sábado, 6 de agosto de 2016
El sentido de la soledad
viernes, 29 de julio de 2016
Richard Ford, minima moralia
La vida individual gira en primer lugar en torno a la casa que habitas. Una parte magra de la felicidad depende de la adecuación de tu hogar, del entorno urbano y de los grupos sociales unidos a ese ámbito geográfico. Depende de si te sientes dentro de tu propio entorno, en tu propia ciudad, entre tu propia gente. Consiste en adaptarse, sobreponerse a la naturaleza cíclica de las circunstancias. No podemos transformar el mundo, no podemos cambiar el curso de nada. Simplemente las cosas deben continuar su recorrido irregular. Hay que dar tiempo al tiempo, lo cual no significa que las cosas mejoren o empeoren. Las cosas se mueven por sí mismas y la inteligencia consiste en advertir esos trazados sinuosos.
La vida social es de carácter ético, no político. Lo único que debemos apreciar de la política es vivir en una democracia representativa estable y mínimamente depurada; ir a votar periódicamente y establecer ciertos valores cívicos encaminados a la comodidad, la eficacia de las instituciones de primer, segundo y tercer orden y la cohesión social de los grupos. El único absoluto de la sociedad civil es el respeto a las reglas de la economía de mercado. La economía de mercado es natural, no política. Forma parte de la condición humana desde el Paleolítico superior. Ni siquiera las crisis periódicas del capitalismo han podido remover un milímetro los cimientos de esta verdad atemporal. En un país que respeta este principio, un país de oportunidades, puede ocurrir cualquier cosa. La primera función de una sociedad totalitaria es erradicar el misterio. La actividad comercial, el intercambio de bienes y servicios, es una variante esencial de las relaciones sociales y el fundamento positivo del trabajo. Sólo cuando la política real es un obstáculo colectivo insalvable o un atentado contra el progreso moral empieza a ser interesante, digna de atención, susceptible de una mínima reflexión. Lo demás es historia con minúsculas.
miércoles, 27 de julio de 2016
El triángulo
jueves, 14 de julio de 2016
14 Juillet, Vive la France !
LES ARMOIRES D'EAU
À Paris, les premiers « armoires d’eau » (water closet), appelés
aussi d’une belle façon « cases d’aisance », datent de 1840 à l’initiative du
préfet de police Rambuteau qui ordonna l’installation des toilettes dans tous
les foyers de la ville. Cependant, il a fallu attendre vingt ans encore pour
avoir des toilettes pour femmes, malgré l’avis de certains groupes féministes
qui, sous prétexte de l’égalité homme-femme, n’acceptaient pas la séparation et
revendiquaient des toilettes unisexes. Une célèbre représentante du mouvement
féministe, Colette Duclos, écrivait : « La femme est capable de tous les
exercices de l’homme sauf de faire pipi debout contre un mur ». Bien que
l’idée de toilettes communes semble absurde, car la position unisexe est
évidemment plus commode. Voilà un texte de l’époque : Uriner assis pour les
hommes a beaucoup d’avantages ! D’abord le côté hygiène, uriner assis est plus
propre. Ensuite, selon les scientifiques, uriner assis réduit les troubles de
la prostate et contribuerait à une vie sexuelle plus longue et plus épanouie !
En conséquence, DEFENDU POUR LES HOMMES DE FAIRE PIPI DEBOUT ! Mais si la loi
sur le papier a l’air bonne, l’application est assez difficile : imaginez-vous
des agents de police suivant les hommes aux toilettes pour voir s’ils urinent
de la bonne manière ! C’est drôle.
Pourtant, l’histoire est devenue toute différente. C’est à Paris où les toilettes des femmes et des hommes sont séparées pour la première fois. L’événement historique est arrivé pendant un bal de la haute société. À partir des années 50, toutes les maisons parisiennes étaient équipées de toilettes à l’intérieur… Alors qu’il restait encore plus de trois milliards de personnes qui étaient obligées d’utiliser la nature ou la rue.
sábado, 9 de julio de 2016
Los clubs sociales en la literatura y el cine
Todo el mundo conoce la trama de la estupenda novela de Julio Verne La vuelta al mundo en ochenta días.
El Reform Club de la novela fue fundado en 1836 por el diputado Whig Edward Ellicees y está situado en el número 104 de la calle Pall Mall en Londres. Durante el siglo XIX representó el ámbito social de las ideas liberales y progresistas. Al principio sólo admitía hombres pero a partir de 1981 empezó a aceptar mujeres. Actualmente no defiende ninguna ideología ética o política. En el relato de Verne representa el centro de reunión de la burguesía inglesa más emprendedora, una clase social emergente, capaz de forjar un imperio con sus proyectos de expansión y dominio.
Decía el inefable Groucho Marx que nunca formaría parte de un club donde lo aceptasen como socio. Hay un grupo selecto de clubes que se rigen por un principio similar: la exclusividad. Otra frase de Groucho: Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero… ¡pero cuestan tanto! Estos clubs no serían lo que son si permitiesen que alguien como usted (con perdón) o como yo hoyara la mullida alfombra de sus salones. Además del Jockey, están el Club Bilderberg, el Athenaeum, el Hurlingham Club, el Carlton de Londres, el The Yale Club de Nueva York, el The Austrian Club de Melbourne o el American Club de Hong Kong, entre otros. Sitios en los que tener una fortuna es condición necesaria pero no suficiente para entrar; por ejemplo el peculiar Club Bilderberg. Debe su nombre al hotel en el que se celebró la primera reunión en 1954. No tiene sede fija y desde entonces los hombres más encumbrados del planeta se reúnen cada año para ver cómo está el patio. Cuenta con apenas un centenar de elegidos: David Rockefeller, Donald Rumsfeld, Peter Sutherland, Carlos de Inglaterra, Étienne Davignon, la Reina Sofía o Ana Patricia Botín entre otros. Todo lo que oiga sobre lo que pasa de puertas adentro no son más que leyendas urbanas.
lunes, 27 de junio de 2016
Los jubilados de la Biblioteca Nacional
jueves, 16 de junio de 2016
Sobre la asignatura de filosofía en el Bachillerato
El tercero es confuso: presenta a la filosofía como una especie de saber primero y fundamental a partir del cual podemos comprender el lugar y el contenido de las demás ciencias (o asignaturas). Dudo que el argumento, tomado de Aristóteles y Descartes entre otros, tenga validez en los tiempos que corren. Cualquier arqueología del saber es interna y pertenece en exclusiva a la ciencia de que se trate. Por lo demás, no confundamos la interdisciplinariedad con las especulaciones metafísicas. El resultado es una clase donde el profesor habla mucho y el alumno aprende poco: no le interesa, se aburre, desconecta. Le daría igual saberse de memoria la guía telefónica, seamos sinceros.
Dicho esto, es cierto que los representantes del pensamiento único de nuestro país han decidido demoler la filosofía en las enseñanzas medias (sabido es que le tenían ganas desde hace tiempo). Para empezar, el poder público siempre ha desconfiado, incluso ha tenido pavor, de cualquier planteamiento reflexivo que lo ponga en cuestión. ¡Así nos va!
Por si sirve de algo por poco que sea, yo conformaría del siguiente modo la materia de filosofía en los planes de estudio del Bachillerato:
Ética social y política.
Historia de la Filosofía y de la ciencia.
Los criterios de mi elección son: trabajo para todos, utilidad colectiva a medio plazo y formación efectiva para el alumno.