Una enseñanza pública de calidad debe reunir tres requisitos:
formativa, selectiva y diversificadora. Resumo. Formativa en cuanto debe instruir,
transmitir contenidos objetivos, impartir conocimientos científicos. Selectiva
en cuanto debe establecer unos criterios de evaluación rigurosos y homogéneos
que permitan fijar con precisión el rango académico de los alumnos, sus
posibilidades y necesidades, sus aptitudes y carencias. Diversificadora en
cuanto deben ser los profesionales quienes con fundamento y seguimiento decidan
el elenco de itinerarios educativos que convienen a cada alumno y excluya los
que no le convienen ni a él ni al erario ni a la división social del trabajo. El
espejo en que mirarse es el sistema educativo francés. En gran parte es un
problema del PIB nacional.
El aprendizaje personalizado es uno de los edumitos
fabricados por los pedagogos, psicólogos y sociólogos del gremio a partir de la
LOGSE. En realidad, su función es blanquear un sistema que cumple de forma
deficiente o muy deficiente con los requisitos de una educación de calidad. Han
construido un universo paralelo al de las pobladas aulas de la enseñanza
secundaria. Se trata de una nueva metafísica en el sentido literal (y peor) del
término: los documentos oficiales del Ministerio de Educación están redactados
en esta jerga psico-socio-pedagógica. Los apartados de las programaciones,
memorias, actas y otros fárragos burocráticos tienen que adaptarse a la
gramática de este lenguaje privado. Afortunadamente los profesores de tiza y
pizarra no se dejan abrumar por este nominalismo escolástico y hacen lo que
pueden. Ejercen su legítima libertad de cátedra.
Es imposible un aprendizaje personalizado en una clase con más de
cuarenta alumnos. Una comparación válida: un profesor golf que se precie nunca coge
más de cuatro alumnos por hora. Las clases colectivas de golf con más de diez niños
son una guardería mientras sus padres se toman el aperitivo en la cafetería del
club.
En otro artículo, Comienzan
las clases: apariencia y realidad, explicaba algunas categorías de los alumnos
que se sientan en un aula de Bachillerato. Las enumero: la inmensa minoría de
inteligentes que siempre se abren paso, los que quieren cursar estudios en la
Universidad o en escuelas técnicas superiores, los que querían cursar módulos
de formación profesional pero no han obtenido plaza, los que por problemas
psicológicos o deficiencias intelectuales necesitan un aprendizaje dirigido por
expertos en educación especial (han superado la ESO e ignoran la recomendación
de plantarse), los que sin tener problemas psicológicos o deficiencias
intelectuales proceden de familias desestructuradas con problemas graves de
adaptación social (más de lo mismo), los que no quieren estudiar absolutamente
nada pero sus padres les obligan a permanecer en un centro de secundaria…
Esta mezcla explosiva, este totum revolutum, implica, de
forma activa o pasiva, voluntaria o involuntaria, que todos molestan a todos y
la clase se convierte en un grupo conflictivo y disfuncional. Un no grupo. El
profesor dedica la mitad del tiempo a mantener el orden público. Como está
prohibido el fracaso escolar hay que bajar el listón, los niveles de esfuerzo
se hunden, los malos ganan y la enseñanza pública se deteriora. Pregunten
a los profesores universitarios lo que les llega a principios de Septiembre. Los
pedagogos, psicólogos y sociólogos solucionan el nudo gordiano con su gramática:
competencias básicas, objetivos mínimos, mínimos de mínimos, adaptaciones
curriculares, atención a la diversidad, clases de apoyo… Misión imposible. El
resultado en el universo empírico es que si no apruebas a granel se te echan
encima los padres, los alumnos, el tutor, el jefe de estudios, el director, la
inspección y la opinión pública en general.
Para mí la única educación personalizada es la se refiere a los maestros
que han sido decisivos en mi vida: personas como Doña Pilar en la escuela
primaria que me enseñó a aceptar que sólo podía jugar de portero suplente en el
equipo de fútbol y estar exento de la clase de gimnasia por las secuelas que me
dejó la polio. Don José Jesús de Bustos Tovar, catedrático de Lengua y
Literatura en el Instituto de Enseñanza Media Alfonso VIII de Cuenca, a quien
debo mi vocación por las letras y el placer de leer; Santiago González
Noriega, sin Don por su cercanía, quien en sus clases en la Universidad
Autónoma de Madrid nos mostró los falsos límites académicos entre los
Presocráticos y Sófocles, La Suma Teológica y Los Cuentos de Canterbury,
Descartes y Goethe, Hegel y Baudelaire…
P.D. El mito de la educación personalizada me recuerda al mito griego de Procrustes. Buenos y malos alumnos. Procrustes, un bandido, tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si, por el contrario, era bajo y de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo para que encajara. Tuvo un justo final a manos de Teseo, un héroe.
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