El último de mis
diálogos socráticos con mi buen amigo el coronel Javier Abengoa, doctor en
historia contemporánea, licenciado en filosofía y jubilado, tuvo lugar en Casa
Lucio, el conocido bistrot madrileño de los míticos huevos rotos, el
rabo de toro, los callos a la madrileña y la carta de vinos. Pedimos como plato
principal judías con faisán y esta vez pagamos a escote porque la fama tiene un
precio. En mitad del almuerzo, Lucio se acercó a nuestra mesa, el coronel se
levantó, se abrazaron y me lo presentó. Cuando le pregunté por su relación con
el veterano chef, cambió de tercio (hace mil años le hice un pequeño favor, sin
más).
- Me he permitido,
coronel, adelantarme un mes a su cumpleaños con una sorpresa: una caja regalo. La
abrió y me agradeció la confortable escapada de fin de semana al País Vasco, su
tierra natal, donde no había vuelto desde que perdió hace lustros a un hijo
víctima de la más cruel intolerancia, un continuador, como su padre, de la
noble tradición de los militares ilustrados españoles. No era el objetivo, pero
estaba allí.
- Hay
cajas y cajas, se repuso el coronel. Me pidió el móvil, tecleó menos de un minuto
y leyó: Cuenta Hesíodo, que Prometeo había logrado capturar todos los males
y los había encerrado en una vasija, pero la funesta Pandora, llena de
curiosidad por saber que contenía la vasija que su marido le había prohibido
abrir, quitó la tapadera, saliéndose entonces todos los males y esparciéndose
por la tierra. Cuando se apresuró a cerrarla, solo quedaba en el
fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los
dioses habían puesto en su interior. El final se parece a su caja.
- Cuando nos sirvieron el arroz con leche, abrí
una rendija en la caja de Pandora: ¿Por qué, hay una distancia insalvable
entre el libro de Alexis de Tocqueville La democracia en América y las hordas
que asaltaron el Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021? ¿Cuál
es la razón de que haya una discrepancia abismal entre la obra de John Stuart
Mill Sobre la libertad y el mimetismo insustancial de un partido
político en vías de extinción que dice representar el auténtico liberalismo en
nuestro país? ¿Qué relación hay entre La ideología alemana de Karl Marx
y los obsesivos dogmas feministas de la izquierda de la izquierda cuyo lema es homo
feminae lupus? Por un lado, Kant, Montesquieu, Bentham, Hans Küng, Mahatma
Gandhi; por otro, la ética de circunstancias, la politización del poder
judicial, la corrupción sistémica, las desigualdades sociales, las mansiones de los príncipes de la Iglesia.
- Serían buenos
ejemplos para explicar en clase de filosofía la división platónica entre el
mundo de las ideas y la realidad sensible. También el mito de Caverna (los
prisioneros encadenados, la hoguera, la tapia, las sombras proyectadas en el
muro) sería una excelente metáfora de la cultura de la imagen que nos envuelve.
Estoy de acuerdo con ese viejo cascarrabias inglés, Alfred North Whitehead,
en que la filosofía occidental consiste en poner notas a pie de página a la
obra de Platón. Por lo demás, hace tiempo que nos rondan los cuatro jinetes del
apocalipsis. La guerra, el hambre, la peste, la muerte… El mal en el mundo.
Obviamente, es aquí donde queríamos llegar.
- Según la
respuesta clásica, dije, el origen del mal y sus funestas manifestaciones proceden
de la naturaleza, del hombre o de Dios. Nos referimos, insisto, al origen, no a
sus consecuencias. Descartemos, por tanto, la naturaleza: la ciega necesidad
del terremoto de Lisboa de 1755, el desarrollo de células anómalas que se
dividen y se diseminan sin control en cualquier parte del cuerpo, el devastador
tsunami del 26 de diciembre de 2004 en el océano Índico, la maquinaria
biológica del virus de la polio o del Sars-CoV-2, la erupción volcánica de
La Palma en 2021… El mal humano es más bien lo antinatural.
- También
interviene el azar, repuso Abengoa, si es que esa palabra significa algo. Cualquier cosa puede ocurrir en cualquier
momento y trastocar el curso de la vida. Lo esencial no es la predicción
que anticipa el orden regular de los hechos sino la pura indeterminación. El sentido
último de la existencia humana no es el orden, la secuencia lineal, sino
los saltos discontinuos. Los sobresaltos. Lo normal no es lo esencial. Dependemos
de los temblores sísmicos (superficiales, intermedios, profundos) del azar en
un mundo de proporciones infinitas. El hombre no es la medida de todas las
cosas sino al revés. Solo podemos hablar del orden de las causas a corto plazo
y en voz baja. La felicidad es para el hombre inmediatez, consuelo y a menudo promesa
quebrada.
- ¿Le gusta
poetizar? Veo que le pueden los recuerdos. El mapa del mal trazado por el
hombre, insistí, es un territorio demasiado extenso. Se lo cedemos a los que
quieran dar contenido al libro de Borges Historia universal de la infamia.
¿Le interesa la teología? Es lo único que nos queda.
- Desde luego,
repuso Abengoa sin vacilar. La primera versión sobre el origen del mal está presente
en el mito bíblico de la caída cuando Dios impone a Adán el siguiente
mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él morirás
sin remedio. Al romper la mujer y el hombre el pacto sobre el árbol
prohibido Dios los destierra del Edén con espada de fuego y los condena a elegir
entre el bien y el mal. En ese momento Dios crea al hombre real y lo que fuera
antes de la caída es algo imposible de saber y un pretexto simbólico. Muchos
santos, artistas y visionarios han imaginado un paraíso terrenal en el que la
mayoría de las personas no desearía vivir.
Otra versión
teológica es que existe un dios del bien y otro del mal. Este dualismo ya está
en la serpiente, la más astuta y maldita entre las bestias del Edén, que seduce
con palabras engañosas a la mujer y provoca la cólera divina. Se trata de Satán,
Lucifer, el más poderoso de los ángeles caídos, la criatura más hermosa de la
legión de demonios que lo siguen al abismo, señor de las sombras, funesto
hacedor de todos los males… El maniqueísmo, la idea de que el mundo está regido
por dos principios contrarios y complementarios, el Bien y el Mal, es quizás la
interpretación más lúcida del árbol bíblico de la ciencia.
Una tercera
versión del mal es la que propone el cristianismo, también presente en el mito
de la caída. Para el cristianismo la primera consecuencia de la expulsión del Edén
es la libertad que Dios impone al hombre para escoger entre el bien y el mal.
El mal no sería, por tanto, imputable a Dios, que ha creado un mundo perfecto,
sino al libre albedrío del ser humano que por su condición imperfecta está
sujeto al error contra Dios, es decir, al pecado, a la maldad y al sufrimiento.
Lo cierto es que es difícil hacer compatible la omnisciencia y omnipotencia de
Dios con el libre albedrío puesto que todos los actos individuales estarían previstos
en la razón y la voluntad divina. Del
determinismo teológico se sigue la idea reformista de la predestinación
por la cual unos hombres están destinados, por un decreto misterioso e
incomprensible pero justo a salvarse y otros a condenarse. Todavía
más insoportable que los caminos de la libertad.
- Cabe una última explicación teológica, concluí, el ateísmo de Camus: aceptar a un Dios que permite la atrocidad o mira siempre a otro lado significa simplemente no aceptar el mundo tal y como es. Terminamos el café y el chupito de melocotón, invitación de la casa, pagamos, nos despedimos de Lucio y nos fuimos a dar un paseo para bajar la comida hacia la Plaza Mayor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario