El mundo ha sido hecho para dar lugar a un hermoso libro, sentenciaba Stéphane Mallarmé (en francés la frase mejora). Una de las palabras más difíciles de definir es la de “escritor”. Las acepciones de la RAE son demasiado genéricas. Cualquiera es un escritor. Inversamente, según el diccionario Oxford tiene un significado demasiado concreto: Persona que se dedica a escribir obras literarias.
Un escritor es alguien que publica un libro, sea cual sea el género, entre otros, la novela, el ensayo, la historia, la obra científica, la poesía, la metafísica, el comic o el ocultismo. Visiten las secciones de librerías como la FNAC, La Casa del Libro o La Central en Madrid y sabrán a qué me refiero. El oficio de escritor incluye, además de la obra, una editorial que se encarga de publicarla, comercializarla, imprimirla, distribuirla y promocionarla. Un libro puede ser editado en formato papel o electrónico o ambos. Una modalidad emergente es el audiolibro una buena opción para los que prefieren dormirse a oscuras mientras escuchan una novela de Javier Marías en lugar de las broncas futboleras de la COPE. Según el Instituto Nacional de Estadística se publican anualmente en España alrededor de cien mil libros, unos sesenta y cinco mil en papel. ¿Cuántos se publican cada hora? Si tenemos en cuenta que las editoriales están obligadas a enviar a la Biblioteca Nacional de España tres ejemplares para ser catalogados cabe preguntarse dónde se puede alojar semejante volumen del saber. La BNE tiene dos sedes, una en Recoletos y otra en Alcalá. Sus fondos cuentan con más de treinta millones de ejemplares desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Es posiblemente la biblioteca más importante de Europa.
Una vez establecido el oficio de escritor, el siguiente paso es analizar cuántos tipos hay: el que recurre a la autoedición, es decir, el autor que se costea la publicación (abundan los poetas, dramaturgos y lunáticos de la novela); el problema es la distribución: son muy pocas las librerías que se hacen cargo de la muestra, por lo que el sufrido creador tiene que colocar a precio de coste una tercera parte de la tirada a sus parientes, amigos y conocidos, dedicatoria incluida; otra regalarla a gentes del gremio (periodistas, críticos, intelectuales) que, en el mejor de los casos la indultan de la papelera, y la última almacenarla en un altillo polvoriento. La pandemia ha disparado esta modalidad, sobre todo entre profesores, abogados y médicos. Una anécdota: llegó a mis manos un ejemplar de un reputado especialista de un hospital público de Madrid en la que desarrollaba una cosmología racional de amplio espectro. Se titulaba Del micro al macrocosmos. Durante meses, según cuentan, aburrió con sus teorías al personal sanitario hasta que su entusiasmo se desvaneció porque todo lo cura el tiempo. Según la misma fuente, fue su mujer la que le amenazó con irse a vivir con su madre si no se callaba de una p… vez. Nadie nos llama para ir a cenar los fines de semana, esgrimía indignada. Otra posibilidad es que una editorial se ocupe de todo a cambio de quedarse con los beneficios de las ventas, si los hay, y el autor con la fama y el hambre. Se calcula que en nuestro país hay unas 3.500 editoriales en activo. Tienen que apostar continuamente por las novedades por si suena la flauta y no es la suya. Es la principal razón del elevado número de publicaciones. Muchas editoriales quiebran o se funden con otras. Algunas reviven, otras se especializan. También hay que tener en cuenta que sólo las grandes editoriales pueden invertir en estudios de mercadotecnia para predecir las tendencias del momento; o para crearlas mediante la promoción a buen precio de títulos y portadas en las revistas culturales de mayor difusión. Aun así, la relación capital-riesgo es alta: el 35% de los españoles reconoce que nunca lee libros. Más modalidades: la editorial se queda con la totalidad de los derechos de autor tras un pago pactado o comparte un porcentaje de las ventas según quién, cómo y cuándo. Lo normal es un 10% sobre el precio de venta al público (PVP).
La siguiente pregunta es cuántos escritores viven exclusivamente de su oficio. La respuesta es que, sin ser misión imposible, es algo reservado a una minoría. Según estadísticas de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) solo un 16% de los autores de nuestro país se dedican solamente a escribir (incluidas las actividades directamente relacionadas como las conferencias, entrevistas, lecturas o talleres). Dicho de otro modo, el 84% tiene que compatibilizar la creación con otro empleo para poder contar con ingresos suficientes y no morir en el intento. Todo ello alimentado por el prejuicio retroactivo de que “si no triunfas, no eres buen escritor”. La historia de la literatura, del arte y de la ciencia están llenas de contraejemplos. Por cierto, un bloguero es un bloguero, no un escritor, por muy nobles que sean sus artes. Desde otra perspectiva: conozco algunos blogs con mucha más calidad e interés que la mayoría de los libros de última hornada.
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