El fútbol es un deporte de masas y un negocio de minorías. Obviamente las cuotas de abonados y las entradas de taquilla sólo cubren una parte discreta de los gastos de un club. Hay que recurrir, por tanto, a otras estrategias de financiación: los derechos de televisión, los patrocinadores, los ingresos por participar en las grandes competiciones nacionales e internacionales (estas últimas las más rentables); los jugosos contratos por las giras de pretemporada, la financiación bancaria o apalancamiento, por ejemplo los préstamos ICO, para cumplir con las restricciones económicas del fair play financiero que impone la UEFA (con criterios muy peculiares) para evitar endeudamientos excesivos y posibles quiebras; la venta de productos del club o merchandising, incluidas las visitas guiadas a las instalaciones deportivas; los acuerdos entre los fondos de inversión y las ligas europeas (utilizo esta denominación genérica) para vender una parte de la tarta con la consiguiente inyección de liquidez para muchos clubs en situación comatosa: por ejemplo, el acuerdo entre CVC Capital Partners y La Liga española; la adquisición de clubs enteros por magnates del petrodólar o por grupos de inversión (los llamados clubs Estado), la salida a bolsa, el pelotazo en el parqué, una vía de financiación avalada por los expertos que garantiza una imagen de marca eficaz y un reclamo emocional para captar accionistas: una cosa es ser de un equipo y otra muy distinta es que el equipo sea tuyo; se trata de una opción todavía no explorada por los equipos españoles, mientras que más de veinte clubs europeos cotizan en sus mercados. Por último, están los fichajes, tema al que nos vamos a referir con algún detalle.
La situación económica de la Liga Santander no es precisamente boyante. Sólo doce equipos entre primera y segunda división acabaron con beneficios contables. El negocio del fútbol ha sido uno de los más perjudicados por la pandemia. El parón de las competiciones ha supuesto un duro golpe para la tesorería de los clubs. Cada vez se oye más el término “palanca” en las tertulias futboleras, un síntoma de las dificultades que arrastra el fútbol español. La generación de ingresos mediante fichajes se ha complicado. El lema grabado a fuego en el despacho de las juntas directivas (el mismo de las puertas del metro) es antes de entrar, dejen salir. Las tradicionales idas y venidas de los jugadores de un club a otro, los clásicos fichajes de invierno y verano, un mercado fluido que les permitía financiarse económicamente y reforzarse deportivamente se ha bloqueado. Crece la incertidumbre. No deja de ser irregular que la Liga comience sin estar cerrado el mercado de fichajes. Siempre ocurre que, en el último día, incluso en el último segundo, un treintañero de gama alta se marcha a un club forrado de la Liga inglesa que le promete iniciar una nueva edad de oro (en realidad todo estaba hablado hace meses). El entrenador al que le han comido la pieza se rasga las vestiduras. Tiene que rehacer la partida y decir a la prensa que no pasa nada. El equipo de origen se queda descolocado, o colocado, según las circunstancias a menudo impredecibles.
Es esencial moverse con la máxima
cautela en las arenas movedizas de la masa salarial. Los jugadores con fichas desmedidas
y bajo rendimiento de los que la entidad quiere desprenderse no se van ni a
tiros porque el club de destino les obligaría a bajarse el sueldo a la mitad o
menos... en el caso de que alguien los quiera. Los
jugadores intransferibles no se avienen a bajarse las fichas o lo hacen tras
ofrecer una resistencia numantina y con la promesa de recuperar pronto las
pérdidas. Como lo principal es hacer caja, a veces saltan chispas entre la
directiva y el cuerpo técnico. Los precios de los traspasos se han disparado,
de tal modo que un jugador en alza cuesta lo imposible; las ofertas por las
grandes estrellas escasean. Los pocos fichajes sonados (o los fiascos forzados)
de figuras de primer nivel se hacen no para cubrir las necesidades de la
plantilla sino para potenciar el valor económico del club. El jugador libre de
obligaciones contractuales que desea marcharse se ha convertido en una pieza
codiciada. Antes de
que le caduque el contrato, el club trata de movilizar a sus representantes
para venderlo cuanto antes. Al final, mucho ruido y pocas nueces. El objetivo del apalancamiento es
cumplir rigurosamente con el estricto control financiero de La Liga. Los clubes se han vuelto conservadores. En cualquier
caso, el gran circo se ha puesto en marcha.
P.D
La ley de la palanca fue descubierta por el científico griego Arquímedes
(287-212 a.C.). Es conocida su frase desafiante: Dadme una palanca lo
suficientemente larga y un punto de apoyo para colocarla, y moveré el mundo.
Dejo los detalles matemáticos y las aplicaciones técnicas al esforzado lector.
Cualquiera que haya empujado una carretilla sabe de qué hablo. También el randa
que fuerza el cerrojo con una palanqueta. Es la ley del fútbol actual.
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