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miércoles, 16 de enero de 2019

Hercule Poirot


Para mí hay tres grandes detectives en el mundo de la literatura: Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, el Padre Brown de Gilbert Keith Chesterton y Hercule Poirot de Agatha Christie. No soy muy original, lo reconozco. A los dos primeros les he dedicado un artículo en este blog. Vamos con el tercero en  sabrosa compañía de sus ilustres colegas.
Es evidente que a Agatha Christie le interesó mucho marcar las diferencias entre su personaje más célebre, el detective belga afincado en Inglaterra (se exilia en Inglaterra tras la ocupación alemana de Bélgica durante la Primera Guerra Mundial), y el más grande de los sabuesos literarios. Todo son contrastes: Poirot es un hombre de mundo, bajo, rollizo, cabeza ovoide, pendiente de su forma impecable de vestir así como de su engominado mostacho, el más cuidado de su época según las crónicas. Lo más atractivo de su figura son sus ojos verdes de gato que brillan cuando vislumbra un hallazgo crucial. Al revés que Holmes, que utiliza una indumentaria convencional, abrigo y gorra incluidos (excepto cuando se disfraza) y está siempre apremiado por encontrar un caso a la medida de su talento (y si no chute de cocaína y violín lamentoso), Poirot ya no desea ejercer como detective porque a la altura en que nos lo presenta la escritora en sus aventuras más famosas tiene una abultada cuenta corriente debido a sus anteriores éxitos, la mayoría legendarios y muy bien pagados. Se sabe que entre las dos guerras mundiales, recorrió Europa y Oriente Medio, resolviendo problemas en los que estuvieron involucrados personajes de la alta sociedad e, incluso, de la realeza. Ahora (alrededor de 1935) sólo desea disfrutar de una vida viajera, gastronómica y de lujo. A Poirot los casos le caen encima en circunstancias imprevistas e inexcusables: por supuesto un misterioso asesinato cometido delante de sus engalanadas narices, que, le obligan, a pesar de sus sinceras protestas, a tomar cartas en el asunto. Al final, le puede el instinto del viejo cazador fascinado por las brumas del misterio y lo insólito del caso. Se trata, por tanto, de un detective retirado que, como el Padre Brown, se tropieza indefectiblemente con laberintos criminales de una gran complejidad intelectual que, como a Holmes, le permitan poner en funcionamiento la formidable maquinaria de sus células grises. El más simple en su vestimenta es el padre Brown, antítesis de Poirot, cubierto con su grasienta sotana, su papista sombrero de teja y un enorme paraguas. A su vez, Holmes es el más excéntrico, seguido de Poirot y el inefable Padre Brown (del que ignoramos los detalles de su vida privada).
Otra diferencia es el lugar donde viven. La casa del primero refleja su carácter ordenado, metódico, simétrico: un cuadro torcido, una mantelería mal puesta pueden privarle del sueño. Las habitación que Holmes comparte con Watson en la calle Baker es caótica, desordenada y usada para fines experimentales de todo tipo (química, balística, anatomía comparada, resistencia de materiales…). Nada conocemos, aunque nos lo imaginamos, de las celdas monacales de las parroquias dónde ejerció el Padre Brown: una cama sencilla a juego con una mesa y una silla, un montón de libros apilados en el suelo, en la cabecera un crucifijo de madera.   
Otra distancia notable es que mientras Holmes soluciona sus casos en Londres o en sus alrededores (como mucho toma un tílburi o un tren de cercanías en la Estación Victoria), Poirot es un detective cosmopolita, amante de los mullidos camarotes de primera clase o de las confortables cabinas de la Compañía Internacional de Coches Cama: muchos de sus crímenes más famosos ocurren incluso fuera de Europa, como recuerdan los amantes del género. Es cierto que Holmes también cuenta entre sus clientes con algunas de las testas coronadas más célebres del viejo continente, pero finalmente todas acaban llamando a la campanilla de la calle Baker. También el Padre Brown se relaciona en ocasiones con los embrollos de las capas más altas de la sociedad para hacerles comprender, cuando cae el telón, la necesidad del único camino y la vaciedad de la vanitas
Pero quizás la gran distancia entre los tres detectives está en sus métodos. Holmes es logicista, Poirot psicologista y Brown espiritualista. Holmes utiliza el método inductivo, no aventura hipótesis, lo que le interesa es la colección de datos, el filtrado de los hechos relevantes de los irrelevantes y su afán por construir una teoría que abarque todos los datos empíricos significativos. Los sospechosos encajan o no en los hechos lógicamente ordenados hasta que por destilación se descubre la secuencia completa del crimen y el culpable acaba entre rejas. Los actores del drama están, en cierto modo, “cosificados”.
Poirot se interesa, por supuesto, por los hechos pero sobre todo por la personalidad de cada uno de los personajes. Para avanzar con paso firme en la urdimbre del enigma les hace a cada uno las preguntas que, acordes con su forma de ser, resultarán productivas. En realidad, para Poirot no hay propiamente hechos objetivos sino perspectivas subjetivas desde las que los hechos afloran, salen a la luz y cobran sentido después de que cada actor enfoque o desenfoque su relato. La forma de interrogar es básica. Una pregunta aparentemente neutra dirigida incorrectamente puede diluir la semilla de un hecho como si la hubiéramos teletransportado, alejarnos de la verdad y hacernos perder un tiempo inestimable (¡El asesino no duerme!). Poirot exprime a los testigos con preguntas sorprendentes, incluso extravagantes, cuya intención pasa inadvertida incluso para los expertos policías. Esta es su manera de desvelar lo oculto aunque esencial. De ahí que la paradoja que nos engancha surja de la forma en que los distintos personajes explican lo que vieron o escucharon (o creyeron ver o escuchar). También se interesa por la interpretación que alguien hace de la interpretación de otro o de varios. De ahí la teatralidad, el estilo indirecto, retórico, grandilocuente de sus interrogatorios frente al carácter conciso, preciso y nada ampuloso de los de Holmes. Como el Padre Brown, el fundamento de sus éxitos (antes de exiliarse, Poirot fue uno de los miembros más famosos de la policía belga) es el análisis de la condición humana en sus múltiples facetas. Eso le permite convertir los detalles más nimios en pistas relevantes e inversamente, rechazar los hechos inmediatos, evidentes, como sendas perdidas. Lo que tiene vital importancia surge del mundo de la vida no de las huellas dactilares. Lo que cuenta no el puñal que se utilizó sino por qué ese y no otro y quién lo escogió.
El padre Brown va acaso más lejos al transformar lo sobrenatural en natural, lo milagroso en racional, lo trascendente en humano, demasiado humano. Todavía más que su admirado Tomás de Aquino, separa radicalmente razón y fe. Su método se basa en la empatía con la mente criminal. Por sus dotes introspectivas y su profunda comprensión espiritual de la naturaleza humana es capaz de ponerse en el lugar de la intención más perversa, penetrar en los motivos más impúdicos y en los planes más antinaturales… Su capacidad de adivinar los oscuros meandros del libre albedrío para apartarse de la ley moral (el demonio existe) le permite intuir primero, deducir después y por último simplificar lo acontecido. El tema central de los enigmas del curita católico es la magnitud del Mal en el mundo por lo que la resolución del caso es en primer lugar una invitación a la reflexión ética. El Padre Brown es más un filósofo que un psicólogo y más un psicólogo que un científico.
Poirot es el más vanidoso de los tres (se llega a considerar el detective más grande del mundo). Después Holmes, que se ruboriza como una jovencita cuando le alaban (y en el fondo piensa lo mismo) y por último, a años luz, el Padre Brown, humilde, sencillo y nada narcisista. El egocentrismo de Poirot se muestra en lo que podemos llamar la puesta en escena final del crimen. Una representación en la que todos, sospechosos, inocentes, culpable y lector asisten pasmados a la explicación de lo inexplicable. En realidad, los tres grandes, cada uno a su manera, deben rendir cuentas al lector.
Si quieren conocer más y mejores detalles les remito a esta estupenda entrada del blog Mis detectives favoritos creado por Santiago Rafael Roncagliolo.

domingo, 18 de octubre de 2015

Henri Rousseau, un negocio rentable


La semana que viene estaré jubilado. He trabajado durante cuarenta años como funcionario de aduanas en la Oficina de Recaudación de Arbitrios de París y estoy harto de pudrirme encadenado a un escritorio cubierto a reventar de carpetas polvorientas y legajos grasientos. Desde hace meses medito la manera de invertir mis ahorros amasados durante décadas de austeridad y rutinas baratas.
Me encanta la naturaleza, tengo unas ganas locas de vivir en el campo, lejos de una ciudad que la gente considera el centro del universo. En el fondo de mi alma soy un un agricultor y un ganadero lo mismo que mis ancestros del neolítico que poblaban los fértiles valles del Loira. He manejado tres opciones: comprar una casa rural en la Francia profunda para cultivar marihuana y venderla a los laboratorios médicos, obtener una licencia profesional para criar perros de raza épagneul-breton en una aldea perdida o crear una granja de vacas lecheras no muy lejos de una ciudad (el transporte es oro). Finalmente me he decido por la tercera. Tras largas y sesudas consultas parece el negocio más rentable.

- ¡La vache (aulló mi mujer tras conocer mis bucólicos planes); no acabo de comprender si es un pretexto para dejarme o eres idiota perdido! No pienso calentarme la cabeza averiguándolo. En todo caso, deberás decidir antes de una semana: las vacas o yo.

-No te cambiaría, querida, por media docena de vacas. En cuanto a mi capacidad mental, de la que sólo dudas cuando pierdes los nervios, no hay mejor prueba que la audacia de este proyecto. Confía en mí, jamás te he fallado.   

- ¡Estás completamente loco, clamó mi querida levantando las palmas al cielo (llevo años engañando a mi mujer que prefiere no hablar del tema)! Por quien me has tomado, capullo, yo no soy la vaquita que ríe tus gilipolleces. Con una vaca lechera en la cama, tu legítima, ya tienes bastante. Yo me largo. Se me ocurren varios chistes relativos a los cuernos. Por cierto, qué piensa ella de esta sandez.

- Es comprensiva, tolerante, me quiere de verdad y ha comprendido mis planes, me esperará en París, lealmente, fielmente, hasta que algún día vuelva para siempre.

- No me creo una palabra. Me dan ganas de llamarla para que  te tragues tus mentiras, aunque no hace falta, me imagino lo que ha dicho.

- ¡Haz lo que te dé la gana! Me dijo mi hija por Skype desde Dijon. Con tus majaderías estás convirtiendo mi herencia en bosta de vaca, ¿por qué no te dedicas a jugar a la petanca en el parque del barrio como todo el mundo? Vas a acabar en el asilo antes de lo previsto.

- Contesto a tus objeciones: pienso doblar tu herencia en menos de un año; jugar a la petanca jubilado es poner un pie en la tumba, además, como afición prefiero dedicarme a la pintura; la vida de madrugón y ordeño prolonga tu estancia en el mundo. Espero que vengas a verme con tu marido y mis nietos.

Alertada por mi hija, mi madre, biznieta de un oficial del emperador, no tardó en darme su opinión.

- Mira Henri, tu padre era un modesto hojalatero que no pudo darte una carrera pero si levantara la cabeza y supiera de tu amor por las vacas te colgaría un cencerro al cuello y te pasearía por el pueblo atado a una maroma. ¡Deja de delirar ahora mismo, es una orden!

- Siempre he considerado, madre, que te guías por la discreción pero probablemente ofuscada por los juicios precipitados de mi hija esta vez no es así. Yerras en lo de mi amor por las vacas pues nada personal hay en ello y es tan solo un negocio. También te equivocas en lo que haría tu marido si saliera de la tumba como Lázaro. Pasearíamos los dos por Laval, cierto, pero otros que se tienen por cuerdos llevarían la maroma y el cencerro. Tu hijo, que te quiere, no puede, con pesar, obedecerte. Atentamente...

Por fin ha llegado el momento de tomar la decisión. El problema es que he recibido una rígida educación puritana, no soy el clásico católico, honesto a veces, creyente a tiempo parcial. Corre por mis venas la sangre de los hugonotes masacrados en la noche de San Bartolomé. Me considero entre los elegidos, soy intachable incluso cuando sueño. ¿Mi mujer, mi amante, mi hija, mi madre? Sigo los dictados del fundador de las iglesias reformadas, Martin Lutero: Peca fuertemente, pero cree todavía con más fuerzaA pesar de mi pesimismo sobre la condición humana, si tengo que escoger entre los animales y las personas prefiero en general las personas; sin embargo, movido por mi  profundo calvinismo, llevado por el afán del éxito mundano como signo seguro de salvación, si hay que elegir entre las personas y el dinero, por ejemplo, una inversión rentable en vacas lecheras, prefiero el dinero. Es la divina predestinación, lo dicen los evangelios. Por tanto, he dado un telefonazo al director de Gestel, una empresa de alquiler de vacas cerca de Lyon. Adelante. El próximo lunes me iré. A partir de ahora comienza el primer día de mi nueva existencia.

martes, 1 de septiembre de 2015

Jacques Carelman, la cuna bañera


A causa de la crisis se han puesto de moda los “objetos multifunción”. El polifacetismo es tendencia. La familia mira el dinero que invierte en el hogar. El espacio de las casas es cada vez más reducido. Las habitaciones de nueva construcción son más pequeñas por lo que resulta imprescindible calcular las posibilidades exactas de acoger a las personas y a las cosas. Si usted tiene niños pequeños o tiene que hacer un regalo realmente útil le ofrecemos una excelente solución a los problemas de espacio y de dinero: la Cuna-Bañera, una revolucionaria innovación en el mundo del diseño.
La CB es, por supuesto, convertible. En el jardín de la casa se transforma en una estupenda camita que permite al niño disfrutar de una confortable siesta al aire libre sin los inconvenientes de la silla tradicional. Si preferís que vuestro hijo se bañe tranquilamente mientras arregláis la manguera, cortáis el césped o regáis las flores, lo que necesitáis es una CB
La enumeración de sus ventajas es interminable. Si os vais unos días a la playa, el niño dispondrá de una pequeña piscina privada que podéis llenar de agua salada o dulce con solo poneros cerca del mar o de la ducha. Al ser totalmente desmontable la bañera puede convertirse en una barquita de remo para jugar en la orilla. Si practicáis los deportes de invierno, puede utilizarse como un cómodo trineo para descender suavemente por la nieve ya que su material pulimentado es capaz de deslizarse por pendientes de bajo desnivel.
Si viajáis en coche cama, la CB es el complemento ideal para un lugar estrecho además de una hucha al no tener que pagar más literas. Cuando el niño crezca, la bañera os servirá de recipiente original para guardar cualquier cosa, balones, cremas de belleza, películas grabadas... También puede servir de macetero para alegrar con plantas de interior la terraza de servicio. Para los aficionados al golf es una excelente herramienta de entrenamiento dentro y fuera del hogar: desde la alfombra del salón o el césped del jardín podéis chipear hasta llenarla de bolas. Finalmente, cuando hayáis decidido no usarla, podéis regalársela a vuestra hermana o a vuestra mejor amiga para celebrar sus embarazos.
Se vende aparte un accesorio premium pensado para que su bebé tenga un sueño plácido y usted se sienta libre. Se trata de un motor adaptable a las ruedas del cochecito denominado perpetuum mobile que permite regular el movimiento que mece la cuna. Incorpora un cronómetro que sirve para programar el tiempo de balanceo. Tiene tres velocidades ajustables, una radio con auriculares y un lector de Cd por si su bebé tiene el hábito de dormirse escuchando nanas o cuentos infantiles. El accesorio lleva un multisensor de sonido, temperatura y luminosidad. Todos los parámetros pueden ser controlados mediante un mando a distancia audio-video con un radio de acción de más de cien metros. ¡En todo momento puede ver y oír a su bebé e incluso comunicarse con él por videoconferencia!        

Con la Cuna-Bañera la vida cambia, cada plan es diferente, se abren nuevos proyectos. Si no la tenéis aun, ha llegado el momento. Si la adquirís a lo largo de esta semana recibiréis también en vuestro domicilio una sombrilla-paraguas que se coloca sobre la CB. No lo dudéis ni un instante. Será vuestra compra del año. Solicitadla llamando por teléfono al número gratuito… o desde nuestra página web… ¿Quién da más por menos?

domingo, 2 de agosto de 2015

Diego Rivera y Frida Kahlo, el jardín compartido


Hace años trabajaba como bibliotecario en la Casa de la Cultura de Palma de Mallorca. También impartía cursos de formación en las bibliotecas municipales de la isla. Vivía en can Capes, en el distrito de Levante. Mi compañera mallorquina, Paula, trabajaba como redactora en una revista de viajes y promoción del turismo. Habíamos encontrado a través de su director un bonito piso de dos dormitorios construido en los años ochenta con vistas al paseo marítimo y un alquiler favorable. Era el tercero de un edificio de cuatro plantas y un bajo.
La conserje, doña Mercé, una viuda catalana que había pasado los sesenta, entrometida pero cordial, ocupaba la planta baja con su hijo menor de treinta y tantos en paro. En el primer piso vivía Jaume, un cocinero de la compañía Transmediterránea que pasaba a bordo de los ferrys más tiempo que en su casa a la que volvía de improviso durante los períodos de descanso. En el segundo, pasaban las vacaciones un matrimonio gay de alemanes jubilados: Gerhart, el mayor, había sido un alto cargo del Deutsche Bank, tenía propiedades en España y una cuenta corriente más que saludable. Según me contó un día que paseaban de la mano por la playa de Santa Ponsa, había cambiado las inversiones por la inocente alegría de vivir. Günther, era un catedrático universitario especialista en historia del arte que se complacía en educar la sensibilidad dormida de su marido. Por último, en el cuarto, vivía una madre soltera, Pepita, funcionaria del Ministerio de Hacienda, que se había trasladado a la isla desde Cuenca cuando nació su hija Sara "de padre en ignorado paradero". Ahora Sara era una jovencita, como todas, en la curva peligrosa de la adolescencia.
El edificio tenía en la parte trasera un patio interior de unos doscientos metros cuadrados donde el arquitecto había previsto construir una piscina y un espacio con juegos infantiles, aunque las dificultades presupuestarias habían impedido el proyecto. Cuando llegó la primavera, los alemanes habían pedido a Don Gaspar, el propietario del inmueble, permiso para transformar el patio en un jardín compartido “con fines recreativos y de mejora”.
Nos invitaron a tomar el aperitivo en una conocida terraza para tratar el tema. Entre copas de vino y platos de empanada nos contaron que el modelo que proponían era el de un encantador jardín inglés. El rollo, a cargo de Günther, fue considerable. Noté que Paula usaba el pañuelo con demasiada frecuencia, como si sufriera una repentina alergia al polen. Me di cuenta que lo hacía para tapar su risa chispeante. El jardín inglés –dijo Günther- busca la imitación de la naturaleza virgen, aunque esta representación espontánea sea en el fondo el resultado de un elaborado proyecto artístico. El ideal del jardín inglés es lograr un entorno sorprendente, innovador, con el aspecto de un lugar que no ha conocido la mano del hombre
Nadie se opuso, al contrario: Don Gaspar lucía un nuevo reloj de pulsera. Doña Mercé anunció su intención de plantar pepinos y tomates, la madre de Sara conseguiría laurel, perejil y cilandro. Paula compraría macetas para adornar el patio, el cocinero convino en que se trataba de un hobby relajante y ecológico pero por desgracia su trabajo no se lo permitía. En poco tiempo los alemanes convirtieron el patio en una jungla tropical.

A los tres meses, a finales de septiembre, cuando acababa de despertarme de la siesta sobre las cinco de la tarde, Paula y su amiga Beatriu, una joven farmacéutica, llegaron alteradas:

- ¡Los alemanes, gritó Paula, los cabrones han plantado un campo de marihuana!

- No cabe la menor duda, añadió su amiga, esta hierba se usa también con fines medicinales y la conozco muy bien (en realidad los tres fumábamos regularmente). Mira (y esparció unas hojas cortadas sobre la mesa).
- Tiene buena pinta, comenté soñoliento.
Al día siguiente hice una visita a los vecinos del segundo y fui directo al grano.
- No tengo interés por lo que se cultiva en el patio, pero lo podría tener si un día tras otro veo circular por la escalera “gente rara”, ya sabéis.
No les sentó bien.
- Nuestras visitas no son asunto tuyo, respondieron a dúo.
- Pero lo es, contesté suavemente, puesto que compartimos el edificio desde el portal hasta la antena colectiva pasando por el jardín. Mi mujer, por ejemplo, planta peonías, hibiscos y claveles. Además, ¿no deberíais haber informado al propietario y a los vecinos de que os trajináis un cultivo ilegal?   
Durante seis meses el acuerdo fue respetado por los caballeros teutones. En las cálidas noches mediterráneas el aroma dulzón de la mariguana subía hasta el cielo y más allá. Y eso era todo. Por supuesto, no les pedimos ni un pellizco aunque nos moríamos de ganas. El resto de los vecinos no notaron nada y yo no era el pregonero del barrio.
Un domingo de marzo por la mañana, hozaba en la cama, cuando Paula volvió como una centella del balcón donde le gustaba desayunar temprano.     
- Echa una ojeada a la calle, exclamó, no es posible, los dos tortolitos de la mano, esta vez con esposas y a punto de subir a un coche de la bofia. Espero que no tengas nada que ver, susurró.
- Estoy tan pasmado como tú, contesté con sinceridad.
Fue el final del jardín inglés. Según parece, había sido la conserje, una mujer demasiado curiosa, quien se había percatado del invento. Su hijo, que sin duda lo conocía, la puso sobre aviso. Alguno días más tarde, en comisaría, Paula y yo (los demás también) tuvimos que contestar a las preguntas del inspector Palomeque de la brigada de estupefacientes:
- No, no sabíamos lo que cocinaban esos turistas extranjeros. No los conocíamos casi, eran muy reservados, además no hablamos alemán, sabíamos que estaban casados, nos lo dijo la portera, parecían personas responsables, no recibían visitas, ha sido una sorpresa desagradable pero así es la vida…
El inspector sacó del cajón de su despacho una pitillera de cuero, cogió un purito, se dio fuego, aspiró el humo y lo expulsó en paquetes cuánticos. Después nos miró fijamente unos segundos.
- Escuche y no me joda, bibliotecario, usted estaba al tanto: no son alemanes, sino polacos procedentes de Austria. Los seguíamos desde que llegaron a Palma hace un año. No están casados y su vida privada es suya. Hemos confiscado más de treinta kilos de mariguana mejicana. La mejor. Su precio en el mercado asciende a doscientos mil dólares. Sospechamos que la colocaban en partidas de dos kilos a través de minoristas para que el jardín pareciera el mismo y no levantar sospechas. Creemos que el encargado de llevar la mercancía es Sebastián, el hijo de la conserje; no descartamos que también esté implicada. No va a ser fácil acusarlos de tráfico de drogas. Insisten en que solo son inocentes botánicos. Podría ser que en dos o tres meses están fuera organizando el mismo tinglado no sabemos dónde ni cómo.
- (Somos partidarios de la legalización de la mariguana, pensé pero no lo dije).
- Se enterarán por la prensa. Ya se pueden ir. Apagó el purito en el cenicero, se dio media vuelta y empezó a tararear:
El patio de mi casa
es particular.
Cuando llueve se moja
como los demás...

viernes, 24 de julio de 2015

Honoré Daumier, abogados y burócratas


Ha sido finalmente la ciudadana Thérèse Lagarde quien ha conseguido el primer premio en el popular concurso La varita del hada. Como es sabido, el programa se celebra en Francia cada tres meses en la cadena privada de televisión France Loisir (RFL).
Cada emisión varía el tema del concurso. Los últimos han sido las medidas más audaces para superar el racismo en Francia o las formas más insólitas de engañar a tu pareja sin que sufra. La parafernalia es notable: los patrocinadores (las grandes firmas del negocio multimedia), la presencia en el escenario de figuras del espectáculo, la política o el deporte, las bellas animadoras, los números musicales, han logrado, en fin, que el índice de audiencia se dispare hasta las nubes.
Se trata de un concurso con jurado caviloso, finas impugnaciones, conexiones con sabios del ancho mundo, ayuda del equipo del concursante y la intervención del público a través de los canales del programa. Tras cuatro semanas de competición, el vencedor sube al podio nimbado de gloria y una suma más que generosa en el bolsillo. La ganadora se embolsará esta vez la nada desdeñable cifra de seiscientos mil euros.
Sobre el tema elegido, leemos en la web oficial de la RLF www.franceloisirlabonnefée.fr: Se tendrá en cuenta la idea más original que el participante proponga acerca del concurso a fin de incluirla de modo inmediato en la primera de sus bases. El programa, por tanto, se piensa a sí mismo, lo que implica su desliz a la fase barroca y un barrunto de declive y extinción. Se incluye además la obligación de que la idea ganadora deberá ser aplicada al pie de la letra en la presente edición como condición necesaria del premio. Es evidente que los promotores han decidido esta vez ser más fieles que nunca al famoso lema del concurso: El hada te concederá un deseo si se lo pides con talento
El título de la idea premiada de Lagarde, una joven licenciada en ingeniería civil, ha sido nada más y nada menos que: ¡Tirad el dinero por la ventana! En ella se precisa que la mitad del premio (o sea, 300.000 euros) deberá ser lanzado a la calle desde el balcón consistorial de la alcaldía de la ilustre ciudad de… (donde ella reside) en fecha por determinar. La cantidad restante será del ganador.
Y aquí comienzan los problemas. El Alcalde de la ciudad, tras largos debates en el Concejo Municipal, ha considerado la idea demasiado chabacana. Un portavoz autorizado ha declarado que sólo se accederá si la excéntrica condición va acompañada de una cierta detracción de fondos a favor del municipio que justifique el permiso oficial, por ejemplo 60.000 euros destinados a fines de interés general. Los promotores, a través de su servicio jurídico, han objetado que tal desvío de fondos no está contemplado en las bases del concurso. Tendría que ser la ganadora la que, a título personal, hiciera la donación, lo cual comunicamos a la interesada Doña… a todos los efectos.
A esto se añade otra pega: Monsieur Armand Garaudy, oficial superior de la Gendarmería, ha confirmado, tras los pertinentes informes, que la iniciativa es de alto riesgo para el orden público y la integridad física de los asistentes. Dicho con sus palabras en rueda de prensa: Si tal idea se llevara a cabo podríamos asistir a la mayor manifestación que haya tenido lugar en esta ciudad desde la liberación de Francia en 1944. Si seguimos adelante, el circo está servido. El oficial Garaudy, persona de verbo (y trago) fáciles, se ha arrancado a continuación con una canción de Edith Piaf, imitando la “erre alveolar arrastrada” de la gran cantante.
Emportés par la foule qui nous traîne
Nous entraîne
Écrasés l'un contre l'autre
Nous ne formons qu'un seul corps
Et le flot sans effort
Nous pousse, enchaînés l'un et l'autre
Et nous laisse tous deux
Épanouis, enivrés et heureux.
Por su parte, los abogados de Thérèse, seguramente inspirados en su ingenio, han propuesto un saludable ménage a quatre, es decir, un acuerdo que satisfaga al alcalde, a los promotores, a la gendarmería y, por supuesto, a ella misma. He aquí los términos: El Ayuntamiento recibirá la cantidad prevista como donación. Asimismo, la Gendarmería recibirá igual cantidad por su colaboración, sin entrar en más detalles. La joven, por su parte, ingresará los seiscientos mil euros en una cuenta del BNP a su nombre. Un día tras otro, excepto los fines de semana, Thérèse tirará desde el balcón consistorial, al que le facilitarán el acceso, una moneda de un céntimo, lo cual supone un total de 365 céntimos al año, excepto los bisiestos, hasta cancelar la cifra fijada.

La alcaldía y los gendarmes están de acuerdo (la primera con una clausula de revisión del seis por ciento cada cinco años, los segundos con una aportación anual de seis mil euros a su fondo de pensiones). Sin embargo, el servicio jurídico de los patrocinadores ha alegado que en las bases del concurso se dice literalmente se tirará el dinero desde el balcón consistorial; y el dinero hay que entenderlo necesariamente como la totalidad del dinero sin partes ni cortapisas. Los abogados de Lagarde replican que tal necesidad es una mera conjetura y que el dinero, puestos a matizar, es algo que está sujeto por naturaleza a partes o fracciones que en este caso van desde los billetes de 500 euros hasta la moneda aludida en la propuesta. Con buen criterio, los promotores, por razones de popularidad (las encuestas los ponían de vuelta y media) y los costes legales hasta el día del Juicio Final, han decidido aceptar los términos del acuerdo.

El semanario Elle toujours, de corte feminista, ha conseguido la primera entrevista con Thérèse (en círculos próximos se comenta que el precio de la exclusiva ha cubierto con creces los gastos). En ella, la ingeniera desgrana sus jugosas opiniones. Dice de sí misma, para salir al paso de ciertos rumores, que no es introvertida ni tímida: Decididamente no me gustan los tímidos. La mayoría no dice nada porque nada tiene que decir, no oculta nada porque nada tiene que ocultar. Hace dos años me enamoré de un hombre tímido: su aura de misterio, su ensimismamiento, sus momentos delicados, los silencios... Al final eran depresión. Sobre el feminismo afirma que es una solemne estupidez porque su punto de partida es la inferioridad de la mujer. Otra perla: No me interesa la política. Las mujeres y los hombres más inteligentes, más valiosos, más capaces, jamás se dedican a la política. Los “argumentos políticos” solo son justificaciones de los prejuicios de cada cual.  
Al preguntarle la reportera  en la segunda página si por curiosidad había calculado cuántas generaciones de herederos la sucederán hasta que dentro de seis mil años se arroje por la ventana el último centavo, la astuta joven le ha respondido con una canción plena de sabiduría mundana:
La vie est belle même si c’est vrai qu’parfois le destin s’en écarte.
Faut vivre ta vie comme si tu mourrais demain.
Profite de chaque instant avant qu’la mort vienne te dire faut qu’tu partes.
Car il sera trop tard pour te reprendre en main.
Posdata. Cuando Thérèse deposite el dinero en el BNP, esta centenaria institución le dará una tasa mínima de interés del 5% a plazo fijo anual revisable igual o al alza. ¡Hagan ustedes mismos las cuentas!