Telépolis

martes, 4 de marzo de 2025

Necrológica



Hay seis formas esenciales de la muerte trágica: Cuando mueres joven. Cuando muere un niño. Cuando muere un hijo antes que los padres. Cuando mueres demasiado viejo. Cuando mueres en la plenitud de la vida. Cuando cuerpo y mente en la muerte lenta, anticipada, no decaen a la vez y se produce entre ambos una distancia cruel e infranqueable. El cuerpo enfermo, exhausto, terminal; la mente activa, presta a la andadura, llena de vitalidad. En la obra maestra de Thomas Mann, La Montaña Mágica, el ascenso espiritual, la lucidez de los pacientes del sanatorio alpino es paralelo a la consunción de sus cuerpos, a su extinción. Exitus letalis.

Sócrates en el Fedón, antes de beber la cicuta, tras su renuncia a huir de la prisión (el carcelero ha sido sobornado) por un respeto sagrado a las leyes que lo condenan (¡aunque sean injustas!), conforta a sus desolados amigos, entre ellos Platón, con un elogio retórico de la muerte y la inmortalidad del alma. Puesto que no podemos vencerla que sea un aliado. No habla un sabio consciente, digno, sereno, sino un peligroso fanático (este es el mensaje abreviado del Zaratustra de Nietzsche).

¿Cómo es posible relacionar el cerebro, esa masa blanca y rugosa, con Don Quijote, Las bodas de Fígaro, La dama del armiño o La Pietà? Un enigma biológico y un misterio estético, quizás la clave de bóveda del universo. La pintura de Brueghel El triunfo de la muerte silencia cualquier presunción de una muerte digna. Un caballero desenvaina en vano su espada contra la legión de cuerpos descarnados. Todos los estratos sociales están incluidos en el cuadro sin que el oro, el poder, el pensamiento, la religión o el arte puedan salvarlos. El ángel oscuro siega con su guadaña las mayores fortunas, las leyes más justas, los argumentos más sólidos, las oraciones más piadosas, los versos más sublimes. El verdadero triunfo sobre la muerte es haber nacido, haber robado al no ser una fugaz existencia entre dos eternidades. El mundo de las sombras no es el de los muertos sino el de los no nacidos.

No deberíamos obsesionarnos con la muerte pues carecemos de información fiable. La muerte propia, no la del otro, la que conocemos y lloramos, es una experiencia solipsista. Cada cual a solas consigo mismo conocerá los pormenores de su hora postrera, una vivencia única reservada a un solo espectador: Tu muerte es tuya, los versos finales del segundo soneto teológico de Agustín García Calvo. Es también el significado alegórico del excepcional grabado de Durero El caballero, la muerte y el diablo. El caballero armado y equipado  seguido por un perro símbolo de la lealtad, valeroso pero resignado, firme pero lleno de lúgubres presagios, cabalga solitario hacia el destino final de su viaje, el valle de la muerte, sin mirar ni por un instante a los inquietantes compañeros que lo acechan, símbolos de la perdición del alma y del tiempo que se acaba.

La celebrada afirmación que se atribuye a Epicuro de que no hay que temer a la muerte porque cuando nosotros estamos no está la muerte y cuando está la muerte no estamos nosotros es redundante, carece de interés. El predicado no añade nada al sujeto del juicio. Es filistea la justificación de quienes sentencian que “morir es algo natural”. Yo creo que la única muerte que nos parece natural es la de los demás (y no de todos). Las expresiones de tránsito (pasó a mejor vida, se fue al otro mundo, alcanzó la vida eterna, está con los más, descansa en paz) son eufemismos cuyo fin es ocultar que con la muerte desaparecemos. Wittgenstein: Con la muerte el mundo no cambia, cesa. La afirmación de Heidegger de que el Dasein es un ser para la muerte no es una tautología sino una iluminación sobre el sentido del tiempo en nuestra existencia como ocupación y proyecto. Para entendernos: como mero hecho es lo mismo la muerte de un insecto que la de un hombre.

Lo realmente cardinal de las religiones trasmundanas no es la fe en la prolongación indefinida de la vida en otro mundo (¿cuántos lo creen realmente?) sino servir de protección frente a la angustia de la muerte. Dicho de otro modo: no dudes, mantén una fe sin fisuras porque pase lo que pase siempre ganas (en esto consiste la apuesta pascaliana). Aunque el triunfo de la fe (título del cuadro católico de Rubens) solo lo consigue en parte. La demostración, un funeral después del velatorio: el oficiante ofrece a la familia del difunto, sentada en los primeros bancos de la capilla, el consuelo trascendente de que su pariente está gozando ahora de la plenitud de una vida eterna en la que antes o después lo volveremos a ver nimbado de luz… pero nadie se siente mejor ni cesan los sollozos (mejor antes que después piensan algunos, mejor después que antes, la mayoría).

En todos los tanatorios me siento desfallecer. Pero los modernos son los que más me impresionan. Maderas claras de pino; paredes blancas con cuadros abstractos; música de Haendel; amplios pasillos de palacio de congresos llenos de gente fumando; se sirve un refrigerio con menú y guante blanco si lo deseas. Cafetería con autoservicio y tienda del recordare. El camposanto es una pradera con lápidas minimalistas y cruces apenas visibles plantadas en el césped. En mi pesadilla me veo entrar en un conocido tanatorio de Madrid, pregunto al encargado de recepción que me señala una pantalla donde están escritos mi nombre, apellidos y el número de una sala (cada vez distinto). Cuando me acerco, veo desde la puerta a mis padres, abuelos y tíos (todos muertos). Cuando me reconocen, me miran con tristeza pero no se mueven ni parpadean... y me despierto. Eran preferibles los velorios a la antigua, con el cadáver en el salón rodeado de sus familiares, amigos, vecinos y conocidos; las mujeres sirviendo durante toda la noche tazas de caldo con tropezones, jícaras de chocolate con bizcochos, ponche cargado y vino moscatel.

Si se hiciera una encuesta sobre el ideal de una vida indefinida tras la muerte, la mayoría contestaría: “en primer lugar deseo encontrarme con mi mujer, mis hijos, mis padres, mis amigos” ¿Pero hay una idea más torturante que soportar una existencia sin fin, incluso con tus seres queridos? A mí me parece que la solución más llevadera es la transmigración de las almas. Ser mujer si eres hombre, hombre si eres mujer, delfín, halcón, jaguar, gacela, héroe o semidiós.

 P.D. Carson McCullers: ...la simplicidad de la muerte.

Gabriel García Márquez: Morir es más sencillo de lo que parece.

Woody Allen ¿El problema de la muerte? Lo mejor es distraerse.

lunes, 24 de febrero de 2025

Ultraliberalismo

 

Todos sabemos sin necesidad de recurrir al hombre-filósofo de la calle, ocurrencia de Gramsci, que desde las primeras civilizaciones la política sea cual sea su sistema (autoritario, totalitario, autocrático, teocrático o democrático) ha estado supeditada de forma explícita o implícita, manifiesta o latente, a los poderes universales del dominium mundi: el dinero, la técnica y el ejército.

La instauración de la democracia liberal desde principios éticos y jurídicos fue la consecuencia de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra mundial mediante la conjunción de tales poderes y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aunque no es menos cierto que ética y política, como pensó Maquiavelo y todos sufrimos, son agua y aceite. El ilustre florentino incluso sugirió en 1532 que un político demasiado honesto nunca sería un buen político porque nadie lo creería, temería ni respetaría. Esta disonancia empírica entre ética y política explicaría el décalage, la distancia entre la letra de las Constituciones y su permanente incumplimiento por los gobiernos de turno

La democracia liberal se denominó “Estado social y democrático de derecho” en la edad de oro de la socialdemocracia europea. Así consta en los tratados de filosofía social y en las Constituciones nacionales. Sus abuelos fueron Alexis de Tocqueville, La democracia en América (1840) y Stuart Mill, Sobre la libertad (1859). Sus bisabuelos, Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, El espíritu de las leyes (1748) y Jean Jacques Rousseau, El Contrato social (1762).

Coincido (y cito de nuevo) a mi docto amigo el Coronel Abengoa cuando pontificaba los martes en la tertulia del Café Comercial: Prefiero la democracia liberal porque me permite bajar al quiosco del barrio y comprar el periódico que quiero y decir aquí y en todas partes lo que me parece. Todo lo demás o lo pongo entre paréntesis o me lo creo a medias o no me lo creo. Considero perspicaz la definición que hizo Marx del voto democrático (aunque sin posteriores conclusiones): “Un juicio sentimental y extenuante, a los logros de la etapa anterior de poder”. Por lo demás, siempre voto y participo cuanto puedo en la cosa pública. Mi escepticismo militante con el rancio liberalismo que nos rodea no implica falta de compromiso con los derechos y libertades civiles sino todo lo contrario.

En esta encrucijada de la historia, la democracia representativa, solo cuestionada por quienes forman parte del fraude, es un valioso legado que ojalá seamos capaces de preservar (¡que se quede como está!) para nuestros hijos, nietos y biznietos. Los poderes universales de la primera potencia mundial (los mercados industriales y financieros, las corporaciones tecnológicas, la carrera de armamentos) han decidido, tras las últimas elecciones presidenciales, demoler los principios de la democracia representativa. Entre otros, el imperio de la ley, la división de poderes y el respeto a las minorías. El liberalismo mutó en neoliberalismo y el neoliberalismo en ultraliberalismo. Fin del Estado social y democrático de derecho.

Analicemos en presente algunos aspectos del futuro distópico de Europa. Se minimizan las competencias del Estado que ni siquiera es el árbitro de las reglas de la libre competencia al estar los mercados desregulados. Los mercados crean las reglas en cada coyuntura económica según sus versátiles criterios. Se considera al Estado una institución intrusiva, ineficiente, ruinosa por lo que es necesario reducir al mínimo sus competencias y tamaño. Se recorta drásticamente la plantilla de funcionarios civiles de la administración pública. Se pretende la autorregulación extrema de la iniciativa individual (“viva la libertad”) y la privatización gradual de los servicios esenciales como la Educación y la Sanidad. En la Educación, se potencia la creación de Universidades privadas de gama alta, caras y selectivas, según el modelo norteamericano (algo en mi opinión condenado al fracaso); en la Sanidad se favorece la implantación de los grandes grupos hospitalarios nacionales e internacionales con seguros de atención sólo al alcance de una minoría con alto poder adquisitivo. La emergencia de empresas militares privadas de asesoramiento, provisión y sustitución de las Fuerzas Armadas, y la proliferación de las criptomonedas como sistema de intercambio comercial y especulación financiera son síntomas inequívocos de la gestión del Estado como un negocio global. Desaparece la función social de la propiedad. Se regresa a unas teorías librecambistas anteriores y más radicales aún que las formuladas por Adam Smith, Ricardo y Malthus. Se considera la justicia social un mito y la aspiración a la igualdad una quimera comunista. En consecuencia, se impone a golpe de decreto un darwinismo socioeconómico cuyo objetivo es el desmantelamiento del Estado del bienestar, de la democracia liberal y del europeísmo, es decir, de nuestras señas de identidad supranacional. El ultraliberalismo es la fase final del capitalismo. En fin, como decía el genial humorista Chumy Chúmez es más lo que nos une que lo que nos espera.

lunes, 17 de febrero de 2025

Formación del Espíritu Nacional

Una pequeña ciudad de provincias. Un grupo de cuarto de Bachillerato en un Instituto de Enseñanza Media masculino. Don Julio, profesor de Formación del Espíritu Nacional, traje gris y porte erguido, antes camisa azul, ahora cargo provincial, solía entrar en clase diez minutos tarde, cerraba la puerta, se sentaba en la mesa con tarima, sacaba del cajón el parte diario y pluma Parker en ristre pasaba lista; había que levantarse y responder ¡Presente!

Cuando un día le pregunté qué era una democracia orgánica me miró con suspicacia y tras unos instantes, convencido de que no había segundas intenciones, se dispuso a endosarnos una de sus recurrentes soflamas patrioteras. Siempre el mismo ritual: sacaba de su bolso en bandolera una petaca de picadura y un librillo de papel de fumar; se aparejaba el cigarrillo con oficio de artesano y después de mirarlo satisfecho lo encendía con un Dupont cromado, le daba una larga calada (no se tragaba el humo) y nos abarcaba de un vistazo, firme el ademán. Todos callaron y mantenían atentos sus rostros. Cualquier hombre, peroró Don Julio, nace en el seno de una familia, vive en un pueblo o ciudad y trabaja afiliado a un sindicato. Familia, municipio y sindicato de empresarios y trabajadores unidos son los auténticos organismos naturales de participación en la vida política. España es una democracia orgánica, superior a la ineficaz, corrupta y disolvente democracia liberal que tantas desdichas nos ha traído y sobre cuyas ruinas hemos levantado un futuro de progreso, justicia y paz...

La democracia orgánica era el nombre eufemístico que se daba a sí misma la dictadura franquista. Nadie participaba en nada. Las Cortes Españolas eran una institución meramente consultiva, más bien asertiva, donde se daban cita personas, apellidos e ideologías, por este orden, afines al Movimiento Nacional. Un sistema político similar al corporativismo fascista italiano. Era un pseudoparlamento en donde ni residía la soberanía nacional ni había división de poderes ni elecciones democráticas puesto que la totalidad del poder se concentraba en la figura sacralizada del jefe del Estado, sólo responsable ante Dios y la historia... Una monarquía absoluta de carácter medieval actualizada y justificada mediante un lenguaje jurídico totalitario.

Al acabar la clase de política (una de las tres marías que nos perseguían hasta la licenciatura), Manuel Navarro, delegado del curso, al frente de un grupo de colegas se acercó a mi pupitre y me avisó con cara de pocos amigos: deja de hacerte el listillo y hacerle la pelota a Pechotabla (mote clandestino de Don Julio), aburres y aburre. Asentí, me disculpé y nunca más se supo. Eso no impidió que alguien de su cuerda le preguntara días después por la División Azul, uno de sus puntos débiles. El Ministerio de la Verdad había decidido silenciar ciertos acontecimientos históricos. Don Julio eludió el envite y cambió de tercio: hoy tocaba lecturas del libro de texto (Viriato, Guzmán el Bueno, Agustina de Aragón).

¡Todo el mundo lee! Ordenó. A los quince minutos nos despertaba con una sonora palmada: ¡Todo el mundo escribe! Don Julio pasaba revista semanalmente, fila por fila, al cuaderno de ideas comentadas (sic) donde teníamos que resumir en un cuarto de hora nuestra opinión sobre la lectura. Obviamente nos identificábamos con los valores ejemplares del personaje de turno que, por lo demás, estaban remarcados en el manual por activa y por pasiva. Última etapa ¡Todo el mundo atiende! Sacaba de la bolsa de cuero una libreta impecable con nuestras fichas y pedía a tres alumnos que leyeran sus redacciones del día. Cinco minutos cada uno. Antes se calaba unas gafas de sol tras las que se ocultaba sin mover un músculo; hacía como que escuchaba y al final escribía algo en su libreta. Si te quedabas corto, mala cara; si te quedabas largo, también. Eso era todo. En la calificación trimestral y final sólo había dos notas: seises y ochos. Posiblemente decidía según le cayeras bien o mal durante el curso o quizás de repente por un decreto misterioso pero justo. Criterio de evaluación empático el primero, calvinista el segundo. No había exámenes por dos razones: primera, porque había que leerlos; segunda, porque había que guardarlos. No consta que alguna autoridad académica o extracadémica le pidiera explicaciones (¿de qué?). Algunos rumores lo relacionaban con la desagradable advertencia que la Policía del Pensamiento le hizo al Catedrático de Lengua Española y Literatura por sus ideas sobre ciertos escritores. Los padres y las madres leían (o repasaban con sus hijos) los apuntes.

Algunos alumnos, Navarro por ejemplo, eran hijos de represaliados. Otros provenían de familias del bando nacional. En una ciudad de provincias se sabe quién es cada cual y sus cadacualidades. La clase era un espejo del arquetipo secular de las dos Españas. Unos tenían que morderse la lengua para no decirle a Don Julio lo que pensaban de sus métodos y sermones, otros coincidían más o menos con las formas y el fondo doctrinal. La parte positiva era que con catorce años cuando sonaba el timbre nos olvidábamos del triste legado de los privilegios y los estigmas para ocuparnos en común de asuntos más entretenidos (aunque no necesariamente inocentes).

sábado, 8 de febrero de 2025

El caso Rubiales

 

El juicio a Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol desde mayo de 2018 hasta septiembre de 2023 y vicepresidente de la UEFA entre 2019 y 2023 es por extensión un juicio a los turbios manejos del fútbol profesional (que aplazamos para otro momento). Estos días ha comenzado la fase de instrucción del proceso penal en la Audiencia Nacional con la declaración de la futbolista Jenni Hermoso sobre el beso no consentido de Rubiales durante la entrega de medallas del Mundial de Fútbol Femenino en 2023, lo que le obligó a dimitir de sus cargos y ser enjuiciado después por un delito de agresión sexual y coacciones… Tras la gloria del oro, el enredo se cocinó en el vuelo de regreso desde Australia en el que todos dijeron de todo durante más de veinte horas y, después, ante la ley, ninguno de los imputados se acordaba con rigor de nada: las respuestas vagas, poco verosímiles, incluso contradictorias han conseguido poner de los nervios al juez. El actual entrenador del primer equipo de la selección masculina de fútbol, Luis de la Fuente, podría ser imputado por su última versión de los hechos en el juicio, es decir, la última de las tres negaciones de Pedro. Es el único partidario de Rubiales que se ha librado de la quema.

He revisado varias veces el conocido video y en mi opinión se trata de un sorpresivo y eufórico pico del presidente a la jugadora que por su reacción corporal inmediata no parece considerarlo un gesto agresivo o acosador. Da la impresión de que a Jenni no le pareció normal ni le hizo ninguna gracia el abrazo subitáneo de su jefe pero que no comenzó a digerir y engrosar lo acontecido hasta que sus colegas de banquillo la convencieron tras largas conversaciones morales de la gravedad del caso, como se sigue de las declaraciones testificales. Me pareció más desconsiderado el soez agarre de entrepierna de Rubiales tras el único gol en el palco de honor compartido con la reina Letizia, la infanta Sofía y el presidente de la FIFA, que posiblemente ni se dieron cuenta. El asunto, aireado por la internacional feminista, numerosos clubes de fútbol, empresas patrocinadoras de la selección y las insaciables tertulias deportivas forzaron su dimisión. El affaire traspasó las fronteras nacionales. Prestigiosos diarios como L'EquipeThe Guardian, O Globo, The New York Times se hicieron eco del escándalo.

Las declaraciones de Woody Allen a la prensa española son de un saludable sentido común: Fue el resultado del momento, que ante la emoción de la victoria, dos personas que se conocían se abrazaron y él le dio un beso. No la estaba violando, era sólo un beso y era una amiga. ¿Qué hay de malo en eso? Tampoco la mujer se apartó y le dijo: “No hagas eso”. En cualquier caso, es difícil entender que una persona pueda perder su empleo y ser penalizada de esa manera por dar un beso. Si fue inapropiado, hay que decirle claramente que no lo vuelva hacer y pida disculpas. No es que haya asesinado a alguien. Quizás estuvo mal, hizo algo incorrecto... pero no fue como si hubiera quemado un colegio.

Prudente, Woody Allen había matizado en sus declaraciones que de todos modos, me faltan datos... Esos datos son lo más relevante del caso. El beso robado fue lo de menos. Se trataba más bien de aprovechar la ocasión para saldar las cuentas pendientes con el cuestionado directivo de la RFEF y sus directos colaboradores. Rubiales era un presidente prepotente, autoritario y dado al favoritismo. Jorge Vilda, el entrenador estaba enfrentado desde hacía tiempo con el vestuario por sus métodos espartanos y anticuados según ellas; Albert Luque, director de la selección y Rubén Rivera, responsable de marketing eran los cargos de mayor confianza. Más de cincuenta jugadoras (incluidas las campeonas) advirtieron que no volverían a la selección “mientras continuaran los actuales dirigentes”. Tras lo ocurrido manifestaron en un comunicado conjunto su firme y rotunda condena ante conductas que han atentado contra la dignidad de las mujeres, aunque muchas de las abajo firmantes se retractaron posteriormente. La FIFA y la UEFA exigieron responsabilidades: primero suspendieron al presidente y luego lo inhabilitaron por tres años. El resto de los imputados fue destituido. Once miembros del staff del entrenador Vilda dimitieron.

Una decapitación completa de la RFEF, lo que no impidió el fracaso de la Selección femenina de fútbol, campeona del mundo, en París 2024 al no conseguir siquiera la medalla de bronce, quizás también víctima de las secuelas internas y externas del caso. El equilibro de la plantilla de un equipo de fútbol, ganador o perdedor, es algo muy delicado.

lunes, 27 de enero de 2025

La Formación Profesional

 

Los trabajos manuales tienen su leyenda negra. En el libro del Génesis, Dios expulsa del Paraíso a Adán y Eva por el episodio de la serpiente y la manzana tras maldecirlos: Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres y al polvo volverás. Las civilizaciones antiguas, Mesopotamia, Egipto, Grecia o Roma fueron construidas sobre las múltiples ocupaciones del trabajo esclavo. Busquen el significado etimológico del trabajo en el latín vulgar y se llevarán una desagradable sorpresa. El feudalismo medieval convirtió los esclavos en siervos y sólo el ascenso de la incipiente burguesía en las ciudades fundadas en el siglo XIII revalorizó el trabajo productivo para fomentar la industria, el comercio y las finanzas.

Los prejuicios hacia los trabajos manuales forman parte de la historia de España. Por ejemplo, el hidalgo famélico, mucho honor, poco contante, que los considera oficios de villanos. A partir del siglo XVII, con los últimos reyes de la Casa de Austria, el sol empezó a ponerse en los territorios del imperio. Muchas son las causas de la decadencia de la España del Capitán Alatriste, pero una de las más influyentes es la falta de una burguesía emprendedora y de negocios. Los galeones cargados de oro y plata procedentes de las Indias cruzaban la península ibérica desde los puertos andaluces hasta las arcas de los países europeos a cambio de productos manufacturados. Finalmente, el único oro que quedó, a mayor gloria de las letras, fue el cultural.

Max Weber, en el libro de sociología más inteligente que quizás se haya escrito, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, sostiene que las religiones protestantes del norte de Europa consideraban el éxito individual en el trabajo, la ganancia de beneficios y la acumulación de bienes como un presagio positivo de la divina predestinación; también las profesiones artesanales son bendecidas por su colaboración en la obtención del bien común y constituyen un signo visible de pertenecer a los elegidos. Una ilustración popular en la Reforma es la del zapatero encorvado sobre su trabajo que dedica todo su esfuerzo a la alabanza de DiosEsta sacralización del trabajo es ajena e incluso contraria a la moral dominante, clerical y espiritualista, de los países católicos del sur de Europa. Otro salto en el tiempo: los países más avanzados de la Unión Europea nos miran por encima del hombro, entre tópicos, estereotipos y medias verdades por nuestra afición a la siesta, la vagancia y las fiestas de guardar. Y otra consideración: el auge histórico del nacionalismo vasco y catalán no es originalmente de carácter ideológico sino económico y anterior a la Guerra Civil.  

Hay evidentes secuelas de aquella débil idiosincrasia precapitalista en nuestro país. En pleno siglo XX las enseñanzas regladas de Formación Profesional eran marginales y poco valoradas. Durante décadas se ha considerado a los alumnos de FP jugadores de tercera división; gente que no estaba a la altura de las asignaturas de Matemáticas, Lengua o Historia, poco preparada para cursar estudios superiores. La imagen: unos chicos embutidos en un mono azul de trabajo con hombreras que se dedicaban a hacer piezas de metal en el torno o a colocar remaches a martillazos. Matricularse en FP era propio de las clases bajas, hijos de obreros que se resignaban a ser obreros, que se conformaban con aprender oficios mecánicos. Corrían bulos sobre la adscripción forzosa a la FP de los hijos de familias represaliadas. En resumen, un grupo anónimo, sin consideración social ni ventanas abiertas al mundo. Algunos accedían por méritos propios a las Universidades Laborales (una institución que, en mi opinión, debió mantenerse y adaptarse a los tiempos posfranquistas).

Es cierto que para ir a la Universidad tenías que superar con diez años la prueba de ingreso al bachillerato, seis cursos que iban en serio (no como ahora), dos reválidas  selectivas y el examen del Preu. Más de la mitad de los estudiantes de medias se quedaban en el camino. De los que terminaban, una cuarta parte carecía de recursos para desplazarse a una ciudad universitaria y sólo el otro cuarto lo hacía con un porcentaje de éxito alto o bajo según las carreras. No obstante, se resistían por prejuicios sociales a matricularse en los centros provinciales de formación profesional. Una anécdota que lo ilustra. En primero de Bachillerato me hice amigo de Manuel Flores, un chaval calé del Barrio de San Antón. Éramos compañeros de pupitre y pronto me percaté de las miradas hambrientas que dirigía a los bocadillos que me preparaba mi madre para el recreo. En uno de ellos (la verdad es que yo era un malcome) le ofrecí compartir la mitad de mi pan con tomate y mortadela. Cuando vi el fervor con que lo devoraba le invité a comerse la otra mitad… ¿no lo quieres, en serio? Y rápidamente lo despachó. Además de un malcome, yo era un chico más bien frágil y bajito, lo contrario que Flores, quien me puso a salvo de las insidias de abusones y acosadores. ¡Eh tú, decía Flores al malaje, si te vuelves a meter con mi compa te voy a dar una hostia que vas a hacer palmas con las orejas! Una simbiosis perfecta. En cuarto de bachillerato, consciente de sus dificultades para aprobar y su situación social, le comenté durante el almuerzo si no le convendría cambiar el instituto por la formación profesional. Además están los dos en el mismo edificio, le tenté, lo cual era cierto. Sin embargo, recuerdo no haber sentido dos mundos a la vez tan próximos y distantes. ¡Probablemente, me dijo Manuel, pero mis padres quieren que estudie magisterio en la Escuela Normal! Compartimos bocata hasta que dejó los estudios para trabajar en una gasolinera… 

Pero volvamos al presente. Desde que estudié el Bachillerato hace más de medio siglo en el Instituto de Enseñanza Media Alfonso VIII de Cuenca, la mentalidad sobre los cursos de Formación Profesional ha cambiado. He impartido clase a incontables alumnos de COU de letras o mixto, los itinerarios más fáciles, que me preguntaban indignados por qué tenían que aprenderse de memoria la teoría de las ideas de Platón, las categorías de Kant o comentar textos inextricables de Descartes o Nietzsche, cuando lo que querían era acceder al mercado laboral tras aprender a desmontar un coche, trabajar en una peluquería, ser fontanero como su padre, arreglar los ordenadores, ser buenos sanitarios o preparar suculentos platos. Por supuesto, les daba la razón, hasta me disculpaba, y, lo confieso, no ponía el listón muy alto. Lo que querían era acceder a módulos de formación profesional de grado medio o superior. Por lo demás, una pasarela a la universidad. Según me contaban (y de eso hace demasiado tiempo) la oferta de plazas era escasa y la mayoría de las solicitudes quedaban en papel mojado. El problema consiste en que equipar a los talleres de formación profesional de una infraestructura técnica adecuada era (y es) caro. No vale el socorrido dicho de una pizarra, una tiza y ahora qué.

Con el paso del tiempo, la percepción de los estudios de formación profesional ha mejorado notablemente. Por fortuna empiezan a tomarse en serio la integración de la FP en el sistema educativo español. He visitado la página oficial de la FP en Madrid y es espléndida. En algunas comunidades autónomas, como Galicia, la FP es un modelo de organización funcional. El Gobierno, según leo, ha presentado un Plan de Modernización de la Formación Profesional dotado con fondos procedentes de la Unión Europea. Esperemos que por una vez haya consenso, prevalezca el sentido común y las comunidades autónomas no se enreden en absurdos nudos gordianos por su distribución.

jueves, 16 de enero de 2025

Las rebajas

 

¡Quién no recuerda en la cabecera del telediario las imágenes del primer día de las rebajas de Enero en las puertas de una gran superficie comercial! Una muchedumbre abigarrada (cantada por Edith Piaf en La foule) sueña con el cuerno de la abundancia. Cuando se abren por fin a la hora en punto, una avalancha de las máquinas deseantes de Deleuze se lanza y se relanza a codazos y empujones en una loca farándula por ser los primeros en satisfacer la urgencia del servir para del útil, no de la cosa, la originaria, ateórica y pragmática relación del hombre con el mundo, según Heidegger.

En las rebajas se dan cita en aparente concordia los universos paralelos de la macroeconomía empresarial y la microeconomía familiar. En las plantas comienza la fiesta. ¡Cuidado en las apreturas por el mangazo de carteras y móviles! Albricias y broncas: tangana de amas de casa que se tiran de los pelos por la misma camisa, maridos boxeando, separados por la seguridad por un quítame allá esa corbata; astutas gentes que vienen a cambiar el regalo de Reyes a la baja y se indignan cuando el vendedor les dice, contrito de oficio, que está agotado pero que si lo desean puede darles un vale por el mismo precio. Otros se rasgan las vestiduras porque los productos de las mejores marcas son inmunes a los descuentos. Las franquicias de las primeras firmas del prêt-à-porter consideran las rebajas simplemente una broma de mal gusto.

Un jefe de ventas de una conocida cadena comercial, vecino de toda la vida, nos comentaba que la mitad de la módica ropa gancho se encarga a las fábricas de corte y confección en exclusiva para las rebajas. Abundan los talleres sumergidos que trabajan en negro semiesclavo. Algunas tiendas inflan los precios un mes antes y se nivelan en las rebajas sin ninguna intervención malintencionada. Es el rebote de las compras masivas durante las fiestas que conlleva un alza de los precios para volver después a su valor natural (pura economía clásica, Le monde va de lui même). Hay fraude mendaz cuando las etiquetas muestran un falso precio tachado y un descuento que no es tal, lo que supone un timo al cliente y una competencia desleal con los comercios que cumplen. Lo mismo que los sospechosos porcentajes que convierten un veinte en un setenta por ciento de caída libre. Las rebajas son también una forma de dar salida a los inventarios obsoletos (modas, tallas, defectos, devoluciones) que se han quedado varados en los sótanos. Los comercios nunca trabajan a pérdidas excepto en quiebra.

En realidad, las rebajas no se acaban nunca. Prefiero no hablar del Black Friday, una tradición norteamericana ajena a nuestras culturas nacionales; es como si la Feria de Sevilla se celebrara en Central Park. Hay tiendas que no quitan el cartel del escaparate en todo el año. Las grandes superficies las mantienen mediante oleadas de estrategias promocionales: el día de tal, la semana de cual, el mes del pardal… Lo que los expertos en mercadotecnia denominan estimular la presencia del producto, usar la omnicanalidad, generar la intención de compra, fidelizar al cliente y captar nuevos activos es en el fondo consumismo puro y duro. Siempre ha sido así. Lo que ha cambiado radicalmente son los procedimientos publicitarios con la revolución de las tecnológicas y la IA. Todas las aplicaciones de uso común, navegador, mensajería instantánea, redes sociales, alojamiento de videos, saben más de ti que tú mismo. Esa permanente cosecha de datos permite al algoritmo enviarte por los mismos canales unos catálogos a la carta que refuerzan (o sea, manipulan) tus gustos y fantasías. La IA es comparable a un sastre de alta costura que te toma las medidas exactas para hacerte un traje gratis. Pero si el producto es gratuito, sabida sentencia es que el producto eres tú.

P.D. Tres consejos pareados sobre precios rebajados.

Donde no hay publicidad resplandece la verdad (de la revista La Codorniz).

Si compras por internet, cerciórate de quién es.

¿Rebajas? En conclusión: el cliente nunca lleva la razón.

martes, 7 de enero de 2025

Elogio de los Reyes Magos

 

Adoro a los Reyes Magos. Son el símbolo de lo mejor de mi niñez, de la imagen irrecuperable de un mundo bien hecho, de la inocencia y la ausencia del mal, por eso me aferré a su creencia hasta que me salió el bigote. Escribía la carta con detalles de orfebre, caligrafía de cuaderno, frases cortas, sujeto, verbo, predicado y la lista numerada del uno al cinco por orden de preferencia. Torcía el gesto la gélida tarde que mi abuelo me llevaba a Galerías Preciados a entregársela en mano al rey que me tocaba al final de la cola. ¿Era negro el negro? Tras dársela a un paje de rostro desteñido y ojos famélicos que la depositaba en un arca, me subía en sus rodillas, me daba un beso vinoso, me acariciaba el pelo con manos de guante sobado y me preguntaba lo mismo que al niño anterior (mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón): te has portado bien, has sido obediente, has hecho los deberes… presentía la impostura y no era el único de la fila. ¡Aquí huele a camello! Soltaba de pronto algún madrileño castizo. Risotada general y caras largas en la pareja de guardias municipales. Al fondo, dos bellas azafatas de azul y rojo a las que mi abuelo no perdía de vista se miraban divertidas.   

De noche la cabalgata de Reyes en la Gran Vía madrileña: las carrozas de sus majestades escoltadas a caballo por la guardia civil con uniforme de gala, fuegos artificiales, fanfarrias y caramelos, aplausos y vítores, el preludio de una genuina fiesta española (a salvo de la invasión xenocéntrica del viejo barbudo con gorro colorado, ho, ho, ho) cuya única pega es la fecha demasiado cercana a la vuelta al cole.

En casa, al lado del árbol navideño colocaba mis zapatos nuevos, agua para las monturas, mazapán y polvorones para el séquito real… pasaba la noche en duermevela, al amanecer saltaba de la cama y estremecido abría la puerta del salón, lo mismo que hago ahora en un gesto que me devuelve a los sueños felices de la infancia. 

Cito la única alusión que encontramos en el Nuevo Testamento, Mateo 2:1-12. Unos Magos que venían  de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo. A partir de esta escueta referencia han corrido ríos de tinta. Pero no estropeemos la celebración con exégesis bíblica. Son más distraídas las anécdotas.

Un amigo mío se presentó la noche mágica a las tantas en su casa con tres amigos disfrazados de Reyes. La experiencia fue frustrante: los magos paralizados al ver el pavor de los pequeños recién sacados de la cama; los niños en un rincón abrazados a la falda de su madre; el padre, sin el video, fuera del escondite templando gaitas, la madre furiosa al percatarse de la gracia. La sorpresa terminó mal porque nadie está preparado para recibir a los Reyes en pijama.

Recuerdo mi peor experiencia como rey mago. Mi hijo llevaba dando la murga desde hacía meses con un futbolín que había visto en una tienda de juguetes. La caja medía metro y medio. Cuando por fin doblaron, la abrí optimista decidido a montarlo. Tenía infinitas piezas en bolsas de plástico y las instrucciones en chino. A las tres de la madrugada, todavía sin encajar el rompecabezas, los oí hablar, despiertos por mis juramentos en arameo. Su madre los devolvió a la cama antes de que entraran en el salón y nos pillaran in media res con la amenaza de que los reyes sólo vienen cuando los niños están dormidos.     

Los Reyes son las madres y una de las cumbres de la maternidad. La mía tenía el arte de combinar lo esperado con lo insólito. Dominaba la puesta en escena: juguetes fuera, cajas multicolores para hacer bulto, globos y serpentinas, villancicos, todo distribuido con un admirable horror al vacío. Cuando ya crecidito me asaltaban las dudas sobre los Reyes me convencía: ¿En serio, crees que nosotros hemos podido comprar todo esto? Y abarcaba con sus manos la Navidad.

También mi mujer ha sido los Reyes Magos. Yo me he limitado a enredar en la mañana del seis de enero con el tren eléctrico, el coche con mando a distancia, las construcciones por piezas, el barco pirata, mientras que mi hijo escandalizado la armaba porque los dos queríamos el mismo juguete. Al final “él miraba y yo le enseñaba el funcionamiento”. Mi hija se indignaba porque no jugaba con ella a las comiditas, ¿son innatos o aprendidos los juguetes de género? La madre nos miraba con ternura. Los hombres nunca maduramos, por eso seguimos con lágrimas en los ojos el rastro de la estrella de oriente.