martes, 28 de marzo de 2023

VAR

 

Todos los que se interesan por La Liga de Fútbol Profesional, o sea, el 99% de la opinión pública, han tomado partido a favor o en contra del VAR, el asistente del arbitraje por video. El 1% restante son los indiferentes a todos los deportes conocidos; y apuesto a que en el caso del fútbol las mujeres ganan por goleada; recuerdo las tronchantes tiras de Maitena sobre el desmadre machista en el mundial de Argentina. Simplemente se trata de una cuestión hormonal, de la testosterona y demás bomba química de la fisiología masculina. El fútbol femenino es un fenómeno nuevo y emergente que merece una consideración aparte.

Volvamos al VAR: la sociedad está polarizada, pero sin crispación populista. La polémica, atizada por los tertulianos del gremio, se ha presentado como una supuesta antinomia, una figura lógica o recorrido de la razón en el que tanto la tesis como la antítesis tienen la misma fuerza probatoria; por ejemplo, si la tortilla de patatas debe o no llevar cebolla; dicho de otro modo, es posible proponer argumentos igualmente convincentes a favor de una u otra posición. Comenzamos por la antítesis. Contra el VAR, se aduce que la discrepancia al uso de la tecnología para ayudar al árbitro es una forma de reivindicar el error como algo inherente al mundo de la vida. El fútbol, como cualquier deporte, no es el juego de la perfección; al contrario, nos gusta porque es una actividad humana, demasiado humana. Hay que contar con los fallos de presidentes, directores técnicos, entrenadores, jugadores y, por supuesto, del árbitro. El patadón brutal sin tarjeta, la tangana sin castigo por escupitajo bajo cuerda y el penalti que sólo el árbitro no ha visto son la sal del fútbol. Según los antropólogos, algunas pautas de conducta heredadas genéticamente desde la antropogénesis como la caza, la competencia, la dominancia, la defensa territorial, el esquema defensa-ataque y la agresividad son propias del varón. (La prueba es que en el fútbol femenino estas cosas no ocurren). ¿Pero a quién le puede interesar un fútbol de guante blanco donde las aficiones bailen al final del partido el corro de la patata? ¡Es la guerra! Que diría el inefable Groucho Marx.

Los partidarios de la tesis, de las bondades del video-arbitraje, reclaman la definición de justicia que acuñó Ulpiano hace dieciocho siglos: vivir honestamente, dar a cada uno lo suyo y no dañar al otro. Algo que sólo puede lograrse con un sistema no humano a salvo de los errores que influyen en el resultado del partido. Resulta curioso que la prensa deportiva incluya una clasificación paralela de los equipos de primera división sin las intervenciones del VAR. Obviamente el Madrid y el Barça estarían arriba, pero con menos puntos. El problema de la tesis es que el VAR, como toda máquina, depende del componente humano que maneja la sala de control: el Comité Técnico de Árbitros. Y aquí comienzan las lagunas, los grises y los clamores. Si la pelota traspasa la línea de gol es un hecho irrefutable y se enciende la bombilla, pero el resto son interpretaciones. Las líneas del fuera de juego se trazan con rotulador, las tarjetas dependen del carácter del árbitro, el criterio sobre las manos en el área es un enigma cambiante, en fin, quedan muchos huecos por cerrar. Por eso algunos clubs, de forma legal o ilegal, contratan exárbitros para asesorarse sobre una de las variables más relevantes del fútbol.     

En realidad, se trata de una falsa antinomia: las tecnologías forman parte imprescindible del siglo que nos ha tocado; que les pregunten a los jubilados maduros por las abrumadoras gestiones bancarias en las oficinas en línea en la calle o en su casa. Pregúntese cuántas pantallas utilizan a lo largo del día o cuántos dispositivos domésticos funcionan en la intimidad del hogar (¿hay realmente intimidad?). El VAR es la síntesis inapelable del arbitraje en el fútbol. Como todas las nuevas tecnologías ha llegado para crecer y multiplicarse. Únicamente podemos aspirar a una mejor automatización y rapidez en los procesos de supervisión de las jugadas y a una intervención cada vez menor de la mano vacilante que toma decisiones. El modelo es el ojo de halcón en tenis y aun así hay brocas con el juez de silla y raquetas estampadas contra el suelo. No resulta fácil educar nuestro cerebro reptiliano.

lunes, 20 de marzo de 2023

Imágenes

 

No resulta fácil explicar el término “imagen”. Demasiados usos del lenguaje y demasiados contextos de uso. Es posiblemente la palabra más polisémica que conozco. Genéricamente hay cinco tipos de imágenes: materiales, digitales, virtuales, psicológicas y sociales.

“Imagen” procede del latín imago cuya traducción literal es “representación, retrato”. En la Antigua Roma designaba la máscara de cera o efigie de los muertos que se exponía en el Forum Romanum. En plural imagines se aplicaba a los retratos de los antepasados que los patricios y familias distinguidas colocaban en el atrio de sus casas guardados en armarios adosados a las paredes y unidos entre sí formando el árbol genealógico de la familia. Tiene, por tanto, un significado material. Una imagen material es una representación visual de un objeto real o imaginario con fines muy diversos: entre otros, informativo, emotivo, persuasivo, normativo o artístico. Las imágenes materiales son el soporte de las artes visuales tradicionales: dibujo, pintura, escultura, grabado. Las imágenes materiales pueden ser digitalizadas mediante dispositivos de conversión analógica-digital y descargadas a través de Internet en sitios web, plataformas y redes sociales. Un ejemplo: hago una fotografía del David de Miguel Ángel con mi cámara digital (normalmente un móvil) y la subo a mi perfil de Facebook con un comentario sobre mi viaje a Florencia. Las redes sociales han creado una cultura planetaria de la imagen. Hay aplicaciones como Instagram o TikTok que permiten a los usuarios subir fotos, montajes y videos para interactuar con las publicaciones de otros perfiles. Hay dos grandes categorías de usuarios: seguidores y seguidos. Los segundos son los que cuentan con un gran número de adictos. Hablo de cientos de miles. Son los llamados influencers que muestran cómo se debe vestir, comer, divertirse o descubrir el sexo. Detrás de los influencers profesionales están las grandes firmas de moda y complementos, restauración, vida nocturna o los “juguetes sexuales”. En realidad, en Internet el producto eres tú.

Las imágenes virtuales solamente existen de forma aparente; se trata de una realidad alternativa e inmersiva que permite la interacción entre usuarios. Son imágenes construidas mediante programas informáticos, como los videojuegos. Tres ejemplos. El metaverso es un universo virtual al que nos conectamos mediante dispositivos telemáticos que nos permiten crear nuestro doble o avatar e interactuar con los personajes del área temática a la que nos teletransportemos, incluidos los avatares de otras personas conocidas o desconocidas. Podemos incluso diseñar personajes con retales imaginarios. El Deep fake es una tecnología basada en la Inteligencia Artificial capaz de generar una imagen, un audio o un video mediante sofisticados algoritmos que imitan a la perfección la apariencia y la voz de una persona. El truco de sustituir el original por la ficción no es nada nuevo, pero el grado de realismo de los deepfake es tan convincente que resultan demoledores. Su uso en la publicación de videos pornográficos, por ejemplo, está creando graves problemas a figuras conocidas de todos los sectores de la vida social, especialmente en los cinematográficos. Los Chatbots crean imágenes sonoras (un robot propiamente “no habla”). Son programas informáticos basados en la inteligencia artificial capaces de mantener una conversación con un internauta sobre un tema específico. Es una especie de compañero virtual que se integra en sitios web, aplicaciones o plataformas. ChatGPT, con 175 millones de parámetros lingüísticos, es un prototipo de chatbot desarrollado en 2022 por OpenAI que se especializa en el diálogo. El chatbot es un modelo de lenguaje, ajustado con técnicas de aprendizaje tanto supervisadas como de refuerzo acumulativo. Es una especie de diccionario enciclopédico parlante que tiene tres funciones: informar, opinar y orientar. Desconocemos sus posibilidades futuras a medio plazo. Por el momento es una mera curiosidad.

Las imágenes también tienen, por supuesto, un significado psicológico. En su versión más simple, una imagen es una copia o representación mental de un objeto percibido por cualquiera de los sentidos. Podemos tener la imagen de una rosa, del sabor del chocolate, el olor de la hierba mojada o la textura de la piel (Mi sintaxis es la piel de Roberta, decía un famoso semiólogo francés en plena catarsis erótica). La cosa se complica porque en la escena de la mente entran y salen numerosas imágenes: oníricas, subliminales, alucinatorias, fantásticas… O inconscientes: el psicoanalista Carl Jung, discípulo de Freud, utilizó el término Imago para referirse a la imagen mental o modelo idealizado de los personajes que más han influido de forma positiva o negativa (padre, madre, hermanos) en nuestra infancia. Demasiado complejo para diletantes de la psicología profunda. O imágenes abstractas: Los conceptos son géneros universales, nombres formados a partir del lenguaje. El nombre de la rosa. De la primitiva rosa sólo nos queda el nombre, conservamos nombres desnudos.

El último tipo de imágenes son las sociales. Las democracias liberales no son el reino de la libertad sino de las imágenes. El voto se consigue con etiquetas no con argumentos. Los asesores de imagen se dedican a orientar a los candidatos sobre su forma de hablar, gesticular o el color de la corbata, pero también a construir imágenes denigrantes de sus rivales. Ha surgido una próspera industria del descrédito en las redes sociales. Todo vale: bulos, embustes, patrañas. Hay incluso granjas de noticias falsas. Los recortes manipulados y los discursos del odio inundan los medios. Desde hace años los móviles se llenan de basura sectaria. Hay expertos en el lavado de imagen de políticos con un pasado impresentable. O vender humo con currículos cebados. Todas las falacias están permitidas para alcanzar el rodillo. Incluso se borra o se cambia el pasado de la historia, como en 1984. Ahora la historia no la escriben los historiadores. Nunca la política se había alejado tanto de sus referentes. La ética, en primer lugar: la corrupción envuelve las instituciones. El deporte entre otras. Tratan de vendernos que un cierto tráfico de influencias es saludable para los mercados. Después la lógica: es rentable negar la evidencia de una pésima gestión, proponer en campaña una cosa y la contraria según dónde, prometer que proyectos incompatibles no lo son si gobernamos. Sobre todo, la epistemología: la verdad es un valor en extinción. Los políticos se protegen de sus efectos indeseables. Decir la verdad les suele costar salir por la ventana. Estamos en la era de la posverdad.

 

jueves, 2 de marzo de 2023

El mal en el mundo

El último de mis diálogos socráticos con mi buen amigo el coronel Javier Abengoa, doctor en historia contemporánea, licenciado en filosofía y jubilado, tuvo lugar en Casa Lucio, el conocido bistrot madrileño de los míticos huevos rotos, el rabo de toro, los callos a la madrileña y la carta de vinos. Pedimos como plato principal judías con faisán y esta vez pagamos a escote porque la fama tiene un precio. En mitad del almuerzo, Lucio se acercó a nuestra mesa, el coronel se levantó, se abrazaron y me lo presentó. Cuando le pregunté por su relación con el veterano chef, cambió de tercio (hace mil años le hice un pequeño favor, sin más).

- Me he permitido, coronel, adelantarme un mes a su cumpleaños con una sorpresa: una caja regalo. La abrió y me agradeció la confortable escapada de fin de semana al País Vasco, su tierra natal, donde no había vuelto desde que perdió hace lustros a un hijo víctima de la más cruel intolerancia, un continuador, como su padre, de la noble tradición de los militares ilustrados españoles. No era el objetivo, pero estaba allí.

- Hay cajas y cajas, se repuso el coronel. Me pidió el móvil, tecleó menos de un minuto y leyó: Cuenta Hesíodo, que Prometeo había logrado capturar todos los males y los había encerrado en una vasija, pero la funesta Pandora, llena de curiosidad por saber que contenía la vasija que su marido le había prohibido abrir, quitó la tapadera, saliéndose entonces todos los males y esparciéndose por la tierra. Cuando se apresuró a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían puesto en su interior. El final se parece a su caja.

 - Cuando nos sirvieron el arroz con leche, abrí una rendija en la caja de Pandora: ¿Por qué, hay una distancia insalvable entre el libro de Alexis de Tocqueville La democracia en América y las hordas que asaltaron el Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021? ¿Cuál es la razón de que haya una discrepancia abismal entre la obra de John Stuart Mill Sobre la libertad y el mimetismo insustancial de un partido político en vías de extinción que dice representar el auténtico liberalismo en nuestro país? ¿Qué relación hay entre La ideología alemana de Karl Marx y los obsesivos dogmas feministas de la izquierda de la izquierda cuyo lema es homo feminae lupus? Por un lado, Kant, Montesquieu, Bentham, Hans Küng, Mahatma Gandhi; por otro, la ética de circunstancias, la politización del poder judicial, la corrupción sistémica, las desigualdades sociales, las mansiones de los príncipes de la Iglesia.

- Serían buenos ejemplos para explicar en clase de filosofía la división platónica entre el mundo de las ideas y la realidad sensible. También el mito de Caverna (los prisioneros encadenados, la hoguera, la tapia, las sombras proyectadas en el muro) sería una excelente metáfora de la cultura de la imagen que nos envuelve. Estoy de acuerdo con ese viejo cascarrabias inglés, Alfred North Whitehead, en que la filosofía occidental consiste en poner notas a pie de página a la obra de Platón. Por lo demás, hace tiempo que nos rondan los cuatro jinetes del apocalipsis. La guerra, el hambre, la peste, la muerte… El mal en el mundo. Obviamente, es aquí donde queríamos llegar.

- Según la respuesta clásica, dije, el origen del mal y sus funestas manifestaciones proceden de la naturaleza, del hombre o de Dios. Nos referimos, insisto, al origen, no a sus consecuencias. Descartemos, por tanto, la naturaleza: la ciega necesidad del terremoto de Lisboa de 1755, el desarrollo de células anómalas que se dividen y se diseminan sin control en cualquier parte del cuerpo, el devastador tsunami del 26 de diciembre de 2004 en el océano Índico, la maquinaria biológica del virus de la polio o del Sars-CoV-2, la erupción volcánica de La Palma en 2021… El mal humano es más bien lo antinatural.

- También interviene el azar, repuso Abengoa, si es que esa palabra significa algo. Cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento y trastocar el curso de la vida. Lo esencial no es la predicción que anticipa el orden regular de los hechos sino la pura indeterminación. El sentido último de la existencia humana no es el orden, la secuencia lineal, sino los saltos discontinuos. Los sobresaltos. Lo normal no es lo esencial. Dependemos de los temblores sísmicos (superficiales, intermedios, profundos) del azar en un mundo de proporciones infinitas. El hombre no es la medida de todas las cosas sino al revés. Solo podemos hablar del orden de las causas a corto plazo y en voz baja. La felicidad es para el hombre inmediatez, consuelo y a menudo promesa quebrada.

- ¿Le gusta poetizar? Veo que le pueden los recuerdos. El mapa del mal trazado por el hombre, insistí, es un territorio demasiado extenso. Se lo cedemos a los que quieran dar contenido al libro de Borges Historia universal de la infamia. ¿Le interesa la teología? Es lo único que nos queda.

- Desde luego, repuso Abengoa sin vacilar. La primera versión sobre el origen del mal está presente en el mito bíblico de la caída cuando Dios impone a Adán el siguiente mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él morirás sin remedio. Al romper la mujer y el hombre el pacto sobre el árbol prohibido Dios los destierra del Edén con espada de fuego y los condena a elegir entre el bien y el mal. En ese momento Dios crea al hombre real y lo que fuera antes de la caída es algo imposible de saber y un pretexto simbólico. Muchos santos, artistas y visionarios han imaginado un paraíso terrenal en el que la mayoría de las personas no desearía vivir.    

Otra versión teológica es que existe un dios del bien y otro del mal. Este dualismo ya está en la serpiente, la más astuta y maldita entre las bestias del Edén, que seduce con palabras engañosas a la mujer y provoca la cólera divina. Se trata de Satán, Lucifer, el más poderoso de los ángeles caídos, la criatura más hermosa de la legión de demonios que lo siguen al abismo, señor de las sombras, funesto hacedor de todos los males… El maniqueísmo, la idea de que el mundo está regido por dos principios contrarios y complementarios, el Bien y el Mal, es quizás la interpretación más lúcida del árbol bíblico de la ciencia.

Una tercera versión del mal es la que propone el cristianismo, también presente en el mito de la caída. Para el cristianismo la primera consecuencia de la expulsión del Edén es la libertad que Dios impone al hombre para escoger entre el bien y el mal. El mal no sería, por tanto, imputable a Dios, que ha creado un mundo perfecto, sino al libre albedrío del ser humano que por su condición imperfecta está sujeto al error contra Dios, es decir, al pecado, a la maldad y al sufrimiento. Lo cierto es que es difícil hacer compatible la omnisciencia y omnipotencia de Dios con el libre albedrío puesto que todos los actos individuales estarían previstos en la razón y la voluntad divina. Del determinismo teológico se sigue la idea reformista de la predestinación por la cual unos hombres están destinados, por un decreto misterioso e incomprensible pero justo a salvarse y otros a condenarse. Todavía más insoportable que los caminos de la libertad.

- Cabe una última explicación teológica, concluí, el ateísmo de Camus: aceptar a un Dios que permite la atrocidad o mira siempre a otro lado significa simplemente no aceptar el mundo tal y como es. Terminamos el café y el chupito de melocotón, invitación de la casa, pagamos, nos despedimos de Lucio y nos fuimos a dar un paseo para bajar la comida hacia la Plaza Mayor.

lunes, 6 de febrero de 2023

Sobre la retórica

 

Hay un desinterés general por una disciplina clásica que merece ser tratada con mayor respeto y atención: la retórica. En parte se debe a los tópicos negativos y a los usos y abusos que injustamente se le achacan. Lo cierto es que fuera de la academia se recurre con frecuencia a sus fecundos ardides, lo mismo que se recurre en numerosos contextos al argumento probado o a la discusión jacobina: por ejemplo, en las tertulias futboleras, en el Parlamento o en las broncas de Nochebuena con los cuñados. En la vida diaria, lógica, dialéctica y retórica se mezclan de un modo intuitivo, espontáneo: son los ingredientes de la salsa trabada de la comunicación verbal. 

La acepción que aquí me interesa es la que expresa mejor su sentido etimológico: la palabra "retórica" proviene del griego rhetorikè téchne, es decir, el arte del hablar en público y se refiere a la práctica de un discurso convincente. La expresión latina ars bene dicendi que se puede traducir en versión libre como reglas de la elocuencia tiene el mismo significado. La Real Academia Española de la Lengua la define así en su primera entrada: Arte del bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. Recoge literalmente la expresión latina, pero añade nuevos matices textuales y literarios. En cualquier caso, la retórica tiene menos que ver con el qué se dice, con el contenido o materia del discurso, y más con el cómo del decir. El objeto de la retórica no es la verdad científica cuyo lenguaje es unívoco e intocable, sino con la construcción de un lenguaje persuasivo, elegante, expresivo, capaz de plenificar los argumentos, divertir, emocionar o sorprender mediante la palabra hablada o escrita.

Es preciso hacer un breve recorrido por la historia antigua y medieval para entender mejor el lugar de la retórica en la cultura europea. El progreso cultural de la polis ateniense durante el siglo V a.C. (la ilustración griega) trajo consigo nuevas necesidades sociales. En Atenas no había una educación reglada (centros estatales de enseñanza, cuerpo de docentes, ciclos formativos, titulaciones) por lo que los sofistas ocuparon ese vacío institucional; fueron los primeros educadores de Occidente y deben ser considerados como los precursores de los actuales profesores al dedicarse a la transmisión remunerada de conocimientos. Son hombres cultos procedentes de distintos puntos de Grecia que ofrecían a cambio de dinero enseñanzas útiles para triunfar en la vida pública. La evolución política de Atenas hacia la democracia supuso la aparición de un nuevo valor: el éxito social; todos podían aspirar a conseguirlo en virtud de sus méritos personales. Los sofistas eran maestros capaces de instruir a los atenienses en los medios para lograrlo. Enseñaban a convencer a sus conciudadanos en la Asamblea mediante el uso retórico del lenguaje para influir en la vida pública. Los dos sofistas más conocidos son Gorgias (aprox. 490-380 a. de C.) y Protágoras (aprox. 480-410 a. de C.). Pero el verdadero fundador de la retórica fue Aristóteles: su obra Retórica es un tratado sobre el arte y los medios de la persuasión. La retórica se contrapone, según Aristóteles, a la lógica (órganon o instrumento del razonamiento verdadero) y a la dialéctica (método de la argumentación verosímil). La función de la retórica es reforzar públicamente el valor de los argumentos probables; es el altavoz y adorno de la dialéctica.

En la Edad Media el ciclo de la educación escolástica tradicional, desde el siglo VI, se fijó en un Trívium, elemental, que comprendía la Gramática, la Dialéctica y la Retórica, y un Quadrivium, avanzado, que incluía la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía. Eran las denominadas artes liberales o estudios propios de las personas libres, contrapuestas a las artes serviles u oficios manuales del pueblo llano. Los grados o títulos universitarios que se podían alcanzar eran sucesivamente el de Bachiller en Artes, Maestro y Doctor. El Trivium se ocupaba de la Lengua. La Gramática enseña cómo es el lenguaje, la Dialéctica a razonar mediante el lenguaje y la Retórica a persuadir mediante el lenguaje. Durante la Escolástica la lógica formal aristotélica, la silogística, pasó a un segundo plano por su inutilidad en las disputas teológicas. Es sugerente señalar la proyección histórica de los curricula medievales en varios aspectos: la división entre letras y ciencias; la superior valoración académica y profesional de las titulaciones científicas; la inferior consideración social de los módulos de Formación profesional frente a los estudios de Bachillerato dirigidos a la Universidad; la evidente analogía entre los títulos universitarios medievales y los actuales: licenciado, licenciado de grado, doctor.

Los profesores de Lengua y Literatura de Enseñanza Secundaria deberían incluir dos nuevas actividades a fin de pulir la expresión oral y escrita de sus alumnos: proponer algún tema que les pueda interesar (ardua labor, por cierto), por ejemplo, el uso del VAR en el fútbol o la posibilidad de usar el móvil en los exámenes. En el primer caso, dos alumnos (me niego a utilizar el lenguaje inclusivo), siempre a título individual, deberán convencer con su verbo fácil al resto de la clase, uno de la tesis y otro de la antítesis del tema. En el segundo caso, un grupo reducido de alumnos -tampoco conviene sobrecargar al profesor- defenderá por escrito con prosa fluida la conveniencia de la segunda proposición y otro de la contraria. No importan las creencias, ideologías o valores sino solo la capacidad de montar y desmontar convicciones envolventes. Se trata de una logomaquia, de un juego lingüístico, que una vez concluido se puede enviar a la papelera de reciclaje: debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido.

Antes citábamos el papel de la retórica en la política. Cuando en los debates prelectorales aceptamos sin sectarismos que ha ganado tal o cual candidato suele ser la retórica y no las consabidas diatribas ni las estadísticas de cartón las que inclinan la balanza del espectador y el desplazamiento del voto. En los cara a cara finales, el ingenio, el sentido del humor y la ironía hacen estragos en las urnas. Hay otros ámbitos en los que la retórica tiene un papel destacado: la forma en que el médico le cuenta al paciente que su tumor no era tan benigno como parecía; el abogado que manipula al jurado con sofismas emocionales, figuras retóricas y peroratas de libro; también la retórica del humorista es indispensable en la preparación del buen chiste. Tres ejemplos más cultos. Los apasionados diálogos de Romeo y Julieta son paradigmas del uso retórico del lenguaje literario. El dúo del Acto I de la ópera Don Giovanni de Mozart, Là ci darem la mano, entre Zerlina y el noble libertino es una hermosa muestra de los recursos retóricos de la seducción. El Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein nos fascina no por su contenido, una exposición ortodoxa de las tesis del atomismo lógico, sino por el aura mística, rebuscada y puramente retórica de sus profundas (pero trasparentes) proposiciones.

Los algoritmos que programan el aprendizaje de la comunicación lingüística y la generación automática de respuestas en modelos como el GPT-3 (Generative Pre-trained Transformer 3) que maneja 175.000 millones de parámetros de entrada, recurren a la Gramática (sintaxis, morfología, semántica y pragmática), la dialéctica (comparación o refutación de puntos de vista) y a la retórica (aptitud para conducir direccionalmente la interacción comunicativa). O sea, una versión digital del Trivium. Se trata de programas de ingeniería social entrenados para mantener conversaciones y responder de forma coherente, discrepante o convincente a cualquier tema que un humano le proponga. Los chats que yo he leído son una versión avanzada del diálogo para besugos. También son capaces de producir “textos multitemáticos”, incluso poéticos, “difíciles de distinguir de los escritos por personas”. Obviamente, la pregunta es qué entendemos por poesía. Por el momento son pastiches de primero de secundaria. El metaverso, la tecnología 6G, los chats IA o los computadores cuánticos marcan los límites de la tecnociencia actual. Su alcance, según los expertos, es todavía difícil de predecir. Esperemos que no sean los signos del fin de los tiempos.

sábado, 28 de enero de 2023

El fantasma de la libertad

 

El origen etimológico de la palabra “libertad” lo encontramos en el latín libertas, libertātis. Designa la condición de los individuos que son libres política y jurídicamente por nacimiento (ingenui) o por manumisión (liberti) con plenos derechos de ciudadanía. La Real Academia de la Lengua la define, en su primera acepción, como la Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Demasiado general y anticuado. La expresión facultad natural que tiene el hombre requiere más aclaraciones y arrastra nuevas preguntas. El fondo del problema es que el término “libertad” es polisémico. Se usa con distintos significados genéricos, individuales y colectivos: libertad física, libertad personal, libertad moral, libertad creadora, libertades civiles, libertad económica… Sin contar con los usos puntuales del lenguaje en incontables contextos semánticos, entre otros el político: por ejemplo, las reiteradas versiones castizas del término “libertad” que intercala la presidenta de la Comunidad de Madrid en todas sus intervenciones; parece que quisiera unificar en una palabra mágica todos los significados. Libertad al estilo de Madrid, como el chotis del Elíseo.   

El término “libertad” es un concepto metafísico, como razón, voluntad, o conciencia moral. El desafío consiste en reducirlo a términos empíricos o científicos. Después de todo, el cerebro no es algo fuera de la naturaleza. Desde un punto de vista fisicalista lo que entendemos por libertad es la imposibilidad de controlar las ilimitadas variables dependientes que intervienen en la conducta humana. Traducido a la teoría del caos: somos libres porque nuestra conducta es un sistema dinámico inestable cuyas consecuencias, incluso a corto plazo, son impredecibles ya que variaciones mínimas en las condiciones iniciales de cualquier acción pueden implicar grandes diferencias en sus consecuencias a corto plazo (no digamos a medio y largo). Recurramos a la paradoja medieval del asno de Buridán: si en una habitación vacía, homogénea y oscura colocamos dos haces de heno exactamente iguales a la misma distancia de un asno, cuando encendamos la luz el animal se moriría de hambre porque no tendría un motivo más fuerte para elegir uno u otro. El asno finalmente se alimenta porque siempre hay variaciones mínimas. La elección del asno es la mejor definición de libertad que conozco.

Nuestro cerebro no está preparado para conocerse a sí mismo. Ni siquiera el de un pollino famélico. El desarrollo de la neurociencia, la inteligencia artificial y la supercomputación nos permitirán conocer mejor el órgano central del conocimiento y el fundamento (no se me ocurre otra palabra) de sus decisiones libres. Sabemos más o menos las preguntas: qué es la mente y los estados mentales (por ejemplo, la sensación de libertad), qué son el inconsciente y los sueños, por qué el cerebro es capaz de jugar al ajedrez o escribir el Quijote, pero no disponemos aun del marco teórico ni de la tecnología para encontrar respuestas medianamente convincentes. Leo en una revista de divulgación científica en la antesala del dentista:

El cerebro es un biosistema o computadora biológica con dos tipos de propiedades: las resultantes (biológicas, neurológicas) que poseen por separado los componentes del sistema (neuronas, árboles de neuronas, áreas cerebrales) y las emergentes (psicológicas y cognitivas) que sólo posee el sistema cuando funciona conjuntamente o como un todo. Una sola neurona, un árbol de neuronas, incluso un área cerebral (como la de la memoria o la del habla) son componentes del cerebro que por sí mismos no tienen propiedades psíquicas, pero los cien mil millones de neuronas del cerebro con más de cien billones de conexiones (10 elevado a 14), interactuando en un sistema único, han conseguido producirlas.

Lo único que propone este embrollo pseudocientífico es que la mente depende del cerebro. Vale. Lo cierto, es que el futuro de la ciencia parece apuntar a la revisión del intocable principio de causalidad y del dogma determinista de la materia. Se vislumbra un nuevo paradigma que comenzó con el principio de incertidumbre y la física cuántica. Intuimos “una naturaleza más libre”. Por el momento debemos conformarnos con asociar el concepto de libertad a los distintos ámbitos de la razón práctica: a la ética (presupuesto necesario de la moralidad), la política (derechos y libertades públicas), la estética (el arte como el reino de la libertad), la teología (el libre albedrío y el valor de las obras para la salvación personal) e incluso a la retórica (convencernos de que somos libres por tomarnos unas cañas con los amigos en la terraza del barrio). 

martes, 10 de enero de 2023

Berlín

 

En los cinco días que duró nuestro viaje sólo nos dio tiempo a conocer el antiguo Berlín Oriental. En la Isla de los Museos dimos varias vueltas alrededor del busto de la reina Nefertiti, entramos en Babilonia por la espectacular Puerta de Ischtar y contemplamos sobrecogidos las pinturas de Caspar David Friedrich; el altar de Pérgamo sólo se puede ver en los catálogos de la tienda oficial del museo por las obras de acondicionamiento. Recorrimos la Unter den Linden, la avenida más famosa de Berlín y sus tesoros monumentales; inversamente me llamaron la atención los bloques de apartamentos con ventanas simétricas y aspecto sombrío que forman parte de la herencia urbana de la etapa comunista a partir de los años sesenta cuyo resultado fue la industrialización de la construcción mediante bloques e incluso viviendas prefabricadas. Muchas han sido adquiridas por el Gobierno y reconvertidas en oficinas, locales de empresas o firmas de consultoría, aunque todavía quedan pisos con contratos de alquiler de renta antigua ocupados por los antiguos inquilinos o sus herederos subrogados. Junto a estos inmuebles anodinos, incoloros, puedes encontrar edificios señoriales de estilo ecléctico, recargados, propios del clasicismo formal de la arquitectura socialista donde residían los altos dirigentes y miembros del Comité Central del Partido. Colmenas y palacetes en la misma calle donde se igualan las clases sociales (que según la propaganda oficial no existían). Por supuesto recorrimos la Friedrichstraße, la céntrica calle comercial de Berlín con los escaparates de las mejores firmas, admiramos la fachada y la original distribución interior de las Galerías Lafayette, un toque de elegancia mediterránea en el austero paisaje urbano. También nos detuvimos en el Checkpoint Charlie, el paso fronterizo más famoso entre las dos Alemanias: los VoPos disparando contra los que intentaban sortear las alambradas, las novelas de John Le Carré, los intercambios de espías, Berlín y Bonn, la guerra fría… Acabamos en la renombrada Alexanderplatz, ubicada en el centro de Berlín, que recuerda la novela de Alfred Döblin escrita en 1928 y la excepcional adaptación que R.W Fassbinder hizo para la televisión. Había una exposición de carteles sobre cuadros del Museo del Prado.

Un sobrino paterno del coronel Abengoa, mi viejo amigo, vive desde hace quince años casado con una berlinesa. Tienen una casa en Potsdam, una ciudad alemana próxima a Berlín donde se reunieron los jefes de Estado aliados al finalizar la guerra para decidir el futuro de Alemania. Durante nuestra estancia en Berlín los llamé la víspera de la vuelta para invitarlos a degustar el Apfelstrudel con nata y unos cremosos cappuccinos en el reconstruido Hotel Adlon en la Pariser Platz, en las inmediaciones de la Puerta de Brandeburgo. Sin embargo, la charla de sobremesa derivó (hay ciertas confirmaciones del determinismo social) hacia la persistencia en el pueblo alemán de un fuerte sentimiento de culpa por lo ocurrido durante el nazismo, un arquetipo convocado por los sesenta millones de muertos entre los combatientes y las víctimas civiles de ambos bandos, los campos de concentración, el asesinato de seis millones de judíos, la destrucción de las ciudades alemanas por la aviación aliada como venganza, el reparto del territorio alemán por los vencedores en humillantes zonas de ocupación, el muro de la vergüenza.

- El ascenso irresistible del nacionalsocialismo, opinó el marido, más beligerante, no hubiera sido posible sin la implicación masiva del pueblo alemán; no se trató de la pesadilla de una clase política emergente dirigida por unos líderes fanáticos, sino de un proyecto nacional cuyo propósito fue levantar un imperio paneuropeo bajo las banderas del fascismo (y aquí el término no es un insulto). Al acabar la guerra, prosiguió, se cambiaron los nombres de muchas calles, plazas, parques, estatuas y edificios, pero la mayoría de los poderes estaban infiltrados cuando no controlados por antiguos nazis. Jueces, policías, clérigos, políticos, militares, empresarios, directores de bancos… Resultó imposible depurarlos. Muchos acusados de primera, segunda y tercera fila utilizaron las llamadas rutas de escape a España y Argentina donde se reorganizaron para mantener vivas las antorchas del Tercer Reich. Incluso se integraron en los servicios de inteligencia del franquismo y del peronismo, como narra Almudena Grandes en sus galdosianos Episodios de una guerra interminable. Las autoridades alemanas no colaboraron, incluso interfirieron, en la detención de antiguos jerarcas nazis hasta el punto de que para capturar al criminal de guerra Otto Adolf Eichmann (“el arquitecto del Holocausto”), Fritz Bauer, el fiscal general del Estado de Hesse en Alemania Occidental, que era judío, recurrió al servicio de inteligencia israelí (El Mossad) para evitar la intromisión de la policía y los jueces alemanes. La película Operación final (2018) de Chris Weitz describe con detalle la operación completa desde la localización y el secuestro de Eichmann en Buenos Aires hasta su juicio en Israel, donde fue condenado a la horca. El proceso de desnazificación que comenzó con los Juicios de Nuremberg ha ido siempre a contracorriente y quizás no ha terminado, como han puesto de manifiesto ciertos hechos recientes. Me refiero a la fallida conspiración de grupos neonazis armados para asaltar el Parlamento. La conquista de la democracia en Alemania ha sido y es un proceso lento y difícil.

- Hay países europeos, intervino ella más indulgente, con una memoria histórica excesiva y otros recortada, afirmó. Por supuesto, Alemania se cuenta entre los primeros, España entre los segundos. Actualmente Alemania es una de las democracias más completas de la Unión Europea y la primera potencia económica. El sentimiento de culpa que ha interiorizado al pueblo alemán se debe a la revisión permanente de los crímenes nazis en libros, películas, documentales, congresos y exposiciones, lo que ha propiciado la formación de una mentalidad culpable en unas generaciones que deben sentirse definitivamente absueltas de los horrores que otros perpetraron. Al revés, en España ha habido una corta memoria histórica. Sobre todo, de la posguerra. Se ha producido una reconciliación incompleta con fecha de caducidad entre las dos Españas enfrentadas en la Guerra Civil. El proyecto de una transición consensuada para restaurar los derechos y libertades civiles mediante una constitución plenamente democrática fue una necesidad histórica. Y se hizo. Pero la memoria emocional, recurrente, se trasmite de generación en generación, de padres a hijos, de forma consciente e inconsciente y las heridas siguen abiertas. El resultado es un abismo entre dos visiones incompatibles, refractarias al diálogo y a los argumentos. Cualquier discrepancia política deja de centrarse en la cosa, se personaliza y termina en bronca. El Congreso de los diputados es un reflejo de esa patología social. De ahí la penosa polarización actual entre esas dos Españas que se acusan mutuamente de intentar un golpe de Estado institucional.

Al salir del hotel los cuatro visitamos el monumento del holocausto formado por 2.711 bloques de hormigón de diferentes alturas en memoria de los judíos asesinados en Europa; y el Reichstag, sede del Parlamento alemán: subimos por las rampas en espiral hasta el vértice de la impresionante cúpula de vidrio diseñada por Norman Foster. La luz solar que la envuelve con una vista espectacular de 360 grados rompe con los fantasmas tenebrosos del edificio neobarroco, tanto del totalitarismo hitleriano como del estalinista; una construcción de futuro símbolo de la reunificación alemana y de la trasparencia institucional (los debates parlamentarios pueden ser vistos debajo de la cúpula) de uno de los grandes foros democráticos del mundo. Con lágrimas en los ojos contemplamos la ciudad y nos abrazamos.

miércoles, 21 de diciembre de 2022

El Mundial

El único patriotismo no contaminado, sin mezcla de mal alguno, sin adherencias patológicas, dentro de las limitaciones morales de la especie, es el que suscitan los Juegos Olímpicos organizados por el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA. Ambos acontecimientos se celebran cada cuatro años. En el primero participan (divisa de los perdedores) más de doscientas naciones mientras que en el segundo sólo treinta y dos equipos disputan la fase final, esta vez en Catar 2022. Sin embargo, la temperatura patriótica sube muchos grados durante El Mundial. Es evidente que las masas nos volcamos más en el deporte rey que en la natación, el salto de altura o los cien metros vallas. Excepto los estadunidenses que se inclinan por una versión brutal del fútbol (el soccer o fútbol americano) a medias entre el rugby y la lucha libre. No conozco a nadie que conozca sus reglas.

No voy a comentar las circunstancias extradeportivas del Mundial, habladas, escritas y vistas por los cuatro costados: desde el irresistible empeño de la FIFA para que Catar fuera la sede hasta la túnica honorífica que el jeque del emirato colocó sobre los hombros de Messi como señal de respeto por el guerrero victorioso que, dicho sea de paso, es, junto con Kylian Mbappé, la estrella binaria del Paris Saint Germain, propiedad del emir de Catar. En la final ganaba siempre. Se puede resumir en la sobada frase l’argent fait tout, el dinero lo puede todo y los famosos versos de Quevedo. El resto es evidente. Ya comienzan a iluminarse ciertos rincones oscuros y lo que te rondaré, morena. Esperemos que al final no nos corten la calefacción.  

Rindamos ante todo homenaje a la entrega incondicional de la gran afición. A los seguidores que se han endeudado hasta el juicio final, arruinado el fondo de pensiones, malvendido el adosado de la playa con tal de viajar a los confines del desierto para dar la vida por su selección. Ondean en las gradas las viejas banderas, los colores nacionales pueblan el estadio, resuenan los cantos de batalla y el sonido vibrante de los himnos. Con el pitido inicial comienza la eterna agonía de los contrarios desde el primer toque del balón hasta el último penalti. ¿Qué mejor manera de morir puede tener un hombre que la de enfrentarse a su terrible destino, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?

Pasemos de la poética a la retórica y comencemos por el papel de la selección española en Catar. El término tiki-taka, inventado por el genial comunicador Andrés Montes, que tristemente nos dejó en 2009, está recogido en el diccionario Oxford: Estilo de juego consistente en asegurar pases cortos y en enfatizar la retención de la posesión del balón. Entrenadores tan ilustres como Johan Cruyff, Luis Aragonés, Giuseppe Guardiola (que odiaba la expresión) o Vicente del Bosque lo adoptaron y perfeccionaron hasta el punto de considerarlo el estilo propio del Barça del sextete y de la selección española, campeona de Europa en 2008 y 2012 y del mundo en Sudáfrica 2010. En Catar, Luis Enrique ha optado por dar continuidad al legado de sus mayores. Con trazo grueso, es lo contrario de la defensa numantina y el contrataque relámpago, por ejemplo, de la selección de Marruecos que nos descabalgó en octavos con todo merecimiento. En realidad, superamos la fase de grupos de rebote. El tedio de los mil pases y la falta de puntería anunciaban lo peor. Después de su eliminación, cuando la prensa deportiva española le preguntó a Mario Kempes, el argentino del guante en la zurda, ganador del Mundial 1978 que se celebró en su país en plena dictadura militar, contestó diplomáticamente, pero con guindilla: cualquier sistema es bueno; el problema del tiki-taka es que hace falta una plantilla con mucha calidad para que funcione. Se podría decir, en términos eróticos, que la selección española acaricia una y otra vez el cuerpo del amor, la pelota. Pero no encuentra las zonas erógenas que la llevan en volandas al orgasmo universal, es decir, al gol.

En mi opinión es, además, una forma superada de entender el fútbol. De 62 partidos sólo 23 con posesión se ganaron. El estilo actual debe ser polimorfo y perverso, es decir, recurrir a una multiplicidad de cambios tácticos sin una estrategia rígida y, a la vez, explotar al máximo los errores del contrario. La optimización de resultados exige cambios de marcha polivalentes no esquemas de pizarra fijos. De ahí la discontinuidad en las fases de los mejores partidos. Ha sido el Mundial de la presión en todo el campo hasta que el cuerpo aguante, de ahí la importancia de acertar con las sustituciones, la vuelta a los marcajes individuales y el papel secundario de los dogmas del entrenador, convertido ahora en gestor de recursos humanos sobre la marcha. También la exigencia de cohesión psicológica en torno a un líder: Achraf, Neymar, Modrić, Kane, Mbappé, Messi… El máximo exponente fue la impresionante final asimétrica, imprevisible, entre Francia y Argentina. El triunfo de la voluntad de poder. El fútbol de un Mundial no tiene nada que ver con los planteamientos homogéneos, identitarios, de las ligas nacionales e internacionales. 

La victoria de la selección argentina ha reavivado la respuesta imposible, como los problemas matemáticos que no tienen solución, de quién es el mejor jugador de la historia. Di Stéfano, Cruyff, Pelé, Maradona o Messi. Los que realmente interesa es comparar a los dos últimos. El único parámetro objetivo es el palmarés. En cuestión de números, Messi es el ganador. Pero la ley del corazón nos dice que nadie ha tenido el talento de Diego Armando. Messi es humano, Maradona leyenda. Es imposible dar un paso más para dirimir la cuestión. Personalmente me inclino por el mito.