierra los domingos para convertirse en un parque para el disfrute de los habitantes del pueblo donde pueden pasear con la familia y el perro, almorzar sobre la hierba o simplemente contemplar el entorno?

The Open Championship (no British Open, denominación incorrecta que los organizadores detestan) se juega siempre en los campos links escoceses o ingleses. El término Link ha evolucionado a partir del inglés antiguo "hlinc", que significa cresta o terreno elevado. Un Link genuino es un campo construido en un Linksland, un terreno de suelo arenoso con llanuras y ondulaciones cubierto de hierba gruesa, cercano al mar y sometido a las inclemencias del viento. El toque definitivo para certificar su autenticidad es que los campos Link están diseñados de “dentro-afuera”, es decir, los salidas y los greenes de los hoyos 1 y 18 son los puntos más cercanos a la casa club (donde empieza y acaba el recorrido), mientras que las salidas de los greenes del 9 y del 10 son los más alejados.

Hay campos Link en todos los países, aunque solo el 1% son reconocidos. Además de St. Andrews, solo una selecta lista, diez en total, son la sede del torneo de golf más antiguo del mundo. Entre los más famosos están Muirfield (Escocia), Royal St. George’s (Inglaterra), Royal Liverpool (Inglaterra), Royal Troon (Escocia), Carnoustie Golf Links (Escocia), Royal Birkdale (Inglaterra) o Turnberry (Escocia). The Open 2023 se trasladará al Royal Liverpool.

El golf que se juega en los links es otra historia. Por ejemplo, un mes antes de comenzar el Open se deja de regar el campo excepto las salidas y los greenes. Si llueve (lo normal) la hierba de las calles adquiere un verde único, pero si hay sequía (como este año) las calles amarillean. El golpeo se hace más espeso. La naturaleza decide, es el lema. Aunque el diseño técnico es exquisito, se trata de un terreno donde las máquinas apenas han modificado el paisaje. Los bunkers imitan a los antiguos refugios del ganado cuando arreciaba el viento. La mayoría tienen taludes apenas salvables. El desafortunado jugador que los visita tiene que sacar a menudo la bola de la arena hacia atrás y perder distancia como mal menor. O declararla injugable si está cerca de los bordes con la consiguiente penalización. El cartel de un pub del pueblo muestra a un esqueleto dentro de un bunker, un palo y una bola; debajo dice: Lo intentó. En el caso del Old Course hay siete greenes compartidos por dos calles; por tanto, cada uno tiene dos hoyos con banderas de diferente color. Esto retrasa el juego cuando coinciden dos partidos en el mismo green, aunque la organización, muy eficiente, está acostumbrada a dirigir el tráfico para evitar parones. Los greenes, de acuerdo con esta visión, son irregulares, con caídas impredecibles y numerosos pianos y plataformas. Leerlos correctamente es uno de los siete misterios del golf. Pero la defensa natural de un Link es el viento del mar. Si no sopla, se pueden hacer vueltas bajas, pero si se levanta se convierte en un infierno intratable. Un Link es lo contrario de un campo de golf norteamericano, por ejemplo, Augusta National: calles anchas y planas, arbolado circundante, bellos obstáculos de agua, macizos de flores y trampas de arena blanca. Bastantes profesionales norteamericanos no irían al Open si no estuvieran obligados por contrato. Otros, aunque no están a sus anchas, van por tratarse del primero entre los grandes y, por supuesto, el montante de los premios. El ganador de este año, el australiano Cameron Smith, se ha embolsado dos millones y medio de dólares. Los patrocinadores, las marcas, los derechos de imagen y otros beneficios compensan de largo los impuestos.

Adenda. Incluyo las impresiones de mi hijo tras asistir al abierto británico.

En realidad, puedes jugar cualquier día en el Old Course siempre que quede un hueco en algún partido; eso sí, tienes que estar a las seis de la madrugada cuando se abre el campo con la bolsa preparada y apuntarte en la lista de espera. Si la suerte te acompaña, te comunican la hora de salida y solo queda esperar. Antes de comenzar, son especialmente cuidadosos en presentarte a los jugadores con los que vas a compartir recorrido.

Llama la atención lo alargado que es el campo, encajado en un rectángulo estrecho con greenes comunes. Cuando estás allí no sólo vives la experiencia única de seguir a los mejores jugadores del mundo; los demás: marshalls, público, ayudantes, staff del campo… todo el mundo entiende de golf, no hay nadie ajeno a esta pasión ni turistas que van a mirar al mar. Obviamente, la mayoría del público son jugadores aficionados de todos los niveles. Es una inmersión golfística total. Se trata del máximo evento internacional de este deporte. Ciudadanos del mundo se reúnen bajo dieciocho banderas. El ideal cosmopolita más noble se cumple durante cuatro días. El pueblo de Saint Andrews (con más tiendas de golf que restaurantes) se vuelca en la organización de lo que es el acontecimiento del año. Y se nota en cada hoyo y en cada rincón. Gradas colocadas en sitios estratégicos, asistentes amables, accesos sin colas, puntos de restauración asequibles. Aunque muy difícil, puedes hacerte un selfie con alguna figura nacional en el campo de prácticas. Una organización perfecta.

La experiencia del hoyo dieciocho durante la última jornada y, sobre todo, la finalización del Open es increíble. Confluyen ríos de gente para seguir el último partido, miles de personas deseosas de disfrutar de los últimos golpes, sea quien sea al ganador.

Sobre Tiger. Es su último Open como jugador competitivo y lo sabe. El público rindió el viernes (no pasó el corte) un homenaje multitudinario a una leyenda entre las leyendas del golf. En el dieciocho había tanta gente como en el último hoyo del último día. Su llegada con paso vacilante, sin poder controlar sus emociones, sus saludos, sus lágrimas son la mejor crónica de la trayectoria de uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos. Sólo Jack Nicklaus fue despedido así en Saint Andrews.  

Impresionante victoria del australiano Cameron Smith, aunque las querencias del público estuvieron más cerca del irlandés Rory McIlroy. No es fácil ganar con tanto viento a favor en el partido estelar.

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