Telépolis

martes, 24 de junio de 2025

Los recursos del método

 

La Inteligencia Artificial tiene un impacto crucial en todos los niveles del sistema educativo. Imaginemos una de las pruebas de acceso a la Universidad: por ejemplo el examen de Matemáticas II en la modalidad del Bachillerato de Ciencias y Tecnología; uno de los alumnos incorpora en sus gruesas gafas de carey un dispositivo indetectable capaz de leer y resolver las preguntas de cada uno de los bloque propuestos. Nos hemos cargado la Selectividad y, en general, los exámenes escritos. Según parece hay sospechas fundadas de que algo así ha ocurrido con las primeras plazas del examen MIR 2025. Por ahora puedan evitarse estos fraudes mediante inhibidores que bloquean las frecuencias de radio incluidas las WIFI de internet. Lo cierto es que la carrera para burlar las contramedidas es imparable. Como afirma el refrán, quien hace la ley hace la trampa y lo que el hombre une, el hombre lo separa. Piensen en los avances de la medicina deportiva para eludir el dopaje, la eficacia de los piratas informáticos para explotar vulnerabilidades en redes y sistemas o las estrategias de la ingeniería contable para sortear las regulaciones financieras.

En realidad la IA afecta a todas las instituciones sociales. Acabo de enterarme por un programa futbolero de almohada que a partir del año que viene será un algoritmo quien ascienda o descienda de categoría a los árbitros de primera y segunda división. Pues bien, pues bueno, pues vale. Siempre es más presentable que untar al estamento arbitral durante años sin que los organismos oficiales se den por aludidos o presionar y denigrar a los colegiados una semana tras otra desde la televisión privada de un club.

Ya puestos por qué no imaginar una solución cibernética al desastre nacional e internacional que nos envuelve. La ocurrencia es en el fondo una variante sucinta del Estado ideal platónico y sus procedimientos para seleccionar a los futuros gobernantes. Consiste en desarrollar un programa de inteligencia artificial capaz de predecir con un alto grado de certeza que aspirantes a formar parte de la clase dirigente son proclives a la incompetencia, el populismo y el cohecho. Una fundación estatal para la regeneración democrática, independiente y rigurosamente científica, decidiría mediante variables genéticas, biográficas, psicológicas, educacionales y profesionales si el candidato propuesto por un partido debe ser admitido, rechazado o puesto en cuarentena como futuro representante electo. No nos engañemos, se trata de una detestable distopía totalitaria, similar al gobierno de los filósofos de la República platónica... Existe bastante esperanza, infinita esperanza, pero no para nosotros.  

Al final el espíritu absoluto hegeliano, la totalidad del saber en sí y para sí, el cierre reflexivo en el que se reconoce a sí mismo en todas las cosas, es un algoritmo omnisciente pero sin espíritu. La IA como saber absoluto ha reducido la consciencia individual, el espíritu subjetivo, a la mínima expresión (en sentido literal). Demasiado abstracto. Volvamos como ejemplo al impacto de la IA en la educación. Los libros de texto para bachillerato que he publicado están orientados a la utilización conjunta profesor-alumno de una metodología constructiva. Es una didáctica intermedia entre la clase magistral del profesor irrepetible que ha nos ha marcado con su talento (mi preferida) y el caos que se oculta tras la libertad de cátedra en la que todos los gatos son pardos y cada profesor dice y hace lo que le da la gana. Se trata de reformular o rehacer cada unidad del programa mediante un conjunto de recursos didácticos que permitan al alumno comprender su contenido objetivo. Tras las interactivas explicaciones teóricas, el alumno tiene que elaborar en sesiones sucesivas (los “deberes de casa”) un esquema conceptual de la unidad, un glosario de los principales términos, la resolución de un conjunto de cuestiones de comprensión, relación, actualización y repaso, la verificación de unas pruebas objetivas de alternativa múltiple o test de discriminación, ejercicios de “verdadero o falso” para fomentar la adquisición de destrezas de decisión sobre una secuencia temática para establecer si su enunciación es verdadera o falsa (y en este último caso aclarar por qué), comentarios de texto con cuestiones significativas sobre problemas directamente relacionados con los contenidos de la unidad, lecturas dirigidas y, por fin, trabajos específicos sobre aspectos temáticos relevantes. En todo caso, se trata de un repertorio de código abierto donde cada profesor puede aumentar o reducir los recursos según su criterio. Mediante un sistema de refuerzos positivos (el que se esfuerza, lo haga bien o mal, mejora proporcionalmente su nota de evaluación), el método funciona con turbulencias en un tercio de los alumnos de la enseñanza pública. El resto, a falta de la amenaza de cero si no lo has hecho, se limita a copiar las soluciones o a mirar al inmenso vacío del universo profundo y esperar a que suene el timbre. Un colega mío y en su momento alumno aventajado, partidario del método, me comenta que el invento se ha ido al traste con la IA. La curiosidad por el uso del chat GPT y la ley del máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo se han impuesto. Mediante un programa de texto de voz le dictas a la IA la Unidad y los apuntes y lo demás es coser y cantar. Más fácil todavía: con un software avanzado de reconocimiento óptico de caracteres (son gratuitos) puede hacer lo mismo en la mitad de tiempo. El porcentaje de alumnos que hacen perfectos los deberes se dispara al sesenta por cierto en busca de la recompensa, aunque al profesor le resulta bastante fácil reconocer quien se ha limitado a copiar las soluciones y seguir con el videojuego y quien tras conocerlas al menos se las ha repensado con inteligencia natural. El drama se produce en las pruebas de evaluación preparadas a imagen y semejanza de los recursos del método. El número justificado de suspensos resulta inaceptable para un sistema educativo donde tal calificación es una ofensa y está poco menos que prohibida. En fin, tras siete recuperaciones con un mismo examen de mínimos de los mínimos las aguas vuelven a su cauce, te evitas el asedio de la comunidad educativa, desde la Inspección a la Asociación de Padres y Alumnos, y se asiente con pesar a la sentencia de un acreditado profesor de universidad: con las generaciones educadas a partir de la LOGSE es imposible hacer absolutamente nada.

domingo, 25 de mayo de 2025

Tres visiones del arte

 

El juicio estético más simple y común es el consabido “Me gusta”. Determina que lo propio de la experiencia estética es un sentimiento de agrado o desagrado, de placer o rechazo hacia el objeto. Se trata de la idea central del emotivismo de Hume. “Me gusta” tiene un corto recorrido al haber sustituido las mediaciones discursivas del concepto por las afecciones inmediatas del gusto. Insiste en los elementos anecdóticos de la obra y suprime los esenciales. Las expresiones de muchos jóvenes como ¡Guay!, ¡Mola!, ¡Superbién! reflejan está visión del arte como diversión del fin de semana. En ocasiones la inmediatez del gusto propicia formas de consumo aberrantes: el escuchar desatento, el griterío en el concierto, la lectura malograda o la contemplación epidérmica de un cuadro. “Me gusta” condena la experiencia al reino de la introspección impredecible y muestra la dificultad de ponerla a salvo de los ídolos personales. O considera que el objeto del arte es una belleza abstracta que nunca muestra sus cartas credenciales y apunta más bien a la omisión de su contenido de verdad. Es más, cuando trata de explicar la relación entre el gusto, la belleza y la felicidad (sus temas preferidos) surge la divulgación periodística o a la superstición de segunda mano. Esta visión deformada del espíritu subjetivo se prolonga en los productos que la industria cultural lanza al mercado mediante patrones estadísticos de ingeniería social. Lo que vende son nuestros gustos prefabricados por algoritmos que se dedican a la recolección de datos. Y puesto que en el gusto a la medida hay poco que pensar, la cultura de masas lo vende pensado. Recuerdo a un alumno de un COU de letras que me persiguió más de lo tolerable para que leyera un cuaderno con sus versos más tristes titulado El despertar del rocío. Para poner fin al acoso consentí en echarle una ojeada. Una muestra de una serie titulada Momentos:

¡Mar, amor, amigo!

En veloz torbellino me arrastras y

elevas mi ser a más altas esferas;

en amores de un “algo” me inflamas

sin saber ese “algo” que sea.

Y a tu orilla mi alma se llena

de un “no sé” que Dios quiera que sepa.

Se lo devolví ante su mirada expectante y esbocé un gesto de rechazo emotivista. ¿Pensó en serio que los poemas iban a ser buenos? me dijo abatido. No, le contesté con ironía, ¡pensé que iban a ser… malos! Tras un instante de desconcierto nos partimos de risa y chocamos las manos con deportividad. 

Kant, insatisfecho con la penuria de la afirmación “Me gusta”, sostiene que el juicio estético es en última instancia subjetivo, pero mantiene una intención manifiesta e irrenunciable (aunque nunca realizada) de intersubjetividad, de compartir la apreciación, de aspirar, como los juicios de la ciencia a ser universales y necesarios, lo cual es imposible pues el entendimiento no puede aplicar con validez las categorías fuera de los hechos. Cuando salimos del cine Ana y yo tras la incomparable Pulp Fiction de Tarantino le pregunté por lo visto, tras una corta reflexión me contestó escuetamente: es brutal y efectista, un espejo inconsciente de las fantasías innatas, a menudo insufribles, del eterno masculino

Inversamente, para Hegel la universalidad del arte acontece cuando el hombre supera la conciencia individual en busca de su libertad y autonomía para convertirla en conciencia colectiva a través del objeto creado. Del yo al nosotros. El arte es historia del arte. En el arte, como en la ciencia, la religión y la filosofía, se producen y resuelven los problemas esenciales que se ha planteado el pensamiento desde los albores de las civilizaciones. La historia del arte no es simplemente un catálogo erudito de obras y artistas, sino parte de la espiral ascendente de la sabiduría. La belleza no es un concepto abstracto o aislado sino un elemento constitutivo de la verdad que se desenvuelve desde la intimidad de la proposición “me gusta” hasta la plenitud del espíritu absoluto. Una visita con mi hijo a la sala del cuadro más frecuentado del Museo del Prado, El Jardín de las delicias. Un universo inquietante que apela a las fantasías más oscuras del espectador que intuye el significado del mundo actual y el de siempre. Un mundo de miseria, ignorancia y maldad. Ni siquiera en el panel central del tríptico es posible vislumbrar una felicidad bienaventurada sin mezcla de mal alguno. La sensualidad resulta culpable, filtrada siempre con absoluta genialidad a través del cristal de la impureza. El tránsito de las procesiones de jóvenes danzantes al panel del infierno es solo cuestión de tiempo. El universo del Bosco es complejo, enigmático, indescifrable en su delirio pero a la vez directo en su mensaje moral y religioso. Una expresión de lo universal y necesario. 

viernes, 16 de mayo de 2025

Los tres votos

 

Como es sabido, los tres votos fundacionales de los clérigos de la Iglesia Católica, desde el diácono hasta el cargo supremo del Papa, son obediencia, pobreza y castidad. El primero supone la renuncia humilde a la iniciativa individual de interpretar la doctrina de la fe y la sumisión de abajo arriba a la autoridad eclesiástica. El segundo, la renuncia a los bienes materiales, al lujo y a la riqueza, contrarios a la sencillez de la vida de Jesús y el mensaje evangélico. El tercero, la renuncia a la unión conyugal y a la sexualidad, a la aceptación del celibato como pacto de entrega y dedicación plena a la misión universal de la Iglesia. En fin…

Hace quince años participé en un proyecto del Ministerio de Educación y la Agencia de Cooperación Internacional para elaborar los programas de Bachillerato de un país centroafricano. Dirigía el equipo interdisciplinar un representante de la Alta Inspección. El obispo de la diócesis de la capital, hombre culto según parece, al tener noticias de nuestro proyecto invitó al inspector a una cena en el palacio episcopal. Parte de la crónica del atónito huésped fue literalmente la siguiente: Mientras unas camareras con delantal y guante blanco servían los entrantes en bandeja de plata irrumpieron en el comedor tres ruidosos churumbeles seguidos de dos mujeres que se los llevaron de las orejas para que no molestaran.

- ¿Quiénes son, pregunté intrigado por la inesperada visita?

- Son mis hijos y sus madres.

Guardé un pasmado silencio, pero cuando pasamos al salón a tomar café no pude reprimir la pregunta obligada.

-  Con todo respeto Monseñor y disculpe mi indiscreción, ¿es acorde con la doctrina católica que un obispo tenga esposas e hijos?

- Un Pastor auténtico, respondió con naturalidad, debe compartir las costumbres ancestrales de su fieles. Sólo así podrá ejercer su sagrado magisterio y llevar la palabra de Dios a las familias.

- ¿Nadie de sus superiores le recrimina su forma de vida ni le llama la atención? Y decidí no hacer más averiguaciones.

-  Claro que no. Si lo hicieran pediría mi inmediato traslado de sede. Por supuesto, lo saben pero también lo comprenden. Esto es África, el lugar del mundo más olvidado por la divina providencia.

Salíamos de la Basílica de San Pedro en nuestro tercer viaje a Roma para dirigirnos a las estancias y galerías de los Museos Vaticanos. Al llegar a la puerta escuchamos el murmullo de los visitantes y unas voces firmes que rogaban abrir paso a una solemne comitiva. Prego, lasciate passare le eminenze. Nos detuvimos. Una doble fila de diáconos (me enteré luego del cargo) ocupaba el centro de la Basílica escoltando a tres purpurados que descendieron a la Plaza donde les esperaba un Mercedes 600 negro con chófer uniformado y bandera papal. Almuerzo en Scarpetta, supuse, uno de los restaurantes más exclusivos de la Via Veneto. Durante el paseo (esta vez saqué entradas con antelación) hasta la entrada de los Museos en territorio italiano me acordé de lo que había escrito hacía diez años en mi segunda visita: El Vaticano no está en Roma sino al revés. Roma es uno de los vastos dominios pontificios y una extensión de la autoridad espiritual de la Santa Sede. Es el Vaticano quien ha concedido el derecho de extraterritorialidad a la Ciudad Eterna. Vamos del Vaticano a Roma: hay que recorrer en sentido inverso la Via della Conciliazione para comprender donde estamos.

Estudié primero y segundo de Bachillerato en un colegio salesiano de Cuenca. Después mis padres me sacaron porque no les convencía el bajo nivel académico, el ambiente sobrecargado de religiosidad y los rumores morbosos que circulaban por la ciudad. Nunca pertenecí a la JUSAVI o Juventudes de Domingo Savio, un grupo de alumnos elegidos por su compromiso personal y naciente vocación. La clase de tropa los evitaba porque eran los oídos de los curas. Un JUSAVI de alto rango (había varios escalones), llamó a capítulo a varios descarriados, entre los que me contaba, porque Don Vicente consideraba negativa nuestra actitud ausente en la arenga matutina antes de empezar las clases, los bostezos crónicos en la misa diaria y el desinterés manifiesto por los ejercicios espirituales. Lo cierto es que si mis padres no me hubieran sacado del colegio me habrían echado. Un colega de la JUSAVI, que entró más por peloteo que por convicción religiosa, huyó despavorido en cuanto se dio cuenta de los tocamientos y desórdenes que se producían en las reuniones semanales. Los mayores hablaban y todos escuchábamos. Se sabía lo que pasaba. Una de las víctimas de los abusos sexuales fue el hijo de un coronel del ejército de tierra que al enterarse de lo que ocurría puso el grito en el cielo, se plantó sin cita previa en el despacho del director y le faltó poco para sacar la pistola. Lo cierto es que su hijo era un alma cándida, aspirante a víctima, que no distinguía el amor al prójimo con dejar que te soben. Sólo se lo contó a su padre cuando las cosas fueron a mayores. El escándalo le costó el traslado forzoso al director, al jefe de estudio, al coadjutor que dirigía la JUSAVI y algún cura libidinoso. Después el obispo activó el cortafuegos. Para entonces yo estudiaba tercero de Bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media Alfonso VIII, a salvo de la quema.  

domingo, 4 de mayo de 2025

La Semana Santa. Lo sagrado y lo profano.

 

Los precursores de las procesiones de la Semana Santa en España son los Autos de la Pasión medievales, obras litúrgicas de teatro que se representaban en las iglesias y los pórticos con intención didáctica y ejemplarizante. En la Baja Edad Media cobraron auge las procesiones penitenciales de nazarenos (seguidores de Jesús de Nazaret) que desfilaban por las calles para mostrar arrepentimiento público aunque anónimo. La vestimenta consistía en una túnica de color morado, el color de la Pasión, un cíngulo o cinturón que se usaba para sujetar la túnica y un capirote o capuz puntiagudo como el que llevaban los condenados por el Tribunal de la Inquisición hasta donde se consumaba el auto de fe. Un símbolo de escarnio y arrepentimiento. Muchas tradiciones penitenciales siguen vigentes: los portadores de la cruz a cuestas, los nazarenos descalzos con el cilicio bajo la túnica, Los Picaos de San Vicente de la Sonsierra, disciplinantes de la Cofradía de la Santa Vera Cruz que se flagelan la espalda, incluso La Rompida de la Hora en Calanda donde después de 26 horas de tamborrada se suceden los desmayos, el histerismo místico y las manos ensangrentadas.

Las primeras cofradías de Semana Santa surgieron en España a partir del siglo XV. Se organizaban como gremios de creyentes que se asociaban para exaltar la fe y celebrar la Pasión de Cristo mediante desfiles procesionales. El culto a las imágenes se fortaleció tras El Concilio de Trento entre 1545 y 1563 y La  Contrarreforma. La Iglesia Católica, preocupada por la expansión del luteranismo, pidió a los creyentes manifestar públicamente su fe en las calles. Es una verdad a medias considerar a la Semana Santa una expresión de la religiosidad cristiana. Sería más riguroso decir “religiosidad católica”. Para el cristianismo reformado, protestante, la justificación mediante la fe y la lectura literal de la Biblia excluye el culto a los santos y todo tipo de signos externos: imágenes, lujo y ostentación en los templos, desfiles procesionales, peregrinaciones, liturgia. Quizás el desbordamiento de la fe en determinadas fechas, no sólo en Semana Santa, se deba a que la mayoría de los católicos son creyentes a tiempo parcial, mientras que los protestantes lo son todo el tiempo. En realidad, los textos revelados de las grandes religiones monoteístas (el Judaísmo, el Cristianismo, el Islam) prohíben la sacralización, adoración e incluso la representación figurativa de las imágenes.

Las procesiones de Semana Santa en las ciudades, pueblos y aldeas españolas conforman una variada y variopinta cultura religiosa. La Iglesia católica permite el culto a las imágenes para honrar el mensaje evangélico, pero prohíbe la idolatría. Sin embargo, la línea entre ambos conceptos es en ocasiones muy tenue. Por ejemplo, los paisanos que alardean de no asistir a la misa dominical pero son capaces de partirse la cara con sus vecinos del pueblo colindante por la excelencia comparada de sus Vírgenes patronas. O la madrugá de Sevilla; o la procesión malagueña del Cristo de la Buena Muerte escoltado por La Legión; o El Encuentro en la Calle de la Amargura de Valladolid; o la solemne procesión de la Virgen de las Angustias en Cuenca. Hace tiempo publiqué una entrada en tono menor, irónica pero sin pasarme, pensé, sobre mi visión de la Semana Santa conquense que me valió una andanada de insultos y las críticas beligerantes de algunos cofrades ofendidos. Yo mismo fui hermano de la cofradía conquense del Santo Entierro. Túnica negra, capa y guantes blancos, capirote blanco con la cruz de Santiago en el pecho, cíngulo blanco con borlas. Tres pasos. Abría la procesión el yacente, seguido de la Cruz Desnuda y Nuestra Señora de la Soledad y la Cruz. Cuando desfilaba en mi época universitaria en las filas del yacente y cuando lo contemplo ahora en la bajada de la Plaza Mayor acompañado del canto del miserere siento el mismo estremecimiento y se me escapan las mismas lágrimas.  

Lo cierto es que la Semana Santa presenta aspectos no religiosos, el turismo vacacional, las especialidades gastronómicas (las torrijas, los huevos de Pascua, los pestiños, el resoli, el potaje de vigilia) y ciertas costumbres en declive: en los años sesenta se cerraban los cines, los bares y las salas de baile, sólo se escuchaba música religiosa en la radio, se recomendaba ayuno y abstinencia, no tener relaciones sexuales, usar ropa oscura o de luto (nunca roja), no jugar a los naipes, no decir groserías ni palabrotas, no clavar clavos el Viernes Santo y acudir a los oficios (en las ciudades de provincias se conoce todo el mundo). 

En fin, debemos a la teología protestante la música de Bach, las Pasiones, las Cantatas, la Misa en sí menor, los Himnos y Corales.  A la católica el resto del gran arte sacro. Las tallas de muchos pasos de Semana Santa tienen un gran valor histórico y artístico. Destacan, sobre todo, la escuela castellana y la escuela andaluza. La primera tiene su centro en Valladolid y sus máximos representantes son Gregorio Fernández y su sucesor Andrés Solanes, Francisco del Rincón, Juan de Ávila y su hijo Pedro. La segunda repartida entre las ciudades de Sevilla, Granada y Málaga, incluye artistas como Martínez Montañés, Alonso Cano, Pedro de Mena, Pedro Roldán y su hija Luisa o Juan de Mesa.

viernes, 18 de abril de 2025

Fake art

 

Hace una década un grupo de niños de entre dos y tres años pintaron un cuadro en su guardería bajo la atenta mirada de la reportera Fany Estévez (hoy sería una famosa influencer) para exponerlo de matute en ARCO Madrid, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo que se celebra anualmente en primavera. Puso a disposición de los párvulos, que se lo pasaron en grande, un lienzo, pinceles (pronto desechados) y botes de pintura para que se pusieran manos a la obra según los principios más libertarios del action painting. El resultado fue un espeso emplasto vagamente policromado. Cuando las madres recogieron a sus hijos pusieron el grito en el cielo. Sus caras eran una representación antropomorfa del cuadro. La reportera que diseñó el experimento consiguió colarlo y colgarlo en Arco. Las opiniones de los espectadores son tronchantes: refleja angustia, tristeza, según dos chicas jóvenes; para otra representan un mar de flores, una tercera cree que irradia ciertas sutilezas; un hombre de mediana edad dice que se trata de un cuadro complejo, mucha meditación detrás, mucha experiencia, un señor mayor asegura que la obra encierra una enorme carga erótica reprimida, y, finalmente, varios aseguran que quince mil euros de los de entonces es un precio más que razonable para esta obra de arte. No descarto que todo fuera un montaje de principio a fin. Después de todo, los comisarios de la exposición no son responsables de las fantasías de los visitantes.

Este año tuve el dudoso gusto de ver colgado en Arco sobre un fondo blanco siete bragas cada cual de un color rematadas por un consolador idéntico en todas y diez minutos de explicaciones de la artista. Había obras aún más triviales, como una vieja manguera de jardín enchufada a un grifo de la pared (¿recuerdos infantiles del jardín del abuelo?) o un torso de la Estatua de la Libertad mutilada… Decepción en general. No se puede considerar arte a todas las tendencias de última hora ni a ciertas vanguardias de lo nunca visto. A diferencia de la pintura de Tapies, Zóbel o Millares, por ejemplo, el autor del arte falso primero perpetra la ocurrencia y luego la justifica con un montón de manifiestos fundacionales, oscuros metalenguajes y teorías varias. Picasso decía que no buscaba sino encontraba, pero posteriormente evitaba escribir tratados sobre sus hallazgos, algo que detestaba. Al contrario, es conocida la incontinencia verbal de Dalí sobre la verdad sublime de sus cuadros, aunque en general no habla del cuadro sino de sí mismo, un pretexto para airear sus delirios narcisistas que por lo demás tampoco se tomaba demasiado en serio.

La farsa consiste en aceptar que es arte todo lo que está dentro de un contexto que lo legitima: sea el engrudo de los niños, las bragas con estrambote o un chicle pegado a la suela de un zapato como metáfora de la degradación de la vida urbana y tal y cual; o sea, escribir post evento un fárrago y pasarlo por arte conceptual.

Otro caso de experiencia estética fallida. Durante mi último viaje a Berlín una importante galería habilitó una habitación de 15x10 metros de paredes lisas color "blanco-humo" acristalada por el frente. Una suave música incidental propiciaba una atmósfera de duelo, silencio y actitud reverencial. En una pantalla colgante se proyectaban imágenes mudas de la barbarie nazi. Por una puerta lateral se accedía a una habitación que había sido rellenada por tierra y “materiales naturales” extraídos, según el cartel informativo, del Campo de Concentración de Mauthausen. Una luz muy tenue alumbraba los rincones de la estancia. No había objetos alusivos al holocausto que “desviaran la atención hacia una intuición más arcaica y espiritual de la historia”. Se invitaba a los espectadores a que entrasen en el espacio escénico, "pisaran el mismo suelo y tocaran la misma tierra", que compartieran sus ideas y sentimientos en una especie de cambiante dinámica de grupo. En los tres muros habían colocado unos paneles donde podías escribir tus impresiones o bien acordar, discrepar o completar otros fragmentos. Recordaban a las antiguas mesas funerarias del portal del finado para recoger firmas. Se trata de una falsa experiencia interactiva en la que se busca el contenido fácil, establecido de antemano, fijado por una dramaturgia evidente que forma parte del consumo efectista del que abusan ciertas galerías. Populismo estético. Una dialéctica invertida, desgastada, que niega la negación original. Acaso sea esta la única frase que alguien tendría que haber escrito (Adorno in memoriam): "Desmontad la habitación, no se puede escribir poesía después de Auschwitz".

P.D. Existe una distinción entre el arte falso y el arte falsificado, aunque el principio que los legitima es el mismo. Elmyr de Hory, uno de los más conocidos falsificadores de cuadros, a quien Orson Welles dedicó parte del documental Fraude (F for Fake), afirmó que muchas imitaciones suyas se exhiben como obras auténticas en las pinacotecas y museos del ancho mundo. Según los marchantes, vendió más de mil falsificaciones. Orson Welles se pregunta cuál es la diferencia entre una imitación de Modigliani y una pintura auténtica cuando los expertos no han podido certificar cuál es cuál. Esta cuestión plantea problemas difíciles de abordar como qué es arte, los límites del arte y los criterios para definir esos límites. Quizás en otro momento.

domingo, 6 de abril de 2025

Curso para ejecutivos. Los sofistas

Tengo la impresión de que la filosofía ha experimentado un moderado repunte social. Se publican con frecuencia artículos sobre la felicidad, el ocaso de occidente o el cambio climático escritos por filósofos más o menos conocidos. Quizás se deba al deseo de vislumbrar una lux in tenebris en estos años de oscura Edad Contemporánea, o a una nueva De consolatione Philosophiae ante la avalancha de distopías sobre la computación cuántica, la Inteligencia Artificial o a los arcanos del ocultismo revelado que profetizan el Armagedón a corto plazo. Lo cierto es que cada vez es más difícil distinguir al periodista de altura del filósofo de bajura

Alguien debió desempolvar mis modestas colaboraciones con el Ministerio de Educación y Ciencia hace océanos de tiempo para que una mañana navideña recibiera la inesperada llamada del director de recursos humanos de una importante consultora. Me ofrecía la organización de un curso de formación transversal para ejecutivos. Nada demasiado serio, añadió (y sentí el primer picotazo). Las sesiones de dos horas se celebrarán los jueves por la tarde en la sede de la empresa. Luego habló de mis honorarios, más que generosos para el oficio de docente, lo que me sirvió para justificar el dislate y acallar mi conciencia intelectual. Si la filosofía es un saber que abarca la totalidad de lo real, el orteguiano imperativo de pantonomía, también incluye a las grandes corporaciones, me dije, desde las escuálidas normas de una ética de circunstancias.

Por fin, el director me explicó los objetivos del curso. Asistirán los gestores de primera fila que llevan la voz cantante en las reuniones internas, nacionales e internacionales. No más de quince. Las internas importan menos, puesto que los disparates quedan en familia, pero no las otras. En una reunión de negocios se habla de millones, también de política, coches, sexo e incluso de la pintura moderna en el mercado del arte. Causa mala impresión a los afinados oídos de los clientes las trivialidades de nuestros ejecutivos cuando surgen ciertos temas por generación espontánea o no. Muchos gazapos pasan desapercibidos, pero los equipos orientales, por ejemplo, vienen cada vez más leídos. Resulta humillante observar cómo se dibuja en los labios de la letrada de la parte contratante de la segunda parte una sonrisa displicente al escuchar a nuestro jefe de ventas largar que Rousseau le sonaba a un diseñador de alta costura, francés por supuesto (segunda majadería). Imagínese a una japonesa de poco más de metro y medio poniendo en ridículo a la división acorazada de la empresa. También nos perjudica un silencio cargado de miradas aprensivas, de comunicación no verbal embarazosa. Para los clientes sólo demuestra ignorancia, lo cual puede ser el motivo latente para rehusar un acuerdo con patanes. Algunos equipos rusos se dedican directamente a tocarnos las narices a los diez minutos de sentarnos. Antes de tratar el primer punto del orden del día comienzan con un "Como dijo Aleksandr Solzhenitsyn: La precipitación y la superficialidad son las enfermedades crónicas del siglo". Los idiotas somos nosotros. Seguro que esconden algún listillo tapado. Creen que con esta farsa pedante llevan la iniciativa. ¡Que les den a sus asesores de imagen! No sé si le queda a usted claro lo que pretendemos.

- Más o menos, contesté. ¿Qué duración tendrá el curso?

- Un semestre prorrogable (la zanahoria) repartido en cuatro materias, cada una a cargo de un especialista: arte, literatura, historia y filosofía. Tienen ese plazo para repulir las uñas a la casta. No pretendemos –me atajó cuando empezaba a decir algo- que los conviertan en filósofos griegos o artistas de Renacimiento, sería una ruina, sólo que adquieran un cierto lustre, un barniz ilustrado que disfrace sus carencias. Son purasangres, no quiero que rebuznen.

- ¿Cada materia tendrá un programa?

- Bueno, no descartemos que los temas tratados sigan un plan, un orden, una sucesión cronológica, aunque lo que nos interesa es que, tras un breve enfoque previo, adquieran las destrezas precisas que les permitan evitar una divagación molesta sobre, pongo por caso... un poema. O, mejor, desviarla hacia un conjunto de asuntos colaterales, prefabricados si puede ser. O, aún más, que sean capaces de imponerse. Si un mandado recita los versos de un poeta chino, uno de los nuestros deberá replicarle con un soneto de Quevedo.

- ¿Quién decide ese repertorio de temas?

- Usted es el experto. Elija qué autores son pertinentes en una reunión cuya finalidad es un suculento contrato para prolongar el metro de Tokio. ¿Acaso Hegel, sonrió? (mi conciencia ladraba de nuevo).

Celebramos la primera sesión en una sala de juntas con mesa larga de caoba. Venían uniformados con trajes de confección a medida, carteras de cuero y corbatas de seda. La mesa parecía una tienda de Apple. Nadie fumaba. Tras presentarme y pasar lista del modo más afable, con paradas para comentar cualquier cosa, disparé: pueden asistir al curso vestidos como quieran; en todo caso, a no ser que les obliguen, un atuendo informal, cómodo, deportivo, les ayudará a liberarse por unas horas de su "rol dominante"; quizá entenderán mejor lo que nos traemos entre manos; por cierto, sólo lo sabremos mientras lo hagamos. La verdad como proceso, lo mismo que cerrar un contrato. Durante las sesiones pueden opinar, hacer las sugerencias que estimen oportunas o preguntar lo que quieran. (El verbo “interrumpir” se daba por supuesto).

- ¿Sinceramente, profesor, piensa que este curso académico sirve para algo? susurró un varón de edad indefinida.

- Este curso no tiene carácter académico, créame. ¿Cuándo dice “servir para algo” a qué se refiere exactamente?, contesté con voz amable. Supongo que les habrán informado de los objetivos. No conozco bien el mundo de las reuniones de negocios, sus reglas y emboscadas, pero si la empresa financia el curso tendrá sus razones. En cualquier caso me dejaré guiar por su criterio. Dicho de otro modo, ustedes decidirán qué cosas pueden ser útiles para su trabajo. Nos quedaremos con ellas y las demás se perderán en el camino. Ustedes aprenderán algo sobre los grandes pensadores y yo sobre las grandes firmas. Quid pro quo. Por lo demás, no es relevante que les interese la filosofía ni a mí los negocios. Ustedes hacen como que les interesa y yo hago como que me lo creo. Y viceversa. Sería absurdo por mi parte darles lecciones de pragmatismo.

- Dicho de otro modo, resumió una joven de pelo corto y traje gris marengo, tenemos que aportar valor añadido a la empresa mediante la concordia entre capitalismo y filosofía por este orden.

- Algo así, asentí sin entenderla. Al hilo de los maestros pensadores ensayaremos conjuntamente los órganos de la argumentación: lógica, dialéctica y retórica, es decir, razonar, disputar y convencer. Podrán usarlos para desmontar las argucias y espejismos de sus rivales. Aunque supongo que ustedes ya dominan a su manera tales recursos.

- Una pregunta personal, profesor (levantó la mano un elegante caballero barbado con gafas doradas y reloj de lujo); por supuesto puede no contestar y entonces le pediré disculpas. ¿No le parece que esta mezcla de negocios y filosofía puede ser una comedia y una falta de sentido común por su parte y la nuestra?

- Desde luego no se anda usted por las ramas. Es posible. Dígaselo a su jefe. Intentaré contestarle con la escuela filosófica que abre el curso. (Se hizo un silencio expectante). Lean primero la hoja que acabo de entregarles.

En la segunda mitad del siglo V surge en Grecia un influyente movimiento intelectual, pedagógico y político: los sofistas; son sabios procedentes de distintos lugares que ofrecían a cambio de dinero enseñanzas prácticas encaminadas a triunfar en la plaza pública. Las causas de su surgimiento son múltiples. La primera y principal es la evolución de la polis ateniense hacia la democracia, lo que supone la aparición de un nuevo valor: el éxito social. Todos los hombres libres pueden aspirar al éxito en virtud de sus méritos. Los sofistas eran maestros, “profesores” capaces de enseñar a los atenienses los medios para lograrlo. No todos podían asistir a sus clases: los honorarios eran caros y prescindían de los alumnos incompetentes. Enseñaban a persuadir, a manejar opiniones e influir en la vida política. Para los sofistas el criterio de la verdad es solamente práctico: debe estar basado en el interés, la fama y el beneficio de la ciudad. Los dos sofistas más célebres son Gorgias (aprox. 490-380 a. de C.) y Protágoras (aprox. 480-410 a. de C.). 

- ¿Alguna sugerencia? 

viernes, 28 de marzo de 2025

Rebelión en las aulas

 

La principal función sociológica de un sistema educativo es asignar a los individuos el lugar preciso que les corresponde en la división social y técnica del trabajo. Es lo que Durkheim denomina solidaridad orgánica en una sociedad industrial. Dicho a la inversa: un sistema educativo es disfuncional cuando no selecciona mediante criterios adecuados la escala de títulos que corresponde a las ofertas del mercado laboral. La clave de un sistema educativo competente es la diversificación.

El problema es que un sistema educativo diversificado es muy costoso. Resulta más barato un modelo de encefalograma plano, nivelador por abajo, igualitario y racionalizado mediante un abracadabra pedagogista disfrazado de un progresismo dinamizador que curiosamente cuadra con la conocida frase del Evangelio según San Mateo “Los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos”. Como muestra un botón.

Se trata de conseguir el pleno desarrollo de las potencialidades del alumno al mismo tiempo que recibe una atención personalizada. Se promueve la libertad con responsabilidad, la reflexión, la curiosidad y el descubrimiento en contacto permanente con las singularidades del entorno sociocultural. Se basa en una estrategia educativa cuyo punto central es involucrar al estudiante en un aprendizaje que le plantee un conjunto de retos amenos sin que apenas pueda darse cuenta… En fin, una educación participativa que huye de la competitividad y creativa en la que el alumno es sujeto activo, no pasivo. 

El principio de realidad: las masificadas aulas de enseñanza secundaria son una mezcla heterogénea de alumnos que se estorban y perjudican entre sí durante demasiadas horas. Me salen las siguientes categorías.

Los que tienen una cabeza privilegiada. Nunca son más de tres por aula (a veces ninguno). Puesto que la inteligencia siempre se abre paso no les preocupa ni afecta seriamente los mínimos de mínimos (sic) del programa oficial. Es más, se interesan por cursos, lecturas, idiomas, instrumentos musicales y actividades más exigentes. Estudiarán lo que quieran con las mejores calificaciones. Sus padres confían plenamente en ellos porque si lo necesitan obtendrán becas de excelencia y ocuparán los puestos de mayor responsabilidad dondequiera que estén. Son buena gente que no se mete con nadie, se olvida de su superioridad intelectual, evita el liderazgo y ayuda bajo demanda a sus compañeros con dificultades académicas. Tienen el respeto de casi todos. 

Aquellos que desean cursar estudios universitarios de gama alta en las Facultades o en Escuelas Técnicas Superiores, aunque en muchos casos sus capacidades no estén a la altura de sus expectativas, como los profesores han explicado a sus padres con diplomacia vaticana; un consejo profesional que sin embargo desoyen y se empeñan en que sus hijos lo intenten a toda costa. Lo normal es que en las Pruebas de Acceso no superen las notas de corte. Su futuro depende de los estudios que escojan. Para llenar las aulas y paliar el desánimo (¿ahora qué hago?) las universidades implementan cada año nuevos grados de menor dificultad académica en “sectores emergentes y estratégicos”. El resultado es una inflación de títulos de segunda fila que el mercado laboral no puede absorber. O sea, lo contrario a la solidaridad orgánica de Durkheim. 

Aquellos que quieren adquirir unas competencias técnico-profesionales que les permitan acceder a puestos de trabajo que la sociedad demanda. Padres e hijos buscan, desde un planteamiento inteligente, conocimientos aplicados, soluciones realistas, empleos remunerados. Anteponen el pragmatismo a las apariencias del estatus. Los módulos de formación profesional de grado medio o superior son una excelente alternativa. Afortunadamente cada vez hay menos prejuicios hacia estos talleres. El problemas es la enorme distancia entre las solicitudes cursadas y las plazas disponibles. ¿Por qué cerrarían las Universidades Laborales?  

Aquellos que por problemas psicológicos (vagamente diagnosticados por el Departamento de Orientación) o deficiencias intelectuales (observables y medibles) necesitan un aprendizaje dirigido por especialistas en educación especial. Sus padres, desbordados por los arduos problemas del diagnóstico y sin recursos económicos para llevarlos a un centro apropiado confían en la difícil integración de sus hijos en un instituto de Secundaria. Algunos son víctimas del acoso escolar, lo cual agrava aún más su situación personal y académica. 

Los que proceden de familias desestructuradas. Presentan carencias graves de convivencia y socialización. Sus padres simplemente los evitan, no se ocupan de ellos o los maltratan. Cuando el tutor los cita para hablar de sus hijos, o no acuden o la lían parda o les suplican angustiados: Díganos, por favor, qué debemos hacer. Por desgracia el problema ya no tiene solución. Por otra parte, los orientadores deben asumir que para muchas familias la educación reglada de sus hijos no es un tema prioritario, lo que les evitaría planteamientos erróneos y sermones innecesarios. 

Los alumnos que provienen de minorías étnicas o grupos de emigrantes encajados por ley en la enseñanza secundaria tras una apresurada (y politizada) estimación de nivel. Para muchos (no todos, por supuesto) el aula es un entorno extraño, incomprensible, hostil. Su relación con los profesores y compañeros es conflictiva, no tanto por rebeldía o maldad sino porque no saben a qué atenerse. Su problema es la anomia. Sus padres también desconocen el significado del marco institucional en el que sus hijos están inmersos y dejan en manos de otros una parte esencial del proceso educativo que les concierne. 

Los alumnos "normales" que por diversas razones no quieren estudiar absolutamente nada aunque su familia les obliga a permanecer en un centro de secundaria. Su respuesta es el absentismo, el desinterés y, con frecuencia, el boicoteo de las clases. Los padres se desentienden, ya tienen bastante con su trabajo, en ocasiones precario, no quieren complicaciones legales o consideran al centro un lugar de aparcamiento que les permite librarse de ellos. En todo caso, es preferible -piensan- que estén vigilados entre cuatro paredes a que se pasen la mañana deambulando por la calle o metidos en casa perpetrando cualquier tropelía. 

En fin, léase con tristeza y sentido del humor la gráfica descendente de las sucesivas generaciones de profesores de enseñanza secundaria durante las cinco últimas leyes de educación.   

Es un trabajo excelente y motivador.

Es un trabajo interesante y mucho por hacer.

Es un trabajo con tiempo libre y vacaciones.

Es un trabajo necesario y socialmente útil.

Es un trabajo tolerable y mejor que otros.

Es un trabajo duro y vocacional.

Es un trabajo.

Es una pérdida de tiempo.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Falsificación profunda

 

Los deepfakes (falsificación profunda) son audio-videos manipulados mediante algoritmos de inteligencia artificial que suplantan a personas reales o imaginarias actuando en situaciones inexistentes donde dicen y hacen lo que nunca han dicho ni hecho.

Utilizan métodos del aprendizaje profundo (deep learning): modelos de reconocimiento de voz y facial, redes generativas adversarias (GAN) y redes neuronales convolucionales (CNN) que almacenan y aprenden a partir del procesamiento de grandes cantidades de datos para crear imágenes hiperrealistas. Como toda tecnología no es en sí misma ni buena ni mala, todo depende del uso que se haga. Sería interesante, por ejemplo, generar audio-videos de las conferencias que Unamuno (1914) y Ortega y Gasset (1946) pronunciaron en el Ateneo de Madrid; el bilbaíno sobre las escuelas laicas y el madrileño sobre la idea del teatro. O escenificar las mejores ocurrencias de Dalí seleccionadas de su libro Diario de un genio. O a Cicerón pronunciando la primera catilinaria en latín con subtítulos tras convocar al Senado en el Templo de Júpiter Estator. Las posibilidades son ilimitadas. Los adictos al espiritismo podrían interactuar con las personas queridas que los han dejado para siempre. Familiares, amigos y allegados aportarían a los desarrolladores su voz, rostro y figura, idiosincrasia, ideología, creencias, objetivos, valores (cuántos más datos mejor). Además se trata de un software capaz de recopilar información y aprender por sí y de sí mismo (machine learning) lo que permite al sistema mejorar la generación de nuevas e inesperadas asociaciones de ideas. Podrían conversar largo y tendido con los cuerpos y las mentes del más allá, una genuina experiencia de ultratumba. Es probable, incluso, que la IA les permita conocerlos (y conocerse) mejor que cuando los trataron en vida…

Entre los usos perversos podemos enumerar el ciberacoso, la estafa mediante falsificación de identidad, el fraude documental, la extorsión sexual, el bulo político o el apoyo a narrativas extremas. Por el momento disponemos de técnicas, algunas simples y otras complejas, que nos permiten identificar las falsificaciones profundas. Aunque la amenaza persiste por la rápida evolución de los algorítmicos de la IA para eludir las contramedidas de detección. Esta creciente competencia de suplantación se basa en la plasticidad o capacidad de modelado que tienen estos programas informáticos para reproducir el funcionamiento del cerebro y facilitar así que nuestros esquemas perceptivos y procesos cognitivos nos traicionen. 

Aunque los Deepfakes existen desde finales de 1990, despegaron en 2017, cuando un usuario de Reddit publicó material erótico falso con los rostros de actrices famosas. Los programas que sirven para desnudar al prójimo han creado un nuevo entorno virtual, los deepfakes pornográficos. Están condenados al fracaso en todas sus variantes. Mientras que otros usos perversos pueden engañar a los usuarios y hacer que muerdan el señuelo, en la porno fake todo el mundo sabe que en realidad solo hay fantasmas digitales. Está claro que no son Brad Pitt ni Ana de Armas. Tampoco el presidente del gobierno o la presidenta de una comunidad autónoma. Ni Eros y Psique después del beso. ¿Qué interés tiene mirar una imaginería falsaria a sabiendas de que es una ilusión generada por máquinas? Cuanto más próximo sea el avatar, más repulsión sentirán por la obscena farsa. Incluso los padres de menores acosadas sabrán que las imágenes y videos no son sus hijos sino meras presencias pervertidas. Por ahora es necesaria la vía penal pero llegará un momento en que no hará falta. Como ocurre con la pornografía de toda la vida, la que se aprende a través de las amistades peligrosas, en una revista mugrienta y, sobre todo, en los sitios web más acreditados del ramo. Incluso las fantasías sobre la vecina del quinto son más excitantes que los montajes hiperrealistas de los deepfakes.

miércoles, 12 de marzo de 2025

La nada anonada

La Real Academia Española de la Lengua define el término “nada” como Inexistencia total o carencia absoluta de todo ser. Etimológicamente procede de la expresión latina res nata, es decir “cosa nacida”, lo cual, sin el non delante, contradice su significado. Ocurre lo mismo con el término res (nada) en la lengua catalana. Supongo que la lingüística histórica tiene mucho que decir sobre esta antónima evolución semántica. Como categoría gramatical desempeña múltiples funciones: sustantivo (la nada), pronombre indefinido, adverbio de negación, adjetivo (no hacer nada), interjección (¡para nada!) o locución (de nada). 

De la filología a la física. La física teórica no identifica la nada con el vacío. No son términos sinónimos. Sólo considera al vacío un concepto científico. Como aclara un investigador del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN): Saquemos los muebles de la habitación, apaguemos las luces y vayámonos. Sellemos el recinto, enfriemos las paredes al cero absoluto y extraigamos hasta la última molécula de aire, de modo que dentro no quede nada. ¿Nada? No, estrictamente hablando lo que hemos dispuesto es un volumen lleno de vacío. Y digo “lleno” con propiedad. Quizás el segundo descubrimiento más sorprendente de la física es que el vacío absoluto (aparentemente) no es la nada, sino una entidad con propiedades. Aunque no como las otras... El vacío absoluto es el estado cuántico que contiene la menor energía posible, aunque en su interior fluctúan, tanto ondas electromagnéticas, que no necesitan un medio material para propagarse, como partículas que aparecen y desaparecen constantemente. En este punto conviene consultar el concepto de fluctuaciones cuánticas del vacío en el Chat GPT de pago. Asimismo, la teoría de la relatividad no confunde la nada con la antimateria compuesta de antipartículas hasta ahora sólo investigadas en condiciones de laboratorio. En el universo la nada no tiene cabida. La pregunta límite de Heidegger, ¿Por qué hay ser y no, más bien, nada?, carece de significado cosmológico. En realidad no tiene ningún significado porque la nada ni existe (curiosa frase) ni es pensable. Tenía razón Parménides, uno de los físicos presocráticos, cuando en su poema Acerca de la naturaleza concluyó categóricamente sobre el ser y el no ser:

Pues bien, yo te diré, cuida tú de la palabra escuchada,

las únicas vías de indagación que se echan de ver.

La primera, que es y que no es posible no ser,

de persuasión es sendero (pues a la verdad sigue).

La otra, que no es y que es necesario no ser,

un sendero, te digo, enteramente impracticable.

Pues no conocerías lo no ente (no es hacedero)

ni decirlo podrías con palabras.

De la Física a la Filosofía. Cuando me jubilé me propuse dedicar seis meses a la lectura en el salón de la Biblioteca Nacional de dos obras imprescindibles para explorar el lenguaje críptico de la antropología fenomenológica, ni siquiera al alcance del Chat GPT que se limita a un enorme refrito de lugares comunes. Era una de mis asignaturas pendientes porque en mi casa ambos libros me redirigían en menos de media hora a una novela policíaca. Lo conseguí con Ser y tiempo; sufrí lo indecible, creí que lo entendía, que no es lo mismo que entenderlo; me fabriqué éxtasis artificiales y decepciones naturales en torno a los existenciarios o modos en que el mundo se da al Ahí del ser o Dasein, o sea, al hombre. La angustia revela la nadaLa nada se abre paso en el ser, pero no como ente. La nada nadea, es decir, está siempre manifestándose, etc. Decía Heidegger que pensar, lo que se dice pensar, solo es posible en griego y alemán. Llegué a la conclusión de que era un excepcional filósofo, pero sobre todo el ideólogo de la jerga de la autenticidad (Adorno), del lenguaje de los elegidos, de las esencias mismas, de los ideales arcanos, mistagógicos y ahistóricos del nacionalsocialismo. Un pensador, un pueblo, una verdad. Heidegger se adhirió al partido nazi el 1 de mayo de 1933 y lo dejó e 1945. Abordé el otro libro de culto, El ser y la nada. Abatido por fárrago y la mala traducción de la edición de Losada no pasé de la página ochenta de la réplica de Sartre a Ser y Tiempo sobre el sentido o sinsentido de la existencia, de la libertad obligatoria o la mala fe del perezoso. Devolví frustrado el tomo y en su lugar encargué al bibliotecario la novela de Carmen Laforet Nada

De las Filosofía a la Teología. La nada tiene su origen en el creacionismo de la religión judeocristiana. El libro bíblico del Génesis comienza con un poético fragmento sobre la creación: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. No hay entelequia que pueda coexistir con Dios antes de la creación del mundo en siete días. Por tanto, de la nada, nada es y puesto que algo hay, queda demostrada por sus efectos la necesidad de una primera causa incausada a la que, para entendernos, llamamos Dios. Por cierto, tales efectos son el principal argumento a favor del ateísmo. Frente al tiempo circular o cíclico de los mitos y las cosmologías griegas donde la materia es eterna, el tiempo judeocristiano es lineal, tiene un comienzo en la creación y un final escatológico. La física creacionista actual, un invento francés que resucita periódicamente la existencia de Dios mediante un modelo paracatólico, tuvo un pico de ventas en las librerías teosóficas del barrio latino y las cajas verdes de los buquinistas vendehúmos del Sena, para desplomarse después en el olvido de las modas intelectuales. 

Otros hilos conductores del concepto van de la nada a la nada: el misterio de la vacuidad (shunyata) en el budismo, la pulsión autodestructiva de los instintos tanáticos en Freud, el pesimismo solipsista de Max Stirner: Yo he basado mi causa en nada, el lema del escéptico radical: No me creo nada de nadie o el marxismo marginal de Groucho: He llegado de la nada a la más absoluta miseria.