martes, 16 de febrero de 2021

Arquetipos 2. La picaresca pandémica

 

Otro arquetipo nacional es el pícaro. La picaresca es uno de los grandes géneros de la literatura española del Renacimiento y del Barroco. La Celestina, La lozana andaluza, Rinconete y Cortadillo, El Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache, Marcos de Obregón, El Buscón… Son las figuras más conocidas, pero hay muchas másSe trata de un personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de mal vivir (RAE).

El pícaro tiene su escalón superior en el arquetipo de El Trickster o El embaucador, un personaje anómico cuya intención es demostrar desde la sorna, el disimulo o el bromazo que es posible saltarse alegremente las leyes para mostrar hasta qué punto son vulnerables e incluso ridículas. A su vez, el embaucador hunde sus raíces en el arquetipo de El rebelde, el paradigma moral que piensa que las normas se han hecho para no ser cumplidas.

Admitámoslo. Somos pillos por naturaleza. Tiene que haber un gen que desde hace más de cinco siglos nos invita irremediablemente a saltarnos la ley a la torera. Hecha la ley, hecha la trampa; las normas están para no cumplirlas y podríamos seguir con una retahíla de dichos populares sobre el asunto. Porque... ¿hay algo más nuestro que hacer de la capa un sayo?

La figura del pícaro en nuestro país abarca una constelación inagotable de ejemplos; por razones obvias voy a centrarme solo en algunos casos de la picaresca pandémica.   

Para empezar, la cantidad y cualidad de personajes públicos que se han buscado la vida (nunca mejor dicho) al margen de los protocolos establecidos por las autoridades sanitarias (una frase que ha empezado a inflarse hasta el hartazgo). Un par de altos prelados han decidido que todavía no tienen prisa por ir al cielo, y puesto que como en casita no se está en ninguna parte (o sea, en el palacio episcopal), lo mejor es recibir cuanto antes los pinchazos: después de todo, como dijo Santo Tomás, el derecho a la vida es el primer precepto de la ley natural que la razón descubre sin esfuerzo. Y si alguien no entiende algo tan simple se le pide perdón y asunto concluido. También un alto dirigente de las Fuerzas Armadas consideró que preservar en su persona la cadena de mando es anterior a cualquier consideración normativa. Más picotazos. Lo cierto es que si el ilustre soldado se vaporiza tras cesar, cual es el caso, no pasa nada; se nombra al siguiente de la lista y a otra cosa.

Como en el infierno de Dante, desfilan empavonados los políticos de campanario: alcaldes que aprovechan los viales “que han sobrado” para vacunarse junto con su mujer, hijos, asesores y chofer. Incluso nos hacen un favor, según ellos: no vamos a tirar el dinero a la basura. Más de lo mismo: ciertas autoridades sanitarias que trabajan en un cómodo despacho a años luz de la primera línea contra el covid se han levantado la manga con el pretexto de que “son la pirámide” del sistema sanitario. Manda huevos. Mientras, en los hospitales muchos médicos esperan la primera dosis.  

Pero ahí no acaba la cosa: leo en la prensa digital que se han multiplicado en el Internet oscuro sitios web que ofrecen contra reembolso en criptomonedas vacunas contra el virus. Al cambio te piden algo más de cien euros (a ver si picas, tampoco te venden la poción mágica de Asterix). El Ministerio del Interior español afirma que por el momento no tiene constancia de que se hayan producido demasiadas transacciones. Me imagino un encriptado laberinto de matrix. Me creo el comunicado: la gente que circula por la darknet es todo menos tonta y los pocos incautos que se topan con la mina (un doble sentido) no se fían de las vacunas, ni de las verdaderas ni de las falsas. Para mí que el chanchullo está más bien en el trapicheo con los bitcoins que en los remedios de botica. Por cierto, los contratos de la Unión Europea con las grandes farmacéuticas, la recepción y distribución de los pedidos, incluso las garantías de seguridad y eficacia no parecen a primera vista todo lo traslúcidas que prometían…           

En el confinamiento agudo, nos hemos partido de risa con la explosión de memes contándonos las argucias para burlar el encierro. Algunos alquilaban al perro, entre veinticinco y cincuenta euros la hora. En Palencia, una persona fue sorprendida sacando un perro de peluche. Otros se paseaban media mañana con la barra de pan bajo el brazo. Muchos iban a la tienda del barrio veinte veces: primero la leche, luego la fruta, más tarde los yogures, al final el queso y el jamón (en el mejor de los casos). Con frecuencia el tique era de cincuenta céntimos o menos, hasta que las cajeras pusieron el grito en el cielo. O el bucle de las idas y venidas a la farmacia, al cajero o al estanco con el morral vacío; final de trayecto, media vuelta y al revés. El propio Mariano se saltaba el confinamiento para ponerse en forma.

Los fines de semana pies en polvorosa: papeleo alegando obras inaplazables en la segunda residencia firmadas por un distante maestro de obras, salvoconductos laborales a golpe de Photoshop, certificados del cuñado médico sobre allegados minusválidos a orillas del mar, trámites notariales en sábado… Resultado: caravanas de coches con el bicho a cuestas y madrileños recibidos a pedradas en la plaza del pueblo.     

Otra variante lucrativa de la picaresca es la venta on line de máquinas de ozono cuya efectividad no está probada, vaporetas para desinfectar la ropa que crean aerosoles virales, túneles de desinfección por nebulización que carecen de respaldo oficial, lámparas de rayos UV sin eficacia demostrada y potencialmente peligrosas… Y todo un surtido de complejos vitamínicos, inocuos en el mejor de los casos.   

Por no hablar de las mascarillas. Primero los chinos timaron al Ministerio de Sanidad vendiéndole excedentes de mascarillas no homologadas. Era como si te ataras un colador en las narices. Luego las farmacias nos timaron a todos. Primero no había, luego nos colocaron las chinas a precio de oro, después muy caras, ahora caras. Por cierto, es increíble la cantidad de modelos: milla de oro fashion a juego con el pañuelo y los botines, patrióticas, deportivas, luctuosas, LGBT, etc. También se acapararon y revendieron especulativamente guantes, geles hidro alcohólicos o pantallas. Lo más raro que se ha visto es a un tipo disfrazado de dinosaurio en modo EPI. Medalla de plata para otro ciudadano con casco de buzo.

Otro tema son los bares y pubs que, a pesar de estar fuera del horario, permiten el acceso a clientes vip, como en la ley seca; después cierran puertas y ventanas para hacerse invisibles. Terrazas de los bares petadas, botellón en locales, macro fiestas en chalés, cumpleaños feliz en pisos, barbacoa en azoteas, discoteca en locales comerciales…

Echamos de menos el timo de la estampita, del tocomocho o del nazareno en versión covid. Todo se andará.

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