El acoso machista en el trabajo es cualquier conducta no deseada de índole sexual (verbal, no verbal o física) que crea un ambiente personal y laboral hostil, intimidatorio u ofensivo para la dignidad y los derechos de la víctima; puede comportar graves consecuencias legales y reputacionales para agresores y empresas tras la denuncia y la aplicación de las medidas internas y externas para su erradicación.
La primera iniciativa del acosador comienza con una mirada insinuante en pasillos, despachos, reuniones o máquina expendedora. La víctima advierte a la primera el mensaje del ojo de halcón. Las contramedidas son sencillas pero no fáciles por su expresión teatral: evitar las miradas directas y procurar que la interacción visual sea lo más impersonal posible; el depredador debe captar que a tus ojos es la perfecta imagen del ligón desconocido y, si apuramos el gesto, que lo será para siempre. Despechado, no tardará en hacerte un aparte para preguntar si no le caes bien por algún motivo y demás monsergas envolventes. En absoluto, le contestarás, te considero un compañero más del trabajo y no acabo de entender la pregunta. Esta distancia bastaría para concluir el lance en un trato entre iguales… pero no en una relación de dependencia laboral.
La siguiente etapa es alguna forma de halago. El cumplido "creo
que tus zapatos son geniales” o el consabido piropo sexista, "me gusta tu
pelo lacio". A veces resulta difícil diferenciar el cumplido del piropo.
Ambas son formas de tanteo cuya intención es ir más allá. La respuesta adecuada
en ambos casos es el silencio mirando al tendido y la tranquila retirada
neutral que no expresa incomodidad; lo que no has oído no te parece ni
bien ni mal sino todo lo contrario.
Otra táctica es hacerse el encontradizo e invitarte a
tomar un café a media mañana. Hay dos posibilidades: que sea fuera o dentro del
trabajo. Si es fuera, rechaza la oferta con naturalidad, cualquier excusa es
buena aunque de manera implícita debe parecerle una petición inconveniente. Si
es dentro, acepta porque tratará de tirarte los tejos y ese es el momento de
dejarle claro que no te gusta flirtear con los colegas de trabajo y que, en su
caso le aconsejas seriamente que deje de intentarlo.
Como es tu superior jerárquico, se dejará de bromas y pasará a
mayores. Te citará en su despacho de la sexta planta y te hará una oferta que,
según su obsceno criterio, no podrás rechazar: ascenso profesional a cambio de
favores sexuales. O lo que es más repugnante: en caso de no prestarte a sus
lúbricos deseos, traslados de zona o ciudad, tareas desagradables y degradantes
e incluso posible pérdida del puesto de trabajo. En otras palabras, amenaza con
represalias laborales como medida de presión para mantener citas o encuentros no
deseados. Es el momento de adoptar medidas proactivas sin ambigüedades, medias tintas o escala
de grises. Niégate firmemente en ese mismo instante a sus pretensiones. Lo más
eficaz, dados los antecedentes es haberte informado y asesorado con detalle de
los protocolos de prevención y abordaje del acoso sexual en la empresa. Por
ejemplo, haber acudido a la cita del jefe en la sexta, previsible por demás,
con un dispositivo de grabación. Cuenta con que los medios de chantaje,
intimidación y humillación continuarán. Convierte las llamadas telefónicas, los
mensajes, los videos, los encuentros forzados en pruebas. La legislación está
de tu parte, recuérdaselo: Ley Orgánica 3/2007 (Igualdad), Ley de
Prevención de Riesgos Laborales (31/1995), Real Decreto 901/2020, Ley Orgánica
10/2022 (Libertad Sexual), Código Penal, Convenio 190 de la OIT. Ten la
seguridad de que no se atreverá a despedirte y si lo hace le va a salir muy caro.
Sin embargo, el acoso sexual en el trabajo es una lacra moral que
no desaparece pese a la eficacia y el sentido común de las contramedidas.
Recuerdo la actualidad del caso Nevenka", la primera mujer en España en
denunciar y ganar un juicio por acoso sexual contra un político. O la excelente película sobre un caso real, El escándalo
(2019), basada en el testimonio de las mujeres de la cadena norteamericana
Fox News que sufrieron el acoso sexual del consultor ejecutivo Roger Ailes y
concluyeron con su destitución. Más cercanas e impactantes son las acusaciones por
decenas de mujeres contra el poderoso productor cinematográfico Harvey
Weinstein que supuso la globalización del movimiento feminista Me Too. En España aún resuenan los ecos de la asunción de responsabilidades
por el gran tenor Plácido Domingo por el acoso en los años ochenta a más de
veinte mujeres. En tono menor enumeramos más de los mismo: la condena
a dos años de prisión de un guardia civil veterano por acoso a una compañera
novata, el despido del jefe de barra de un hotel de Las Palmas por sus
expresiones sexistas, bromas de mal gusto y tocamientos indebidos, la
indemnización a una trabajadora por una carta firmada por el administrador de
su empresa en Asturias en la que le requería de forma grosera sus propósitos
libidinosos o el caso de un profesor universitario de León condenado por insinuarse
a una alumna en los siguientes términos: A veces no hay necesidad de
estudiar para aprobar, hay muchas maneras de aprobar.
Causas: la relegación a la mujer a papeles domésticos y
reproductivos desde el Neolítico con la aparición de la propiedad y el
patriarcado, las desigualdades históricas de género en la mayoría de las civilizaciones,
los falsos estereotipos culturales de dominio sobre la hembra, la anomia ética
individual y colectiva, la asimetría laboral no superada, el mito de la biología
hormonal masculina y el exceso de testosterona… Esto último, una de las
primeras causas, me recuerda un pasaje de la divertida novela de John Irving El
mundo según Garp:
- Por favor, trata de dejar las cosas así, Michael -rogó Helen con
ternura. Permanecieron así un instante, imaginando que el viejo Buick los
llevaba otra vez al apartamento de Michael. Pero este no era capaz de contentarse
con la imaginación. Apoyó una mano en la nuca de Helen y la agarró con firmeza;
con la otra mano se abrió la bragueta.
- ¡Michael! -protestó Helen violentamente.
- Siempre has dicho que deseabas hacerlo -le recordó.
- Lo nuestro ha concluido Michael.
- Todavía no, aún no ha concluido.
El sexo de Michael chocó con su frente y le rozó las pestañas.
Helen lo reconoció como el Michael de siempre…, el Michael del apartamento, el
Michael a quien en ciertas ocasiones le gustaba tratarla con cierta fuerza.
Ahora no le gustó. Pero si me resisto, estuvo segura, habrá una escena. Sólo
tuvo que imaginar a Garp como parte de la escena para convencerse de que debía
evitarlo a cualquier precio.
- No seas necio, no te transformes en un pene, Michael. No lo estropees.

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