sábado, 3 de octubre de 2015

Arquitectura nómada, ejemplos


La expresión "arquitectura nómada" parece una contradicción en los términos, pero no lo es si recordamos las casas que utilizan ciertas tribus como los iglús de los inuit, la yurta de los mongoles o las chozas de los fulani. En el pasado fueron los tipis o tiendas cónicas de piel que utilizaban las naciones indias de las praderas norteamericanas.
Los fulani son un grupo étnico de origen desconocido que se desplaza por las regiones del oeste de África: Ghana, Mauritania, Senegal, Guinea, Camerún, Costa de Marfil… Sus principales actividades son el pastoreo, la cría de animales y el comercio itinerante. También llamados fula, se incluyen entre los pueblos nómadas más notables de la geografía humana y uno de los primeros grupos étnicos africanos que han adoptado la religión islámica. Su lengua está clasificada en el grupo lingüístico Niger-Congo.
Viven en chozas con forma de cúpula que construyen las mujeres como en la mayoría de las tribus nómadas africanas. Estos primitivos hogares son alojamientos temporales a los que retornan en el curso de sus migraciones periódicas. La choza se construye en torno a la cama que ocupa el centro de la estancia. Es una estructura de madera levantada sobre unos soportes que se cubren con alfombras de hojas mezcladas con lana. Las hojas se recogen de los alrededores del poblado y han sido mojadas en el fango de un arroyo, la orilla de un río o un pozo. Las alfombras, una vez humedecidas y dobladas, forman una ensambladura similar a los iglús. Cuando fraguan son sólidas e impermeables aunque después de cada estación (seca o húmeda) son remplazadas.
La puerta de entrada está orientada en dirección contraria a los vientos para impedir la entrada de polvo y suciedad. Más que de una casa se trata de una amplia habitación que usan poco pues realizan sus actividades cotidianas en el exterior. Un auténtico fulani prefiere dormir al aire libre. Con frecuencia levantan la casa cuando alguien que consideran importante anuncia su visita: el jefe de una tribu, un viejo amigo o un comerciante. Entonces entran con el forastero y se sientan alrededor de la cama (símbolo de la hospitalidad) para hablar, contar historias o negociar. La vivienda de los Fulanis es, en el fondo, un accidente eventual en medio de la naturaleza. Dicho de otro modo: una casa para los Fulani no es una necesidad primaria ni el centro de la vida familiar sino un refugio ocasional para otros fines.
  
Actualmente, las chozas han sido sustituidas por viviendas portátiles. La Chanfrein Home, por ejemplo, es una casa modular, parecida por su diseño y versatilidad a una caravana sin ruedas. Construida con materiales "respetuosos del medio ambiente", más allá de la forma estética es un abrigo ideal para disfrutar de una "vida nómada” y otras historias del ancho mundo. Este mini hogar móvil puede ser instalado en el interior de un bosque canadiense, en un recodo del Amazonas, en la taiga siberiana, al pie de un ocho mil, o, con menos pretensiones, en la arena de una playa o en medio de un prado. (Nótese que la expresión "casa prefabricada" no se utiliza nunca"). ¡Pregunte precios y condiciones, son bastante razonables!

domingo, 20 de septiembre de 2015

El jardín inglés


La expresión ¡qué bello! perturba la fiesta de la naturaleza.
Adorno, Estética
¿Qué tienen en común el Salero de oro y esmalte diseñado por Benvenuto Cellini, un escritorio Chippendale, las bandejas florales del art deco, la línea futurista del Huracán LP 610-4 Spyder de Lamborghini, una porcelana rosa de Sèvres o el Patio cordobés de los Naranjos?   
Se suele distinguir entre bellas artes, producidas por artistas y artes menores producidas por artífices. Entre estas últimas se cuentan, por ejemplo, la orfebrería, la ebanistería, la decoración, el diseño industrial, el vidrio, la cerámica, la porcelana o la jardinería. En todas ellas la palabra arte recupera su sentido original, etimológico, de técnica instrumental, a la vez que incorpora un contenido espiritual relacionado con la intención de crear belleza.
Como es sabido, la jardinería es un arte que se ocupa del diseño y las técnicas de cultivo de los jardines. Resulta más que amena la lectura de algunos libros sobre los orígenes, la historia o la práctica de la jardinería. Por ejemplo el de Santiago Segura Munguía, Los jardines en la Antigüedad o el de Francisco Páez de la Cadena, Historia de los estilos en jardinería.
En esta breve entrada vamos a bosquejar la idea y los estilemas del llamado jardín inglés comparándolo con su versión contraria, el jardín francés. Ambos responden de forma modélica a la pregunta esencial que se han hecho los artífices desde los jardines colgantes de Babilonia, la Academia de Atenas, la Villa de Adriano, el Generalife o la Granja de San Ildefonso: ¿Hay que imitar o dominar a la naturaleza?
En el jardín francés hay que dominar a la naturaleza. Estamos ante un jardín geométrico, cartesiano, formalista, previsible, en el que la naturaleza ha sido sometida a reglas para que el orden triunfe sobre la espontaneidad y la naturaleza imite al arte. Su expresión más significativa es el Palacio de Versalles.
El jardín inglés nació en el siglo XVIII. Es la consecuencia de tres influencias estéticas: la oposición a los cánones del neoclasicismo ilustrado, la moda cada vez más extendida por Europa de la pintura paisajista italiana del XVIII (el jardín semeja una pintura) y el nuevo concepto de naturaleza de los escritores prerrománticos.
El fundamento del jardín inglés consiste en recrear una naturaleza improvisada, autónoma, en la que la asimetría de las formas vegetales conforma un espacio global donde los hallazgos y caprichos del jardinero se imponen para que el arte imite a la naturaleza. Las fuentes barrocas del jardín francés son substituidas por la repentina aparición del agua en rincones insólitos. Los recorridos lineales entre setos y parterres son sustituidos por caminos tortuosos. Al final de una trocha entre sauces hay una umbría musgosa donde se esconde la estatua del dios Pan. El jardín inglés incluye un repertorio de elementos románticos como el estanque irregular, el templete en un calvero, las ruinas en la isleta, el puente romano o el embarcadero de piedra. Se respeta el espacio original, se aprovecha la disposición y los accidentes del terreno, se mantiene la orografía y se usan las máquinas lo menos posible. No se busca la imagen del poder absoluto del Estado propia del jardín francés sino la evocación de una atmósfera poética y de misterio.
El jardín inglés reproduce el arquetipo de la naturaleza virgen, aunque tal representación sea, por supuesto, el resultado de un proyecto elaborado. ¡Qué más artificial que una gruta construida en el recodo del camino! Su ideal es un entorno vegetal sorprendente, impredecible, distinto en cada caso, en el que se busca la elisión del artífice, la apariencia de un lugar nunca hollado por el hombre…
Resulta curioso, no obstante, que los jardines más célebres de Inglaterra no hayan sido concebidos de esta manera y el término «jardín inglés» (English garden) no se usa en el Reino Unido. Una prueba de esta paradoja es que el Englischer Garten, uno de los parques más célebres “al gusto inglés”, está en Munich. Inversamente, el mayor número de jardines ingleses se encuentra en Francia.
Además de citado jardín inglés de Munich, otros famosos por su belleza son el Dessau de Wörlitz, el Parc Monceau de París, y en tono menor el Parque madrileño del Retiro.

lunes, 14 de septiembre de 2015

La cuestión catalana


¿Independentistas o constitucionalistas? Es preciso admitir de una vez por todas que dos interlocutores podrían sostener ideas distintas, incluso contrarias, sobre un mismo tema y ambos tener razón. Se trata, en el fondo, de la teoría medieval de la doble verdad, una para la fe (Dios existe) y otra para la ciencia (Dios no existe), que defendió en el siglo XII el filósofo hispanoárabe Averroes... hasta dar con sus huesos en las mazmorras del califa.
Desde el punto de vista de la lógica lo que se produce es una antinomia, es decir, un recorrido de la razón que demuestra con la misma fuerza probatoria la tesis y la antítesis: la independencia, en conclusión; en conclusión, la dependencia. Esta debilidad del pensamiento tras cuarenta mil años de evolución se manifiesta con particular fuerza en la cuestión catalana: los catalanes tienen sobrados motivos para estar hartos de los españoles y viceversa.
¿Cuáles son las raíces profundas de esta antinomia? Un buen lógico, como Raimundo Llull, pertrechado con su Ars Magna y una lupa fundida en Ámsterdam, indagaría las causas próximas y lejanas que han llevado al embrollo: culturales, lingüísticas, geográficas, históricas… Por mi parte, aunque inclinado a la retórica, por ser tan complejas me eximo de buscarlas. Además tendría que releer (¡no por favor!) El laberinto español de Brenan.
En el nudo del problema (lo  mismo que en el de los toros y otros tantos) valen por igual la crítica de la razón nacionalista y sus miserias (que formulan, entre otros, Josep Borrell y Fernando Savater) y la defensa del derecho de Cataluña a convertirse en una nación soberana (como pretenden Artur Mas y Pep Guardiola).
¿Cuál es la solución de la antinomia? Los eternos arbitristas, los partidarios del justo medio y los oportunistas del voto fácil proponen la instauración de un Estado federal. Según ellos, sólo tal síntesis puede ser la negación de la negación y la crisálida de la que nacerá un nuevo tiempo y un enigma. Pero puede tratarse de una dialéctica sin cierre, pensable pero no posible, racional pero no real. Entonces el tiempo acabará por tomar el dilema por los cuernos sin mediaciones ni cataplasmas. Pues bien, pues bueno, pues vale.
Y aquí me planto porque la cuestión catalana me aburre mortalmente. Es interminable, colérica, insoluble. Ha logrado que el hastío sea su lugar natural. ¡Pero hay que tomar partido y no marear la perdiz! dicen los que ven las orejas al lobo por ambos bandos. Lo único que se puede hacer desde la lógica es copiar en dos columnas de Excel por orden de potencia asertiva cada una de las sentencias contrapuestas, renovarla con los argumentos de los tertulianos, de la prensa de aquí y de allá, de politólogos y políticos, raca, raca y cuando lo que está escrito en el Otro Libro suceda, legar el archivo a la Real Academia de Ciencias Morales.

Me declaro ciudadano del mundo y poco más. Confieso que no me interesa la política. Su locura consiste en el exceso de explicaciones. Si no fuera español, si viviera en una democracia normal no le dedicaría ni un solo instante. La política me asusta. Para mí la verdad, por ejemplo, son las artes menores: la orfebrería, la decoración, el diseño industrial, la cerámica o la jardinería. Ahora mismo me pongo a ello.

martes, 1 de septiembre de 2015

Jacques Carelman, la cuna bañera


A causa de la crisis se han puesto de moda los “objetos multifunción”. El polifacetismo es tendencia. La familia mira el dinero que invierte en el hogar. El espacio de las casas es cada vez más reducido. Las habitaciones de nueva construcción son más pequeñas por lo que resulta imprescindible calcular las posibilidades exactas de acoger a las personas y a las cosas. Si usted tiene niños pequeños o tiene que hacer un regalo realmente útil le ofrecemos una excelente solución a los problemas de espacio y de dinero: la Cuna-Bañera, una revolucionaria innovación en el mundo del diseño.
La CB es, por supuesto, convertible. En el jardín de la casa se transforma en una estupenda camita que permite al niño disfrutar de una confortable siesta al aire libre sin los inconvenientes de la silla tradicional. Si preferís que vuestro hijo se bañe tranquilamente mientras arregláis la manguera, cortáis el césped o regáis las flores, lo que necesitáis es una CB
La enumeración de sus ventajas es interminable. Si os vais unos días a la playa, el niño dispondrá de una pequeña piscina privada que podéis llenar de agua salada o dulce con solo poneros cerca del mar o de la ducha. Al ser totalmente desmontable la bañera puede convertirse en una barquita de remo para jugar en la orilla. Si practicáis los deportes de invierno, puede utilizarse como un cómodo trineo para descender suavemente por la nieve ya que su material pulimentado es capaz de deslizarse por pendientes de bajo desnivel.
Si viajáis en coche cama, la CB es el complemento ideal para un lugar estrecho además de una hucha al no tener que pagar más literas. Cuando el niño crezca, la bañera os servirá de recipiente original para guardar cualquier cosa, balones, cremas de belleza, películas grabadas... También puede servir de macetero para alegrar con plantas de interior la terraza de servicio. Para los aficionados al golf es una excelente herramienta de entrenamiento dentro y fuera del hogar: desde la alfombra del salón o el césped del jardín podéis chipear hasta llenarla de bolas. Finalmente, cuando hayáis decidido no usarla, podéis regalársela a vuestra hermana o a vuestra mejor amiga para celebrar sus embarazos.
Se vende aparte un accesorio premium pensado para que su bebé tenga un sueño plácido y usted se sienta libre. Se trata de un motor adaptable a las ruedas del cochecito denominado perpetuum mobile que permite regular el movimiento que mece la cuna. Incorpora un cronómetro que sirve para programar el tiempo de balanceo. Tiene tres velocidades ajustables, una radio con auriculares y un lector de Cd por si su bebé tiene el hábito de dormirse escuchando nanas o cuentos infantiles. El accesorio lleva un multisensor de sonido, temperatura y luminosidad. Todos los parámetros pueden ser controlados mediante un mando a distancia audio-video con un radio de acción de más de cien metros. ¡En todo momento puede ver y oír a su bebé e incluso comunicarse con él por videoconferencia!        

Con la Cuna-Bañera la vida cambia, cada plan es diferente, se abren nuevos proyectos. Si no la tenéis aun, ha llegado el momento. Si la adquirís a lo largo de esta semana recibiréis también en vuestro domicilio una sombrilla-paraguas que se coloca sobre la CB. No lo dudéis ni un instante. Será vuestra compra del año. Solicitadla llamando por teléfono al número gratuito… o desde nuestra página web… ¿Quién da más por menos?

domingo, 23 de agosto de 2015

Diccionario filosófico. Intuición


¿Quién no ha tenido claro de pronto el pronóstico de una quiniela, o la palabra exacta en una carta o un poema; que tu compañero del alma es en el fondo un farsante, que la amiga de tu hermana te ama con pasión, que lo tuyo es de quirófano, o que tal ocurrencia es la clave de la bóveda celeste? De pronto lo incuestionable se manifiesta, se hace la luz y la vida se torna transparente… Hablamos, por supuesto, de la intuición.  
Si tuviéramos que mostrar mediante la viñeta de un comic en qué consiste la intuición sería fácil: un personaje se levanta como un resorte de su mesa con una sonrisa demente mientras una bombilla se enciende en el globo que pende sobre su cabeza. Es el famoso ¡Eureka! de la famosa leyenda del matemático Arquímedes de Siracusa tras descubrir mientras estaba en la bañera, que el volumen del agua desalojada era igual al volumen del cuerpo sumergido.
Según el “Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana” de Joan Coromines, el término significa: Adivinación, comprensión penetrante y rápida de una idea. Tomado del latín tardío intuitio-onis, imagen, mirada (derivado de intueri, mirar), que en el latín escolástico tomó el sentido filosófico. A su vez, el primer significado que da el “Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua” es: Facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento.
La intuición es, por tanto, un conocimiento directo e inmediato de la solución de un problema; por contraposición, el razonamiento (deductivo, inductivo o práctico) es un conocimiento indirecto y mediato. Mediante el razonamiento conocemos algo de forma indirecta tras una serie de pasos que nos llevan a la conclusión. Cuando explicamos, argumentamos, generalizamos, hacemos malabarismos dialécticos o espesos silogismos, razonamos. Al revés, en la intuición no hay antecedentes explícitos, conocemos de forma fulminante. En la intuición se ilumina la mente con la evidencia de una certeza indudable. La captamos sin cadenas de premisas, a pecho descubierto, lo cual no implica que tras la conclusión subitánea no haya un ovillo inaccesible, una noche donde todos los gatos son pardos o un cajón de sastre al que llamamos “vivencias” intencionales. De la potencia creadora de la intuición proceden la visión pura del matemático, el hallazgo innovador del físico, la sentencia esencial del filósofo, la visión creadora del artista, la convicción luminosa del creyente o la certera decisión del individuo (la famosa intuición femenina)…
El Diccionario de la RAE añade un segundo significado del término, el filosófico: Percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad que aparece como evidente a quien la tiene. Lo más relevante es la segunda parte de la definición. La primera dificultad de la intuición filosófica es que, parafraseando el dicho popular, de intuiciones ciertas están los infiernos llenos. Bien pudiera ocurrir que la intuición sea propiamente un procedimiento heurístico, es decir, un atajo mental que nos permite desenvolvernos con éxito en el mundo vertiginoso de la vida, pero no un método lógico-racional (perdón por la tautología) de conocer la verdad.

Se suele distinguir entre certeza intuitiva y verdad discursiva. La primera es, por muchas vueltas que le demos, un estado mental de carácter psicológico. Mediante la certeza intuitiva, el sujeto afirma tener conocimiento de la evidencia de un pensamientoPor su parte, la verdad discursiva es una proposición meramente lingüística de carácter lógico o metodológico. Mediante la verdad discursiva el sujeto demuestra o comprueba la consistencia formal o la correspondencia empírica de un enunciado formulado en un lenguaje riguroso. Dicho con otras palabras, el conocimiento científico, lugar de la verdad discursiva, somete a cualquier intuición, sea cual sea su grado de certeza o evidencia, a un proceso metodológico de depuración.
Para salvar esta dificultad, Husserl, el principal valedor de la intuición como forma científica de conocimiento, defendió en innumerables y sesudas páginas el carácter lógico de la intuición eidética frente al psicologismo y el carácter metodológico de la reducción trascendental frente al irracionalismo. Se trata de un ambicioso intento de unificar certeza intuitiva y verdad discursiva. Su logro no ha sido tanto la unificación (imposible) de ambas, sino mostrar que la fenomenología, la ciencia de la intuición trascendental de las esencias, es el camino más seguro de la filosofía.
¿Debemos relegar la intuición al reino de la subjetividad o al llamado mundo de la vida? Es preciso aceptar que la intuición por sí misma no es una fuente válida de conocimiento objetivo. Su ámbito de aplicación no es, por tanto, la ciencia sino otras formas del saber: la filosofía, el arte, la moralidad, la experiencia religiosa o la vida cotidiana... Es conocido el papel de la intuición en el arte. Términos clásicos como inspiración, llama del genio, don o dádiva, imaginación creadora o talento son con frecuencia consecuencias de la intuición artística.
La segunda dificultad de la intuición estriba en que la psicología cognitiva la incluiría en una de las etapas intermedias del proceso o secuencia del pensamiento creador. La psicología cognitiva distingue entre pensamiento convergente, el que se dirige o converge hacia la solución correcta de un problema y pensamiento divergente, el que se aparta de las soluciones correctas, comúnmente aceptadas y se dirige al descubrimiento de respuestas originales pero valiosas para la solución de problemas. Este último es el pensamiento creador. Se entiende por pensamiento creador la capacidad mental caracterizada por la sensibilidad ante los problemas, la fluidez, la flexibilidad, la innovación, la facilidad asociativa, la capacidad de análisis, síntesis y redefinición de los mismos.
La secuencia cognitiva (simplificada) del pensamiento divergente o creador es la siguiente (la intuición sería la tercera etapa).
- Preparación. Presentación, contextualización y exposición precisa del problema y sus componentes.
- Incubación. Gestación involuntaria e inconsciente del material acumulado para la solución de un problema. Las ideas se agitan por debajo del umbral de la consciencia. Es como una fase de “cocción a fuego lento” cuya duración es impredecible. Tal maduración interna no provoca respuestas externas u observables por tratarse de un procesamiento de la información en segundo plano. En ciertos casos, requiere la desconexión del problema, para así desechar u olvidar estrategias erróneas o ineficaces. 
- Iluminación. Descubrimiento súbito; certeza psicológica de la solución correcta. La solución surge de improviso cuando la totalidad cobra sentido, todo está integrado y claro. La solución salta a la consciencia y sorprende incluso al propio sujeto en el momento de aparecer. Mediante la intuición o iluminación el sujeto "capta", percibe (insight), "internaliza" o comprende, una "verdad" que se le revela como cierta. Puede ocurrir inesperadamente, en medio de un trabajo profundo de construcción o por el uso de procedimientos algorítmicos o metacognitivos.
- Verificación. Comprobación lógica o metodológica de la adecuación y validez de la solución aportada así como el análisis crítico del alcance de la misma. Es la fase de evaluación y consolidación (o rechazo) de los resultados.
- Desarrollo. Adaptación de la idea a los posibles fines, encadenamiento con otras ideas e interrelación con teorías anteriores, perfeccionamiento de sus matices y derivaciones para su puesta en práctica.
Si admitimos, por tanto, que la intuición es una función secuencial del pensamiento, la psicología cognitiva no aceptaría definirla como el conocimiento directo e inmediato de la solución de un problema. Esta definición tendría, por supuesto, toda la noble carga filosófica que se desee pero no sería válida en el mundo de los hechos objetivos. Ahora bien, en términos kantianos, si la razón científica es incapaz de acceder al conocimiento de las ideas metafísicas puesto que es imposible un conocimiento nouménico o especulativo, no pueden excluirse otras vías de acceso a la intuición...

domingo, 9 de agosto de 2015

Crónica del primer amor


En la España que conocí de joven (en la actual también) íbamos siempre a remolque de esa Europa inventada de la que tanto hablaron Ortega y el krausismo. También en los afectos. Exagerado pero no falso: la educación sentimental empezaba al terminar los chicos la mili y las chicas el servicio social.
Hice mi primer viaje al “extranjero” cuando terminé el preu. Tenía diecisiete años y vivía en Cuenca, una pequeña ciudad de provincias. ¡La meseta en sus aceros! Cuatro amigos de la clase, Antonio, Manuel, Óscar y yo, decidimos por razones que se pierden en la noche de los tiempos viajar a Italia como peregrinos del Gran Tour. Ninguna muchacha en flor nos acompañaba. Las chicas eran entonces unos seres misteriosos que poblaban el mundo sublunar de los mortales. Una versión metafísica del machismo.
El padre de Antonio nos prestó el coche; su hijo único lo convenció tras arduos regates y promesas. Un domingo soleado de Junio nos subimos al 1430 y partimos en busca del mar. Mi memoria a largo plazo se recrea en el camarote del ferri que nos llevó de Barcelona a Génova tras cruzar el Golfo de Lyon. Me acuerdo del bocadillo de jamón y los filetes empanados con pimientos, obra de Manolo, el chef del grupo, que nos comimos antes de acostarnos.
Después, la autopista del Sol, Rapallo (donde Nietzsche buscó en vano la paz en la belleza), la luz de Portofino, el césped mojado del conjunto histórico de Pisa (y una excelente lasaña), la Plaza Mayor de Siena, las pizzas de Guido, las callejuelas de Venecia, el camping Michelangelo a dos pasos de Florencia y, sobre todo, la iglesia bizantina de San Vital de Rávena. En los últimos años he vuelto con mi mujer a estos lugares.
En Rávena compartí con Oscar, mi compa del aula, la tienda de campaña a orillas del Adriático. Eran tiempos de hacer confidencias a media noche. El haz regular de un faro barría la playa del camping. Mi colega, envuelto en su saco y medio trompa por el vino de la cena (en cuanto tocaba un sarmiento se encendía) me dijo con voz cavernosa que “por fin” iba a contarme lo que me había anunciado por enésima vez: un secreto muy personal que tras oírlo me convertiría en estatua de sal. Lo cierto es que de sobra sabía de qué iba el rollo y además me importaba un bledo. Oscar, como el sheriff de Eldorado, se enamoraba siempre de chicas de ojos tristes y una triste historia que contar. Aburridos para siempre. Sabía que no tenía escapatoria, que él lo sabía y que por nada del mundo cerraría el pico. Hay que compartir las penas de los amigos, me engañé por un instante. Resignado, guardé silencio, reprimí un bostezo y me armé de paciencia.
¡Por el amor de Dios! Óscar tenía razón, nunca me hubiera imaginado tal putada. ¡El muy cerdo estaba enamorado hasta los calcañares de la misma niña adorable que yo! Y lo que era peor, la pérfida parecía hacerle caso. Por eso resistía mis asaltos. Ni un solo comentario se dignó hacer a mis cartas con poema adjunto que le enviaba a través de una amiga de mi hermana (a la cuarta se hartaron ambas). Ninguna princesa de la Mancha con una mínima sensibilidad se hubiera resistido al encanto juvenil de estos versos:
Sabor amargo de besos queridos;
Calor robado en tristes avatares;
Blanca boca reflejo de pesares;
Batir inmenso de un marrón perdido.
Sol amable de pétalos bruñidos.
Ah, estrellas de tu lago, dos lunares;
Flor de mirra pomada de mis males;
Faz hermosa placer de los sentidos.
He querido robar lo que guardabas
olvidando que no lo merecías:
Tus pétalos marrones marchitaba.
Ambos lirios en mi noche no lucían,
unas manos amargas los cerraban…
En mis párpados dos lágrimas fluían.
Meses más tarde supe dos cosas de aquel ángel de amor: que la mitad de la clase le mandaba misivas y que solo hacía caso a su mejor amiga. Pero aquella noche no pude dormirme hasta que comprendí al amanecer la imposibilidad científica de que fuera cierto lo que me había contado entre sollozos mi enemigo. En todo caso, después de oír semejante historia de mal gusto lo puse de inmediato en mi lista negra. 
En el viaje de vuelta, Óscar sacó de pasada el tema de nuestras congojas. Todo anónimo e impersonal. Antonio, el mayor, opinó mientras metía la directa, que la tía no estaba mal pero era una melindres monjil y que no había posibilidad de echarle un polvo. No interesaba. Manolo reconoció a medias que estaba por su amiga. Los demás callamos. Sobre todo Antonio, que la había besado a conciencia en la fiesta de Noche vieja. Estaba loca por él. Meses después me pidió desesperada que la ayudara a ser su novia. Jamás hablé del asunto y le hice un favor. Reconciliados en la desdicha Oscar y yo no tardamos en ser otra vez inseparables. ¡Qué podemos hacer, dijimos estoicamente, son cosas que pasan en las mejores familias! Mucho después, su amiga dominante, "la de Manolo", me contó en una terraza de verano que la hermosa criatura se había casado con un piloto de Iberia que le sacaba diez años y tenía dos pilluelos. Siempre igual: la vida imita a las peores novelas de costumbres.