domingo, 5 de junio de 2016

La obra de arte total


Una forma sencilla pero útil de clasificar las artes es dividirlas en visuales, auditivas, textuales y mixtas.
- Artes visuales. Son las denominadas artes plásticas e incluyen la pintura, la escultura y la arquitectura.
- Artes auditivas. Incluyen las artes asociadas al sonido que utilizan la música sinfónica, polifónica o de cámara.
- Artes textuales. Incluyen los distintos géneros literarios narrativos o poéticos.
- Artes mixtas. Combinan todos los medios anteriores. Son la ópera, la danza, el teatro y el cine, que incluye todos los medios posibles, sin duda el arte más popular de nuestro tiempo.
Volvamos a la idea romántica de “Obra de arte total”. El término alemán Gesamtkunstwerk fue acuñado por el compositor Richard Wagner para referirse a una producción mixta que integraba la música, el teatro, el libreto y las artes visuales. Influido por las ideas de Nietzsche, afirmó que la primera Gesamtkunstwerk fue la Tragedia Griega. Se han dado ejemplos anteriores y posteriores. El primero son las pirámides egipcias; posteriormente las catedrales medievales; luego el drama musical wagneriano y actualmente el cine.

Nos vamos a centrar en las pirámides, desde las edificaciones escalonadas de Saqqara hasta las clásicas de la Meseta de Guiza cerca de El Cairo. Como es sabido, las pirámides son grandes complejos funerarios cuya simplicidad geométrica (no digo arquitectónica) va unida a una inagotable constelación de significados y símbolos… hasta el punto de que todavía circulan teorías sobre los procedimientos técnicos utilizados. Las pirámides son una de las construcciones más bellas y misteriosas de la humanidad. Su diseño interior es muy sofisticado: las distintas cámaras (de descarga, real, subterránea) comunicadas mediante canales, los corredores de servicio, la galería grande y la de ventilación, la entrada verdadera y las falsas de los laberintos de protección... Es un mundo fascinante. Actualmente están casi vacías a causa de las sucesivas generaciones de ladrones, aunque el esplendor de las cámaras reales que se han librado del saqueo nos permite deducir las maravillas que contenían. Basta con pensar en la tumba del joven Tutankamón, un faraón de segunda fila enterrado en el Valle de los Reyes. Su tamaño reducido fue la razón de que la encontraran intacta en 1922. ¡Y qué tesoros había dentro! ¿Podemos imaginar los que contenía la gran pirámide de Keops?

Pinturas policromadas decoraban los muros de la cámara reales con temas alusivos a la vida del faraón: familiares, institucionales, bélicos o cinegéticos. En otra pared se mostraban escenas del tránsito de la vida mortal a la inmortal del faraón sacadas del Libro de los muertos. Enfrente, pinturas con todo tipo de motivos ornamentales: lotos, ofrendas florales o bien figuras de animales sagrados y profanos.
También las artes menores tenían su lugar. En tableros labrados se distribuían los objetos favoritos del difunto: joyas realizadas por los más finos orfebres, lujosas lámparas de aceite, vasijas con bebidas espirituosas y recipientes con ungüentos y perfumes. Nunca faltaba el juego de vasos canopes con las vísceras. De pie, la armadura ceremonial con las armas y en un rincón su carro de combate con un látigo de empuñadura áurea, ligeras lanzas arrojadizas y las máscaras imponentes de los caballos.

Sin olvidarnos de la escultura. El mismo sarcófago antropomorfo era una creación de primer orden. En lugares bien visibles se erguían bustos de mármol, basalto o bronce del faraón, esposa e hijos. También había estatuas sedentes o de cuerpo completo, de pie, idealizadas y solemnes. Eran esculturas robustas que debían soportar durante la eternidad el Ka o doble espiritual. Alrededor del sarcófago se colocaban efigies de los primeros dioses, Ra la deidad solar, el misterioso dios Amón y la diosa madre Isis. Asimismo, estatuillas de mármol de animales sagrados como el escarabajo, la cobra, el chacal o el cocodrilo. Por todas partes abundaban imágenes de los trabajos domésticos y las labores agrícolas o ganaderas. Otras, semejantes a momias, representaban a los que sirvieron lealmente al Rey y a su familia. Desde su última morada, el faraón se acordaba de sus siervos y esclavos.

También las artes textuales tenían su lugar en la cámara. Los documentos más antiguos fueron encontrados en la tumba del rey predinástico Horus Escorpión en 1997. Datan de hace 3.300 años. Desgraciadamente, muchos vestigios fabricados con materiales frágiles como el papiro se han perdido en la noche de los tiempos. Sólo se han conservado los jeroglíficos grabados en piedra o metal, incluso en madera, por ejemplo las inscripciones de los sarcófagos. Se sabe que se depositaban en lujosos estantes los escritos fúnebres como el Libro de los muertos junto con los himnos y poemas dedicados al rey dios. También se conservaba el epistolario junto con sus obras literarias preferidas. Cabe pensar en nuestros libros de lectura de la mesilla de noche.

Podemos, finalmente, reconstruir el papel que desempeñaba la danza y la música en el entramado cultural de la pirámide. En el exterior, cuando iba el faraón con la corte y los sacerdotes a supervisar las obras o bien durante la procesión fúnebre que lo conducía a su tumba... a lo largo de una avenida flanqueada por esfinges y obeliscos, grupos de percusionistas sacudían el aire con el ritmo trepidante de tambores, címbalos y sistros. Detrás, los músicos convertían la ceremonia en una fiesta en honor al monarca vivo o muerto tocando arpas, chirimías, guitarras y trompetas. Grupos de bailarinas cimbreaban sus cuerpos al son de vibrantes melodías. Cerraba el cortejo un coro femenino que cantaba los himnos laudatorios. En el interior de la pirámide, con el faraón de cuerpo presente, en presencia de la familia, los allegados y altos cargos del Estado, miembros de la casta sacerdotal entonaban una salmodia de despedida que clausuraba la ceremonia. Uno no puede menos que pensar en el Canto Gregoriano de los monjes.

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