viernes, 26 de septiembre de 2025

El voto de la generación Z

La generación Z o centennials incluye a los nacidos aproximadamente entre 1997 y 2012. Según Luis Rodón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona una cuarta parte de los jóvenes de la generación Z votan a los partidos de la derecha populista radical, es decir, a la extrema derecha. Los recientes barómetros de intención de voto (incluido el CIS que ya es decir) confirman que la derecha conservadora y la extrema derecha recogerían gran parte del voto de los jóvenes entre 18 y 34 años, con el partido de Santiago Abascal como el preferido en ambas franjas. También, según los mismos datos, los varones españoles son en términos electorales el doble de conservadores que las mujeres. No solo ocurre en España: esta brecha de género en la distribución del voto también se da en Estados Unidos, Alemania, Francia o el Reino Unido según estadísticas presentadas por el Financial Times. Todo apunta a un cambio que hace tan solo unos años habría sido difícil de imaginar.

Hay diversas causas que explican por qué los jóvenes se parecen más a sus abuelos recalcitrantes que a sus padres. Entre las remotas se ha señalado el impacto del Covid-19 en el comportamiento político de los centennials. Los jóvenes pasaron gran parte del confinamiento enganchados a las redes sociales donde el populismo radical tiene una eficacia probada para exprimir los agravios del sistema mediante múltiples formas de desinformación sin ofrecer soluciones concretas. Asimismo, un estudio publicado por el Centro de Riesgo Sistémico de la London School of Economics concluyó que las personas que han sufrido epidemias entre los 18 y 25 años desconfían de sus líderes científicos y políticos. Esta pérdida de confianza persiste durante años, incluso décadas, en parte porque la ideología política tiende a solidificarse a los 20. Cuestionable. Cabe aducir que también es la edad en que comienzan a pensar en serio con su propia cabeza.

Otra causa es el desencanto con la política. Sienten que los poderes públicos los han abandonado. Muchos centennials se consideran una generación marginada, desorientada, sin futuro. La falta de soluciones laborales, el problema insoluble de la vivienda que no les permite independizarse del hogar paterno hasta la treintena promueve, al revés de lo ocurrido en el movimiento del 15M, soluciones de ruptura desde ideologías autoritarias con un impacto emocional directo sin argumentos ni propuestas concretas. Ahora ser rebelde es ser de derechas.

Más causas: entre los afortunados que consiguen por méritos propios, los JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados) un puesto de trabajo con currículos deslumbrantes, dos carreras, tres idiomas, cuatro masters, crece el descontento porque solucionan los problemas a los ejecutivos de los pisos altos, atornillados al sillón desde tiempo inmemorial, sin que se mueva el ascensor de las promociones y el consiguiente aumento de los salarios y los bonus. Un panorama pesimista para el resto de los normales. El estudio, la formación, el compromiso con la cultura del esfuerzo… ¿Para qué?  

Prescindo del tópico intelectual de que el pensamiento crítico ha sido desplazado por el pensamiento único. Demasiado teórico. Lo cierto es que los jóvenes se han decidido por un comprensible pragmatismo ideológico. A esta altura determinada de los tiempos es evidente que no son los políticos quienes controlan el poder. La socialdemocracia es una especie en peligro de extinción en la añorada “Europa de los ciudadanos”. En España la derecha la considera una aberración. El Estado del bienestar es historia irreversible y, según el populismo ultra un atentado a la auténtica justicia social. Más a la izquierda, los idearios neocomunistas son inviables e hipócritas. Nadie se los toma en serio, ni los poderes fácticos ni sus propios fundadores que al final viven en pisos de muchos metros cuadrados con servicio, tienen cuentas saneadas, colocan a sus familiares y llevan a sus hijos a colegios privados. Se han convertido en políticos profesionales. Los únicos partidos sostenibles, con credibilidad funcional son los que gestionan de forma eficiente los intereses de los poderes fácticos: las derechas gobiernan porque hacen lo que cumple a los mercados y cuanto más a la derecha mejor. Por eso los centennials, sabedores de “lo que hay”, un darwinismo social elevado a los altares como ley natural, votan para que los poderosos escuchen a sus mensajeros vigilados y promuevan puestos de trabajo aunque sea en condiciones precarias. A veces tan abusivas que resultan inaceptables excepto para los inmigrantes. Por lo demás, la antigua moral calvinista, ahora laica, de la auto explotación en el trabajo como paradigma de realización personal ha caducado.

Tarik Abou-Chadi, profesor de Política Europea en la Universidad de Oxford, cree que, a medio plazo, podría producirse incluso un cambio de rumbo aún más acentuado: En cuanto los partidos más tradicionales empiecen a renunciar al “cortafuegos” o cordón sanitario, la extrema derecha empezará a canibalizar al centroderecha. Es muy probable que en la mayoría de los países europeos, los partidos de extrema derecha sean el principal partido de la derecha, acaso ya lo sean.

No hay comentarios:

Publicar un comentario