jueves, 16 de enero de 2025

Las rebajas

 

¡Quién no recuerda en la cabecera del telediario las imágenes del primer día de las rebajas de Enero en las puertas de una gran superficie comercial! Una muchedumbre abigarrada (cantada por Edith Piaf en La foule) sueña con el cuerno de la abundancia. Cuando se abren por fin a la hora en punto, una avalancha de las máquinas deseantes de Deleuze se lanza y se relanza a codazos y empujones en una loca farándula por ser los primeros en satisfacer la urgencia del servir para del útil, no de la cosa, la originaria, ateórica y pragmática relación del hombre con el mundo, según Heidegger.

En las rebajas se dan cita en aparente concordia los universos paralelos de la macroeconomía empresarial y la microeconomía familiar. En las plantas comienza la fiesta. ¡Cuidado en las apreturas por el mangazo de carteras y móviles! Albricias y broncas: tangana de amas de casa que se tiran de los pelos por la misma camisa, maridos boxeando, separados por la seguridad por un quítame allá esa corbata; astutas gentes que vienen a cambiar el regalo de Reyes a la baja y se indignan cuando el vendedor les dice, contrito de oficio, que está agotado pero que si lo desean puede darles un vale por el mismo precio. Otros se rasgan las vestiduras porque los productos de las mejores marcas son inmunes a los descuentos. Las franquicias de las primeras firmas del prêt-à-porter consideran las rebajas simplemente una broma de mal gusto.

Un jefe de ventas de una conocida cadena comercial, vecino de toda la vida, nos comentaba que la mitad de la módica ropa gancho se encarga a las fábricas de corte y confección en exclusiva para las rebajas. Abundan los talleres sumergidos que trabajan en negro semiesclavo. Algunas tiendas inflan los precios un mes antes y se nivelan en las rebajas sin ninguna intervención malintencionada. Es el rebote de las compras masivas durante las fiestas que conlleva un alza de los precios para volver después a su valor natural (pura economía clásica, Le monde va de lui même). Hay fraude mendaz cuando las etiquetas muestran un falso precio tachado y un descuento que no es tal, lo que supone un timo al cliente y una competencia desleal con los comercios que cumplen. Lo mismo que los sospechosos porcentajes que convierten un veinte en un setenta por ciento de caída libre. Las rebajas son también una forma de dar salida a los inventarios obsoletos (modas, tallas, defectos, devoluciones) que se han quedado varados en los sótanos. Los comercios nunca trabajan a pérdidas excepto en quiebra.

En realidad, las rebajas no se acaban nunca. Prefiero no hablar del Black Friday, una tradición norteamericana ajena a nuestras culturas nacionales; es como si la Feria de Sevilla se celebrara en Central Park. Hay tiendas que no quitan el cartel del escaparate en todo el año. Las grandes superficies las mantienen mediante oleadas de estrategias promocionales: el día de tal, la semana de cual, el mes del pardal… Lo que los expertos en mercadotecnia denominan estimular la presencia del producto, usar la omnicanalidad, generar la intención de compra, fidelizar al cliente y captar nuevos activos es en el fondo consumismo puro y duro. Siempre ha sido así. Lo que ha cambiado radicalmente son los procedimientos publicitarios con la revolución de las tecnológicas y la IA. Todas las aplicaciones de uso común, navegador, mensajería instantánea, redes sociales, alojamiento de videos, saben más de ti que tú mismo. Esa permanente cosecha de datos permite al algoritmo enviarte por los mismos canales unos catálogos a la carta que refuerzan (o sea, manipulan) tus gustos y fantasías. La IA es comparable a un sastre de alta costura que te toma las medidas exactas para hacerte un traje gratis. Pero si el producto es gratuito, sabida sentencia es que el producto eres tú.

P.D. Tres consejos pareados sobre precios rebajados.

Donde no hay publicidad resplandece la verdad (de la revista La Codorniz).

Si compras por internet, cerciórate de quién es.

¿Rebajas? En conclusión: el cliente nunca lleva la razón.

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