Telépolis

martes, 25 de julio de 2023

El caso de João Félix

El Atlético de Madrid pagó al Benfica más de ciento veintisiete millones de euros por João Félix, el fichaje más caro de la historia del club. Hoy sería complicado que un club pagara por el jugador portugués la mitad de esa fortuna. ¿Cuáles han sido las causas del fiasco?

En primer lugar, fue una apuesta demasiado arriesgada. Con todos los respetos, el nivel futbolístico, las exigencias profesionales de La Liga portuguesa, o la Ligue 1 francesa son inferiores a la española. Los sucesivos fracasos europeos del Paris Saint Germain, un club Estado con ilimitados recursos financieros, se deben en gran medida a este décalage o diferencia competitiva.

JF tenía 19 años cuando firmó el contrato soñado, según dijo al salir de los despachos del Metropolitano, y una experiencia de menos de un año en la máxima división lusa, aunque hay que reconocer que completó una excelente temporada en el Benfica. Los cazadores de talentos vieron en su juego vistoso y efectivo (20 goles en 43 partidos) una estrella con una proyección imparable. Se habló de un candidato al balón de oro. Otros grandes expresos europeos como la Juventus y el Manchester City llamaron a sus puertas (lo cual encareció el precio del traspaso). También es cierto que la operación estuvo condicionada por la salida de Griezmann al Barça y la necesidad de buscar una nueva referencia para el equipo. El fichaje, finalmente, fue el resultado del consenso entre los tres pilares del club: Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado y dueño mayoritario, Andrea Berta, director deportivo y el propio Simeone, convencido de potenciar al máximo las virtudes del jugador. En general, el triunvirato dirigente no acertó con el perfil apropiado para una inversión de tales dimensiones. Hay que repartir las responsabilidades entre todos.

El Cholo no calculó bien las posibilidades del centro punta portugués. En el Benfica el resto del equipo jugaba para él, como hacía el Barcelona con Messi o el Real Madrid con Cristiano. Esta estrategia es justo lo contrario del cholismo, que valora la tensión constante en cada posición en función del bloque, sin concesiones a las ocurrencias fuera del sistema. Su lema es: cualquier pasividad crea desajustes graves. Mientras que Messi o Cristiano se pasaban parte del partido mirando al césped hasta que sus compañeros los reactivaban, el Cholo no soporta el tancredismo del divo que se sale del guion. Esperaba de João lo contrario: la movilidad por todo el campo, las ayudas en defensa y el robo felino en el centro, la creación de espacios, el imprevisto desmarque de ruptura, el regate desequilibrante y la definición final que permite sanear el marcador. Tal y como lo interpreta el recobrado Griezmann.

En gran medida ha ocurrido lo contrario. João aguarda al trotecito lento a que le den la pelota en la posición fija de interior izquierda. Intenta un desborde de filigrana que puede acabar de dos maneras: si le sale bien, revolcón por el suelo tras la falta táctica del defensor que no duda en la patada o el choque ante la fragilidad del atacante y la permisividad del árbitro; si le sale mal, se lía, pierda el balón y propicie el contraataque que pone al Cholo de los nervios. En las inmediaciones del área quiere hacerlo todo, sin buscar las posiciones favorables de sus compañeros. Cuando baja hace como que defiende, apenas recupera y si inicia la jugada desde atrás se limita a dar un pase horizontal al que tiene más cerca y se quita de en medio.

João empezó siendo titular con actuaciones aceptables, pero se fue diluyendo por su falta de protagonismo. Marcó su primer gol en la jornada 12 y para entonces Simeone comenzó a sentarlo en el banquillo durante parte o todo el partido. También comenzó el enfrentamiento. Caras largas, malos gestos y quejas del menino. El sistema ultradefensivo del atlético le impide desarrollar su juego, afirma. El movimiento se demuestra corriendo, replica el entrenador. El vestuario se siente incómodo por sus desdichas y desplantes. El ambiente comienza a ser tóxico. Finalmente manifiesta su intención de salir del club. Simeone respira. Es cedido al Chelsea por una temporada con opción de compra. Sin el portugués el Atlético hizo una buena segunda vuelta en la Liga. Tampoco queremos caer en la falacia de la falsa causa. Al concluir la Premier es devuelto al Atlético sin que el equipo inglés muestre interés alguno por su continuidad. En la selección portuguesa tampoco ha sido titular indiscutible. De vuelta al Cerro del Espino otra declaración desafortunada: su amor desde niño por el Club de Fútbol Barcelona. Joan Laporta agradece el cumplido y dice que João le gusta mucho. Ni Pochettino, ni Simeone ni Xavi lo quieren. El español Roberto Martínez, nuevo entrenador de la Selección de Portugal, guarda un prudente silencio. Ni siquiera llega una jugosa oferta de los Emiratos. Ahora mismo está de gira de pretemporada con el Atlético que se lo ha llevado por no devaluarlo más. Según cuenta la prensa deportiva durante el vuelo de doce horas hasta Corea del Sur estuvo serio, ausente, y sólo habló a ratos con Saúl, otro posible descarte veraniego. Lo más probable es que sea cedido al único club donde triunfó: El Benfica. Ida y vuelta. El precio, ya veremos. 

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