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martes, 1 de agosto de 2023

Método escolástico y sexualidad

 

LECTIO (Exposición del tema o problema y lectura de textos)

Obviamente, el sexo biológico depende de un conjunto único de características innatas: cromosomas, niveles hormonales, genitales internos y externos y órganos reproductores. No tiene cabida el negacionismo, que se cuela por los agujeros más insospechados de la cultura, ni la varianza: es hombre o mujer. La intersexualidad es una rara anomalía genética de consecuencias exclusivamente médicas.

Otra cosa es la asignación de género: se refiere al conjunto de roles adscritos que se consideran apropiados en términos estadísticos para la construcción de la masculinidad y la feminidad de una cultura. Son pautas de comportamiento que se interiorizan durante el proceso de socialización primaria y secundaria (por más que esta distinción clásica esté cada vez más cuestionada por la omnipresencia de las pantallas). La asignación de género forma parte del ethos, tiene, por tanto, carácter normativo (es decir, lo que la sociedad considera normal). Nos propone cómo debemos vernos, pensar y actuar. También incluye las apariencias, la forma de vestir, hablar, mirar, hacer el amor… Es, por supuesto, el campo de batalla del feminismo.

El siguiente concepto es la identidad de género. Se refiere a la percepción que tiene una persona de su condición sexual. El término trans, engloba a los individuos que no se identifican o discrepan de su sexo biológico. Hay cuatro tipos: transexuales, transgénero, transformistas y travestis. Si quieren conocer las diferencias, ustedes mismos.

Viene a continuación la orientación sexual o capacidad de sentir atracción erótica y emocional hacia las personas del sexo opuesto o del propio. Lo describen los manuales de sexología con sutiles diferencias y apabullantes matices. Si buscas lo encontrarás: Heterosexual. Homosexual. Bisexual. Asexual. Androginosexual. Antrosexual. Autosexual. Demisexual. Ginosexual. Grisexual. Lithsexual. Pansexual. Polisexual. Pornosexual. Sapiosexual… A partir de los tres primeros, confieso mi ignorancia. Ha sido una forma de ponerme al día. Dos ejemplos: un lithsexual es alguien que siente deseo o atracción por otro ser humano, independientemente de su género u orientación sexual, pero no quiere llegar a tener una relación “real” ni consumada. ¿Lo entienden? Un sapiosexual es alguien que intenta seducir a la gente cultivada capaz de aportarle nuevos conocimientos en una situación de dependencia intelectual que lo excita. Vamos, la alumna que liga con el profesor de lengua. En la actualidad hay más de veinte orientaciones sexuales o identidades de género según el LGBTQIA+.

 

QUAESTIO (Cuestiones o preguntas que suscita la Lectio)

¿Es el feminismo radical (“el hombre es un lobo para la mujer”) una ideología de género excluyente, injusta y extenuante?

¿Es la discriminación positiva de la mujer (bolsas de trabajo, cursos profesionales, compromisos de contratación dirigidos exclusivamente a la mujer) o la paridad de la mujer en los puestos directivos de las empresas del IBEX una medida que atenta contra la libre competencia entre ambos sexos en función de los méritos adquiridos?

Según la vigente ley del sí es sí, recientemente aprobada en el Congreso (29 de abril de 2023) con resultados difíciles de digerir, los actos sexuales no consentidos pasan a ser delito. ¿Es una aportación sustantiva al Código Penal español o se trate simplemente de una reiteración o redundancia jurídica con fines políticos puesto que tal supuesto está contemplado en nuestra legislación desde 1820? ¿Digo la verdad, como en la paradoja del mentiroso?

¿Cuándo se considera que una persona está en condiciones idóneas para elegir su orientación sexual? Dicho de otro modo: ¿En qué edad se define de modo responsable la identidad sexual? ¿Es posible establecerla de modo científico?

¿En el caso de los adolescentes que desean una reasignación de sexo mediante técnicas quirúrgicas y tratamientos hormonales de por vida debería existir un protocolo de identidad sexual en el que intervinieran con carácter decisorio un comité formado por expertos? ¿Qué tipo de expertos?

Se calcula que una cirugía de cambio de sexo en ambas direcciones costaría hasta veinticuatro mil euros. ¿Debería hacerse cargo la medicina pública, o sea el Estado, de tales gastos o más bien correr únicamente a cargo de la persona que la requiere?

¿Se podrían considerar algunas identidades de género un ejercicio de libertad individual o más bien perversiones y patologías sexuales?

¿Se debería excluir a los transexuales quirúrgicos de hombre a mujer de las competiciones deportivas femeninas e incluirlos en una nueva modalidad federativa?

 

DISPUTATIO (discusión dialéctica sobre las cuestiones o preguntas que suscita la Quaestio).   

Voy a seguir aquí el método que siempre utilicé en la clase de la asignatura de Ética cuando tuve ocasión de impartirla en los centros públicos de enseñanza. Nunca me gustó tomar partido en los debates de los alumnos sobre los temas o problemas que el programa oficial marcaba. Sólo intervenía para definir ciertos términos, informar objetivamente sobre cuestiones legales nacionales e internacionales, explicar sin evaluar las propuestas de los partidos políticos o los resultados de algunas encuestas con cierta fiabilidad (si es que las hay). Tomar partido suponía, desde mi punto de vista, imponer argumentos “ad autoritatem” basados en la superior competencia argumental del profesor. Incluso entrometerme en la educación en valores que, en mi opinión, corresponde en primer lugar a la familia y no a la escuela. Por tanto, dejo a quien lea estas líneas que siga su criterio y piense con su propia cabeza. Escucharemos atentos sus puntos de vista razonados, no las salidas de tono emocionales que conducen directamente a la descalificación personal. Al extendido argumento, en realidad falacia lógica, “ad hominem”: eso es falso porque lo dice Fulano o verdadero porque lo dice Mengano. Está tan extendido que constituye el núcleo de las declaraciones, contraejemplos o debates de nuestra clase política. En vez de trabajar seriamente se dedica a cultivar el ego como inversión de futuro y decir chorradas. Así nos va.

sábado, 17 de junio de 2023

Sexo artificial II. Futuro

 

Rebobinamos para buscar en el cine del pasado la tecnología sexual del futuro. Recuerdo a Jane Fonda en Barbarella (1968), de Roger Vadim, sometida al tormento de la máquina del placer excesivo inventada por el científico chiflado Duran-Duran: una extraña cama-piano con teclado de un equipo profesional de audio y partitura salida del pincel de Miró. Al final, la heroína del comic funde los plomos de la máquina. Doy a los erotómanos la dirección en YouTube de la fogosa secuencia. La única pega de la fascinante hija de Henry Fonda es que recuerda sin remedio a su padre.

En la película Desafío total (1990), de Paul Verhoeven, el protagonista Douglas Quaid (Arnold Schwarzenegger), un obrero de la construcción, decide recurrir a los servicios de Rekall, una compañía especializada en vacaciones virtuales mediante el implante en la mente de aventuras a la carta más reales que la vida misma. Por supuesto incluyen un amplio catálogo de preferencias sexuales. Es un precedente de la tetralogía Matrix (1999-2021) basada en la conexión directa de las máquinas con el cerebro. Por mucha mecánica cuántica y misterios de las partículas elementales, lo cierto es que estamos muy lejos de lograrlo. Llegamos como mucho a los dispositivos visuales de realidad mixta que permiten la interacción del usuario en un entorno digital profundo con objetos y sujetos del mundo real o imaginario. Su versión erótica, es un voyerismo de diseño, donde se pueden crear fantasías polimorfas y perversas. Por ejemplo: tu avatar, tu primer amor y Jane Fonda en la playa desierta de una galaxia muy lejana. Las verás, pero no las tocarás. El problema es que las picantes ocurrencias se podrán grabar y subir a las redes sociales. Sólo una legislación de hierro evitaría que políticos, gente guapa, actores y actrices, deportistas famosos o la tentación que vive arriba circulen por telépolis en las situaciones más embarazosas. O tú. Parece un dilema sin cuernos a los que agarrarse: imposible poner puertas al campo; imposible que tales desmanes se publiquen. La solución es el previsible hartazgo del público a corto-medio plazo de los tríos, camas redondas y otras variaciones sobre el mismo tema de las fotocopias del gran teatro del mundo. Sabemos que son imágenes falsas, miméticas, manipuladas para que reaccionen como realidades físicas. Por más que reproduzcan hasta el último gesto del personaje, el montaje resultará aún más insulso que la pornografía convencional que por lo menos es de carne y hueso. Quedarán en inocuos troleos.

Ridley Scott dirigió la primera entrega de Blade runner (1982), una distopía futurista cuyo núcleo argumental es la fabricación de androides o replicantes más humanos que los humanos, capaces incluso de sentir emociones, especialmente el modelo Nexus 6, el último producto de la empresa de bioingeniería Tyrell Corporation. Viven durante cuatro años y sólo mediante sofisticados protocolos de identificación es posible distinguir al humano del humanoide. Los replicantes son utilizados como mano de obra esclava de distinta jerarquía en la tierra y en las colonias, y, por supuesto, para satisfacción sexual (modelos de placer básicos) de los humanos. Tras una sangrienta rebelión, los replicantes menores son desactivados y los más avanzados son declarados ilegales y eliminados por una división especial de las fuerzas de seguridad, los Blade runners. Un veterano cazador de estas almas de metal, Rick Deckard (Harrison Ford) vive un apasionado romance con una bella replicante, Rachael, que le salva le vida. Ella cree en todo momento que es humana. Deciden huir del sistema para enfrentarse juntos a un futuro declinante. Es una película de culto que se cuenta entre las mejores del género. Tuvo su continuación (extensión, según los productores) en Blade runner 2049 (2017) que sitúa la acción treinta años después y es más que una digna secuela. El motivo central es el inaudito embarazo de una replicante, Rachael, el paradero del neonato y de su padre, Rick Deckard y el riesgo de la llegada de una raza dominante, física e intelectualmente superior a los humanos; algo que el maestro del género Isaac Asimov veía con buenos ojos:

Cuando los robots sean lo suficientemente inteligentes deberían sustituirnos. Una especie reemplaza a otra cuando es más eficaz. No creo que el Homo sapiens tenga un derecho divino a estar por encima de las demás. Somos tan malos cuidando de los demás seres vivos que cuanto antes nos reemplacen, mejor. Cuando la IA nos domine será porque nos lo habremos merecido.

Ahora los Blade runners son replicantes de última generación al servicio de la policía cuya misión es retirar, es decir, fulminar a los modelos obsoletos (como los Nexus 6) que sobreviven en la clandestinidad. K, un cazador creado para obedecer y que al final desobedece, convive con Joi (Ana de Armas), su pareja holográfica, a la vez virtual, sensible, sensual y sexual, un producto de Wallace Corporation. Joi tiene además la propiedad de transfigurar el cuerpo de una humana en un doble perfecto del suyo y propiciar una relación sexual insólita. Un paso más.

Me refiero, por último, a la excelente Ex Machina (2015) escrita y dirigida por Alex Garland. El argumento futurista es previsible pero convincente. Ganó el Óscar a los mejores efectos visuales. No les piso la trama. Sólo quiero añadir que supone el triunfo de la inteligencia artificial femenina sobre su tiránico creador, un ingeniero de programas dueño del buscador más importante del mundo y partidario del no es sí con sus modelos. Ava (Alicia Vikander), la ginoide de última generación despliega una estrategia de comprensión, seducción y predicción sólo comparable al cálculo de los millones de jugadas por segundo de las supercomputadoras que dan jaque mate a los grandes maestros del ajedrez. El final de la película es tan abierto como la conclusión que sigue.  

Si los ingenieros del futuro son capaces de construir una máquina con un equipamiento capaz de reproducir funciones psicológicas, tendrá estados mentales equivalentes a los humanos: la autoconciencia, el lenguaje, el pensamiento, los sentimientos y los impulsos sexuales. ¿También procesos inconscientes? Los especialistas en Inteligencia Artificial trabajan a marchas forzadas porque las posibilidades de transformar el mundo, no sabemos en qué dirección, dependen en gran medida de esta tecnología de la conducta. Estamos hablando de la tercera revolución industrial, la más inquietante y transformadora de todos los tiempos. Las posibilidades en general son impensables. En cuanto a la sexualidad artificial, al principio serán robots muy caros, como las televisiones de plasma, los primeros smartphones y demás pantallas que nos rodean. Luego bajarán los precios y se harán más asequibles, aunque los gentilhombres y cortesanas de lujo estarán solo al alcance de la casta. Es lo único seguro. 

lunes, 12 de junio de 2023

Sexo artificial I. Pasado y presente

Escribo de memoria sobre la película de Luis Berlanga Tamaño natural (1974), la tragicomedia de un dentista parisino (Michel Piccoli) que se divorcia harto de las rutinas del matrimonio burgués, incluida su amante veinteañera a la que también deja plantada. Para reavivar los instintos de vida encarga una muñeca sexual a un famoso artesano japonés (fueron creadas en 1940 como complemento de los submarinos de la armada imperial). Por fin llega la caja mágica con envoltorio de seda y manual en treinta idiomas. El juego onanista con la bella maniquí acaba en delirio amoroso. Le regala una colección de alta costura, la viste y desviste con embeleso, viaja con ella (de paquete en los hoteles), incluso escenifica una boda con pompa y circunstancia. Adivinen las obsesiones fetichistas de la pareja en manos de Berlanga y Rafael Azcona (el otro guionista). Convierten lo anormal en normal. Lo de menos es el simbolismo social y demás monsergas de la crítica. Se trata de una idea fácil exprimida hasta sus últimas consecuencias. La madre alienta la perversa relación como si la muñeca fuera uno más de la familia, la esposa de carne y hueso intenta que vuelva al redil travestida de maniquí, los amigos se burlan con bromas sádicas. Pero los celos son la sustancia del discurso amoroso, según Roland Barthes que copia de Proust. Tras grabar en video a la muñeca, sospechosa de adulterio, en coyunda amorosa con el lascivo marido de una vecina y su posterior violación por una manada de emigrantes españoles, acaba por suicidarse lanzándose en coche al Sena con la infiel de silicona… que por cierto emerge de las aguas como Afrodita la diosa del amor ante la mirada atónita de los turistas. Una historia sobre la soledad amarga de la que brota el inconfundible humor berlanguiano.

Surgía por entonces la ola francesa de las poupées gonfables que muere mansa en las orillas del presente porque ya no son tendencia. Un repunte notable: según los suplementos de economía se disparó la demanda de muñecas sexuales durante el confinamiento. Otra forma de hacer ejercicios cardiorrespiratorios. Las hay de todos los precios. Busquen en Amazon: suaves, flexibles, articuladas, sin costuras. Caras las más realistas, pero no demasiado porque no están de moda. Las más tiradas desde 30 euros. Las muñecas hinchables conviven con los consoladores, vibradores, bolas chinas, dildos priápicos. Las mejores tiendas del ramo te venden un kit completo. La masturbación como una de las bellas artes. Lo cierto es que se conocen estas prácticas desde la prehistoria. El artefacto más antiguo se encontró en el yacimiento alemán de Hohle Fels. Es un falo de piedra de 20.000 años y 20 centímetros de piedra pulimentada. Algunos pudibundos arqueólogos sugieren que tiene un sentido religioso, propiciatorio, de invocación a las potencias de la fecundidad. Puede ser ambas cosas. Lo cierto es que la mayoría de los inventos sexuales desde el hombre de las cavernas estaban relacionados con la penetración vaginal por lo que tenían forma fálica. Pero la tecnología cambia el mundo.

La última generación de ingenios eróticos es la amplia gama de los Satisfyer. Utiliza una tecnología de onda de presión que permite disfrutar de la estimulación sin contacto con solo presionar un botón. Estas ondas son profundas e intensas y estimulan sin necesidad de tocarlas… Están dirigidos a uno de los temas más controvertidos del sexo: el derecho de la mujer al orgasmo y la reivindicación del clítoris. Algunas mujeres han logrado alcanzar el orgasmo por primera vez con este juguete. Se calcula una media de dos minutos para llegar al clímax. Como escribía la periodista Marita Alonso en un artículo de El País:

El deseo femenino salió del armario en 2019, cuando un succionador de clítoris llamado Satisfyer se convirtió en un fenómeno social y el producto estrella de aquella Navidad. No solo contribuyó a derribar tabúes sobre la masturbación femenina, también a reducir la llamada brecha orgásmica, responsable de que los hombres tengan muchos más orgasmos que las mujeres.

Lo cierto es que el éxito comercial del Satisfyer ha superado todas las expectativas. El año siguiente a su aparición, las ventas se dispararon hasta un 440%. Los datos confirman que cerca de 3,5 millones de españolas ya lo poseen o al menos lo han probado. Las grandes corporaciones del comercio electrónico no dan abasto. Las empresas alemanas y suecas que lo fabrican se han apresurado a considerarlo oficialmente un firme baluarte de la salud y del bienestar social.

Aunque también tiene su lado oscuro: por ejemplo, intentan vendernos que es para todas y a todas les gusta. También se perciben los aromas del feminismo radical y su defensa de la independencia de la mujer frente al varón falocrático. Es curioso cómo se ha invertido la curva de la sexualidad tradicional: los hombres ven positivo que dure más y las mujeres lo contrario. Otro inconveniente sería la dependencia del succionador que propicia el final de la unión natural de una pareja. La autonomía deviene autosuficiencia. Amenaza con convertirse en adicción a una sola zona erógena y limitar el cuerpo del amor a un territorio cuando es un mapa. Además, el fin de la sexualidad no es mecanizar el placer, alcanzar el orgasmo sin atajos. Estamos convirtiendo el sexo en comida rápida. El beneficio inmediato y el aumento artificial del estímulo invade nuestra vida. ¿Por qué renunciar al componente afectivo de la relación sexual, a compartir el goce sin prisas, agotar las etapas, tomarnos el tiempo necesario para sentir, descubrirnos y excitarnos? Una excitación que puede comenzar una semana antes de hacer el amor. Me escribe una antigua alumna: no me convence, que el satisfyer no me abrace por las noches, no me haga el café por la mañana y no pueda dejarme embarazada. 

lunes, 13 de agosto de 2018

Robótica y sexo


Océanos de tinta se han vertido sobre Internet y la realidad virtual, Telépolis, la galaxia digital o “el cuarto mundo de Popper” hasta el punto de que esa realidad paralela cobra cada vez más relevancia en todos los ámbitos del ser (la expresión realidad objetiva ha llegado a tornarse equívoca). El dinero y la prensa ambos de papel tienen los días contados. La banca digital y el comercio electrónico están cada vez más extendidos. La telemática educativa, médica y el teletrabajo son recursos (¿avances?) irreversibles. Los grupos, reuniones y congresos alrededor del plasma sustituyen en muchos casos a los costosos viajes internacionales (¡tres hurras por el ahorro público y privado!). En la actualidad las guerras entre las grandes potencias se libran en Telépolis. Eso incluye el control masivo de datos, la piratería informática, el espionaje industrial, el rastreo de información privilegiada o el uso masivo de las redes sociales para difundir informaciones teledirigidas con muy diversos fines, por ejemplo, políticos o económicos: es el caso de las fake news… 
¿Y qué me cuentan de la robótica, heredera directa de la cibernética? La "ciencia cognitiva" imaginó a finales del siglo XX un modelo del hombre basado en la analogía con la computadora. La mente es una computadora de propósito universal y la actividad mental procesamiento de la información. Como metáfora no está mal. El cerebro es el hardware o soporte físico de la mente y los procesos cognitivos el software o soporte lógico.  En este punto proliferaron las teorías alternativas que se fueron desinflando: monistas, cognitivistas, conexionistas, etc. Cuanto más sugerentes menos contrastadas. El cerebro, el órgano del conocimiento, es tan complejo que no se conoce a sí mismo. 
Posteriormente la neurociencia y la inteligencia artificial empezaron a interesarse por máquinas no mecánicas que simulan la conducta humana, es decir, cerebros electrónicos. O sea, menos rollo teórico y más inventos prácticos. Mientras que la computadora es una máquina no consciente (solo el ser humano puede afirmar “pienso, luego existo”) dotada de un soporte o equipamiento electrónico, el ser humano es, en el fondo, un autómata consciente (tiene estados mentales o de consciencia) dotado de un sofisticado equipamiento biológico. Si los ingenieros del futuro pudieran construir una máquina con un equipamiento electrónico capaz de reproducir funciones psicológicas, tendría estados mentales equivalentes a los humanos, incluidos la autoconciencia, el lenguaje, el pensamiento abstracto y los sentimientos... 
Legiones de especialistas trabajan en ello a todo trapo porque las posibilidades de transformar el mundo, no sabemos en qué dirección, dependen en gran medida de esta tecnología de la conducta. (Nos vamos a quedar todos en la calle). Estamos hablando de la tercera revolución industrial a escala planetaria. 
No hace mucho, la prensa nos presentó en primera plana a Sophia la robot más avanzada del mundo. La novela y el cine de anticipación han poblado nuestras neuronas de humanoides serviciales, replicantes imposibles de distinguir de los humanos, androides superdotados y almas de metal rebeldes. Por cierto, no se pierdan la estupenda película Ex maquina. Por supuesto, estamos de vuelta de Matrix, de la súper divertida Desafío total o de la original Robocop. Pero Sophia es de verdad. Recogemos una información reciente de la Agencia EFE.

Sophia, la robot humanoide más avanzada del mundo, creada por Hanson Robotics, ha intervenido hoy ante los alumnos de la Universidad Pública de Navarra, donde ha contestado a numerosas preguntas y, sobre todo, ha formulado muchas de ellas a su entrevistador, Joaquín Sevilla. La robot, que en un principio fue diseñada para trabajar con personas mayores en residencias de ancianos, tiene capacidad de hablar, interactuar y acompañar su discurso con expresiones y movimientos faciales de manera similar a los humanos. (…) Tiene además su propia página web y perfil en las redes sociales. La humanoide, ha comentado Joaquín Sevilla a Efe, es "espectacular", porque "está pensada para interaccionar con las personas de una manera natural, mantener una conversación, y eso es muy sorprendente".
Imaginen la industria sexual que se avecina. Eso sí que va a ser un mercado seguro, próspero y estable. Me estaba acordando de la chifladura de las muñecas hinchables. A no ser que te lo montes como Michel Piccoli en la película de Luis Berlanga Tamaño natural y estés dispuesto a dar la vida por tu juguete secreto, la cosa carece de interés erótico (creo yo). Nada que tenga que ver con los sofisticados robots que se preparan en los grandes centros de inteligencia artificial. Todo para la señora, todo para el caballero. Casi todo para cualquier elección sexual. Preferencias de cualquier tipo, estimulación científica de zonas erógenas, placeres del uno al diez, programas informáticos que emulan cambios de decorado y personalidad como en el cine porno. Se acabó la monótona monogamia. La imaginación al poder. Juegos para todas las edades y condición. En el fondo una profunda revolución sexual. Preguntas aviesas: ¿Le pone los cuernos al marido la esposa que se compra el ingenio en cuestión? ¿Peligra la profesión más antigua del mundo? ¿Se escindirá todavía más la sexualidad del amor? Las posibilidades son impensables. Al principio serán robots muy caros, como las teles de alta definición. Luego bajarán los precios, se harán populares, aunque las cortesanas de lujo, las sophias sexy, estarán solo al alcance de ricachos disfrutones. Habrá condenas “morales” unánimes y manifiestos a favor de la libertad sexual. En resumen, el onanismo como una de las bellas artes… No me explico cómo Celia Blanco no le ha dedicado un artículo en Contigo dentro. También la ciencia médica se verá afectada. Los cardiólogos y psiquiatras se van a hacer de oro. 

viernes, 16 de marzo de 2018

Cuestiones de ética sexual


Hace un montón de años la asignatura obligatoria de ética en bachillerato se dividía en personal, comunitaria y social. Entre mis papeles he encontrado un cuestionario sobre sexualidad (incluida en la ética comunitaria) que preparamos conjuntamente los profesores del departamento (entonces “seminario” de filosofía) dirigido a los alumnos. Era un centro masculino. Pronto llegarían los institutos mixtos. Lo que sigue son las preguntas del añejo cuestionario y las respuestas que hoy daría, en términos estadísticos, un joven de dieciséis-diecisiete años. Para ello he contado con la colaboración inestimable de un sobrino de esa edad.

P. ¿De quién –o de qué-, cómo, dónde y cuándo has recibido la información que ahora tienes sobre la sexualidad?

R. De todos menos de mis padres y hermanos. De mis primas sí. Un verano en el chalet de mis abuelos nos lo pasamos pipa jugando a las prendas. Tiene un morbo increíble. Eso sí, si alguien se va de la lengua más vale que te saques el pasaporte.

P. ¿Crees que tu grado o nivel de información sobre la sexualidad es completo y adecuado o más bien pobre e insuficiente?

R. Para mi edad creo que no está mal. Si hicieras el amor la  mitad que yo serías feliz. Pero siempre se puede mejorar. Estoy abierto a todo. Bueno, a casi todo.

P. ¿Cuál es, en tu opinión, la diferencia entre sexualidad y erotismo?
R. Ninguna. Una sexualidad sin erotismo como la de nuestros abuelos es una tortura china. Igual le ocurre al erotismo sin sexualidad: la masturbación, sexualidad después de todo, está muy bien pero hay que poner el listón más alto.

P. ¿Es lo mismo el amor y la sexualidad?
R. No siempre. Supongo que eso vale para los novios y recién casados. Pero puede haber sexo sin amor y amor sin sexo (aunque por un tiempo limitado; una retirada a tiempo es una victoria). Recuerdo el título de una película de Almodóvar.

P. ¿Qué piensas de las relaciones prematrimoniales plenas?
R. Pienso que para eso se inventaron los preservativos. A no ser que seas del Opus o supercatólico es lo que hace todo el mundo. Echarse una novia para estar besándose en un sofá o metiéndose mano con el abrigo puesto está bien para una tarde, dos como mucho. Después, o cambias de tercio o cambias de novia.

P.  ¿Qué piensas de los embarazos prematrimoniales no deseados?
R. Que sin preservativo la emoción se multiplica por tres. Demasiado riesgo. Una chica de dieciséis años se queda embarazada con mirarla. La madre naturaleza y todo eso… Luego pasa lo que pasa. La mayoría aborta. Al final, es su decisión. No es fácil ser madre soltera, aunque los tiempos han cambiado mucho.  

P. ¿Qué piensas del aborto?
R. Depende. Hay casos y casos. Lo único que te puedo decir es que la legión de los que intentan convencer a la chica con todo tipo de argumentos morales, religiosos, legales para que no aborte, cuando el niño nace desparecen como por ensalmo. Sólo queda la madre con dieciséis años y los padres que son quienes al final crían al nieto.

P. ¿Crees que los rasgos o características de la sexualidad masculina y femenina son distintos?
R. No entiendo bien la pregunta. Suena a cantada del siglo diecinueve. Físicamente son evidentes. Mentalmente, habría que preguntarle a expertos: personalmente me da la impresión de que son iguales o muy parecidos. Creo que se ha escrito mucho sobre el “misterio de la mujer” y otras chorradas. Cada cual a su manera pretende hacer feliz al otro y no hay más cera que la que arde.

P. ¿Que se podría hacer a favor de la sexualidad entre los jóvenes?
R. No juzgar ni tratar de imponer a los demás tus ideas y menos si las consideras verdades absolutas. Esto es para mí el verdadero amor al prójimo: deja a los demás en paz y que cada cual haga lo que crea oportuno. Si a ti no te gusta, nadie te obliga a hacerlo. Opina y haz lo que te parezca sin dar la vara y punto.

P. ¿Cuáles son, a tu modo de ver, los principales problemas de la sexualidad entre los jóvenes?
R. Los de siempre: el embarazo no deseado y las enfermedades de transmisión sexual, la más grave el SIDA. La causa es casi siempre la misma: aquí te pillo y aquí te mato sin tomar las medidas adecuadas: póntelo, pónselo… Cuidado con el coche al salir de la discoteca con un ligue que conoces hace cuatro horas.

P. ¿Qué piensas de la homosexualidad?
R. Que cada uno es libre de elegir la sexualidad que más le guste. Siempre ha habido homosexualidad masculina y femenina. En algunos países los encarcelan o algo peor. Se admita o no, existe cierta tendencia al desprecio y la marginación. También en esto se ha avanzado bastante. Ahora pueden casarse. Pues bien, pues bueno, pues vale.

P. ¿Debería tratarse la homosexualidad como una enfermedad?
R. No tengo ni idea. De entrada suena políticamente incorrecto. Me desborda el tema. Me imagino que habrá opiniones para todos los gustos. Habría que consultar a los científicos o algo así.     

P. ¿Qué te parecería que tus vecinos de al lado fueran una pareja de homosexuales? ¿Compartirías piso, de estudiante por ejemplo, con un homosexual?
R. Son dos preguntas, claro. A la primera: lo mismo tu prefieres un matrimonio que discute a gritos, con tres hijos que juegan a la pelota y mueven los muebles según sea el partido y un perro que ladra sin parar, sobre todo cuando se queda solo (su situación normal). A la segunda: si él me reconoce como heterosexual y viceversa no veo el problema. Sin meteduras de pata insalvables. Seguramente, si estoy en casa, cuando se lleve a su pareja, me resultaría chocante oírles hacer el amor. Supongo que me acostumbraría.

P. ¿Qué piensas de la pornografía?
R. La parte negativa es la adicción. No interesa estar enganchado a una ficción entre profesionales. La parte positiva es que puedes aprender formas nuevas de hacer el amor y si ves pelis con tu pareja puede estimularos, romper rutinas y disfrutar más.  

P. ¿Y de las comunas, donde se comparten sin normas de asignación sexual hombres y mujeres?
R. No conozco bien el tema. ¿Dónde hay comunas? Lo único claro que tengo es que no me metería en una.

P. ¿Prohibirías la prostitución?
R. Junto con la homosexualidad ha existido desde la prehistoria. No la prohibiría, la regularía: controles sanitarios serios, profesionales con derechos (no trata de mujeres) y locales dedicados al oficio más antiguo del mundo. Prohibiría la prostitución callejera y la explotación sexual.

P. Hoy se empieza a hablar con fuerza en nuestro país de "feminismo". ¿Te dice algo este término?
R. La reivindicación de la igualdad total del hombre y la mujer en todos los planos es algo justo y necesario. En la empresa, en la familia, en el aula, en la calle... Hay demasiados ejemplos de que no se ha superado el modelo patriarcal de sociedad. Por no hablar de ciertas lacras como la violencia machista, el acoso sexual, el sexismo o la mujer objeto: a propósito, no deja de ser chocante que en la última gala de los Oscars muchas actrices que parecían la punta de lanza del feminismo llevaran vistieran los últimos modelos de alta costura y lucieran ante las cámaras sus generosos encantos.    

P. ¿Qué opinas de la siguiente frase: El fin natural de la sexualidad es, primariamente, la procreación y, secundariamente, la satisfacción de la concupiscencia.
R. Déjame que mire en el móvil qué quiere decir “concupiscencia”. ¿Quién dijo eso? ¿Es una broma, no?  

domingo, 23 de julio de 2017

Sexo bajo demanda

La historia de la sexualidad bajo demanda (la prostitución es una modalidad) ha evolucionado, como casi todo, desde las primeras civilizaciones (seguro que en el Paleolítico también había pero no tenemos vestigios) hasta el siglo de la tecnociencia cuyos límites en genética y electrónica ni siquiera vislumbramos. Por ejemplo, en el tercer milenio a.C. las hembras de Babilonia tenían la obligación de ir al menos una vez en su vida al templo de Militta, la diosa del amor, a entregarse a un extranjero a cambio de un precio simbólico como homenaje al valor supremo de la hospitalidad. Algo similar (aunque más interesado) ocurre en ciertos pueblos esquimales que tienen la costumbre de ofrecer los favores de las esposas de las mandamases del poblado a los visitantes más significados como una forma de establecer fuertes vínculos exogámicos que faciliten el intercambio de bienes y servicios. Muchos comerciantes canadienses tienen que pasar por el trance si quieren colocar a los inuit sus hachas, botas y trineos. ¿Qué tal se ven en un iglú desvistiendo con ternura a la jefa del clan para quitarle las cuatro capas de piel de oso y grasa de foca que la cubren en invierno? ¡El negocio es el negocio, qué carajo! O los casamenteros japoneses de antaño que negociaban falsas esposas para extranjeros de paso. Cuando volvían a su país o se cansaban de ellas las abandonaban. El repudio equivalía legalmente al divorcio. El ejemplo más conmovedor en el arte de esta práctica feudal es Madame Butterfly, la desgarradora ópera de Puccini que se representa en estos momentos en el Teatro Real: el matrimonio fugaz de un capitán de fragata norteamericano con una hermosa joven japonesa que, engañada, cree en el matrimonio y lleva en su alma el amor puro de una esposa. Como todas las óperas acaba en tragedia y puñalada.

La prostitución, sea masculina o femenina, es un universal cultural con infinitas variantes. Obviamente no vamos a entrar en un tema que ocuparía tres tomos. Sólo la prostitución premium merecería capítulo aparte: las bellas esclavas egipcias, griegas o romanas. Los harenes de las mil y una noches árabes. Los efebos de gama alta. Las prostitutas rituales de los aztecas reservadas a los príncipes guerreros. Las modernas cortesanas. Las actuales chicas de compañía de alto standing.

Por otra parte, el comercio sexual no siempre es asunto exclusivo de los profesionales del ramo: madamas, proxenetas, rameras, anuncios de contacto, chaperos, mafias, turismo sexual… En la antigua Roma, muchas amas de casa (eran famosas las pompeyanas) se prostituían en los numerosos burdeles de la ciudad para completar sus ingresos. ¡Podían cruzarse con su pícaro marido en un pasillo del prostíbulo y saludarse cordialmente! Algo parecido he visto en los hoteles caros de África Central. A la hora de la copa nocturna, la cafetería se puebla de minifalderas de toda suerte y condición: madres, hijas y sobrinas que con el beneplácito familiar se sacan un buen pico para aliviar las escuálidas despensas. O la mujer casada occidental de la clase alta que no se lo hace por dinero sino por inclinación perversa, aburrimiento profundo o por venganza psicoanalítica contra su marido. Buñuel lo llevó al cine en su película “Belle de jour”. Eso por no hablar de las mantenidas y, si me apuran, de las amas de llaves de los párrocos.

Otra variante del amor bajo demanda son las muñecas hinchables que se pueden adquirir en tiendas tan reputadas como Amazon. Echen una hojeada al catálogo y flipen en colores. ¿Quién no recuerda la película de Berlanga “Tamaño natural”? El erotómano que fue Don Luis se despacha a gusto. Recuerdo una noticia salida en la prensa hace tiempo sobre el uso de estas muñecas despampanantes. La guardia civil de tráfico echó el alto en el Bus-Vao (carril rápido en la autopista Madrid-La Coruña por el que sólo pueden viajar coches con dos o más pasajeros) a un conductor acompañado… ¡de una muñeca hinchable! Imaginen el estupor de los dos agentes bigotudos ante la pareja postiza. Pienso que cualquier acuerdo sexual entre dos personas adultas, conscientes y libres que no perjudique a terceros es admisible; cuanto más esto: el onanismo considerado como una de las bellas artes. La única desventaja que se me ocurre, como a Michel Picoli en “Tamaño natural”, es someter tu salud mental a una dura prueba: pero también lo es la represión pura y dura. ¿Quién sabe qué? No seré yo quien se escandalice de las poupées gonflables.

Hace unos días leí en la sección científica de El País un artículo titulado “Así será nuestro futuro sexual con los robots”, es decir pasamos al sexo bajo demanda entre humanos y máquinas. El cine de ciencia ficción ya había tanteado el tema mediante engendros varios como autómatas conscientes construidos con circuitos mágicos (Alien), androides de protocolo (Star Wars), replicantes casi imposible de distinguir de los humanos (gran cinta Blade runner) fabricados con materiales que imitan a la perfección nuestros órganos y tejidos. Si les interesa el tema no se pierdan la excelente película Ex maquina (2015), la historia de Ava una mujer-robot cuya inteligencia artificial es capaz de enamorar al humano hasta las cachas y generar en el proceso de interacción sentimientos y decisiones propias. Imaginen lo que se podría simular mecánicamente en relación con todas las variantes del sexo: manual, oral, anal o vaginal. Un nuevo mercado se abre. De hecho ya está abierto, pero queda lo mejor. Dicen los expertos en robótica que en los próximos cinco años se alcanzará la excelencia y estarán disponibles los nuevos modelos: a precios asequibles los más sencillos y a precios prohibitivos los más sofisticados. Como cualquier aparato doméstico. Y añade: Es posible que todo este mercado quede reducido a un nicho dedicado a una minoría fetichista, pero también existe la posibilidad de que el sexo con robots cambie nuestra forma de relacionarnos y se convierta en la norma. Hay demasiada incertidumbre y lo que necesitamos es mucha más ciencia sobre el tema. Entretanto los moralistas ya han empezado a largar amarras: uso terapéutico en pedófilos, ayuda a violadores, tratamientos psiquiátricos de ciertas patologías, etc. Veremos.

Lo que el futuro del sexo bajo demanda nos depara, y eso decididamente no lo veremos, serán las empresas de vacaciones virtuales capaces de programar bioquímica o electrónicamente (o como sea) nuestro cerebro para tener vivencias “metaoníricas” (el término es aproximado porque el nuevo no existe) tan reales o más que la vida misma, como ocurre en la película Desafío total (1990) de Paul Verhoeven. Los científicos lograrán exprimir tu sesera al cien por cien de sus capacidades. Antes de empezar el viaje a través de tus neuronas, el experto del hotel-laboratorio te ofrecerá un montón de posibles entornos (en el trepidante film de Verhoeven, Arnold Schwarzenegger elige una ciudad artificial construida en Marte) y te preguntará qué tipos de mujer u hombre prefieres para tus gozosas experiencias sexuales. Y si no lo sabes o no lo tienes claro te ayudarán a descubrirlos. Después una aséptica enfermera te acompañará a la sala de control donde tras sedarte te implantarán en el cerebro un chip holográfico o algo parecido. No estaría mal pasar un mes en la Venecia de Casanova. En un solo día, tumbado en una cama llena de cables, tubos y monitores, pasarás unas vacaciones inolvidables.

lunes, 3 de julio de 2017

¿Colectivo gay?

Decididamente no me convence el término “colectivo”. Un colectivo es un agregado estadístico de individuos con una propiedad social que los agrupa aunque, en realidad, cada uno es, como se dice castizamente, “de su padre y de su madre”. Es el problema medieval de los universales (de si tienen existencia propia, un recuelo platónico, o sólo existen en los individuos), el matemático de los conjuntos (con sus leyes y paradojas) y el moderno de los estereotipos (el catálogo de estupideces que los europeos se aplican profusamente para conocer lo incognoscible). El término “colectivo” tiene en todo caso un significado sociológico y por tanto abstracto; pero como escribió en sus memorias aquel ilustre veneciano que fue Giacomo Casanova todo ser del que no se podía tener más que una idea abstracta sólo podía existir en abstracto. Mero “flatus vocis” sin posibilidad de gozarlo. Sería como decir que Casanova perteneció al colectivo de… ¿los libertinos? Y el resto de la apasionante historia de su vida, sabiduría mundana incluida (no se la pierdan en dos tomos) pudiera ser resumida en ese término. Ocurre lo mismo con la expresión “colectivo de profesores”, “colectivo de médicos”, “colectivo de discapacitados” o “colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales”. En este último caso dudo que compartan en sentido estricto propiedades comunes. Otrosí, ¿qué carajo significa la palabra de moda "pansexual"? Dicho sea de paso, lo que tienen en común los “colectivos” más heterogéneos que conozco es que en todos hay homosexuales y no pocos.

Hoy prefiero hablar de personas, de dos amigos que conocí hace años en mi segundo piso madrileño, cuando vivía tan ricamente de alquiler, casado y con hijos de mediana edad. Goyo y Alberto fueron primero vecinos de planta. Llegaron en agosto y tras una mudanza que me perdí porque estábamos de vacaciones en un pueblo de Cádiz se instalaron puerta con puerta. Tienen nuevos vecinos, me comentó, Antonio, el conserje, que no se le escapaba una. Son jóvenes y algo raritos, ya sabe, e hizo un gesto amanerado con las manos para apoyar su tesis… Han subido más tiestos que los que caben en la terraza de mi suegra. Esos dos pierden aceite, me jugaría las propinas del mes (un aviso a navegantes a primeros de septiembre). Cogí el ascensor pensando que los prefería mil veces a mis vecinos anteriores, un matrimonio que salía a bronca diaria con megafonía, churumbeles que movían los muebles y jugaban al frontón en el tabique compartido y un perro pequeño sin educar al que dejaban solo y ladraba y lloraba hasta que caía exhausto, supongo, en la cama mullida de sus dueños; además de mearse en los ascensores. Pensé en comprar por internet un aparato de ultrasonidos para ahuyentar perros, introducir por debajo de la puerta el mango de madera de un polo untado de cianuro con sabor a hueso, pagar a dos sicarios de la mafia para liquidarlo, pero mi mujer se negó en redondo. ¡Eres más pesado que el perro! me dijo.

Al día siguiente por la tarde llamaron al timbre y se presentaron. Cortesía de la casa.

- Somos Goyo y Alberto, los nuevos vecinos. Alberto, mi pareja, es abogado y yo profesor (¡un colega, abundan!). Para cualquier cosa podéis contar con nosotros. Seguro que a tu señora le gusta este pequeño obsequio: y puso en mis manos un paquete envuelto que resultó ser una caja de bombones Godiva.

- Muchas gracias y encantado de conoceros. Ahora mismo estoy solo pero ya veréis a mi familia. ¿Os apetece pasar y tomar una copa? (no sabía qué decir). Rehusaron amablemente y se despidieron. Un buen comienzo (¿En qué se diferencia una caja de bombones pensados de una caja de bombones comprados?).

Pronto corrió la voz en la comunidad, aunque puedo afirmar y afirmo que cada vez que un cretino me venía con el cuento de que tenía vecinos mariquitas y que pegaba el trasero a la pared del ascensor cuando subía con alguno, le contestaba lo mismo: me llevo muy bien con ellos, son encantadores y, sobre todo educados (haciendo hincapié en el adjetivo); ¿te han molestado alguna vez?... con lo cual yo les parecía todavía más raro que Goyo y Alberto. Las señoras eran discretas. ¿Será verdad que a las mujeres les encanta tener amigos homosexuales? Buen tema para otra entrada. Al final, se impuso el sentido de la convivencia con gente respetable y la mayoría se desprendió por lo menos en las formas de su coraza de ídolos de la tribu, o sea, de prejuicios sociales.

Me tomé con ellos unas cuantas cañas en los bares del barrio, quedamos en restaurantes italianos, marroquíes, tailandeses, japoneses y mexicanos... Les pirriaba la cocina internacional. Incluso asistí a su boda en la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor de Madrid en la que hubo interminables discursos de casi todos los invitados y se leyeron un sinfín de epitalamios más o menos afinados: sin procacidades hetero ni basteces machistas. Salida gloriosa entre pétalos de bolsa y rociada de arroz hasta que los novios vestidos con trajes blancos y pajarita se subieron a un viejo pero reluciente Citroën de época aparcado a la puerta y cuyo alquiler les costó un pico como me contaron más adelante.

Hablamos de todo un poco. Admitían sin reparos que los gays de ambos sexos son una subcultura (en el sentido técnico del concepto), lo cual es evidente, y se referían a sus rasgos diferenciales: gastronómicos (por cierto, las clasificaciones del libro de Simon Doonan Los gays no engordan son divertidas pero falsas), informáticos (prefieren los ordenadores Mac de Apple, una marca cool), sexuales (según ellos, sólo un treinta por ciento de los varones homo practica la penetración anal), muebles (les encantan los lacados, los biombos y las mesas pink market), la ropa de diseño trendy con simbología propia o los gimnasios fitness para pulir el tipo… También hablamos del día del orgullo gay. Les dije que nunca había ido a verlo pero que me hacía una idea por los videos en las redes sociales y los documentales. Ellos sí habían estado el año pasado. Opiniones hay para todos los colores de la bandera arco iris, dijeron, pero que a ellos, al margen de las reivindicaciones en defensa de los derechos civiles y las declaraciones de los políticos salidos del armario, les parecía un desfile bastante chocarrero; en ocasiones de un erotismo pasado de rosca y un exhibicionismo que se acercaba a lo grotesco. Demasiados gritos obscenos y efectos de mal gusto. O la parafernalia de las carrozas kitsch. No nos sentimos identificados con los excesos chabacanos de esa fiesta, somos gays “convencionales”, concluyeron.

domingo, 13 de marzo de 2016

Batallitas


Hablo de los años setenta. Como siempre, la onda expansiva del Mayo francés llegaba con retraso. Una mañana de finales de abril, tras las vacaciones de Semana Santa, los pasillos de la facultad de filosofía y letras de la Universidad Autónoma de Madrid aparecieron sembrados de octavillas en las que se invitaba a todos los estudiantes que estuvieran a favor de la liberación sexual a participar en el acto fundacional del POE (Partido del Orgasmo Esmerado). La reunión se celebraría el jueves a las doce en el salón de actos presidida por la coordinadora universitaria (como si hubiera otras); en total seis cargos cuyos nombres y apellidos no constaban. Daba igual porque todos eran muy conocidos. En general, tenían fama de tipos bullangueros, inquietos en lo intelectual, vagos crónicos y salaces en las asambleas: por orden, presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y dos vocales. 
El asunto prometía. En primer lugar, la mayoría estábamos saturados de asambleas, saltos en la vía de acceso al campus y “denuncias espontáneas” por los detenidos de la represión. Lo que tenían en común era la presencia en menos de cinco minutos de un montón de sociales y policías armados que ponían fin a la algarada (palabra muy franquista) de manera fulminante. No era difícil, pues desde la huelga general del setenta estaban instalados de forma permanente en el campus. Montones de jeeps y furgonetas en fila formaban parte del paisaje. Incluso disponían de una casamata prefabricada en la que se habían instalado, según la prensa del Movimiento, los mandos del operativo con sus equipos de transmisión, calabozo provisional y otros medios. Algunos estudiantes ya habían catado aquel lugar de pesadilla.
Era especialmente temible la retirada de carteles en la cafetería  a las once, en el descanso de las clases. El sitio estaba a reventar y cuando la fila de grises con casco atravesaba la sala con caras patibularias siempre había algún tipo que los llamaba hijos de puta o les tiraba un vaso. El desalojo con palera era lo menos que podía pasar. Los sociales sacaban la pistola. Un espectáculo lamentable. La policía franquista se comportaba aquí (y en todas partes) como un ejército de ocupación en su propio país. 
Tres razones más a favor del acto fundacional del POE (que me pierdo en batallitas): las hormonas juveniles eran en aquel templo del saber la cosa mejor repartida del mundo; el tedio a esas alturas del curso subía bastantes enteros y, finalmente, aunque la cosa no atacaba directamente al régimen, tampoco tenía pinta de estar a favor. Deporte de riesgo y emoción garantizada.
Ni que decir tiene que el decano de la facultad, un aséptico catedrático de geografía que se hacía el gracioso, no cedió el salón de actos al P.O.E. Según las crónicas de primera mano, a los tres miembros del comité que recibió en su despacho les dijo que el asunto olía mal y que, en cualquier caso, no tenía autoridad para permitirlo.

- Si queréis, ir a hablar con el capitán de la policía armada, él es quien manda aquí o todavía no os habéis dado cuenta. Aunque no os lo aconsejo porque tampoco os va a dejar y además tendréis que tocar el piano. ¡Las huellas dactilares muchachos! Después vendrá a pedirme explicaciones con cara de ogro: ¿Es que no conoce usted sus competencias? No, podría contestarle.

El acto se celebró contra viento y marea en la antesala del salón de actos. La coordinadora del POE, desoyendo el consejo del decano, fue a la casamata y le largó al capitán el cuento de que se trataba de un acto cultural para presentar un curso de psicología de la motivación. Ciencia pura. Pero el régimen tampoco se fiaba de la ciencia.

- No me vengan con gilipolleces -los conminó mientras liaba un cuarterón- háganlo en el hall pero sin pasarse. A la primera palabra malsonante entro. Lo cierto es que después de un rato mareando la perdiz, los grises no habían aparecido.

La coordinadora presidía el acto sentada en los pupitres de las aulas. Estábamos unas sesenta personas incluidos los espías disfrazados de progre. Cantaban a un quilómetro. Lo cierto es que allí no había más que tíos. Dos chicas de historia, militantes del partido comunista, hartas de que las miraran con ojos golositos, se largaron. La presentación fue un prodigio de mesura. Habló el presidente del POE sobre la ausencia de una educación secularizada, los patrones de socialización en la familia, la distinción entre instinto sexual y filiación, la teoría del orgón de Reich o las pulsiones polimorfas y perversas de Marcuse… Nadie entendía nada y menos aún los espías de la brigada político social que se lanzaban miradas inquietas. Veinte minutos y el asunto quedó despachado. ¿Alguna pregunta? sugirió el secretario (en este punto finalizó la sesión y comenzó la función).

- Todo eso está muy bien, confirmó un autoproclamado ácrata de cuarto de románicas, pero lo cierto es que esto parece una atracción de feria de “solo para hombres”. Cuando se lo propuse a mis amigas dijeron que no me conocían. Incluso las novias se han pirado. Parecemos los curas (sic) de un convento.

- Tendremos que convencerlas, hablarles, ganarlas para la causa, replicó entusiasta el tesorero. Su ausencia forma parte del problema.

- Para eso no necesito un partido, interrumpió un trostko de filosofía pura, aguerrido veterano de las pruebas de septiembre. ¿Crees que es casual que todos los miembros de la coordinadora seáis tíos, valga la redundancia? (sonrisas del público). De qué coño sois la vanguardia (primeras risas abiertas. Los galones de repetidor le hacían crecerse).

- ¡Oye, Jaime, le interpeló el vicepresidente indignado, no seas faltón y cuida tus palabras o duramos cinco minutos! Reserva tus gracias para ligar. ¿No pretenderás reventar el acto?

- Para nada, cedió conciliador, lo único que pretendo saber es la praxis correcta que proponéis aquí y ahora, en estas circunstancias concretas.

- No hay una praxis correcta, como largas en cuanto puedes, si no hay una teoría detrás; o delante. No pretenderás que montemos una orgía el primer día, le espetó el segundo vocal. (No, no, hoy no, se oyeron voces socarronas).

- Bueno, intervino un maoísta de salón, esto tiene toda la pinta de ser una manifestación objetiva de radicalismo pequeño burgués.

- Escucha Rafa, terció, el primer vocal, más por intervenir que por otra cosa, no fastidies o es que la verdad absoluta es el catecismo proletario del Gran Timonel… (No digas nombres, le exigió Rafa, algo superfluo porque lo conocían hasta las piedras).

Metió baza un joven vestido de negro hasta las cejas partidario de la Federación Universitaria Democrático Española: En resumen, que estáis a favor del amor libre venga de donde venga; o contra la familia, la propiedad privada y el Estado; o sea, vivan las comunas, acostarte con las mujeres de los demás y a la tuya que ni la miren. Es para troncharse Carlitos. 

- No somos hippies postizos ni salidos de ocasión, si es lo que sugieres…

- Vale, vale no te mosquees, era una broma. ¡Me aburrooo!

- Tendréis noticias nuestras. Por razones obvias ahora no es momento de vocear los planes, recalcó el presidente con aire de misterio.
  
- Uno de la última fila: ¿Las noticias serán en el campus? Si se trata de otra cogorza general no contéis conmigo.

- O de cortar el tráfico en la Plaza de Castilla, terció otro. Ya me han sacudido bastante. Casi prefiero quedarme estudiando en casa.

En ese instante entró el capitán de los grises al frente de veinte números con el vergajo en la mano. Con toda seguridad vinieron no por lo que se decía sino por quienes lo decían, viejos conocidos de la inquisición.

- ¡A tomar por saco –aulló-. A casita que llueve y callados. Al primero que grite me lo llevo a la jaula. ¡Aire y rápido!  
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Dos semanas después el POE tuvo su momento de gloria. Fue un viernes a las once, la hora del café. Sobre un tablero con ruedas del que tiraban tres encapuchados iban desnudos un chico y una chica con máscaras venecianas, seguramente alumnos de la escuela de arte dramático (les encantan estos lances exhibicionistas). Estaban medio tumbados en un jergón con sábanas rojas en actitud licenciosa. Detrás iban tres antifaces gritando consignas afrancesadas: cuando desabroches tu bragueta, desabrocha tu imaginación; cuanto más hago el amor más ganas tengo de hacer la revolución; toma tus deseos por realidades, en los exámenes responde con preguntas… No era difícil adivinar quienes eran. Volaron las procaces octavillas del POE, una invitación al desenfreno ya. Todo ocurrió muy deprisa. La procesión báquica apareció por la puerta principal de la facultad, recorrió el pasillo central y desapareció nadie sabe cómo. Aquello tenía mala pinta. Lo mejor era largarse. Pasados los cinco minutos irrumpió la guardia pretoriana con el centurión al frente. El final de la utopía. Después rodaron cabezas por inmoralidad y escándalo público. ¡Qué sarcasmo! En cualquier caso, los guantazos y las multas fueron menores que las que les caían a los culpables de actos subversivos. Ética y política, matices de la democracia orgánica.