miércoles, 31 de marzo de 2010
Robert Capa, La muerte de un miliciano
domingo, 28 de marzo de 2010
Land Art, “Costa envuelta”
viernes, 26 de marzo de 2010
Historia de la filosofía. Los tres sujetos kantianos
Uno de los motivos más recurrentes de la filosofía occidental es el problema del yo o sujeto antropológico. Ha recibido diferentes tratamientos según el pensamiento de los distintos pensadores anteriores a Kant; entre otros, el dualismo cuerpo-alma (espiritualista en Platón y naturalista en Aristóteles), el yo pienso o sustancia pensante cartesiana, la identidad personal en Hume… En Kant podemos distinguir hasta tres conceptos complementarios o copertinentes del sujeto: psicológico, lógico y metafísico.
El sujeto psicológico tiene un carácter puramente empírico interesó menos al filósofo de Königsberg. Kant afirmó que la filosofía crítica no se ocupa del sujeto psicológico, sino la antropología científica. Su objeto incluye los aspectos neurofisiológicos y psicológicos de la sensación (facultad de la sensibilidad en términos kantianos) o la formación de conceptos a partir de la experiencia (facultad del entendimiento). En general, la antropología científica trataría de los procesos o afecciones mentales y sus causas orgánicas.
El sujeto lógico, es la unidad o soporte lógico de las condiciones trascendentales del conocimiento, es decir, de aquellas condiciones a priori (previas o que preceden a la experiencia) que pone el sujeto (espacio-tiempo, categorías, esquemas trascendentales y principios del entendimiento puro) y hacen posible el conocimiento de cualquier objeto. A este sujeto constituyente o soporte lógico de tales condiciones, Kant lo denomina "apercepción trascendental". La obra principal de Kant, Crítica de la razón pura, se ocupa de la exposición completa de las condiciones trascendentales o a priori del conocimiento.
El sujeto metafísico, el alma, es el resultado de la síntesis absoluta (más allá de la cual no es pensable una síntesis posterior) que la razón hace de la totalidad de la experiencia interior. Se trata de una síntesis especulativa o trascendente ya que la síntesis trascendental más general o unitaria que es posible realizar de la experiencia interior en el tiempo y a la que podemos aplicar correctamente las categorías sería, por ejemplo, la memoria o la imaginación, pero no el alma.
Sólo tenemos conocimiento empírico o directo del sujeto psicológico y sus afecciones, ya que los fenómenos mentales, es decir nuestras vivencias internas, se dan de forma inmediata en el tiempo de la conciencia.
El sujeto trascendental no puede ser conocido empíricamente (no somos conscientes de su existencia) porque es anterior a la constitución misma de cualquier conocimiento, sea externo o interno. La existencia y organización trascendental del sujeto lógico se deduce de la actividad epistemológica de la razón humana y sus consecuencias científicas (por ejemplo, la física o las matemáticas).
Por definición, tampoco podemos conocer empíricamente
el sujeto metafísico, el alma, ya que se trata de un objeto especulativo o
trascendente, más allá de la experiencia y de las condiciones trascendentales
de cualquier conocimiento posible. Kant propone la existencia del alma
como un postulado de la razón práctica. Un postulado es una proposición (“el
alma existe”) no comprobable empíricamente (no es una ley física) ni
demostrable formalmente (no es un teorema matemático), pero necesaria para que no
se derrumbe el edificio entero de la moralidad. Para Kant (el Kant menos
ilustrado) la inmortalidad del alma es la única garantía pensable del progreso
indefinido de la virtud más allá de este mundo hasta alcanzar la perfección
moral o el bien supremo; se trata, según el filósofo, de un ideal
irrenunciable de la razón práctica.
miércoles, 24 de marzo de 2010
El daguerrotipo
lunes, 22 de marzo de 2010
Wagner según Wagner
En Basilea estaba Nietzsche a tan sólo sesenta kilómetros de Tribschen, donde Wagner había fijado su residencia con Cósima, la hija de Listz (todavía casada con un amigo común de Listz y Wagner, el director de orquesta von Bülow). Enseguida empezó Nietzsche a visitar todos los fines de semana la suntuosa villa de Wagner a orillas del lago Lucerna. La vida de Wagner era operística, y no sólo en términos musicales, emocionales o políticos; Tribschen era como una ópera interminable y no había la menor duda de a quien le tocaba el papel principal. Vestido al “estilo flamenco” (una mezcla del Holandés Errante y Rubens en ropa de fantasía), Wagner se paseaba entre paredes de "rosa Tiepolo" y querubines rococó, embutido en sus calzones de satén negro, boina escocesa y corbatas de seda de anchos nudos, declamando entre bustos de sí mismo, grandes óleos (del mismo tema) y copas de plata conmemorativas de las representaciones de sus óperas. Se respiraba incienso en el aire y, con él, sólo se oía la música del maestro. Entre tanto, Cósima colaboraba con el histrionismo de su amante y cuidaba de que nadie se marchara con los corderos perfumados, los perros “wolfhounds” con cintas o los pollos adornados, todos vagando por el jardín.
No es fácil entender que todo esto cautivara a Nietzsche. En realidad, es difícil entender que cautivara a nadie. Las extravagancias de Wagner le mantenían en continua situación de quiebra y tenía que recurrir a una serie de benefactores ricos, entre ellos el rey Ludwig de Baviera, que aportó grandes sumas de la hacienda pública.
Sólo la grandeza de la música de Wagner puede justificar su profunda capacidad de persuasión y el encanto fatal de su carácter. El inmaduro Nietzsche sucumbió pronto al hechizo romántico de esta embriagadora atmósfera, donde los motivos musicales de una fantasía inconsciente permeaban los salones barrocos de la villa.
martes, 16 de marzo de 2010
Fallingwater House
Pretendía presentar el vasto espacio del desierto a escala humana.
Nancy Holt
El denominado Land Art es una corriente artística surgida en Estados Unidos durante los años 60. Sus manifestaciones más recientes se extienden con pleno vigor hasta finales del siglo XX; por tanto, forma parte de la historia viva del arte contemporáneo.
El principal supuesto del Land Art es la búsqueda de un arte vinculado al entorno, un arte basado en las posibilidades que ofrece el medio natural para diseñar la obra. El paisaje, uno de los elementos esenciales de la literatura, la música, la pintura, la fotografía o el cine, adquiere en el Land Art una nueva y fecunda dimensión.
Las obras del Land Art se conciben exclusivamente para el emplazamiento en que se realizan. La creación conlleva la modificación temporal o permanente del entorno y su incorporación a la memoria colectiva del lugar. Esto significa, en primer lugar, la imposibilidad física o estética de trasladar el resultado final a un museo o sala debido a su monumentalidad y también a que no tendría ningún sentido su exposición en otro espacio escénico; en palabras del escultor Richard Serra, transportar la obra supone destruirla.
Implica también la imposibilidad de vender las obras, que dejan de ser mercancías para convertirse en curiosas inversiones, a veces cuantiosas y a fondo perdido, sin más finalidad que la puramente contemplativa.
Sin duda, los precursores de esta corriente fueron los lejanos artífices de las pinturas rupestres en el Paleolítico Superior, que aprovechaban admirablemente las cavidades, relieves y salientes de los abrigos rocosos para decorarlos mediante formas y volúmenes.
En otro momento nos ocuparemos de algunas de las más celebradas creaciones de esta corriente, entre otras: Wrapped coast (1969) de Christo y Jeanne-Claude, Cyrus field (1970) de Patricia Johanson, Hydra’s head (1974) de Nancy Holt o A line in the Himalayas de Richard Long (1975). Aquí nos vamos a centrar en el precedente más cercano de los principio estéticos del Land Art, la obra maestra del gran arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright (1876-1959) Fallingwater House (“La casa de la cascada”).
Diseñada entre 1934-1935 y construida durante 1936-1937 en Pennsylvania, Fallingwater House fue la casa de campo de Edgar Kaufmann, su esposa Liliane y su hijo Edgar, propietarios de un negocio urbanístico en Pittsburg. En la actualidad Fallingwater es un monumento nacional en Estados Unidos que pertenece al Western Pennsylvania Conservancy.
La famosa residencia, una vivienda unifamiliar, fue pensada de acuerdo con los principios de la denominada "Arquitectura Organica", fundados por Wright y sus seguidores; consisten esencialmente en la intención de integrar armónicamente en un resultado único o “supraarquitectónico” los elementos ambientales y los técnicos (planos, elevaciones, contrastes); los materiales originales y los constructivos (madera, ladrillo, rocas); los atributos reconocidos del entorno y la utilidad del edificio; el valor ecológico del paraje y el proceso de construcción; las posibilidades de la naturaleza y las necesidades del individuo…
Los Kaufmann, una vez planteado el proyecto, pensaron que Wright diseñaría una casa de campo con vistas a la caída de agua, pero el arquitecto tenía otros temas divergentes que finalmente fueron aceptados.
Muchas de las ideas estéticas de Frank Lloyd Wright son exactamente las mismas que las de los grandes “fabricantes” de Land Art. En primer lugar, la afirmación de que la tierra no está ahí sólo para contemplarla, conocerla científicamente o transformarla mediante la técnica, sino para investigar otras posibilidades más innovadoras e insólitas. En segundo lugar, que el terreno no es el continente o escenario externo de la obra, sino que es parte constituyente de la misma. En tercer lugar, que el artista se ocupa de las propiedades físicas o cualidades primarias de la materia: masa, densidad, volumen, pesos y fuerzas. Finalmente, en palabras de un reconocido artista del paisaje, Andy Goldsworthy, que la obra es el lugar mismo.
viernes, 12 de marzo de 2010
El viejo Madrid
Es aconsejable disfrutar de estas excepcionales imágenes, de una sorprendente calidad, con el ritual placentero que exigen las dulces horas de asueto de los viernes por la tarde; podemos aumentar nuestro disfrute comparándolas con las fotografías actuales de esos mismos lugares(fácilmente localizables en la red).
Por todos sus rincones se vislumbra el aura luminosa de ese Madrid entrañable, cosmopolita, generoso y tolerante (¡qué "valores tan valiosos"!) con los pueblos más variados y las más extrañas gentes.