¡Feliz año!,
¡Feliz entrada de año!, ¡Próspero año nuevo!, ¡Mis mejores deseos para el 2024!
El filósofo y erudito rumano Mircea Eliade explica el mito del eterno retorno
en las sociedades primitivas como un conjunto de ritos que ponen en contacto al
hombre con un tiempo cosmogónico fundacional, sagrado, y ocultan el tiempo
profano del devenir. Todos los acontecimientos posteriores al tiempo
primordial del mito quedan en suspenso, devaluados. Si la esencia de lo sagrado
se manifiesta en su presencia primigenia, toda epifanía posterior, todo retorno
al tiempo original es una evocación del mito; la repetición del tiempo primordial
es el propio tiempo primordial que se revela simbólicamente. La celebración de
año nuevo en las sociedades occidentales significa también el olvido antihistórico de un pasado incierto, funesto a veces, y la promesa
incumplida de un tiempo mejor que poco a poco se desvanece. Convocamos el mito
del eterno retorno con otros ritos y otros fines envueltos en un aura
religiosa: el momento fugaz de la fraternidad universal y la renuncia al tiempo de los dioses que poetizó Hölderlin.
El primer lugar
en celebrar el Año Nuevo, según el calendario gregoriano, es la Isla de
Kiribati en Oceanía y los últimos territorios en hacerlo serán las Islas
Howland y Barker, que forman parte de Estados Unidos. Israel es el
único país que, aunque utiliza el calendario gregoriano, no celebra el Año
Nuevo como día festivo. El Año Nuevo chino, Año Nuevo del Calendario Agrario
o Fiesta de la Primavera es la celebración nacional más importante. Será el
sábado 10 de Febrero de 2024 (para la cultura china es el 4721 según el
calendario lunisolar, el año del conejo de agua). El Año de la Hégira
comienza en el 622 a.C., fecha en que el profeta Mahoma hizo su primera
peregrinación a la Meca, y se utiliza para fijar el Año Nuevo musulmán. Debido
a que el calendario lunar islámico tiene solo 354 o 355 días, la
correlación de sus fechas con las del calendario gregoriano corre más
lentamente. El año 2023 a.C. corresponde a los años islámicos 1444–1445
a.H. En 2024 se celebra el sábado 6 de Julio. La celebración planetaria
del cambio de año puede tener fechas, fiestas y significados diversos, pero en
todos los lugares subyace una mensaje universal: ¡Este día, esta noche, el
mundo comienza de nuevo!
La conmemoración
del tiempo cíclico en los pueblos nómadas del paleolítico surge de la
interacción entre la naturaleza y el hombre por la sucesión regular de las
estaciones: las cosechas, el desplazamiento de los rebaños, las migraciones de
la fauna. En el antiguo Egipto se percibía el tiempo como un ciclo basado en la
inundación anual del Nilo propiciada por Happi, el padre de los dioses, generador de vida, fertilidad y abundancia.
Los filósofos griegos
pensaban que la naturaleza era eterna y el tiempo iba del caos (materia amorfa)
al cosmos (regido por principios y leyes), para luego cambiar y regresar al
caos, y así sucesivamente, en un ciclo material recurrente. Es decir,
que todo lo que fluye en la naturaleza se transforma y desaparece, para
luego resurgir y repetirse en infinitos estados. Por eso la figura geométrica
perfecta es el círculo.
El actual paradigma de la cosmología,
la teoría del Big Bang, afirma que hace unos 13.800 millones de años el
universo estaba concentrado en un punto infinitamente pequeño, una singularidad
cuya impensable explosión dio lugar a toda la materia y antimateria que aún se
expande como un globo a la vez que se enfría. Llegará un momento en que el
universo se juntará a causa de las fuerzas de atracción gravitatoria, las
galaxias volverán a fundirse en una sopa incandescente y tras un tiempo
inconmensurable volverá al estado inicial del punto omega que volverá a
explotar… Se trata de un universo pulsante igual a la concepción griega de una
naturaleza cíclica.
El eterno retorno, es una idea extraña a la concepción judeocristiana del tiempo. El Génesis, el primer libro sagrado, establece que el mundo ha sido creado por un solo Dios en el tiempo. Frente al tiempo circular del eterno retorno, el tiempo judeocristiano es lineal: el mundo tiene un comienzo en el acto mismo de su creación y un fin escatológico de los tiempos. No obstante, para el cristianismo, especialmente para el católico, hay un tiempo profano antes y otro sagrado después de la llegada al mundo del hijo de Dios. Fiel al arquetipo del eterno retorno, el ritual litúrgico de la misa renueva en el altar el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo bajo las especies del pan y el vino.
Nietzsche, escribió en su
obra El gay saber estas tremendas palabras:
341. LA CARGA MÁS
PESADA
Vamos a suponer que
cierto día o cierta noche un demonio se introdujera furtivamente en la soledad
más profunda y te dijera: “Esta vida, tal como tú la vives y la has vivido
tendrás que vivirla todavía otra vez y aún innumerables veces, y se te repetirá
cada dolor, cada placer y cada pensamiento, cada suspiro y todo lo
indeciblemente grande y pequeño de tu vida. Además, todo se repetirá en el
mismo orden y sucesión… y hasta esta araña y este claro de luna entre los
árboles y lo mismo este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la
existencia se dará la vuelta siempre de nuevo, y tú con él, corpúsculo de polvo”.
¿No te echarías al suelo, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que
así te hablase?
Son numerosas las interpretaciones de la teoría nietzscheana del eterno retorno. Creo modestamente que se trata del ataque combinado de un heterodoxo catedrático de filología griega y un pasional filósofo romántico a la idea cristiana de inmortalidad y felicidad eterna. Lo asocio con la pintura mural La gloria del Paraíso de Tintoretto que decora la Sala del Consejo Mayor del Palacio Ducal en Venecia, obra maestra en la que los salvados tras el Juicio Final gozan de su eterno aburrimiento. Ni siquiera el propio Dios y la corte celestial que preside la escena sería capaz de soportar tan beatífica contemplación por los siglos de los siglos. La Razón divina sucumbiría finalmente al peso abrumador de esta carga. Echa una mirada al valor supremo de la vida y de la muerte ciudadano que pasas por aquí delante, aconsejaría Nietzsche a los turistas adormilados que transitan por el grandioso escenario.
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