Telépolis

martes, 4 de marzo de 2025

Necrológica



Hay seis formas esenciales de la muerte trágica: Cuando mueres joven. Cuando muere un niño. Cuando muere un hijo antes que los padres. Cuando mueres demasiado viejo. Cuando mueres en la plenitud de la vida. Cuando cuerpo y mente en la muerte lenta, anticipada, no decaen a la vez y se produce entre ambos una distancia cruel e infranqueable. El cuerpo enfermo, exhausto, terminal; la mente activa, presta a la andadura, llena de vitalidad. En la obra maestra de Thomas Mann, La Montaña Mágica, el ascenso espiritual, la lucidez de los pacientes del sanatorio alpino es paralelo a la consunción de sus cuerpos, a su extinción. Exitus letalis.

Sócrates en el Fedón, antes de beber la cicuta, tras su renuncia a huir de la prisión (el carcelero ha sido sobornado) por un respeto sagrado a las leyes que lo condenan (¡aunque sean injustas!), conforta a sus desolados amigos, entre ellos Platón, con un elogio retórico de la muerte y la inmortalidad del alma. Puesto que no podemos vencerla que sea un aliado. No habla un sabio consciente, digno, sereno, sino un peligroso fanático (este es el mensaje abreviado del Zaratustra de Nietzsche).

¿Cómo es posible relacionar el cerebro, esa masa blanca y rugosa, con Don Quijote, Las bodas de Fígaro, La dama del armiño o La Pietà? Un enigma biológico y un misterio estético, quizás la clave de bóveda del universo. La pintura de Brueghel El triunfo de la muerte silencia cualquier presunción de una muerte digna. Un caballero desenvaina en vano su espada contra la legión de cuerpos descarnados. Todos los estratos sociales están incluidos en el cuadro sin que el oro, el poder, el pensamiento, la religión o el arte puedan salvarlos. El ángel oscuro siega con su guadaña las mayores fortunas, las leyes más justas, los argumentos más sólidos, las oraciones más piadosas, los versos más sublimes. El verdadero triunfo sobre la muerte es haber nacido, haber robado al no ser una fugaz existencia entre dos eternidades. El mundo de las sombras no es el de los muertos sino el de los no nacidos.

No deberíamos obsesionarnos con la muerte pues carecemos de información fiable. La muerte propia, no la del otro, la que conocemos y lloramos, es una experiencia solipsista. Cada cual a solas consigo mismo conocerá los pormenores de su hora postrera, una vivencia única reservada a un solo espectador: Tu muerte es tuya, los versos finales del segundo soneto teológico de Agustín García Calvo. Es también el significado alegórico del excepcional grabado de Durero El caballero, la muerte y el diablo. El caballero armado y equipado  seguido por un perro símbolo de la lealtad, valeroso pero resignado, firme pero lleno de lúgubres presagios, cabalga solitario hacia el destino final de su viaje, el valle de la muerte, sin mirar ni por un instante a los inquietantes compañeros que lo acechan, símbolos de la perdición del alma y del tiempo que se acaba.

La celebrada afirmación que se atribuye a Epicuro de que no hay que temer a la muerte porque cuando nosotros estamos no está la muerte y cuando está la muerte no estamos nosotros es redundante, carece de interés. El predicado no añade nada al sujeto del juicio. Es filistea la justificación de quienes sentencian que “morir es algo natural”. Yo creo que la única muerte que nos parece natural es la de los demás (y no de todos). Las expresiones de tránsito (pasó a mejor vida, se fue al otro mundo, alcanzó la vida eterna, está con los más, descansa en paz) son eufemismos cuyo fin es ocultar que con la muerte desaparecemos. Wittgenstein: Con la muerte el mundo no cambia, cesa. La afirmación de Heidegger de que el Dasein es un ser para la muerte no es una tautología sino una iluminación sobre el sentido del tiempo en nuestra existencia como ocupación y proyecto. Para entendernos: como mero hecho es lo mismo la muerte de un insecto que la de un hombre.

Lo realmente cardinal de las religiones trasmundanas no es la fe en la prolongación indefinida de la vida en otro mundo (¿cuántos lo creen realmente?) sino servir de protección frente a la angustia de la muerte. Dicho de otro modo: no dudes, mantén una fe sin fisuras porque pase lo que pase siempre ganas (en esto consiste la apuesta pascaliana). Aunque el triunfo de la fe (título del cuadro católico de Rubens) solo lo consigue en parte. La demostración, un funeral después del velatorio: el oficiante ofrece a la familia del difunto, sentada en los primeros bancos de la capilla, el consuelo trascendente de que su pariente está gozando ahora de la plenitud de una vida eterna en la que antes o después lo volveremos a ver nimbado de luz… pero nadie se siente mejor ni cesan los sollozos (mejor antes que después piensan algunos, mejor después que antes, la mayoría).

En todos los tanatorios me siento desfallecer. Pero los modernos son los que más me impresionan. Maderas claras de pino; paredes blancas con cuadros abstractos; música de Haendel; amplios pasillos de palacio de congresos llenos de gente fumando; se sirve un refrigerio con menú y guante blanco si lo deseas. Cafetería con autoservicio y tienda del recordare. El camposanto es una pradera con lápidas minimalistas y cruces apenas visibles plantadas en el césped. En mi pesadilla me veo entrar en un conocido tanatorio de Madrid, pregunto al encargado de recepción que me señala una pantalla donde están escritos mi nombre, apellidos y el número de una sala (cada vez distinto). Cuando me acerco, veo desde la puerta a mis padres, abuelos y tíos (todos muertos). Cuando me reconocen, me miran con tristeza pero no se mueven ni parpadean... y me despierto. Eran preferibles los velorios a la antigua, con el cadáver en el salón rodeado de sus familiares, amigos, vecinos y conocidos; las mujeres sirviendo durante toda la noche tazas de caldo con tropezones, jícaras de chocolate con bizcochos, ponche cargado y vino moscatel.

Si se hiciera una encuesta sobre el ideal de una vida indefinida tras la muerte, la mayoría contestaría: “en primer lugar deseo encontrarme con mi mujer, mis hijos, mis padres, mis amigos” ¿Pero hay una idea más torturante que soportar una existencia sin fin, incluso con tus seres queridos? A mí me parece que la solución más llevadera es la transmigración de las almas. Ser mujer si eres hombre, hombre si eres mujer, delfín, halcón, jaguar, gacela, héroe o semidiós.

 P.D. Carson McCullers: ...la simplicidad de la muerte.

Gabriel García Márquez: Morir es más sencillo de lo que parece.

Woody Allen ¿El problema de la muerte? Lo mejor es distraerse.

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