martes, 25 de enero de 2022

Tertulias. Segunda parte

 


La pandemia ha interrumpido las tertulias presenciales. Las más numerosas como las del Casino, el Ateneo o el Círculo de Bellas Artes de Madrid (desconozco las de otras comunidades) han tenido que suspender sus actividades sin fecha. Las tertulias presenciales han dado paso a las virtuales. Esto no significa que las segundas hayan defenestrado a las primeras. Lo que sostengo es que ambas siempre han coexistido pacíficamente, sin interferencias, no son complementarias y se han ignorado como líneas paralelas que nunca llegan a encontrarse. Al margen de las películas de ciencia ficción, la ciudad real y telépolis son ámbitos autónomos difíciles de encajar. Las instituciones de ambas ciudades tienen reglas propias, en ocasiones disonantes. Algunos ejemplos. La pandemia ha puesto de manifiesto los problemas de la educación en línea tanto para el alumno como para el profesor, las desventajas del teletrabajo para el trabajador y la empresa o las disfunciones entre la banca por internet y los clientes de la tercera edad. También es verdad que algunas instituciones de telépolis se han impuesto: por ejemplo, la prensa digital a la de papel, las plataformas de pago por visión a los cines de barrio y, en breve, el comercio electrónico a las grandes superficies o el dinero de plástico a los billetes de banco.

Asistimos en directo al ocaso histórico de algunos géneros culturales como la conferencia, la mesa redonda o la tertulia. Solamente las presentaciones de libros han sobrevivido por su interés publicitario. Las tertulias del Café Gijón, del café de Oriente o del Café Comercial, entre otras muchas, han desaparecido. Es cierto que hay repuntes dispersos en algunas zonas de Madrid, pero anuncian más bien el declive gradual de un clásico que su resurrección. Si tienen interés, les recomiendo el libro de Antonio Espina, Las tertulias de Madrid.

Las primeras tertulias virtuales fueron los grupos de noticias (newsgroups) que surgieron en 1979, diez años antes que Internet, todavía un proyecto científico-militar. Utilizaban la red Usenet creada por universitarios norteamericanos. La idea inicial era promover un foro de ayuda para resolver los problemas de los usuarios del sistema operativo Unix, pero con una rapidez inesperada se transformó en un espacio donde cualquier asunto cabía. En muy poco tiempo se expandió exponencialmente por todo el mundo. Se accedía a los grupos de noticias mediante una utilidad de los navegadores de entonces (Netscape o Explorer). Eran foros de discusión donde los usuarios publicaban mensajes sobre cualquier tema de interés para crear un hilo conductor jerárquico o descendente. Podías continuar la línea argumental con tus puntos de vista e incluso crear nuevos foros trasversales si la ocasión lo requería. Hay que tener en cuenta que hablamos de ordenadores con 4 MB de memoria RAM equipados con el sistema operativo Windows 3.11 de Microsoft que a pesar de sus limitaciones fue la puerta abierta a un mundo nuevo con ventanas, programas, iconos, menús y ratón. Los grupos de noticias eran espacios de opinión cuya principal diferencia con sus herederos, la mensajería instantánea, es que no había intercambio de entradas en tiempo real. En un foro de discusión alguien exponía su punto de vista que era leído antes o después por otro usuario que lo comentaba o no. Su capacidad de fragmentación de la realidad era increíble. En 1991, la RedIRIS puso en marcha los grupos españoles, cuyos nombres empiezan por "es" y se organizan por categorías, por ejemplo, "es.charla.atletico-de-madrid. Había foros dedicado al cine en general, al cine español, a José Luis López Vázquez, a cualquier película del actor o a los detalles de su vida privada. La atomización llegaba a niveles insólitos. La despoblación de los foros empezó con el cambio de siglo y la RedIris se convirtió en una versión digital de la España vaciada. En 2001 Google compró Usenet y la totalidad de sus contenidos. Los limpió de virus y propaganda no deseada, los integró en la web y actualmente se conservan en groups.google.com. Aunque su uso es marginal, son un testimonio inestimable de los problemas e inquietudes de aquellos años. No dudo en calificarlos de historia viva. Recuerdo que pertenecí a muy pocos grupos de noticias y siempre de un modo académico pues coincidió con la época en que el Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación (PNTIC) del Ministerio de Educación obligaba a los profesores de los IES a realizar cursos de formación sobre los protocolos de Internet más conocidos.

Parecidas a los grupos de noticias fueron las listas de correo. Muy populares a finales de los 90, comenzaron a desaparecer tras diez años de intensa actividad. Del mismo modo, algunas listas eran abiertas y otras sujetas a la aprobación del administrador que a su vez las moderaba para evitar los insultos, los malos modos, la propaganda ideológica o los correos no deseados (spam). Podían referirse, por tanto, a cualquier tópico de interés mayoritario o minoritario, desde la cría de canarios, el fútbol africano o la política exterior del Reino Unido. El usuario utilizaba la lista de correo para enviar mensajes al resto de suscriptores que, a su vez, podían contestarle, lo que daba lugar al intercambio acumulativo de debates. Normalmente, el servidor de la lista enviaba un boletín diario con todos los correos recibidos.

Los foros de discusión y las listas de correos, las primeras tertulias virtuales, dieron paso a los chats. La primera aplicación para chatear se llamaba mIRC. Fue creada en 1993 y desapareció en 2002. Te permitía conectarte a innumerables salas de chat sobre los temas más inverosímiles donde podías intercambiar opiniones de forma pública o privada. Eran muy divertidos porque de forma anónima podías hacerte pasar por el personaje que quisieras y representar un papel. El motivo central de todas las salas era el ligue por lo que los roles femeninos eran especialmente cotizados. Puro machismo, por supuesto. Algunos eran cerrados, sólo para iniciados, pero la mayoría eran abiertos. Algunos tenían un coordinador que expulsaba a los que se pasaban tres pueblos, otros tenían barra libre para largar. Si decidías participar en salas sobre ciertos temas "complejos" te calaban enseguida y te bloqueaban hasta el día del juicio final. Recuerdo entrar en una tertulia de lesbianas con el apodo de Verónica_la_prima y en cuanto abrí el pico me fulminaron con cajas destempladas. Los programas de mensajería instantánea desplazaron a los caóticos salones de chat. Sus afinadas herramientas y, sobre todo su privacidad, tenían muchas ventajas. Entre todos, se hizo famoso MSN Messenger que reinó desde 1999 hasta 2005. Actualmente la aplicación más extendida es WhatsApp para teléfonos inteligentes que incluye el cifrado de mensajes en ambas direcciones. En realidad, todas las aplicaciones de las redes sociales tienen una utilidad de mensajería instantánea. 

Pero nos desviamos de las tertulias virtuales. Las tres aplicaciones especialmente diseñadas para las charlas en grupo mediante videoconferencia y pantalla múltiple son Skype de Microsoft, Google Meet y el FaceTime de Apple. Este último es mi preferido por su calidad de audio-video sin cortes. En este punto cabe afirmar que también las tertulias virtuales han comenzado a convertirse en una especie en extinción. Paralelamente vinieron los blogs. Pero eso es otra historia. 

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