jueves, 6 de junio de 2024

Problemas del sistema educativo 2. El aprendizaje personalizado

 

Una enseñanza pública de calidad debe reunir tres requisitos: formativa, selectiva y diversificadora. Resumo. Formativa en cuanto debe instruir, transmitir contenidos objetivos, impartir conocimientos científicos. Selectiva en cuanto debe establecer unos criterios de evaluación rigurosos y homogéneos que permitan fijar con precisión el rango académico de los alumnos, sus posibilidades y necesidades, sus aptitudes y carencias. Diversificadora en cuanto deben ser los profesionales quienes con fundamento y seguimiento decidan el elenco de itinerarios educativos que convienen a cada alumno y excluya los que no le convienen ni a él ni al erario ni a la división social del trabajo. El espejo en que mirarse es el sistema educativo francés. En gran parte es un problema del PIB nacional. 

El aprendizaje personalizado es uno de los edumitos fabricados por los pedagogos, psicólogos y sociólogos del gremio a partir de la LOGSE. En realidad, su función es blanquear un sistema que cumple de forma deficiente o muy deficiente con los requisitos de una educación de calidad. Han construido un universo paralelo al de las pobladas aulas de la enseñanza secundaria. Se trata de una nueva metafísica en el sentido literal (y peor) del término: los documentos oficiales del Ministerio de Educación están redactados en esta jerga psico-socio-pedagógica. Los apartados de las programaciones, memorias, actas y otros fárragos burocráticos tienen que adaptarse a la gramática de este lenguaje privado. Afortunadamente los profesores de tiza y pizarra no se dejan abrumar por este nominalismo escolástico y hacen lo que pueden. Ejercen su legítima libertad de cátedra.

Es imposible un aprendizaje personalizado en una clase con más de cuarenta alumnos. Una comparación válida: un profesor golf que se precie nunca coge más de cuatro alumnos por hora. Las clases colectivas de golf con más de diez niños son una guardería mientras sus padres se toman el aperitivo en la cafetería del club.

En otro artículo, Comienzan las clases: apariencia y realidad, explicaba algunas categorías de los alumnos que se sientan en un aula de Bachillerato. Las enumero: la inmensa minoría de inteligentes que siempre se abren paso, los que quieren cursar estudios en la Universidad o en escuelas técnicas superiores, los que querían cursar módulos de formación profesional pero no han obtenido plaza, los que por problemas psicológicos o deficiencias intelectuales necesitan un aprendizaje dirigido por expertos en educación especial (han superado la ESO e ignoran la recomendación de plantarse), los que sin tener problemas psicológicos o deficiencias intelectuales proceden de familias desestructuradas con problemas graves de adaptación social (más de lo mismo), los que no quieren estudiar absolutamente nada pero sus padres les obligan a permanecer en un centro de secundaria…

Esta mezcla explosiva, este totum revolutum, implica, de forma activa o pasiva, voluntaria o involuntaria, que todos molestan a todos y la clase se convierte en un grupo conflictivo y disfuncional. Un no grupo. El profesor dedica la mitad del tiempo a mantener el orden público. Como está prohibido el fracaso escolar hay que bajar el listón, los niveles de esfuerzo se hunden, los malos ganan y la enseñanza pública se deteriora. Pregunten a los profesores universitarios lo que les llega a principios de Septiembre. Los pedagogos, psicólogos y sociólogos solucionan el nudo gordiano con su gramática: competencias básicas, objetivos mínimos, mínimos de mínimos, adaptaciones curriculares, atención a la diversidad, clases de apoyo… Misión imposible. El resultado en el universo empírico es que si no apruebas a granel se te echan encima los padres, los alumnos, el tutor, el jefe de estudios, el director, la inspección y la opinión pública en general.

Para mí la única educación personalizada es la se refiere a los maestros que han sido decisivos en mi vida: personas como Doña Pilar en la escuela primaria que me enseñó a aceptar que sólo podía jugar de portero suplente en el equipo de fútbol y estar exento de la clase de gimnasia por las secuelas que me dejó la polio. Don José Jesús de Bustos Tovar, catedrático de Lengua y Literatura en el Instituto de Enseñanza Media Alfonso VIII de Cuenca, a quien debo mi vocación por las letras y el placer de leer; Santiago González Noriega, sin Don por su cercanía, quien en sus clases en la Universidad Autónoma de Madrid nos mostró los falsos límites académicos entre los Presocráticos y Sófocles, La Suma Teológica y Los Cuentos de Canterbury, Descartes y Goethe, Hegel y Baudelaire…

P.D. El mito de la educación personalizada me recuerda al mito griego de Procrustes. Buenos y malos alumnos. Procrustes, un bandido, tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si, por el contrario, era bajo y de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo para que encajara. Tuvo un justo final a manos de Teseo, un héroe.

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