El término liberal está decididamente
devaluado. Lo cierto es que el liberalismo actual en España, excepto honrosas
excepciones, siempre tuvo unos perfiles débiles y difusos. Por más que el premio Nobel de
Literatura Mario Vargas Llosa trate de darle un noble sesgo ideológico, el
liberalismo se ha desmarcado
de los genuinos valores éticos del pensamiento de Stuart
Mill: el progreso de las libertades civiles, la autonomía del individuo frente
a todo tipo de presiones (como la opinión pública), la creatividad personal y
la supeditación del legítimo interés individual a la utilidad del mayor número.
En realidad, lo que ha hecho es invertirlos. En una tarde invernal de sillón,
chimenea y manta les propongo que descubran uno por uno el sentido de tal
inversión. Nunca deja de impresionarme en política el abismo entre teoría y
práctica; entre pensamiento social y sociología empírica. ¿El puente? A pesar
de las críticas ásperas de mis colegas de la Enseñanza Media (como debería
llamarse), insisto en que las asignaturas de Filosofía e Historia de la
Filosofía (unos estudios minoritarios más propios de la Enseñanza Superior)
deberían ser, como mucho, opcionales y, en el fondo, sustituidas por las
obligatorias de Ética social y política en la E.S.O., Introducción a
la teoría política en Primero de Bachillerato e Historia de las ideas
políticas en Segundo de Bachillerato. Puro utilitarismo educativo.
La práctica: en la actualidad, dícese liberal del seguidor de una ideología
conservadora cuyo principio es el respeto al adversario… en la oposición. Las
dos grandes lideresas de la Comunidad de Madrid se autocalifican de liberales. Un
partido político como Ciudadanos nació con la pretensión de un liberalismo
renovado, europeísta, ajeno a los embrollos del Partido Popular. Obtuvo en
principio un notable crédito electoral hasta que, finalmente, sus
propuestas resultaron calcadas en la forma y en el fondo de la derecha conservadora (a la que pretendía desplazar con sus mismos argumentos) por lo que sus seguidores,
como es lógico, eligieron votar al original antes que a la copia. El refranero
es sabio: La avaricia rompe el saco. Fusión o extinción, ese es el
dilema de Ciudadanos.
La fusión (o confusión) entre los liberales
recalcitrantes de la Escuela de Chicago y los conservadores hace
tiempo que ha mutado en Estados Unidos a la variante neo (donde puedes
completar indistintamente neoliberal o neoconservador). El laberinto español, anterior
y posterior a la Guerra Civil, tiene vida propia, aunque el resultado sea parecido.
Si los neos pierden el poder en las urnas intentan recuperarlo mediante
la estrategia del golpe de Estado
permanente; un golpe institucional, en principio, donde todos los medios
son válidos excepto el juego limpio y la competencia leal entre ideas. El
asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021 fue la señal de
alarma de que la democracia está en peligro.
El Neo sirve de soporte a los
desmanes de la globalización que ha traído al mundo la peste de la crisis económica
de 2008. Su lema (resuenan los ecos de Adam Smith), cuantas más riquezas
acapares, más felices seremos todos, no suena nada filantrópico. Al revés,
los desastres medioambientales (desde el cambio climático, el descontrol industrial
y la desnaturalización de la flora y de la fauna) han propiciado, sin duda, la
pandemia covid. Las palabras mágicas que esgrimen los neos son individuo,
pluralismo y libertad. Individuo significa que alguien nacido en la
clase alta es capaz de mantener sus privilegios e incluso ampliarlos por méritos propios. Pluralismo,
palabra noble en sí misma, ha sido sustituida por el relativismo del todo vale que
finalmente es el disfraz de los neos para ocultar el pensamiento único. Libertad equivale al libre flujo de capitales, al rechazo de la iniciativa estatal en materia
económica, es decir, a la no intervención del Estado en la regulación de los
mercados y a la privatización o externalización masiva de los sectores
públicos.
Como dice con buen criterio mi buen amigo Javier desde la ética: lo malo de los liberales es que al final no son nada liberales.
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