miércoles, 21 de noviembre de 2012

Diccionario filosófico. Cultura


Las ciencias humanas definen la cultura como un conjunto de objetos, técnicas, conocimientos, objetivos y valores de una sociedad. Es cultura todo lo que se aprende y comparte socialmente. Dicho de otro modo: la cultura es un diseño de vida colectiva.

Hay distintas formas de comprender y evaluar los rasgos de una cultura. Las principales posiciones son el etnocentrismo, el relativismo, el xenocentrismo y el universalismo.  

La racionalidad (o irracionalidad) práctica, es decir, la concepción personal de la ética, la política, la religiosidad e incluso la estética, dependen, en gran medida, de nuestra relación con las diferentes posiciones sobre la cultura.

- Etnocentrismo. Parte del supuesto de la superioridad de la propia cultura sobre las demás. El etnocentrismo se define como la tendencia a considerar los patrones de origen como buenos y correctos y los ajenos como inadecuados, absurdos, inmorales e incluso perversos. Cuando los testigos de Jehová abordaron a mi padre en la calle para ofrecerle su Biblia, tras preguntarles de dónde eran les espetó sin avisar: "¿Una secta americana? ¡Si no creo en la religión verdadera cómo voy a creer en las falsas!" (los testigos y yo nos reímos con ganas). Un ejemplo de etnocentrismo doble pero inocuo. En sus versiones más radicales genera actitudes como el racismo, la xenofobia, el fanatismo patriótico, el nacionalismo excluyente y la aculturación. El racismo y la xenofobia se fundan realmente en la marginación de ciertas etnias y nacionalidades por motivos socioeconómicos. Somos racistas y xenófobos con los "moros" de Marruecos, pero con los árabes del emirato de Dubái, más ricos que nosotros, nuestra percepción cultural cambia radicalmente. El fanatismo patriótico es el penúltimo refugio de los bribones, el último la corrupción económica (muchas veces van unidos). El nacionalismo es una ideología trasnochada y peligrosa que crea las condiciones objetivas para el surgimiento del fascismo. La aculturación es la imposición del diseño de vida colectiva de una cultura dominante a otra hasta su desaparición parcial o total; en su versión más denigrante puede llevar al genocidio o exterminio de un grupo social por motivos de raza, religión o ciudadanía. El etnocentrismo es una posición que ha justificado con frecuencia los intereses colonizadores e imperialistas de las naciones.

- Relativismo cultural. Para el relativismo cultural todas la culturas tienen el mismo valor (no hay culturas superiores e inferiores). El relativismo tiene graves inconvenientes, como una tolerancia excesiva hacia ciertos rasgos culturales poco justificables o decididamente inadmisibles en términos éticos o políticos. Por ejemplo, la mutilación sexual de las mujeres, la persecución de los homosexuales o la supeditación del derecho civil al contenido dogmático de textos religiosos. Disfrazado de “interculturalidad”, su función latente es normalizar los mercados internacionales y abrir los cauces para nuevos negocios.

- Xenocentrismo. Se piensa que la cultura de origen es inferior a otra u otras. Por lo tanto, es preciso reajustar los rasgos propios a los ajenos. El principal peligro del xenocentrismo es la importación indiscriminada de rasgos extraños y triviales que acaban por desplazar a los valiosos y arraigados de la cultura original. Así, se adoptan de forma aberrante los relacionados con la alimentación, la música, los vestidos, las jergas, los gustos estéticos o la comunicación no verbal. El xenocentrismo es, en el fondo, una forma de aculturación.

- Universalismo. Más allá del relativismo, piensa que todas las culturas son iguales y respetables, pero no determinados rasgos. Por tanto, debe propiciarse el encuentro con las demás culturas en un plano de igualdad… sobre la base del respeto a los derechos universales del hombre. Es una posición razonable, salvo que tales derechos se han convertido desde hace tiempo en la ideología lubricante del capital industrial y financiero. Tras el golpe mundial del poder económico contra el Estado social se ha extendido sobre los derechos humanos un aroma rancio y sospechoso. El único que se respeta es la libertad de mercado en un mundo que funciona como una formidable entidad bancaria. La forma más negativa de universalismo es la globalización, es decir, la conversión del planeta en una aldea común bajo los principios del liberalismo económico y el pensamiento único. Aunque es evidente que los rasgos comunes de una cultura no son siempre compartidos. Numerosos grupos se muestran abiertamente desafiantes con la globalización. La crisis, el ascenso imparable de los especuladores, ha reducido para muchos ciudadanos la distancia entre la oposición política y la negación del sistema. La discrepancia se ha convertido en indignación. 

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