Para la psicología profunda de Jung, uno de los maestros del psicoanálisis, un arquetipo es una figura simbólica pero activa de la mente. Son modelos universales de conducta grabados en el inconsciente colectivo de la humanidad. Deben ser entendidos como imágenes arcaicas que se presentan en todas las culturas; se trata de patrones ancestrales que en función del contexto histórico adquieren contenidos propios. Tampoco hay que confundir los arquetipos con ese variado catálogo de estereotipos gastados que nacionales e internacionales se aplican mutuamente y que son más bien el resultado del ingenio popular, la envidia o la antipatía secular. En todo caso, esos tópicos sociales pueden proceder de manera más o menos inconsciente de ciertos arquetipos primordiales. Ocurre con el refranero o los cuentos infantiles. A lo largo de su obra, Jung estableció una ingente cantidad de figuras, eventos o motivos arquetípicos (que se pueden consultar en cualquier libro, revista o artículo especializado, incluida Wikipedia).
Aquí
nos interesa uno de los arquetipos más arraigados en nuestra idiosincrasia nacional:
Las dos Españas.
En los
países cuya forma de gobierno es la democracia representativa es posible
determinar dos ideologías contrapuestas (republicanos
y demócratas, conservadores y laboristas, liberales y socialistas,
democratacristianos y socialdemócratas, etc.). Derecha e izquierda, un
arquetipo. Tiene incluso connotaciones anatómicas positivas o negativas.
Durante mucho tiempo se estigmatizó a los zurdos; una práctica muy extendida
era obligarlos mediante la inmovilización a utilizar la mano derecha. Según
cuentan las crónicas, durante la Edad Media La Inquisición consideraba la zurdera
obra del maligno, por lo que fue causa de persecución, encarcelamiento e
incluso de condenas a la hoguera. Jesucristo en la Biblia está
sentado a la diestra del Padre… Genios como Albert Einstein, Leonardo
Da Vinci,
Beethoven o Miguel Ángel o deportistas como Lionel Messi, Rafa Nadal o Iker
Casillas lo hubieran pasado mal en aquellos tiempos tenebrosos.
El
arquetipo superior en la escala es Los hermanos hostiles, eminente tema
bíblico (Caín y Abel, Esaú y Jacob), literario (Antígona, Los
hermanos Karamázov) o cinematográfico (Rocco y sus hermanos, Ran). Más
arriba en la jerarquía está El héroe (Moisés en la Biblia; cualquiera
que haya leído Línea de fuego, la última novela de Pérez Reverte o haya
visto la serie Juego de tronos entenderá lo que quiero decir). En el
escalón superior está el arquetipo de La madre, que se refiere
simbólicamente a la tierra natal, al lugar de nacimiento y procreación, al
país, a la patria, al suelo nutricio. La guerra civil: una lucha fratricida
heroica por defender a la gran madre.
El arquetipo de las dos Españas todavía
sobrevuela la vida nacional. Posiblemente comenzó a fraguarse antes, pero se
consolidó tras la Guerra Civil. La memoria colectiva de la posguerra ha sido crucial
en su arraigo definitivo. La afirmación de que hay algo peculiar, anómalo, extraño
en la democracia española es cierta. La Constitución del 78 es de las más
avanzadas de Europa. Configura un Estado de las Autonomías con unas
competencias más que suficientes; las denominadas nacionalidades históricas
tienen un margen de autogobierno prácticamente equiparable a un Estado federal.
Sin embargo, la ruptura social, la brecha ideacional en la sociedad civil,
incluidos los nacionalismos, no se ha superado. La transición de la dictadura a
la democracia, que contó con el concurso de una clase política eficiente,
consiguió encubrir viejos rencores, aplazar afrentas, allanar la senda del
olvido… pero el arquetipo sigue presente en el acervo colectivo. El arquetipo
puede ser reprimido, empujado hacia el inconsciente, pero una y otra vez
retorna bajo distintos rostros y disfraces. El franquismo sociológico (un
arquetipo dentro de otro) no ha desaparecido. La teoría orteguiana de las
generaciones no funciona porque las ideas fundacionales de los vencedores,
aunque convenientemente adaptadas a la nueva forma de gobierno, se han
trasmitido con una fuerza imprevisible. Un superego insalvable. La familia
latina es un poderoso agente socializador. Por su parte, los vencidos, con las
mismas condiciones de transmisión de valores, no han renunciado a esclarecer
los trágicos acontecimientos que ocurrieron al finalizar la guerra y a reclamar
una visión histórica convincente, además de enterrar a sus muertos. El traslado
de los restos de Franco del Valle de los Caídos es un ejemplo cabal de la
vigencia del arquetipo. El arquetipo de El padre resucita y reclama sus
derechos adquiridos…
En
cualquier país europeo ante la crisis de emergencia que sufrimos, izquierda y
derecha habrían concertado un gobierno de concentración nacional de color tecnocrático.
Por decirlo así, una prolongación de las soluciones científicas a la
pandemia y a la política, si es que eso es posible. Pero no: aquí los debates
parlamentarios son una triste puesta en escena de las dos Españas. Narcisismo,
crispación y ventilador. El arquetipo dirige las sesiones y oculta la realidad.
Síntomas de una neurosis colectiva. Quizás, si algún día llega la normalidad,
será preferible que sigan abordando los problemas por videoconferencia.
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