viernes, 18 de abril de 2025

Fake art

 

Hace una década un grupo de niños de entre dos y tres años pintaron un cuadro en su guardería bajo la atenta mirada de la reportera Fany Estévez (hoy sería una famosa influencer) para exponerlo de matute en ARCO Madrid, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo que se celebra anualmente en primavera. Puso a disposición de los párvulos, que se lo pasaron en grande, un lienzo, pinceles (pronto desechados) y botes de pintura para que se pusieran manos a la obra según los principios más libertarios del action painting. El resultado fue un espeso emplasto vagamente policromado. Cuando las madres recogieron a sus hijos pusieron el grito en el cielo. Sus caras eran una representación antropomorfa del cuadro. La reportera que diseñó el experimento consiguió colarlo y colgarlo en Arco. Las opiniones de los espectadores son tronchantes: refleja angustia, tristeza, según dos chicas jóvenes; para otra representan un mar de flores, una tercera cree que irradia ciertas sutilezas; un hombre de mediana edad dice que se trata de un cuadro complejo, mucha meditación detrás, mucha experiencia, un señor mayor asegura que la obra encierra una enorme carga erótica reprimida, y, finalmente, varios aseguran que quince mil euros de los de entonces es un precio más que razonable para esta obra de arte. No descarto que todo fuera un montaje de principio a fin. Después de todo, los comisarios de la exposición no son responsables de las fantasías de los visitantes.

Este año tuve el dudoso gusto de ver colgado en Arco sobre un fondo blanco siete bragas cada cual de un color rematadas por un consolador idéntico en todas y diez minutos de explicaciones de la artista. Había obras aún más triviales, como una vieja manguera de jardín enchufada a un grifo de la pared (¿recuerdos infantiles del jardín del abuelo?) o un torso de la Estatua de la Libertad mutilada… Decepción en general. No se puede considerar arte a todas las tendencias de última hora ni a ciertas vanguardias de lo nunca visto. A diferencia de la pintura de Tapies, Zóbel o Millares, por ejemplo, el autor del arte falso primero perpetra la ocurrencia y luego la justifica con un montón de manifiestos fundacionales, oscuros metalenguajes y teorías varias. Picasso decía que no buscaba sino encontraba, pero posteriormente evitaba escribir tratados sobre sus hallazgos, algo que detestaba. Al contrario, es conocida la incontinencia verbal de Dalí sobre la verdad sublime de sus cuadros, aunque en general no habla del cuadro sino de sí mismo, un pretexto para airear sus delirios narcisistas que por lo demás tampoco se tomaba demasiado en serio.

La farsa consiste en aceptar que es arte todo lo que está dentro de un contexto que lo legitima: sea el engrudo de los niños, las bragas con estrambote o un chicle pegado a la suela de un zapato como metáfora de la degradación de la vida urbana y tal y cual; o sea, escribir post evento un fárrago y pasarlo por arte conceptual.

Otro caso de experiencia estética fallida. Durante mi último viaje a Berlín una importante galería habilitó una habitación de 15x10 metros de paredes lisas color "blanco-humo" acristalada por el frente. Una suave música incidental propiciaba una atmósfera de duelo, silencio y actitud reverencial. En una pantalla colgante se proyectaban imágenes mudas de la barbarie nazi. Por una puerta lateral se accedía a una habitación que había sido rellenada por tierra y “materiales naturales” extraídos, según el cartel informativo, del Campo de Concentración de Mauthausen. Una luz muy tenue alumbraba los rincones de la estancia. No había objetos alusivos al holocausto que “desviaran la atención hacia una intuición más arcaica y espiritual de la historia”. Se invitaba a los espectadores a que entrasen en el espacio escénico, "pisaran el mismo suelo y tocaran la misma tierra", que compartieran sus ideas y sentimientos en una especie de cambiante dinámica de grupo. En los tres muros habían colocado unos paneles donde podías escribir tus impresiones o bien acordar, discrepar o completar otros fragmentos. Recordaban a las antiguas mesas funerarias del portal del finado para recoger firmas. Se trata de una falsa experiencia interactiva en la que se busca el contenido fácil, establecido de antemano, fijado por una dramaturgia evidente que forma parte del consumo efectista del que abusan ciertas galerías. Populismo estético. Una dialéctica invertida, desgastada, que niega la negación original. Acaso sea esta la única frase que alguien tendría que haber escrito (Adorno in memoriam): "Desmontad la habitación, no se puede escribir poesía después de Auschwitz".

P.D. Existe una distinción entre el arte falso y el arte falsificado, aunque el principio que los legitima es el mismo. Elmyr de Hory, uno de los más conocidos falsificadores de cuadros, a quien Orson Welles dedicó parte del documental Fraude (F for Fake), afirmó que muchas imitaciones suyas se exhiben como obras auténticas en las pinacotecas y museos del ancho mundo. Según los marchantes, vendió más de mil falsificaciones. Orson Welles se pregunta cuál es la diferencia entre una imitación de Modigliani y una pintura auténtica cuando los expertos no han podido certificar cuál es cuál. Esta cuestión plantea problemas difíciles de abordar como qué es arte, los límites del arte y los criterios para definir esos límites. Quizás en otro momento.

domingo, 6 de abril de 2025

Curso para ejecutivos. Los sofistas

Tengo la impresión de que la filosofía ha experimentado un moderado repunte social. Se publican con frecuencia artículos sobre la felicidad, el ocaso de occidente o el cambio climático escritos por filósofos más o menos conocidos. Quizás se deba al deseo de vislumbrar una lux in tenebris en estos años de oscura Edad Contemporánea, o a una nueva De consolatione Philosophiae ante la avalancha de distopías sobre la computación cuántica, la Inteligencia Artificial o a los arcanos del ocultismo revelado que profetizan el Armagedón a corto plazo. Lo cierto es que cada vez es más difícil distinguir al periodista de altura del filósofo de bajura

Alguien debió desempolvar mis modestas colaboraciones con el Ministerio de Educación y Ciencia hace océanos de tiempo para que una mañana navideña recibiera la inesperada llamada del director de recursos humanos de una importante consultora. Me ofrecía la organización de un curso de formación transversal para ejecutivos. Nada demasiado serio, añadió (y sentí el primer picotazo). Las sesiones de dos horas se celebrarán los jueves por la tarde en la sede de la empresa. Luego habló de mis honorarios, más que generosos para el oficio de docente, lo que me sirvió para justificar el dislate y acallar mi conciencia intelectual. Si la filosofía es un saber que abarca la totalidad de lo real, el orteguiano imperativo de pantonomía, también incluye a las grandes corporaciones, me dije, desde las escuálidas normas de una ética de circunstancias.

Por fin, el director me explicó los objetivos del curso. Asistirán los gestores de primera fila que llevan la voz cantante en las reuniones internas, nacionales e internacionales. No más de quince. Las internas importan menos, puesto que los disparates quedan en familia, pero no las otras. En una reunión de negocios se habla de millones, también de política, coches, sexo e incluso de la pintura moderna en el mercado del arte. Causa mala impresión a los afinados oídos de los clientes las trivialidades de nuestros ejecutivos cuando surgen ciertos temas por generación espontánea o no. Muchos gazapos pasan desapercibidos, pero los equipos orientales, por ejemplo, vienen cada vez más leídos. Resulta humillante observar cómo se dibuja en los labios de la letrada de la parte contratante de la segunda parte una sonrisa displicente al escuchar a nuestro jefe de ventas largar que Rousseau le sonaba a un diseñador de alta costura, francés por supuesto (segunda majadería). Imagínese a una japonesa de poco más de metro y medio poniendo en ridículo a la división acorazada de la empresa. También nos perjudica un silencio cargado de miradas aprensivas, de comunicación no verbal embarazosa. Para los clientes sólo demuestra ignorancia, lo cual puede ser el motivo latente para rehusar un acuerdo con patanes. Algunos equipos rusos se dedican directamente a tocarnos las narices a los diez minutos de sentarnos. Antes de tratar el primer punto del orden del día comienzan con un "Como dijo Aleksandr Solzhenitsyn: La precipitación y la superficialidad son las enfermedades crónicas del siglo". Los idiotas somos nosotros. Seguro que esconden algún listillo tapado. Creen que con esta farsa pedante llevan la iniciativa. ¡Que les den a sus asesores de imagen! No sé si le queda a usted claro lo que pretendemos.

- Más o menos, contesté. ¿Qué duración tendrá el curso?

- Un semestre prorrogable (la zanahoria) repartido en cuatro materias, cada una a cargo de un especialista: arte, literatura, historia y filosofía. Tienen ese plazo para repulir las uñas a la casta. No pretendemos –me atajó cuando empezaba a decir algo- que los conviertan en filósofos griegos o artistas de Renacimiento, sería una ruina, sólo que adquieran un cierto lustre, un barniz ilustrado que disfrace sus carencias. Son purasangres, no quiero que rebuznen.

- ¿Cada materia tendrá un programa?

- Bueno, no descartemos que los temas tratados sigan un plan, un orden, una sucesión cronológica, aunque lo que nos interesa es que, tras un breve enfoque previo, adquieran las destrezas precisas que les permitan evitar una divagación molesta sobre, pongo por caso... un poema. O, mejor, desviarla hacia un conjunto de asuntos colaterales, prefabricados si puede ser. O, aún más, que sean capaces de imponerse. Si un mandado recita los versos de un poeta chino, uno de los nuestros deberá replicarle con un soneto de Quevedo.

- ¿Quién decide ese repertorio de temas?

- Usted es el experto. Elija qué autores son pertinentes en una reunión cuya finalidad es un suculento contrato para prolongar el metro de Tokio. ¿Acaso Hegel, sonrió? (mi conciencia ladraba de nuevo).

Celebramos la primera sesión en una sala de juntas con mesa larga de caoba. Venían uniformados con trajes de confección a medida, carteras de cuero y corbatas de seda. La mesa parecía una tienda de Apple. Nadie fumaba. Tras presentarme y pasar lista del modo más afable, con paradas para comentar cualquier cosa, disparé: pueden asistir al curso vestidos como quieran; en todo caso, a no ser que les obliguen, un atuendo informal, cómodo, deportivo, les ayudará a liberarse por unas horas de su "rol dominante"; quizá entenderán mejor lo que nos traemos entre manos; por cierto, sólo lo sabremos mientras lo hagamos. La verdad como proceso, lo mismo que cerrar un contrato. Durante las sesiones pueden opinar, hacer las sugerencias que estimen oportunas o preguntar lo que quieran. (El verbo “interrumpir” se daba por supuesto).

- ¿Sinceramente, profesor, piensa que este curso académico sirve para algo? susurró un varón de edad indefinida.

- Este curso no tiene carácter académico, créame. ¿Cuándo dice “servir para algo” a qué se refiere exactamente?, contesté con voz amable. Supongo que les habrán informado de los objetivos. No conozco bien el mundo de las reuniones de negocios, sus reglas y emboscadas, pero si la empresa financia el curso tendrá sus razones. En cualquier caso me dejaré guiar por su criterio. Dicho de otro modo, ustedes decidirán qué cosas pueden ser útiles para su trabajo. Nos quedaremos con ellas y las demás se perderán en el camino. Ustedes aprenderán algo sobre los grandes pensadores y yo sobre las grandes firmas. Quid pro quo. Por lo demás, no es relevante que les interese la filosofía ni a mí los negocios. Ustedes hacen como que les interesa y yo hago como que me lo creo. Y viceversa. Sería absurdo por mi parte darles lecciones de pragmatismo.

- Dicho de otro modo, resumió una joven de pelo corto y traje gris marengo, tenemos que aportar valor añadido a la empresa mediante la concordia entre capitalismo y filosofía por este orden.

- Algo así, asentí sin entenderla. Al hilo de los maestros pensadores ensayaremos conjuntamente los órganos de la argumentación: lógica, dialéctica y retórica, es decir, razonar, disputar y convencer. Podrán usarlos para desmontar las argucias y espejismos de sus rivales. Aunque supongo que ustedes ya dominan a su manera tales recursos.

- Una pregunta personal, profesor (levantó la mano un elegante caballero barbado con gafas doradas y reloj de lujo); por supuesto puede no contestar y entonces le pediré disculpas. ¿No le parece que esta mezcla de negocios y filosofía puede ser una comedia y una falta de sentido común por su parte y la nuestra?

- Desde luego no se anda usted por las ramas. Es posible. Dígaselo a su jefe. Intentaré contestarle con la escuela filosófica que abre el curso. (Se hizo un silencio expectante). Lean primero la hoja que acabo de entregarles.

En la segunda mitad del siglo V surge en Grecia un influyente movimiento intelectual, pedagógico y político: los sofistas; son sabios procedentes de distintos lugares que ofrecían a cambio de dinero enseñanzas prácticas encaminadas a triunfar en la plaza pública. Las causas de su surgimiento son múltiples. La primera y principal es la evolución de la polis ateniense hacia la democracia, lo que supone la aparición de un nuevo valor: el éxito social. Todos los hombres libres pueden aspirar al éxito en virtud de sus méritos. Los sofistas eran maestros, “profesores” capaces de enseñar a los atenienses los medios para lograrlo. No todos podían asistir a sus clases: los honorarios eran caros y prescindían de los alumnos incompetentes. Enseñaban a persuadir, a manejar opiniones e influir en la vida política. Para los sofistas el criterio de la verdad es solamente práctico: debe estar basado en el interés, la fama y el beneficio de la ciudad. Los dos sofistas más célebres son Gorgias (aprox. 490-380 a. de C.) y Protágoras (aprox. 480-410 a. de C.). 

- ¿Alguna sugerencia? 

viernes, 28 de marzo de 2025

Rebelión en las aulas

 

La principal función sociológica de un sistema educativo es asignar a los individuos el lugar preciso que les corresponde en la división social y técnica del trabajo. Es lo que Durkheim denomina solidaridad orgánica en una sociedad industrial. Dicho a la inversa: un sistema educativo es disfuncional cuando no selecciona mediante criterios adecuados la escala de títulos que corresponde a las ofertas del mercado laboral. La clave de un sistema educativo competente es la diversificación.

El problema es que un sistema educativo diversificado es muy costoso. Resulta más barato un modelo de encefalograma plano, nivelador por abajo, igualitario y racionalizado mediante un abracadabra pedagogista disfrazado de un progresismo dinamizador que curiosamente cuadra con la conocida frase del Evangelio según San Mateo “Los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos”. Como muestra un botón.

Se trata de conseguir el pleno desarrollo de las potencialidades del alumno al mismo tiempo que recibe una atención personalizada. Se promueve la libertad con responsabilidad, la reflexión, la curiosidad y el descubrimiento en contacto permanente con las singularidades del entorno sociocultural. Se basa en una estrategia educativa cuyo punto central es involucrar al estudiante en un aprendizaje que le plantee un conjunto de retos amenos sin que apenas pueda darse cuenta… En fin, una educación participativa que huye de la competitividad y creativa en la que el alumno es sujeto activo, no pasivo. 

El principio de realidad: las masificadas aulas de enseñanza secundaria son una mezcla heterogénea de alumnos que se estorban y perjudican entre sí durante demasiadas horas. Me salen las siguientes categorías.

Los que tienen una cabeza privilegiada. Nunca son más de tres por aula (a veces ninguno). Puesto que la inteligencia siempre se abre paso no les preocupa ni afecta seriamente los mínimos de mínimos (sic) del programa oficial. Es más, se interesan por cursos, lecturas, idiomas, instrumentos musicales y actividades más exigentes. Estudiarán lo que quieran con las mejores calificaciones. Sus padres confían plenamente en ellos porque si lo necesitan obtendrán becas de excelencia y ocuparán los puestos de mayor responsabilidad dondequiera que estén. Son buena gente que no se mete con nadie, se olvida de su superioridad intelectual, evita el liderazgo y ayuda bajo demanda a sus compañeros con dificultades académicas. Tienen el respeto de casi todos. 

Aquellos que desean cursar estudios universitarios de gama alta en las Facultades o en Escuelas Técnicas Superiores, aunque en muchos casos sus capacidades no estén a la altura de sus expectativas, como los profesores han explicado a sus padres con diplomacia vaticana; un consejo profesional que sin embargo desoyen y se empeñan en que sus hijos lo intenten a toda costa. Lo normal es que en las Pruebas de Acceso no superen las notas de corte. Su futuro depende de los estudios que escojan. Para llenar las aulas y paliar el desánimo (¿ahora qué hago?) las universidades implementan cada año nuevos grados de menor dificultad académica en “sectores emergentes y estratégicos”. El resultado es una inflación de títulos de segunda fila que el mercado laboral no puede absorber. O sea, lo contrario a la solidaridad orgánica de Durkheim. 

Aquellos que quieren adquirir unas competencias técnico-profesionales que les permitan acceder a puestos de trabajo que la sociedad demanda. Padres e hijos buscan, desde un planteamiento inteligente, conocimientos aplicados, soluciones realistas, empleos remunerados. Anteponen el pragmatismo a las apariencias del estatus. Los módulos de formación profesional de grado medio o superior son una excelente alternativa. Afortunadamente cada vez hay menos prejuicios hacia estos talleres. El problemas es la enorme distancia entre las solicitudes cursadas y las plazas disponibles. ¿Por qué cerrarían las Universidades Laborales?  

Aquellos que por problemas psicológicos (vagamente diagnosticados por el Departamento de Orientación) o deficiencias intelectuales (observables y medibles) necesitan un aprendizaje dirigido por especialistas en educación especial. Sus padres, desbordados por los arduos problemas del diagnóstico y sin recursos económicos para llevarlos a un centro apropiado confían en la difícil integración de sus hijos en un instituto de Secundaria. Algunos son víctimas del acoso escolar, lo cual agrava aún más su situación personal y académica. 

Los que proceden de familias desestructuradas. Presentan carencias graves de convivencia y socialización. Sus padres simplemente los evitan, no se ocupan de ellos o los maltratan. Cuando el tutor los cita para hablar de sus hijos, o no acuden o la lían parda o les suplican angustiados: Díganos, por favor, qué debemos hacer. Por desgracia el problema ya no tiene solución. Por otra parte, los orientadores deben asumir que para muchas familias la educación reglada de sus hijos no es un tema prioritario, lo que les evitaría planteamientos erróneos y sermones innecesarios. 

Los alumnos que provienen de minorías étnicas o grupos de emigrantes encajados por ley en la enseñanza secundaria tras una apresurada (y politizada) estimación de nivel. Para muchos (no todos, por supuesto) el aula es un entorno extraño, incomprensible, hostil. Su relación con los profesores y compañeros es conflictiva, no tanto por rebeldía o maldad sino porque no saben a qué atenerse. Su problema es la anomia. Sus padres también desconocen el significado del marco institucional en el que sus hijos están inmersos y dejan en manos de otros una parte esencial del proceso educativo que les concierne. 

Los alumnos "normales" que por diversas razones no quieren estudiar absolutamente nada aunque su familia les obliga a permanecer en un centro de secundaria. Su respuesta es el absentismo, el desinterés y, con frecuencia, el boicoteo de las clases. Los padres se desentienden, ya tienen bastante con su trabajo, en ocasiones precario, no quieren complicaciones legales o consideran al centro un lugar de aparcamiento que les permite librarse de ellos. En todo caso, es preferible -piensan- que estén vigilados entre cuatro paredes a que se pasen la mañana deambulando por la calle o metidos en casa perpetrando cualquier tropelía. 

En fin, léase con tristeza y sentido del humor la gráfica descendente de las sucesivas generaciones de profesores de enseñanza secundaria durante las cinco últimas leyes de educación .   

Es un trabajo excelente y motivador.

Es un trabajo interesante y mucho por hacer.

Es un trabajo con tiempo libre y vacaciones.

Es un trabajo necesario y socialmente útil.

Es un trabajo tolerable y mejor que otros.

Es un trabajo duro y vocacional.

Es un trabajo.

Es una pérdida de tiempo.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Falsificación profunda

 

Los deepfakes (falsificación profunda) son audio-videos manipulados mediante algoritmos de inteligencia artificial que suplantan a personas reales o imaginarias actuando en situaciones inexistentes donde dicen y hacen lo que nunca han dicho ni hecho.

Utilizan métodos del aprendizaje profundo (deep learning): modelos de reconocimiento de voz y facial, redes generativas adversarias (GAN) y redes neuronales convolucionales (CNN) que almacenan y aprenden a partir del procesamiento de grandes cantidades de datos para crear imágenes hiperrealistas. Como toda tecnología no es en sí misma ni buena ni mala, todo depende del uso que se haga. Sería interesante, por ejemplo, generar audio-videos de las conferencias que Unamuno (1914) y Ortega y Gasset (1946) pronunciaron en el Ateneo de Madrid; el bilbaíno sobre las escuelas laicas y el madrileño sobre la idea del teatro. O escenificar las mejores ocurrencias de Dalí seleccionadas de su libro Diario de un genio. O a Cicerón pronunciando la primera catilinaria en latín con subtítulos tras convocar al Senado en el Templo de Júpiter Estator. Las posibilidades son ilimitadas. Los adictos al espiritismo podrían interactuar con las personas queridas que los han dejado para siempre. Familiares, amigos y allegados aportarían a los desarrolladores su voz, rostro y figura, idiosincrasia, ideología, creencias, objetivos, valores (cuántos más datos mejor). Además se trata de un software capaz de recopilar información y aprender por sí y de sí mismo (machine learning) lo que permite al sistema mejorar la generación de nuevas e inesperadas asociaciones de ideas. Podrían conversar largo y tendido con los cuerpos y las mentes del más allá, una genuina experiencia de ultratumba. Es probable, incluso, que la IA les permita conocerlos (y conocerse) mejor que cuando los trataron en vida…

Entre los usos perversos podemos enumerar el ciberacoso, la estafa mediante falsificación de identidad, el fraude documental, la extorsión sexual, el bulo político o el apoyo a narrativas extremas. Por el momento disponemos de técnicas, algunas simples y otras complejas, que nos permiten identificar las falsificaciones profundas. Aunque la amenaza persiste por la rápida evolución de los algorítmicos de la IA para eludir las contramedidas de detección. Esta creciente competencia de suplantación se basa en la plasticidad o capacidad de modelado que tienen estos programas informáticos para reproducir el funcionamiento del cerebro y facilitar así que nuestros esquemas perceptivos y procesos cognitivos nos traicionen. 

Aunque los Deepfakes existen desde finales de 1990, despegaron en 2017, cuando un usuario de Reddit publicó material erótico falso con los rostros de actrices famosas. Los programas que sirven para desnudar al prójimo han creado un nuevo entorno virtual, los deepfakes pornográficos. Están condenados al fracaso en todas sus variantes. Mientras que otros usos perversos pueden engañar a los usuarios y hacer que muerdan el señuelo, en la porno fake todo el mundo sabe que en realidad solo hay fantasmas digitales. Está claro que no son Brad Pitt ni Ana de Armas. Tampoco el presidente del gobierno o la presidenta de una comunidad autónoma. Ni Eros y Psique después del beso. ¿Qué interés tiene mirar una imaginería falsaria a sabiendas de que es una ilusión generada por máquinas? Cuanto más próximo sea el avatar, más repulsión sentirán por la obscena farsa. Incluso los padres de menores acosadas sabrán que las imágenes y videos no son sus hijos sino meras presencias pervertidas. Por ahora es necesaria la vía penal pero llegará un momento en que no hará falta. Como ocurre con la pornografía de toda la vida, la que se aprende a través de las amistades peligrosas, en una revista mugrienta y, sobre todo, en los sitios web más acreditados del ramo. Incluso las fantasías sobre la vecina del quinto son más excitantes que los montajes hiperrealistas de los deepfakes.

miércoles, 12 de marzo de 2025

La nada anonada

La Real Academia Española de la Lengua define el término “nada” como Inexistencia total o carencia absoluta de todo ser. Etimológicamente procede de la expresión latina res nata, es decir “cosa nacida”, lo cual, sin el non delante, contradice su significado. Ocurre lo mismo con el término res (nada) en la lengua catalana. Supongo que la lingüística histórica tiene mucho que decir sobre esta antónima evolución semántica. Como categoría gramatical desempeña múltiples funciones: sustantivo (la nada), pronombre indefinido, adverbio de negación, adjetivo (no hacer nada), interjección (¡para nada!) o locución (de nada). 

De la filología a la física. La física teórica no identifica la nada con el vacío. No son términos sinónimos. Sólo considera al vacío un concepto científico. Como aclara un investigador del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN): Saquemos los muebles de la habitación, apaguemos las luces y vayámonos. Sellemos el recinto, enfriemos las paredes al cero absoluto y extraigamos hasta la última molécula de aire, de modo que dentro no quede nada. ¿Nada? No, estrictamente hablando lo que hemos dispuesto es un volumen lleno de vacío. Y digo “lleno” con propiedad. Quizás el segundo descubrimiento más sorprendente de la física es que el vacío absoluto (aparentemente) no es la nada, sino una entidad con propiedades. Aunque no como las otras... El vacío absoluto es el estado cuántico que contiene la menor energía posible, aunque en su interior fluctúan, tanto ondas electromagnéticas, que no necesitan un medio material para propagarse, como partículas que aparecen y desaparecen constantemente. En este punto conviene consultar el concepto de fluctuaciones cuánticas del vacío en el Chat GPT de pago. Asimismo, la teoría de la relatividad no confunde la nada con la antimateria compuesta de antipartículas hasta ahora sólo investigadas en condiciones de laboratorio. En el universo la nada no tiene cabida. La pregunta límite de Heidegger, ¿Por qué hay ser y no, más bien, nada?, carece de significado cosmológico. En realidad no tiene ningún significado porque la nada ni existe (curiosa frase) ni es pensable. Tenía razón Parménides, uno de los físicos presocráticos, cuando en su poema Acerca de la naturaleza concluyó categóricamente sobre el ser y el no ser:

Pues bien, yo te diré, cuida tú de la palabra escuchada,

las únicas vías de indagación que se echan de ver.

La primera, que es y que no es posible no ser,

de persuasión es sendero (pues a la verdad sigue).

La otra, que no es y que es necesario no ser,

un sendero, te digo, enteramente impracticable.

Pues no conocerías lo no ente (no es hacedero)

ni decirlo podrías con palabras.

De la Física a la Filosofía. Cuando me jubilé me propuse dedicar seis meses a la lectura en el salón de la Biblioteca Nacional de dos obras imprescindibles para explorar el lenguaje críptico de la antropología fenomenológica, ni siquiera al alcance del Chat GPT que se limita a un enorme refrito de lugares comunes. Era una de mis asignaturas pendientes porque en mi casa ambos libros me redirigían en menos de media hora a una novela policíaca. Lo conseguí con Ser y tiempo; sufrí lo indecible, creí que lo entendía, que no es lo mismo que entenderlo; me fabriqué éxtasis artificiales y decepciones naturales en torno a los existenciarios o modos en que el mundo se da al Ahí del ser o Dasein, o sea, al hombre. La angustia revela la nadaLa nada se abre paso en el ser, pero no como ente. La nada nadea, es decir, está siempre manifestándose, etc. Decía Heidegger que pensar, lo que se dice pensar, solo es posible en griego y alemán. Llegué a la conclusión de que era un excepcional filósofo, pero sobre todo el ideólogo de la jerga de la autenticidad (Adorno), del lenguaje de los elegidos, de las esencias mismas, de los ideales arcanos, mistagógicos y ahistóricos del nacionalsocialismo. Un pensador, un pueblo, una verdad. Heidegger se adhirió al partido nazi el 1 de mayo de 1933 y lo dejó e 1945. Abordé el otro libro de culto, El ser y la nada. Abatido por fárrago y la mala traducción de la edición de Losada no pasé de la página ochenta de la réplica de Sartre a Ser y Tiempo sobre el sentido o sinsentido de la existencia, de la libertad obligatoria o la mala fe del perezoso. Devolví frustrado el tomo y en su lugar encargué al bibliotecario la novela de Carmen Laforet Nada

De las Filosofía a la Teología. La nada tiene su origen en el creacionismo de la religión judeocristiana. El libro bíblico del Génesis comienza con un poético fragmento sobre la creación: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. No hay entelequia que pueda coexistir con Dios antes de la creación del mundo en siete días. Por tanto, de la nada, nada es y puesto que algo hay, queda demostrada por sus efectos la necesidad de una primera causa incausada a la que, para entendernos, llamamos Dios. Por cierto, tales efectos son el principal argumento a favor del ateísmo. Frente al tiempo circular o cíclico de los mitos y las cosmologías griegas donde la materia es eterna, el tiempo judeocristiano es lineal, tiene un comienzo en la creación y un final escatológico. La física creacionista actual, un invento francés que resucita periódicamente la existencia de Dios mediante un modelo paracatólico, tuvo un pico de ventas en las librerías teosóficas del barrio latino y las cajas verdes de los buquinistas vendehúmos del Sena, para desplomarse después en el olvido de las modas intelectuales. 

Otros hilos conductores del concepto van de la nada a la nada: el misterio de la vacuidad (shunyata) en el budismo, la pulsión autodestructiva de los instintos tanáticos en Freud, el pesimismo solipsista de Max Stirner: Yo he basado mi causa en nada, el lema del escéptico radical: No me creo nada de nadie o el marxismo marginal de Groucho: He llegado de la nada a la más absoluta miseria.

martes, 4 de marzo de 2025

Necrológica



Hay seis formas esenciales de la muerte trágica: Cuando mueres joven. Cuando muere un niño. Cuando muere un hijo antes que los padres. Cuando mueres demasiado viejo. Cuando mueres en la plenitud de la vida. Cuando cuerpo y mente en la muerte lenta, anticipada, no decaen a la vez y se produce entre ambos una distancia cruel e infranqueable. El cuerpo enfermo, exhausto, terminal; la mente activa, presta a la andadura, llena de vitalidad. En la obra maestra de Thomas Mann, La Montaña Mágica, el ascenso espiritual, la lucidez de los pacientes del sanatorio alpino es paralelo a la consunción de sus cuerpos, a su extinción. Exitus letalis.

Sócrates en el Fedón, antes de beber la cicuta, tras su renuncia a huir de la prisión (el carcelero ha sido sobornado) por un respeto sagrado a las leyes que lo condenan (¡aunque sean injustas!) conforta a sus desolados amigos, entre ellos Platón, con un elogio retórico de la muerte y la inmortalidad del alma. Puesto que no podemos vencerla que sea un aliado. No habla un sabio consciente, digno, sereno, sino un peligroso fanático (este es el mensaje abreviado del Zaratustra de Nietzsche).

¿Cómo es posible relacionar el cerebro, esa masa blanca y rugosa, con Don Quijote, Las bodas de Fígaro, La dama del armiño o La Pietà? Un enigma biológico y un misterio estético, quizás la clave de bóveda del universo. La pintura de Brueghel El triunfo de la muerte silencia cualquier presunción de una muerte digna. Un caballero desenvaina en vano su espada contra la legión de cuerpos descarnados. Todos los estratos sociales están incluidos en el cuadro sin que el oro, el poder, el pensamiento, la religión o el arte puedan salvarlos. El ángel oscuro siega con su guadaña las mayores fortunas, las leyes más justas, los argumentos más sólidos, las oraciones más piadosas, los versos más sublimes. El verdadero triunfo sobre la muerte es haber nacido, haber robado al no ser una fugaz existencia entre dos eternidades. El mundo de las sombras no es el de los muertos sino el de los no nacidos.

No deberíamos obsesionarnos con la muerte pues carecemos de información fiable. La muerte propia, no la del otro que conocemos y lloramos, es una experiencia solipsista. Cada cual a solas consigo mismo conocerá los pormenores de su hora postrera, una vivencia única reservada a un solo espectador: Tu muerte es tuya, los versos finales del segundo soneto teológico de Agustín García Calvo. Es también el significado alegórico del excepcional grabado de Durero El caballero, la muerte y el diablo. El caballero armado y equipado seguido por un perro símbolo de la lealtad, valeroso pero resignado, firme pero lleno de lúgubres presagios, cabalga solitario hacia el destino final de su viaje, el valle de la muerte, sin mirar ni por un instante a los inquietantes compañeros que lo acechan, símbolos de la perdición del alma y del tiempo que se acaba.

La celebrada afirmación que se atribuye a Epicuro de que no hay que temer a la muerte porque cuando nosotros estamos no está la muerte y cuando está la muerte no estamos nosotros es redundante, carece de interés. El predicado no añade nada al sujeto del juicio. Es filistea la justificación de quienes sentencian que “morir es algo natural”. Yo creo que la única muerte que nos parece natural es la de los demás (y no de todos). Las expresiones de tránsito (pasó a mejor vida, se fue al otro mundo, alcanzó la vida eterna, está con los más, descansa en paz) son eufemismos cuyo fin es ocultar que con la muerte desaparecemos. Wittgenstein: Con la muerte el mundo no cambia, cesa. La afirmación de Heidegger de que el Dasein es un ser para la muerte no es una tautología sino una iluminación sobre el sentido del tiempo en nuestra existencia como ocupación y proyecto. Para entendernos: como mero hecho es lo mismo la muerte de un insecto que la de un hombre.

Lo realmente cardinal de las religiones trasmundanas no es la fe en la prolongación indefinida de la vida en otro mundo (¿cuántos lo creen realmente?) sino servir de protección frente a la angustia de la muerte. Dicho de otro modo: no dudes, mantén una fe sin fisuras porque pase lo que pase siempre ganas (en esto consiste la apuesta pascaliana). Aunque el triunfo de la fe (título del cuadro católico de Rubens) solo lo consigue en parte. La demostración, un funeral después del velatorio: el oficiante ofrece a la familia del difunto, sentada en los primeros bancos de la capilla, el consuelo trascendente de que su pariente está gozando ahora de la plenitud de una vida eterna en la que antes o después lo volveremos a ver nimbado de luz… pero nadie se siente mejor ni cesan los sollozos (mejor antes que después piensan algunos, mejor después que antes, la mayoría).

En todos los tanatorios me siento desfallecer. Pero los modernos son los que más me impresionan. Maderas claras de pino; paredes blancas con cuadros abstractos; música de Haendel; amplios pasillos de palacio de congresos llenos de gente fumando; se sirve un refrigerio con menú y guante blanco si lo deseas. Cafetería con autoservicio y tienda del recordare. El camposanto es una pradera con lápidas minimalistas y cruces apenas visibles plantadas en el césped. En mi pesadilla me veo entrar en un conocido tanatorio de Madrid, pregunto al encargado de recepción que me señala una pantalla donde están escritos mi nombre, apellidos y el número de una sala (cada vez distinto). Cuando me acerco, veo desde la puerta a mis padres, abuelos y tíos (todos muertos). Cuando me reconocen, me miran con tristeza pero no se mueven ni parpadean... y me despierto. Eran preferibles los velorios a la antigua, con el cadáver en el salón rodeado de sus familiares, amigos, vecinos y conocidos; las mujeres sirviendo durante toda la noche tazas de caldo con tropezones, jícaras de chocolate con bizcochos, ponche cargado y vino moscatel.

Si se hiciera una encuesta sobre el ideal de una vida indefinida tras la muerte, la mayoría contestaría: “en primer lugar deseo encontrarme con mi mujer, mis hijos, mis padres, mis amigos” ¿Pero hay una idea más torturante que soportar una existencia sin fin, incluso con tus seres queridos? A mí me parece que la solución más llevadera es la transmigración de las almas. Ser mujer si eres hombre, hombre si eres mujer, delfín, halcón, jaguar, gacela, héroe o semidiós.

 P.D. Carson McCullers: ...la simplicidad de la muerte.

Gabriel García Márquez: Morir es más sencillo de lo que parece.

Woody Allen ¿El problema de la muerte? Lo mejor es distraerse.

lunes, 24 de febrero de 2025

Ultraliberalismo

 

Todos sabemos sin necesidad de recurrir al hombre-filósofo de la calle, ocurrencia de Gramsci, que desde las primeras civilizaciones la política sea cual sea su sistema (autoritario, totalitario, autocrático, teocrático o democrático) ha estado supeditada de forma explícita o implícita, manifiesta o latente, a los poderes universales del dominium mundi: el dinero, la técnica y el ejército.

La instauración de la democracia liberal desde principios éticos y jurídicos fue la consecuencia de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra mundial mediante la conjunción de tales poderes y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aunque no es menos cierto que ética y política, como pensó Maquiavelo y todos sufrimos, son agua y aceite. El ilustre florentino incluso sugirió en 1532 que un político demasiado honesto nunca sería un buen político porque nadie lo creería, temería ni respetaría. Esta disonancia empírica entre ética y política explicaría el décalage, la distancia entre la letra de las Constituciones y su permanente incumplimiento por los gobiernos de turno

La democracia liberal se denominó “Estado social y democrático de derecho” en la edad de oro de la socialdemocracia europea. Así consta en los tratados de filosofía social y en las Constituciones nacionales. Sus abuelos fueron Alexis de Tocqueville, La democracia en América (1840) y Stuart Mill, Sobre la libertad (1859). Sus bisabuelos, Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, El espíritu de las leyes (1748) y Jean Jacques Rousseau, El Contrato social (1762).

Coincido (y cito de nuevo) a mi docto amigo el Coronel Abengoa cuando pontificaba los martes en la tertulia del Café Comercial: Prefiero la democracia liberal porque me permite bajar al quiosco del barrio y comprar el periódico que quiero y decir aquí y en todas partes lo que me parece. Todo lo demás o lo pongo entre paréntesis o me lo creo a medias o no me lo creo. Considero perspicaz la definición que hizo Marx del voto democrático (aunque sin posteriores conclusiones): “Un juicio sentimental y extenuante, a los logros de la etapa anterior de poder”. Por lo demás, siempre voto y participo cuanto puedo en la cosa pública. Mi escepticismo militante con el rancio liberalismo que nos rodea no implica falta de compromiso con los derechos y libertades civiles sino todo lo contrario.

En esta encrucijada de la historia, la democracia representativa, solo cuestionada por quienes forman parte del fraude, es un valioso legado que ojalá seamos capaces de preservar (¡que se quede como está!) para nuestros hijos, nietos y biznietos. Los poderes universales de la primera potencia mundial (los mercados industriales y financieros, las corporaciones tecnológicas, la carrera de armamentos) han decidido, tras las últimas elecciones presidenciales, demoler los principios de la democracia representativa. Entre otros, el imperio de la ley, la división de poderes y el respeto a las minorías. El liberalismo mutó en neoliberalismo y el neoliberalismo en ultraliberalismo. Fin del Estado social y democrático de derecho. Primero se derrumbó el denominado socialismo real de los países de la Unión Soviética porque sólo servía para repartir pobreza entre la mayoría de la población, excepto los cuadros de la burocracia dirigente del partido comunista que gozaban de todo tipo de privilegios. Posteriormente la crisis se extendió a la socialdemocracia y al modelo del estado del bienestar, hoy en declive, cuando no desplome, tanto en los Estados miembros de la Unión Europea como en el Parlamento de Bruselas.   

Analicemos en presente algunos aspectos del futuro distópico de Europa. Se minimizan las competencias del Estado que ni siquiera es el árbitro de las reglas de la libre competencia al estar los mercados desregulados. Los mercados crean las reglas en cada coyuntura económica según sus versátiles criterios. Se considera al Estado una institución intrusiva, ineficiente, ruinosa por lo que es necesario reducir al mínimo sus competencias y tamaño. Se recorta drásticamente la plantilla de funcionarios civiles de la administración pública. Se pretende la autorregulación extrema de la iniciativa individual (“viva la libertad”) y la privatización gradual de los servicios esenciales como la Educación y la Sanidad. En la Educación, se potencia la creación de Universidades privadas de gama alta, caras y selectivas, según el modelo norteamericano (algo en mi opinión condenado al fracaso); en la Sanidad se favorece la implantación de los grandes grupos hospitalarios nacionales e internacionales con seguros de atención sólo al alcance de una minoría con alto poder adquisitivo. La emergencia de empresas militares privadas de asesoramiento, provisión y sustitución de las Fuerzas Armadas, y la proliferación de las criptomonedas como sistema de intercambio comercial y especulación financiera son síntomas inequívocos de la gestión del Estado como un negocio global. Desaparece la función social de la propiedad. Se regresa a unas teorías librecambistas anteriores y más radicales aún que las formuladas por Adam Smith, Ricardo y Malthus. Se considera la justicia social un mito y la aspiración a la igualdad una quimera comunista. En consecuencia, se impone a golpe de decreto un darwinismo socioeconómico cuyo objetivo es el desmantelamiento del Estado del bienestar, de la democracia liberal y del europeísmo, es decir, de nuestras señas de identidad supranacional. El ultraliberalismo es la fase final del capitalismo. En fin, como decía el genial humorista Chumy Chúmez es más lo que nos une que lo que nos espera.