lunes, 8 de mayo de 2017

La experiencia religiosa


A lo largo de la historia del pensamiento se han producido variados compromisos ante la experiencia religiosa y, en particular, diversas concepciones, incluso contrapuestas, de la existencia, significado y función de la idea de Dios. La Prehistoria y los primeros imperios arcaicos, La cultura grecolatina, la Edad Media, el Renacimiento, El Barroco, la Ilustración, el Romanticismo, el Siglo de la ciencia y la tecnociencia... Vamos a resumir el concepto que han tenido cada una de las grandes posiciones teológicas sobre el hecho religioso: animismo, politeísmo, teísmo, fideísmo, deísmo, panteísmo, ateísmo, agnosticismo, misticismo, solipsismo e indiferencia religiosa.
- Animismo. El hombre ha creído en lo sobrenatural desde la misma antropogénesis o proceso de hominización. Los yacimientos paleoantropológicos muestran al Homo erectus enterrado en posición de mirar a los cielos, de lo cual algunos especialistas han deducido unas incipientes inquietudes religiosas en los comienzos de la especie humana. Además, la mayoría de los monumentos funerarios en los yacimientos prehistóricos revelan la creencia en una vida sobrenatural después de la muerte. Las teorías antropológicas muestran la continuidad entre la religión y el animismo o suposición de que el mundo está poblado de espíritus poderosos, activos e intencionales. El dualismo antropológico, es decir, la creencia de que el hombre es un compuesto de un cuerpo material y mortal, y un alma espiritual e inmortal, es una concepción del ser humano que hunde sus raíces en las ideas animistas propia de la conciencia mítica. Asimismo, la hechicería o magia pública, cuyas prácticas propiciatorias no se limitan a buscar aplicaciones buenas o malas para los individuos, sino que buscan el beneficio de toda la comunidad, tiene una afinidad evidente con la religión. El antropólogo James George Frazer (1854-1941) autor del famoso libro La rama dorada, sostiene que en las etapas iniciales del saber humano las funciones de los magos y los sacerdotes no estaban diferenciadas. Esta superposición o mezcla de magia y religión se encuentra todavía en numerosas culturas actuales. Frazer afirma que el animismo da lugar a la magia y esta a la religión. Con toda probabilidad, la primera manifestación específica de religiosidad es el totemismo que consiste básicamente en un complejo sistema de ideas, símbolos y rituales, que vinculan de modo animista a un individuo o un grupo social, con un animal, un vegetal e incluso con un objeto. Los estudiosos afirman que las creencias y prácticas religiosas posteriores se derivaron del totemismo.


- Politeísmo. Se suele considerar al politeísmo como un estadio inicial de la religión. Consiste en la creencia en la existencia de una pluralidad de dioses o divinidades. Las culturas primitivas del Paleolítico Superior y del Neolítico (Asiria, Mesopotamia, Egipto, Persia) fueron politeístas. También la Cultura grecolatina. Las divinidades representan a las grandes fuerzas de la naturaleza (politeísmo naturalista) o a los modelos o arquetipos del pensar y sentir del hombre (politeísmo antropomórfico).  
- Teísmo. El teísmo es la posición doctrinal que sostiene que Dios existe y puede ser conocido. Los teísmos se diferencian entre sí por la vía de conocimiento que consideran más adecuada para acceder a la divinidad. Unos teístas consideran que tal vía es la razón, es decir, las facultades naturales del conocimiento, y otros la fe o conocimiento sobrenatural de Dios. A estos últimos también se les denomina fideístas. Los vamos a separar conceptualmente para darles un tratamiento aparte. El teísmo es una posición vinculada sobre todo a la teología cristiana medieval. San Agustín (354-430) y Sto.Tomás de Aquino (1224-1274) son teólogos teístas. En términos generales, mantienen que la existencia de Dios puede ser demostrada con argumentos o pruebas racionales: cosmológica (la razón exige que el universo tenga una primera causa incausada a la que llamamos Dios), histórica (todas las sociedades conocidas, de un modo u otro, tienen creencias y prácticas religiosas), antropológica (Dios forma parte necesaria de la condición humana, “es más íntimo al hombre que el hombre mismo”) y en particular, la prueba teleológica basada en la idea de que existe una inteligencia ordenadora de los fines naturales (leyes físicas) y humanos (ley moral).
- Fideísmo. El fideísmo mantiene que las solas facultades naturales del conocimiento son insuficientes para conocer plenamente a Dios. Sólo podemos conseguirlo con la ayuda imprescindible de la fe. La fe es un don sobrenatural, individual, invisible y misterioso que algunas personas reciben de modo gratuito e inexplicable de Dios. La fe no es siempre un otorgamiento puramente pasivo. Podemos propiciarlo mediante una apertura activa que nos permita acercarnos a ella y conseguirla finalmente. El fideísmo es una posición vinculada sobre todo a la teología cristiano-protestante. Lutero (1483-1546) es el máximo representante de esta postura teológica.
- Deísmo. El deísmo es la concepción teológica propia de la religión natural. Los supuestos doctrinales del deísmo son las siguientes:
Dios existe y es el creador del mundo y de sus leyes. No podemos conocer racionalmente la existencia ni la esencia o atributos de Dios. Una vez creado el mundo, Dios deja de intervenir en él, por tanto no existe la providencia divina. Dios no es responsable del mal en el mundo que solo es imputable al hombre. La reducción de la religión a los límites de la mera razón supone entender la religión como un código ético.
La religión natural y el deísmo son un producto específico del espíritu ilustrado del siglo XVIII, aunque su persistencia cultural y su aceptación individual en la actualidad estén fuera de duda. Fueron partidarios del deísmo pensadores ilustrados como Locke (1632-1704), Newton (1642-1727), Voltaire (1694-1778) y Kant (1724-1804).
- Panteísmo. Identifica a Dios con la totalidad de lo real. Consiste en la creencia o en la concepción racional de que Dios está en todo. Todos los seres del Universo son parte de Dios. El universo es una manifestación o despliegue de Dios. Los distintos niveles de la realidad son propiedades materiales de Dios. Giordano Bruno (1548-1600) o Spinoza (1632-1677) fueron filósofos panteístas.
- Ateísmo. Aunque la religión es una institución que se da en todas las sociedades, no es un fenómeno general entre los individuos. Hay actitudes y compromisos personales contrarios o ajenos a la experiencia religiosa: las tres más conocidas son el ateísmo, el agnosticismo y la indiferencia religiosa. El ateísmo consiste en creer simplemente o en demostrar racionalmente que Dios no existe. En el primer caso, se trata de un ateísmo práctico, el cual se sitúa al margen de la existencia de Dios, sin plantearse teóricamente el problema de su existencia. En el segundo caso, se intenta racionalizar el sinsentido o absurdo de aceptar la existencia de Dios. Muchos son, por otra parte, los grandes filósofos que han sido racionalmente ateos, como Marx (1818-1883), Nietzsche (1844-1900), Freud (1856-1939) o Sartre (1905-1980). Actualmente, científicos como Stephen Hawking afirman que la ciencia puede concluir experimentalmente la no existencia de Dios.
- Agnosticismo. Consiste en creer simplemente o en pensar racionalmente que no es posible conocer si Dios existe o no existe. No afirma ni niega la existencia de Dios. Sólo mantiene que las facultades del conocimiento humano no pueden demostrar la existencia de Dios o su negación. Igual que en el caso del ateísmo cabe distinguir una agnosticismo práctico y uno teórico. Tanto Bertrand Russell (1872-1970), como el intelectual español Enrique Tierno Galván (1918-1986) fueron firmes defensores del agnosticismo teórico.
- Misticismo. Sostiene la vivencia de la unidad del alma humana con Dios en su grado más perfecto y eminente (aunque tal experiencia solo sea instantánea o momentánea) mediante una visión directa y pura denominada éxtasis. Se define como un Estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado accidentalmente de éxtasis y revelaciones. Entre sus representantes más ilustres están Plotino (siglo III d.C.), el maestro Eckart (1260-1328), Jan van Ruysbroeck (1293-1381), Tomás de Kempis (1380-1471), Santa Teresa de Jesús (1515-1582), San Juan de la Cruz (1542-1591), Angelus Silesius (1624-1677) o Emanuel Swedenborg (1688-1772).
- Solipsismo. Posiblemente es la forma más pura de experiencia religiosa. Podemos llamarla la religiosidad “del creyente desconocido”. Nadie sabe nada de su fe: ni sus padres, hermanos o amigos; ni siquiera su esposa e hijos. Todo el misterio queda dentro de su conciencia y su vinculación con lo trascendente es personal e incomunicable. Dios es lo inefable (lo indecible, de lo que no se puede hablar ni dar testimonio público). Nadie hace de intermediario entre él y lo santo. Tampoco es un místico (siempre dispuesto a manifestarse o a escribir sobre sus visiones ni tampoco apela al éxtasis). Los límites de su experiencia religiosa son el contacto secreto con Dios sin más. Tal contacto puede ser discontinuo y manifestarse exclusivamente en determinadas ocasiones y circunstancias. Su creencia no busca ninguna repercusión mundana ni defiende necesariamente la inmortalidad transmundana.  

- Indiferencia religiosa. Consiste en creer simplemente o en pensar racionalmente que la experiencia religiosa, al margen de cualquier intento de penetrar en sus temas y problemas, carece de interés personal.

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