La expresión ¡qué bello! perturba la fiesta de la naturaleza.
Adorno, Estética
¿Qué tienen en común el Salero de oro y esmalte diseñado por Benvenuto Cellini, un escritorio Chippendale, las bandejas florales del art deco, la línea futurista del Huracán LP 610-4 Spyder de Lamborghini, una porcelana rosa de Sèvres o el Patio cordobés de los Naranjos?
Se suele distinguir entre bellas artes, producidas por artistas y artes menores producidas por artífices. Entre estas últimas se cuentan, por ejemplo, la orfebrería, la ebanistería, la decoración, el diseño industrial, el vidrio, la cerámica, la porcelana o la jardinería. En todas ellas la palabra arte recupera su sentido original, etimológico, de técnica instrumental, a la vez que incorpora un contenido espiritual relacionado con la intención de crear belleza.
Como es sabido, la jardinería es un arte que se ocupa del diseño y las técnicas de cultivo de los jardines. Resulta más que amena la lectura de algunos libros sobre los orígenes, la historia o la práctica de la jardinería. Por ejemplo el de Santiago Segura Munguía, Los jardines en la Antigüedad o el de Francisco Páez de la Cadena, Historia de los estilos en jardinería.
En esta breve entrada vamos a bosquejar la idea y los estilemas del llamado jardín inglés comparándolo con su versión contraria, el jardín francés. Ambos responden de forma modélica a la pregunta esencial que se han hecho los artífices desde los jardines colgantes de Babilonia, la Academia de Atenas, la Villa de Adriano, el Generalife o la Granja de San Ildefonso: ¿Hay que imitar o dominar a la naturaleza?
En el jardín francés hay que dominar a la naturaleza. Estamos ante un jardín geométrico, cartesiano, formalista, previsible, en el que la naturaleza ha sido sometida a reglas para que el orden triunfe sobre la espontaneidad y la naturaleza imite al arte. Su expresión más significativa es el Palacio de Versalles.
El jardín inglés nació en el siglo XVIII. Es la consecuencia de tres influencias estéticas: la oposición a los cánones del neoclasicismo ilustrado, la moda cada vez más extendida por Europa de la pintura paisajista italiana del XVIII (el jardín semeja una pintura) y el nuevo concepto de naturaleza de los escritores prerrománticos.
Resulta curioso, no obstante, que los jardines más célebres de Inglaterra no hayan sido concebidos de esta manera y el término «jardín inglés» (English garden) no se usa en el Reino Unido. Una prueba de esta paradoja es que el Englischer Garten, uno de los parques más célebres “al gusto inglés”, está en Munich. Inversamente, el mayor número de jardines ingleses se encuentra en Francia.
Además de citado jardín inglés de Munich, otros famosos por su belleza son el Dessau de Wörlitz, el Parc Monceau de París, y en tono menor el Parque madrileño del Retiro.
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