Telépolis

lunes, 13 de diciembre de 2021

¿Liberales?

El término liberal está decididamente devaluado. Lo cierto es que el liberalismo actual en España, excepto honrosas excepciones, siempre tuvo unos perfiles débiles y difusos. Por más que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa trate de darle un noble sesgo ideológico, el liberalismo se ha desmarcado de los genuinos valores éticos del pensamiento de Stuart Mill: el progreso de las libertades civiles, la autonomía del individuo frente a todo tipo de presiones (como la opinión pública), la creatividad personal y la supeditación del legítimo interés individual a la utilidad del mayor número. En realidad, lo que ha hecho es invertirlos. En una tarde invernal de sillón, chimenea y manta les propongo que descubran uno por uno el sentido de tal inversión. Nunca deja de impresionarme en política el abismo entre teoría y práctica; entre pensamiento social y sociología empírica. ¿El puente? A pesar de las críticas ásperas de mis colegas de la Enseñanza Media (como debería llamarse), insisto en que las asignaturas de Filosofía e Historia de la Filosofía (unos estudios minoritarios más propios de la Enseñanza Superior) deberían ser, como mucho, opcionales y, en el fondo, sustituidas por las obligatorias de Ética social y política en la E.S.O., Introducción a la teoría política en Primero de Bachillerato e Historia de las ideas políticas en Segundo de Bachillerato. Puro utilitarismo educativo.             

La práctica: en la actualidad, dícese liberal del seguidor de una ideología conservadora cuyo principio es el respeto al adversario… en la oposición. Las dos grandes lideresas de la Comunidad de Madrid se autocalifican de liberales. Un partido político como Ciudadanos nació con la pretensión de un liberalismo renovado, europeísta, ajeno a los embrollos del Partido Popular. Obtuvo en principio un notable crédito electoral hasta que, finalmente, sus propuestas resultaron calcadas en la forma y en el fondo de la derecha conservadora (a la que pretendía desplazar con sus mismos argumentos) por lo que sus seguidores, como es lógico, eligieron votar al original antes que a la copia. El refranero es sabio: La avaricia rompe el saco. Fusión o extinción, ese es el dilema de Ciudadanos.

La fusión (o confusión) entre los liberales recalcitrantes de la Escuela de Chicago y los conservadores hace tiempo que ha mutado en Estados Unidos a la variante neo (donde puedes completar indistintamente neoliberal o neoconservador). El laberinto español, anterior y posterior a la Guerra Civil, tiene vida propia, aunque el resultado sea parecido. Si los neos pierden el poder en las urnas intentan recuperarlo mediante la estrategia del golpe de Estado permanente; un golpe institucional, en principio, donde todos los medios son válidos excepto el juego limpio y la competencia leal entre ideas. El asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021 fue la señal de alarma de que la democracia está en peligro.

El Neo sirve de soporte a los desmanes de la globalización que ha traído al mundo la peste de la crisis económica de 2008. Su lema (resuenan los ecos de Adam Smith), cuantas más riquezas acapares, más felices seremos todos, no suena nada filantrópico. Al revés, los desastres medioambientales (desde el cambio climático, el descontrol industrial y la desnaturalización de la flora y de la fauna) han propiciado, sin duda, la pandemia covid. Las palabras mágicas que esgrimen los neos son individuo, pluralismo y libertad. Individuo significa que alguien nacido en la clase alta es capaz de mantener sus privilegios e incluso ampliarlos por méritos propios. Pluralismo, palabra noble en sí misma, ha sido sustituida por el relativismo del todo vale que finalmente es el disfraz de los neos para ocultar el pensamiento único. Libertad equivale al libre flujo de capitales, al rechazo de la iniciativa estatal en materia económica, es decir, a la no intervención del Estado en la regulación de los mercados y a la privatización o externalización masiva de los sectores públicos.

Como dice con buen criterio mi buen amigo Javier desde la ética: lo malo de los liberales es que al final no son nada liberales.

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