A mí me parece que una de las razones del éxito de los programas de mensajería y de las redes sociales es el efecto de dispersión en las cadenas de comentarios. En la recepción de un mensaje se producen ruidos o interferencias y su sentido inicial cambia, se confunde o se pierde. Decía Woody Allen que la única persona que puede comprender lo que dices es tu psicoanalista después de diez años de diván, suponiendo que te tome en serio. Imagínense en Telépolis: uno dice, el otro dice que dice, el tercero interpreta a su manera a los anteriores, el cuarto cuenta su vida, el quinto hace un resumen de todo y así sucesivamente… No se trata de la majadera “tormenta de ideas” de los psicólogos, sino de una reacción en cadena donde puede pasar cualquier cosa. Si alguien escribe, por ejemplo, “hace demasiado calor en la playa y al final me voy a quemar la espalda”, el quinto comunicante puede sostener algo como esto: “No soporto a los tíos que duermen con calcetines y una bolsa de agua caliente en el culo. Necesitan esa mierda para calentarse y aun así no funcionan”. Los "me gusta" se reparten generosamente. ¿Pero "me gusta" qué?
domingo, 31 de diciembre de 2017
Menudeos en la red
A mí me parece que una de las razones del éxito de los programas de mensajería y de las redes sociales es el efecto de dispersión en las cadenas de comentarios. En la recepción de un mensaje se producen ruidos o interferencias y su sentido inicial cambia, se confunde o se pierde. Decía Woody Allen que la única persona que puede comprender lo que dices es tu psicoanalista después de diez años de diván, suponiendo que te tome en serio. Imagínense en Telépolis: uno dice, el otro dice que dice, el tercero interpreta a su manera a los anteriores, el cuarto cuenta su vida, el quinto hace un resumen de todo y así sucesivamente… No se trata de la majadera “tormenta de ideas” de los psicólogos, sino de una reacción en cadena donde puede pasar cualquier cosa. Si alguien escribe, por ejemplo, “hace demasiado calor en la playa y al final me voy a quemar la espalda”, el quinto comunicante puede sostener algo como esto: “No soporto a los tíos que duermen con calcetines y una bolsa de agua caliente en el culo. Necesitan esa mierda para calentarse y aun así no funcionan”. Los "me gusta" se reparten generosamente. ¿Pero "me gusta" qué?
domingo, 17 de diciembre de 2017
Divagaciones sobre las pseudociencias
¿Por qué la gente cree en cosas raras, se preguntaba el historiador de la ciencia Michael Shermer? ¿Por qué la cuota de audiencia de programas de televisión, como Cuarto milenio de Iker Jiménez, llegan al millón de personas, o es abrumador el número de lectores de la sección del diario La Vanguardia titulada La Contra o interesan tanto programas de radio como La Rosa de los Vientos de Onda Cero o Espacio en blanco de RNE? En resumen, a qué se debe la atención masiva de un público que espera encontrar respuestas en ámbitos que nada tienen que ver con la ciencia ni con los conocimientos objetivos. ¿Cuáles son las sinrazones de este desparrame de fake theories? Ahí va la primera: que nos encanta lo insólito (eso sí, a distancia) y las teorías conspiranoides (son más divertidas, dan más juego para charlar y arreglar el mundo). Nos aburre mortalmente la ciencia de la buena. ¡La imaginación al poder! Estamos cansados de tediosas evidencias que, además, si son científicas no estamos formados para entenderlas aunque nos obligaron a estudiarlas en el cole seguidas de suspensos y profesores particulares en verano; lo desagradable se olvida. Hemos visto demasiadas imágenes de la Tierra desde el espacio exterior. Todo el mundo sabe que nuestros ancestros eran simios africanos… pues bien, pues bueno, pues vale; eso sí, en cuanto oímos hablar de agujeros negros, hiperespacio, universos paralelos o agujeros de gusano, aguzamos el oído. Si usted está en la consulta del dentista, ¿qué revista coge de la mesa, una de divulgación científica sobre genética molecular o una que anuncia en su portada “las pruebas contrastadas” de cuatro avistamientos de naves extraterrestres en el desierto de Sonora? Una de nuestras series cinematográficas favoritas es Star Wars: ¿Sabe cuántos términos no científicos o inconsistentes aparecen a lo largo de la saga? Busca en Google: Errores científicos en Star Wars.
lunes, 27 de noviembre de 2017
La vida monacal
El ORA benedictino tiene que ver con la creencia en el poder y la eficacia de la oración tal y como el propio Jesucristo manifestó en reiteradas ocasiones en el Evangelio. La oración cumple una triple función: ascética en cuanto contribuye a perfeccionar la vida espiritual del monje, de apostolado para aumentar la presencia y persistencia de la fe entre los hombres y de intercesión ante Dios para pedir ayuda por las necesidades más acuciantes de la humanidad. La clausura monacal impide, por supuesto, desarrollar labores propiamente sociales: atención a los pobres, cuidado de los enfermos o dedicación a la enseñanza.
Nosotros asistimos a vísperas. Coincidió con la festividad de la Almudena en Madrid por lo que La Iglesia de la Abadía estaba llena. Mi primera decepción es que la comunidad era sólo de 27 hermanos. La segunda que sólo cantaban 10, los de la bancada de la izquierda. La tercera es que no cantaban tan bien como esperaba. Nada que ver con las espectaculares grabaciones que puedes comprar en la tienda del monasterio. Lo que me fascinó fue la pompa y circunstancia del ritual, el silencio reverencial de los asistentes, el olor a incienso, los siglos de historia que sobrevuelan los muros... Lo sagrado.
martes, 26 de septiembre de 2017
Vacaciones. Segunda parte
programas de televisión como Viajar, Ciudades del mundo, Españoles en el extranjero, revistas especializadas y, por supuesto, la presión social y las tendencias: Las Maldivas, Tailandia, La Gran Muralla China, El Cañón del Colorado… La unidad mínima vacacional es el fin de semana. Un mes da para cuatro de alcance medio. O el viaje relámpago; real como la vida misma: cuatro estudiantes Erasmus de la INSA de Lyon pierden el vuelo de Ryan Air de las cuatro de la tarde a Varsovia por el infame overbooking; finalmente consiguen pasajes para el de las ocho; dos horas en el aire. Llegan de noche y un autobús los lleva a su apartamento situado en un barrio de la periferia. La habitación única con cuatro catres tiene claraboya, no ventanas. Cenan en una pizzería del barrio. Un taxi los lleva a una discoteca de moda donde permanecen hasta las seis de la madrugada. Bastante pasados, vuelven al cubículo y duermen hasta las tres de la tarde, desayunan en el bar de la esquina, hacen el equipaje porque el avión de vuelta sale a las siete. Otro paseo en autobús por ignorados paraderos hasta el aeropuerto y a las diez en Lyon estés. ¿Os ha gustado Varsovia? Les preguntaron sus amigas al día siguiente…
jueves, 14 de septiembre de 2017
Vacaciones. Primera parte
domingo, 23 de julio de 2017
Sexo bajo demanda
La historia de la sexualidad bajo demanda (la prostitución es una modalidad) ha evolucionado, como casi todo, desde las primeras civilizaciones (seguro que en el Paleolítico también había pero no tenemos vestigios) hasta el siglo de la tecnociencia cuyos límites en genética y electrónica ni siquiera vislumbramos. Por ejemplo, en el tercer milenio a.C. las hembras de Babilonia tenían la obligación de ir al menos una vez en su vida al templo de Militta, la diosa del amor, a entregarse a un extranjero a cambio de un precio simbólico como homenaje al valor supremo de la hospitalidad. Algo similar (aunque más interesado) ocurre en ciertos pueblos esquimales que tienen la costumbre de ofrecer los favores de las esposas de las mandamases del poblado a los visitantes más significados como una forma de establecer fuertes vínculos exogámicos que faciliten el intercambio de bienes y servicios. Muchos comerciantes canadienses tienen que pasar por el trance si quieren colocar a los inuit sus hachas, botas y trineos. ¿Qué tal se ven en un iglú desvistiendo con ternura a la jefa del clan para quitarle las cuatro capas de piel de oso y grasa de foca que la cubren en invierno? ¡El negocio es el negocio, qué carajo! O los casamenteros japoneses de antaño que negociaban falsas esposas para extranjeros de paso. Cuando volvían a su país o se cansaban de ellas las abandonaban. El repudio equivalía legalmente al divorcio. El ejemplo más conmovedor en el arte de esta práctica feudal es Madame Butterfly, la desgarradora ópera de Puccini que se representa en estos momentos en el Teatro Real: el matrimonio fugaz de un capitán de fragata norteamericano con una hermosa joven japonesa que, engañada, cree en el matrimonio y lleva en su alma el amor puro de una esposa. Como todas las óperas acaba en tragedia y puñalada.
La prostitución, sea masculina o femenina, es un universal cultural con infinitas variantes. Obviamente no vamos a entrar en un tema que ocuparía tres tomos. Sólo la prostitución premium merecería capítulo aparte: las bellas esclavas egipcias, griegas o romanas. Los harenes de las mil y una noches árabes. Los efebos de gama alta. Las prostitutas rituales de los aztecas reservadas a los príncipes guerreros. Las modernas cortesanas. Las actuales chicas de compañía de alto standing.
Por otra parte, el comercio sexual no siempre es asunto exclusivo de los profesionales del ramo: madamas, proxenetas, rameras, anuncios de contacto, chaperos, mafias, turismo sexual… En la antigua Roma, muchas amas de casa (eran famosas las pompeyanas) se prostituían en los numerosos burdeles de la ciudad para completar sus ingresos. ¡Podían cruzarse con su pícaro marido en un pasillo del prostíbulo y saludarse cordialmente! Algo parecido he visto en los hoteles caros de África Central. A la hora de la copa nocturna, la cafetería se puebla de minifalderas de toda suerte y condición: madres, hijas y sobrinas que con el beneplácito familiar se sacan un buen pico para aliviar las escuálidas despensas. O la mujer casada occidental de la clase alta que no se lo hace por dinero sino por inclinación perversa, aburrimiento profundo o por venganza psicoanalítica contra su marido. Buñuel lo llevó al cine en su película “Belle de jour”. Eso por no hablar de las mantenidas y, si me apuran, de las amas de llaves de los párrocos.
Otra variante del amor bajo demanda son las muñecas hinchables que se pueden adquirir en tiendas tan reputadas como Amazon. Echen una hojeada al catálogo y flipen en colores. ¿Quién no recuerda la película de Berlanga “Tamaño natural”? El erotómano que fue Don Luis se despacha a gusto. Recuerdo una noticia salida en la prensa hace tiempo sobre el uso de estas muñecas despampanantes. La guardia civil de tráfico echó el alto en el Bus-Vao (carril rápido en la autopista Madrid-La Coruña por el que sólo pueden viajar coches con dos o más pasajeros) a un conductor acompañado… ¡de una muñeca hinchable! Imaginen el estupor de los dos agentes bigotudos ante la pareja postiza. Pienso que cualquier acuerdo sexual entre dos personas adultas, conscientes y libres que no perjudique a terceros es admisible; cuanto más esto: el onanismo considerado como una de las bellas artes. La única desventaja que se me ocurre, como a Michel Picoli en “Tamaño natural”, es someter tu salud mental a una dura prueba: pero también lo es la represión pura y dura. ¿Quién sabe qué? No seré yo quien se escandalice de las poupées gonflables.
Hace unos días leí en la sección científica de El País un artículo titulado “Así será nuestro futuro sexual con los robots”, es decir pasamos al sexo bajo demanda entre humanos y máquinas. El cine de ciencia ficción ya había tanteado el tema mediante engendros varios como autómatas conscientes construidos con circuitos mágicos (Alien), androides de protocolo (Star Wars), replicantes casi imposible de distinguir de los humanos (gran cinta Blade runner) fabricados con materiales que imitan a la perfección nuestros órganos y tejidos. Si les interesa el tema no se pierdan la excelente película Ex maquina (2015), la historia de Ava una mujer-robot cuya inteligencia artificial es capaz de enamorar al humano hasta las cachas y generar en el proceso de interacción sentimientos y decisiones propias. Imaginen lo que se podría simular mecánicamente en relación con todas las variantes del sexo: manual, oral, anal o vaginal. Un nuevo mercado se abre. De hecho ya está abierto, pero queda lo mejor. Dicen los expertos en robótica que en los próximos cinco años se alcanzará la excelencia y estarán disponibles los nuevos modelos: a precios asequibles los más sencillos y a precios prohibitivos los más sofisticados. Como cualquier aparato doméstico. Y añade: Es posible que todo este mercado quede reducido a un nicho dedicado a una minoría fetichista, pero también existe la posibilidad de que el sexo con robots cambie nuestra forma de relacionarnos y se convierta en la norma. Hay demasiada incertidumbre y lo que necesitamos es mucha más ciencia sobre el tema. Entretanto los moralistas ya han empezado a largar amarras: uso terapéutico en pedófilos, ayuda a violadores, tratamientos psiquiátricos de ciertas patologías, etc. Veremos.
Lo que el futuro del sexo bajo demanda nos depara, y eso decididamente no lo veremos, serán las empresas de vacaciones virtuales capaces de programar bioquímica o electrónicamente (o como sea) nuestro cerebro para tener vivencias “metaoníricas” (el término es aproximado porque el nuevo no existe) tan reales o más que la vida misma, como ocurre en la película Desafío total (1990) de Paul Verhoeven. Los científicos lograrán exprimir tu sesera al cien por cien de sus capacidades. Antes de empezar el viaje a través de tus neuronas, el experto del hotel-laboratorio te ofrecerá un montón de posibles entornos (en el trepidante film de Verhoeven, Arnold Schwarzenegger elige una ciudad artificial construida en Marte) y te preguntará qué tipos de mujer u hombre prefieres para tus gozosas experiencias sexuales. Y si no lo sabes o no lo tienes claro te ayudarán a descubrirlos. Después una aséptica enfermera te acompañará a la sala de control donde tras sedarte te implantarán en el cerebro un chip holográfico o algo parecido. No estaría mal pasar un mes en la Venecia de Casanova. En un solo día, tumbado en una cama llena de cables, tubos y monitores, pasarás unas vacaciones inolvidables.
viernes, 14 de julio de 2017
14 Juillet, Vive la France !
LA PREMIÈRE FOIS…
La première fois que j’ai voyagé à « l’étranger » (un
concept qui n’existe plus aujourd’hui) fut quand j'ai fini le bac. J’avais 18
ans. Nous étions quatre amis du même cours qui décidèrent soudainement, comme
les pèlerins du Grand Tour, de « connaître l’Italie ». Antoine, Manuel, Óscar
et moi. À cette époque-là, les jeunes filles étaient des êtres vivants d’une
autre planète.
Le père de Manuel prêta à son fils sa voiture, une
Seat 1430, et un dimanche ensoleillé de juin, nous partîmes de Madrid. La
mémoire à long terme s’arrête à la cabine du ferry-boat qui nous amena de
Barcelone à Gênes en traversant le golfe du Lion. Je me souviens du sandwich au
jambon que nous y mangeâmes. Après, l’autoroute du Soleil, le petit port de
Rapallo, la pelouse brillante de l’ensemble historique de Pise, la grande place
de Sienne, les pizzas de Guido, les ruelles de Venise, le camping Michelangelo
à deux pas de Florence et, surtout, la merveilleuse église byzantine de Saint
Vital de Ravenne au bord de l’Adriatique.
À Ravenne, Óscar et moi partagions une tente de
camping. C’était le temps de faire des confidences à minuit. Mon camarade,
enveloppé dans son sac de couchage et à moitié ivre à cause du vin, me dit à
mi-voix que « finalement » il était prêt à me raconter un secret très intime
que je ne pouvais même pas imaginer… Il s’agissait d’un mystère qu’il m’avait
déjà annoncé pour la énième fois et qui, sincèrement, ne m’intéressait pas du
tout. Mais bon… je gardai le silence, réprimai un soupir et m’armai de patience
car j’étais sûr que pour rien au monde il ne se serait tu.
Mon Dieu ! Il avait tout à fait raison, je ne pouvais
pas imaginer ça, le cochon, le salaud, était éperdument amoureux de la même
fille adorable que moi ! Et, ce qui était encore pire, la méchante lui prêtait
attention ! Après, je sus que ce n’était pas vrai. Je ne pus m’endormir avant
de comprendre l’impossibilité métaphysique de ce que mon ami m’avait avoué. En
tout cas, je décidai de le mettre à la fin du voyage dans la liste des ennemis
dangereux. Quelques années plus tard, j’appris par sa meilleure amie qu’elle
s’était mariée avec un pilote d’Iberia.