viernes, 25 de marzo de 2022

El feminismo como ideología

 

En otro lugar señalaba que es preciso separar la ecología como ciencia del ecologismo como movimiento ideológico. Aquí pretendo hacer una distinción similar. No hay que confundir el reconocimiento ético y jurídico de la plena igualdad de género con el feminismo. Lo primero está recogido en el articulado de La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, un tratado internacional aprobado el 18 de diciembre de 1979 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en vigor desde el 3 de septiembre de 1981 y actualizado en sucesivas declaraciones. Lo segundo es una ideología en el mejor sentido del término. Muchas de las tradicionales reivindicaciones feministas están contempladas en estos acuerdos institucionales… pero no todas (por eso se renuevan periódicamente). No es menos cierto que una cosa es la letra de los acuerdos y otra su cumplimiento, como ocurre con la Declaración Universal de los Derechos Humanos o la Constitución Española. Ahí desempeñan las ideologías su legítima función crítica y transformadora.

Habría, por tanto, que diferenciar a las mujeres que están a favor de la plena igualdad de derechos y oportunidades, de las que se consideran propiamente feministas. En realidad, habría que hablar del feminismo en plural, un conjunto de posiciones ideológicas que tienen un núcleo común y un amplio espectro de argumentos diferenciales. No es lo mismo el feminismo cristiano que el movimiento Me Too.

Según un estudio realizado por The Global Institute for Women’s Leadership del King’s College de Londres, en la que participaron 18.800 mujeres de entre 16 y 64 años de 27 países sobre la igualdad de género, a la pregunta Se considera feminista, solo el 32% respondieron afirmativamente. En Dinamarca, el país con la mayor igualdad de género del mundo, una de cada cuatro mujeres se considera feminista convencida, el 8% tiene una opinión favorable del movimiento #Metoo y un 35% lo desaprueba expresamente. Resulta chocante que sus activistas, por ejemplo, pongan de vuelta y media al sexismo, pero ellas se exhiban semidesnudas en sus performances reivindicativas.

En principio, el término feminismo abarca demasiado espacio semántico. La mayoría de las mujeres defienden la plena igualdad de género, mientras el feminismo les suena a otra cosa. Por eso en cuando se intenta implicar seriamente a la mujer con su significado estricto, a identificarse con sus rasgos contraculturales, a interiorizar su lenguaje privado, comienzan los recelos, la desconfianza, las dudas y el desapego. Además, todas las variantes del feminismo están asociadas a las principales ideologías políticas: conservador, liberal, socialista y radical. Y es bien sabida la creciente desafección hacia la clase política y sus incompetencias.

Nos vamos a ocupar aquí de lo que consideramos excesos de ciertas versiones en auge. Por ejemplo, el llamado feminismo radical que llega a considerar al hombre el culpable ontológico del mal en el mundo. Insiste en expresiones androfóbicas que culpabilizan a todos los varones por el hecho de serlo. La historia del hombre es la historia de la opresión de la mujer. Las convierten en víctimas de una cultura global de la violación y la violencia machista, algo inherente a las hormonas masculinas. Las feministas radicales tratan fatal a los hombres. Son manada o criminales en potencia. En los casos más templados los desprecian. Se olvidan de pronto del motivo central de la ideología, la lucha por la plena igualdad de género, y la sustituyen por estereotipos de la discriminación y el enfrentamiento. Gran parte de la retórica feminista actual ha cruzado la línea que separa las críticas al sexismo de las críticas a los hombres en general. Según esta visión, los hombres forman parte de una raza injustamente privilegiada, especialmente si además son blancos y heterosexuales. Se ha dicho: el hombre abusa por el solo hecho de tener pene. Muchas feministas prácticamente equiparan la penetración con la violación. Un psicoanalista se frotaría las manos ante esta versión desmadrada del complejo de castración en la mujer.  Primera derivación del feminismo extremo: puesto que vivimos en una sociedad falocrática se impone una defensa a ultranza de los colectivos de gays y lesbianas, bisexuales, intersexuales, travestis, transexuales y binarios. Segunda derivación: puesto que vivimos en una cultura monogámica se impone una defensa cerrada del poliamor. Nada nuevo: el poliamor, un asunto feminista según la filósofa Carrie Jenkins, era frecuente entre nuestros antepasados neandertales del Pleistoceno; también el incesto, una de las razones genéticas de su decadencia; o el cruce sexual con otra especie de homínidos, los cromañones, o sea nosotros, e incluso la zoofilia ritual con fines propiciatorios. ¡Alguien da más! Sí, además practicaban el canibalismo en épocas de penuria. ¡Solo falta fijar la fecha del día del orgullo neandertal!

El feminismo radical afirma “que no nacemos con ninguna predisposición biológica y que todo se reduce a la influencia de la cultura”. Es evidente que hay diferencias biológicas entre el hombre y la mujer, pero la mayoría son a favor de ella. Lo que resulta cuestionable, según los expertos en pediatría y psicología infantil, es el normal desarrollo evolutivo (personal, intelectual y emocional) de un niño con dos padres o dos madres en parejas homosexuales. Queda abierto el debate.

También se refieren las radicales a la desigualdad de trato y contrato de la mujer en ciertos deportes, como el golf, el tenis o el fútbol. Es cierto, pero el deporte de elite es simplemente un mercado más. En este caso, la supremacía masculina la fija la demanda y no el género. Tampoco se sostiene una noción agresiva del empoderamiento profesional: es falsa la sistemática discriminación de la mujer en el trabajo. En general, el acceso de la mujer a la formación superior, a los sectores laborales, a los puestos de mayor responsabilidad, a la producción de valor económico es cada vez mayor y equiparable al hombre. 

Otro asunto turbio. En mi opinión carece de sentido el lenguaje inclusivo que utiliza el feminismo radical. La Real Academia Española (RAE) ha expresado su rechazo ante el uso de palabras aceptadas en el lenguaje inclusivo o no sexista. Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, dijo en una entrevista con EL PAÍS Semanal que el desdoblamiento gramatical del lenguaje inclusivo altera la economía del idioma. Decir, Ellos, ellas y elles o Soldados y soldadas son simplemente ejemplos del rebuzno nacional.

Otro escenario de la batalla son los llamados micromachismos, o sea, las sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía femenina. La mayoría de los micromachismos son simplemente actitudes machistas explícitas o costumbres inocuas en vías de extinción. Busquen ejemplos y lo comprobarán. Por cierto, toda crítica al feminismo radical recoge sólo la indignación, nunca la réplica. 

viernes, 18 de marzo de 2022

El machismo como ideología

La versión más cruda del machismo que recorre la noche patriarcal de los tiempos desde el Paleolítico Superior hasta nuestros días consiste en la identificación de la mujer con la maternidad, el cuidado del hogar y el descanso del guerrero. Es, por supuesto, la primera denuncia clamorosa del feminismo de ahora y siempre; al menos en esto coinciden las múltiples variaciones sobre el mismo tema que circulan por el mundo real y virtual. Si el asunto te interesa desde el principio, lo mejor es informarte en trabajos como el de Ana Díaz Los feminismos a través de la historia. Aquí, obviamente, lo vamos a acotar.

El machismo como ideología dominante se fraguó durante la Primera Revolución Industrial inglesa en la segunda mitad del siglo XVIII y se extendió posteriormente al resto de Europa occidental y Norteamérica. El núcleo de la ideología machista fue la escisión entre vida pública y privada. Los hombres y las mujeres debían estar separados en ámbitos civiles distintos. La vida pública corresponde al varón: el trabajo, el sustento familiar, el ascenso laboral, el desgaste que conllevan las transacciones comerciales… Rousseau advertía que los cambios en la industria y en la política conferían nuevas oportunidades a los varones burgueses, pero también nuevos motivos de angustia y preocupación, para lo cual el hogar debía conservarse como el oasis emocional, el refugio contra la fealdad de la competencia salvaje en la ciudad

El hogar es el espacio de la vida privada a salvo de las asechanzas del mundo exterior, del tráfago hostil de la vida pública y de los negocios. La mujer es la reina, el ama y señora de la casa. El “retiro al hogar” de las mujeres provocó la aparición de ciertos valores asociados al matrimonio: la monogamia (virginal y de por vida), la maternidad (el deber de quedarse embarazada), el cuidado del hogar (o sea, limpiar, hacer la compra y cocinar) y la crianza y educación de los hijos (de los cuales el padre se desentiende por asuntos de fuerza mayor). Argumentos que fueron tratados en la literatura de la época: libros de consejos a las jóvenes en edad de merecer, recomendaciones frígidas de las madres, tratados parroquiales para embarazadas… era la literatura que se consideraba apropiada para el público femenino. La educación de las mujeres se diferenció de la de los hombres en cuanto a duración y contenido. Las niñas aprendían cosas útiles para su futuro confinadas; debían aprender sólo aquellas materias que las prepararan para su domesticidad; lo demás resultaba superfluo y hasta peligroso para las costumbres de las futuras madres

Surgieron los roles de género, la construcción machista de la feminidad y el fraude del segundo sexo. Aunque se denominaba a la mujer la dueña del hogar, tampoco allí tenía dominio alguno; estaba subordinada al marido en la vida privada y en la pública: sometida en lo legal, con total dependencia económica y sin derecho al voto hasta 1931 en nuestro país. También habría mucho que hablar de la distancia entre la moral sexual del marido y la mujer. Mientras que se miraba con condescendencia el adulterio masculino, la mujer era condenada al último círculo del infierno de Dante. Según Schopenhauer, la fidelidad en el matrimonio es artificial para el hombre y natural en la mujer, y, en consecuencia, el adulterio por parte de la mujer es mucho menos perdonable que por parte del hombre. ¿Natural? Lo trágico es que muchas mujeres han perdido la vida a causa de esta visión obsesiva y posesiva de la fidelidad. Actualmente, la violencia machista, el acoso sexual de la mujer en el trabajo o las resistencias a que ocupen altos cargos en la empresa, por ejemplo, son secuelas de aquella separación civil y la fantasía colectiva de dominancia masculina.

La verdad es que me pierdo en el laberinto idiomático de los feminismos actuales. Dejemos a los filólogos/as que pongan en orden en el léxico y a los filósofos/as en los conceptos. Lo único que puedo decir es que en el Instituto de Enseñanza Secundaria donde impartí clases durante más de veinte años, la Junta Directiva estaba formada mayoritariamente por profesoras y que, en general, las alumnas eran más maduras, estudiosas, responsables, sensibles y guapas (permítaseme este piropeo micromachista) que sus colegas masculinos. No obstante, si es justo y necesario hacer una crítica de la sinrazón machista, no lo es menos hacerla de los excesos de la ideología feminista. Pero eso lo dejamos para la siguiente entrada.

miércoles, 16 de marzo de 2022

¡Porque creemos!

 

Victoria del Atleti al viejo estilo frente al Manchester United y pase a cuartos de la Champions. Objetivo cumplido. Dinero y prestigio. Ahora a esperar que no nos toque el Real Madrid. Lleva razón Guti, un anti atlético declarado, cuando dice que el United no está en su mejor momento; aun así son un prodigio de fortaleza y derroche físico. Cristiano con 37 años empieza a parecerse a Messi y Luis Suárez. Además, da la impresión de que el portugués enturbia el ambiente del vestuario. El problema de estos grandes es que ya no pueden aspirar a que todo el equipo juegue para ellos. Es el síndrome Di Stéfano. También lleva razón Futre, un reconocido anti madridista, cuando afirma que la francesa no es equiparable al resto de las grandes ligas. Esto no empaña el triunfo de los blancos, sino que hace más terrenal lo que se calificó de milagro escénico.

Personalmente, no creo que el Cholo haya hecho al Atlético a su imagen y semejanza sino al revés; su gran acierto desde el primer momento fue comprender que la esencia del equipo rojiblanco, desde tiempo inmemorial, antes incluso de que mi abuelo me llevara al antiguo Metropolitano, ha sido la defensa rocosa y el contrataque letal. Toda la filosofía de Simeone se puede resumir en una frase: le gustan, como no, las individualidades, pero siempre que estén supeditadas, incluso sacrificadas, al trabajo colectivo. Excelentes jugadores como Arda Turán, Rodrigo Hernández o Thomas Partey fueron traspasados por no compartir esta idea.

Seamos, por lo demás, críticos, puesto que queda lo más difícil y el año no va como el pasado. El problema es si este sistema es suficiente para ganar a los grandes expresos europeos… Es lo que debió pasar por la cabeza del Cholo cuando pensó en dimitir tras perder la tercera final en Milán. Al final le pudo el corazón atlético y un suculento contrato. El bloque bajo, ceder la mitad del campo al rival comporta mucho riesgo, incluso cuando compites con equipos teóricamente inferiores; en cuanto la defensa se despista te muerden. Para ganar tienes que hacer un partido perfecto, como ayer. Los tres centrales dieron un recital. Giménez es un grande de Europa (¡qué pena sus lesiones!). Por cierto, el fichaje del mozambiqueño Reinildo ha sido un acierto. Otros inconvenientes: cuesta mucho sacar el balón jugado si te presionan arriba; si lo consigues, el ataque estático es premioso y poco rentable; más: la media presión no vale para nada, es preferible no hacerla. La clave está en que funcione el centro del campo. Ayer, durante la primera media hora fue un descoloque plagado de pérdidas e imprecisiones; por suerte salimos vivos. El partido cambió cuando Koke, Herrera y De Paul empezaron a defender y mover el balón con criterio. Joao Félix y Griezmann, dos manufacturas del Cholo, se gustan. Llorente y Lodi son un peligro constante al contrataque si tienen un lateral que les cubra las espaldas (más inventos del míster). Así llegó el gol. Y la alegría de una afición que empujó en Old Trafford incluso más que la local. ¡Aúpa Atleti!         

viernes, 4 de marzo de 2022

El origen de la religión

 

La antropología cultural explica los orígenes de la experiencia religiosa, el surgimiento del hecho religioso y sus raíces en la idea de lo sobrenatural.

Un solitario paseo vespertino por el antiguo cementerio de San Isidro, un bello camposanto situado en un alto de Madrid, nos conecta poéticamente con este sentimiento ancestral: la presencia de la tierra sagrada, el aleteo de las almas entre los cipreses, la soledad de los panteones ilustres… Ensoñaciones de un paseante solitario. No podemos sustraernos al misterio simbólico del más allá. Echa una mirada a la vida y a la muerte, ciudadano que pasas por aquí delante, reza el epitafio de una sencilla lápida. Nombres escritos en el agua.

La religión comienza con lo que todas las culturas, desde la prehistoria hasta nuestros días, entienden por sobrenatural. ¿Pero cuál es el origen de esta creencia universal? Los antropólogos Carol y Melvin Ember afirman que Los fantasmas y los espíritus ancestrales son seres sobrenaturales que en el pasado fueron seres humanos. La creencia de que los seres vivos pueden percibir la presencia de fantasmas o de sus acciones es casi universal. Esta cuasi universalidad puede tener fácil explicación: en las experiencias de la vida sentimos muchas impresiones que asociamos a un ser querido, y cuando este muere, seguimos sintiendo esas impresiones que, de algún modo, nos hacen creer que está vivo. El abrir una puerta o el olor a tabaco o colonia, evocan la sensación de que la persona aún está viva, aunque solo sea por un instante. Por otra parte, los sueños también recrean la idea de que los seres queridos siguen vivos. No es de extrañar, entonces, que todas las sociedades crean en fantasmas.

De hecho, el duelo por las personas más queridas puede tomar dos caminos opuestos (probablemente equivocados): huir de los fantasmas (cambiar de casa, ausencia de los objetos personales, viajes a lugares desconocidos) o convivir con ellos (convertir la casa en un jardín del recuerdo, con fotografías de los momentos compartidos y la urna de las cenizas en un rincón de culto). 

La experiencia religiosa tiene su origen antropogenético en el tránsito gradual de lo sobrenatural a lo numinoso, lo divino, lo sagrado, lo santo. Comienza con el reconocimiento durante el proceso de hominización de la existencia de poderes superiores a las fuerzas de la naturaleza que rigen de forma arbitraria el curso de los fenómenos naturales y sociales. La religión comienza con la posibilidad que tiene el hombre por diversos medios (invocación, rituales, ofrendas y sacrificios) de sentirse vinculado, religado a lo sobrenatural. Las pinturas rupestres del Paleolítico Superior, por ejemplo, tenían una finalidad ornamental, pero también propiciatoria, de invocación a los espíritus de la caza, la fertilidad o la guerra. El hombre ha creído en lo sobrenatural desde los primeros eslabones del proceso de hominización. Los yacimientos paleoantropológicos muestran al Homo erectus enterrado siempre en la posición supina de mirar a los cielos, de lo cual algunos filósofos desbocados han deducido unas incipientes inquietudes religiosas en los albores de la especie humana. Además, los monumentos funerarios de los yacimientos prehistóricos posteriores revelan la creencia en una vida sobrenatural o trascendente.

Vivimos tiempos difíciles para la religión. El problema central desde la Patrística, la Escolástica, la Reforma, El Concilio Vaticano II … hasta nuestros días ha sido la tensión entre razón (la ciencia) y fe (el dogma). Es decir, entre la comunidad científica y las iglesias. Durante la pandemia la balanza se ha inclinado claramente por la razón, incluso en los países más católicos: nada de procesiones, rogativas o triduos contra la peste; en misa, mascarilla y distancia social; en los entierros por covid tres familiares; en la entrada de la iglesia junto a la pila bautismal un dispensador de gel hidroalcohólico; las bodas y funerales, mejor aplazarlos hasta nuevo aviso. Afortunadamente la ciencia ha parado por ahora el apocalipsis mediante las vacunas. En pleno siglo XXI, hasta los fideístas más conversos aceptan que Dios ha creado el virus, como todo, pero no se hace responsable de sus efectos. Dudan: Si Dios no existe todo está permitido. Las coladas ardientes del volcán, la incompetencia de unos políticos que hacen del insulto, el tú más y del ventilador su concepción del bien común (Maquiavelo se quedó corto al describir el no lugar de la ética en la política); y ahora, los horrores de la guerra. Decididamente, la existencia de un Dios omnipotente e infinitamente bueno es incompatible con el problema del sufrimiento y el mal en el mundo. 

Hay tres soluciones teológicas a esta contradicción ajenas a las consabidas teodiceas tradicionales que lo justifican y racionalizan hasta eliminarlo y convertirlo en bien simulado o en líneas torcidas que finalmente se enderezan. La primera es la negación del Ángel caído, en palabras del iluminado párroco de la famosa novela “Cien años de soledad”, un inconsciente seguidor de las tesis ocultas de John Milton en El paraíso perdido o del esoterismo de William Blake en El matrimonio del cielo y del infierno.

Desde entonces manifestaba el párroco los primeros síntomas del delirio senil que le llevó a decir, años más tarde, que probablemente el diablo había ganado la rebelión contra Dios, y que era aquel quien estaba sentado en el trono celeste, sin revelar su verdadera identidad para atrapar a los incautos.

La segunda es la religión maniqueísta, fundada en el siglo III d.C. por Manes quien se consideraba a sí mismo el último de los profetas y a su doctrina la verdad definitiva. Su idea central es que el mundo está regido por dos principios contrarios y eternos de igual poder y jerarquía, el Bien y el Mal; ambos plenos y consistentes, enfrentados en eterno conflicto sin posible unidad de los contrarios. La prevalencia de uno o de otro es el reflejo de la vida misma, de la eterna agonía de las luces y las sombras. Hasta los ideales morales más nobles pueden mostrar de pronto las garras afiladas del monstruo. Inversamente, del cadáver vencido e insepulto de la bestia puede surgir los presagios del bien.

La tercera es el ateísmo. Aunque la religión es una institución aceptada en todas las culturas no es así en todos los sujetos. Hay compromisos teóricos y prácticos contrarios a la experiencia religiosa: los más conocidos son el ateísmo, el agnosticismo y la indiferencia. En los tres casos el mal en el mundo sólo es imputable al hombre. El ateísmo consiste en asumir simplemente o en demostrar racionalmente que Dios no existe. El ateísmo práctico se sitúa al margen de la existencia de Dios sin ninguna justificación conceptual. El ateísmo teórico pretende racionalizar el sinsentido de aceptar la existencia de Dios. Muchos han sido los maestros pensadores que han sido ateos: Marx, Nietzsche, Freud o Sartre. Científicos eminentes como Steven Weinberg o Stephen Hawking han afirmado que la ciencia puede concluir experimentalmente que Dios no existe. Uno puede ser un científico y tener creencias religiosas. Pero no creo que pueda ser un verdadero científico en el sentido más profundo de la palabra, porque son dos categorías del conocimiento incompatibles entre sí, comentó Peter Atkins, catedrático de la Universidad de Oxford. El mundo es lo que acaece.

martes, 22 de febrero de 2022

Los líos del matrimonio

Actualmente, no hay mucha diferencia ética o jurídica entre estar o no casado. Lo recomendable es vivir una larga temporada en pecado para saberse mejor, evitar pasmos imprevistos y no tirarse los trastos a la cabeza antes de tiempo. En otras épocas las parejas contraían matrimonio antes de los veinte años, ahora con menos de treinta es un deporte de riesgo. Las parejas actuales, con buen criterio, contraen matrimonio por razones burocráticas cuando tienen o quieren tener hijos. La edad tampoco garantiza nada. Entre mis conocidos el récord de ruptura fulminante es de tres meses con la cigüeña en tránsito. Otro se arrepintió tres días antes de la boda y dejó a la novia compuesta y sin más, con los regalos nupciales y el convite cerrados. No estoy preparado, dijo el arrepentido. Mejor arrepentirse antes que pedir perdón de rodillas después porque la cosa venía de lejos y, como dice la ópera, el amor es un pájaro rebelde. El síndrome de Lady Di. Si persisten en su propósito de contraer matrimonio tienen que contar con que muchas empresas del ramo te piden una jugosa señal en concepto de reserva y un cincuenta por ciento del total una semana antes del evento. La primera discusión prematrimonial surge a la hora de elegir el menú. Mi consejo es que elijan el más sencillo, no el que te tratan de endosar en el último momento con platos inextricables; y que tengan por seguro que cuanto más complicadas sean las recetas, más difícil es dar de cenar a tanta gente. Suma los gastos del traje de la novia (el novio puede alquilar el chaqué por un precio razonable) y los de la Iglesia con adornos florales, orquesta y coro. Muchos piensan que casarse por lo civil no es casarse. Ahora se ha puesto de moda hacerlo en el mismo lugar del convite. Se improvisa un altar, se llevan las sillas, se busca un cura amigo de un amigo y se conecta el equipo musical del baile. Es lógico que los futuros cónyuges prefieran dinero a electrodomésticos. La tarjeta de invitación lleva en sitio bien visible los datos de la cuenta de ingreso. Si aun así decides regalar un aspirador robótico en unos grandes almacenes, pongo por caso, se lo cambian por su precio en efectivo menos la comisión. Es comprensible. Una boda con doscientos invitados (mediana) en una finca a treinta quilómetros de Madrid con autobuses, cóctel, cena y barra libre con baile te puede salir por setenta mil euros. Nunca sale lo comido por lo servido. Hay familias que te ingresan doscientos euros y comen siete. Unos primos lejanos de Galicia te colocan el mismo juego de café sin desembalar que le regalaron a su hija cuando se casó hace un año. Otros justifican sus manos vacías con promesas futuras … ¡Ojo, los niños pequeños tienen menú aparte y son legión! En resumen, es preferible casarse sin previo aviso en un juzgado de la Sierra y después gritar a los cuatro vientos ¡SORPRESA!

Vamos a la teoría. Todas las sociedades, sin historia y con historia, primitivas o avanzadas, limitan la esfera de las personas con la que podemos casarnos. El matrimonio, en cuanto supone el pleno reconocimiento civil de la familia, tiene unas reglas que permiten acceder a la institución. Básicamente son de dos tipos: exogámicas y endogámicas.

La exogamia es la obligación de contraer matrimonio exclusivamente fuera del parentesco (al menos de un cierto grado que se considera prohibido). Todas las sociedades exigen la elección del cónyuge fuera de la familia nuclear y ponen rígidas limitaciones a contraer matrimonio dentro de la familia extensa o consanguínea. Es decir, es obligatorio buscar esposa fuera el grupo de origen o procedencia. Ninguna sociedad conocida ha permitido el matrimonio entre hermanos y hermanas, madre e hijos y padres e hijas… La gran mayoría de las legislaciones del mundo consideran el incesto como un delito, aunque se haya practicado con "mutuo consentimiento" entre mayores de edad. El tabú del incesto es una prescripción universal a la que se han dado distintas explicaciones: genética, para impedir malformaciones congénitas, psicoanalítica (Freud le dedicó su obra Tótem y tabú); demográfica, se impide la expansión de amplias ramas de las relaciones sociales; morales, por ser antinatural (falso, muchas especies lo practican); y económicas (como exponemos a continuación).

La antropología estructuralista, encabeza por Claude Lévi-Strauss (1908-2009) en su obra las estructuras elementales del parentesco, sugirió la denominada “teoría del intercambio generalizado”. Según el antropólogo francés, la exogamia permite intercambiar mujeres entre sociedades distintas y distantes como el medio para establecer todo tipo de intercambio de bienes. La alianza matrimonial es, por tanto, una estrategia para consolidar vínculos de colaboración económica entre familias, etnias y linajes. Un caso extremo es el ofrecimiento sexual que los esquimales hacen de su esposa a ciertos extranjeros a fin de contraer un sólido vínculo social que les permita acceder de forma privilegiada a determinadas tecnologías, materiales o alimentos. Supongo que esta teoría no convencerá a las feministas. 

La endogamia es la obligación de contraer matrimonio en el interior de ciertos grupos a causa de la edad, la casta, la raza, la clase social o la religión. Es evidente que en la sociedad occidental estas reglas de acceso al matrimonio de forma manifiesta o latente son también endogámicas. Puesto del revés se entiende mejor: está mal visto el matrimonio entre personas con edades muy distantes, con formación muy desigual, de clases sociales alejadas en la escala de los estatus reconocidos, de religiones incompatibles o de características raciales diferentes (sobre todo entre la raza blanca y la negra).   

Por otra parte, hay varias estructuras matrimoniales relacionadas con el número de los cónyuges permitidos:

En la monogamia, a una esposa le corresponde un marido y viceversa. Se trata de un tipo de vínculo matrimonial tan extendido en la cultura occidental que es considerado el único legal y moral. Para la sociedad europea o norteamericana es la única forma "decente y civilizada” de matrimonio. Sin embargo, no hay que ser excesivamente etnocéntrico en la aplicación de esta norma ya que un gran número de sociedades de todas las épocas admiten y practican otras formas de matrimonio. 

Hay tres variantes. En la poliginia, muy extendida entre las tribus de África Central, está permitido que un marido tenga una pluralidad de esposas. Suele ser un símbolo de estatus, de tal forma que cuantas más mujeres puedas mantener, mayor será el reconocimiento social por parte del grupo. Me contaba un alto cargo de la inspección educativa que, en uno de sus viajes profesionales al África ecuatorial, entabló amistad con el obispo católico de la capital. En una ocasión, el prelado le invitó a comer en el palacio episcopal. Desde que el mayordomo sirvió los entrantes hasta los postres tropicales, el inspector advirtió un inusual trasiego de mujeres y churumbeles que en vez de llamarle eminencia le llamaban esposo o padre. Extrañado, el invitado, le preguntó al obispo con diplomacia vaticana si tales uniones no eran contrarias a la doctrina religiosa que profesaba. Bueno, admitió el obispo, si algo hay que respetar son las tradiciones seculares de los fieles. Los esquimales varones de Groenlandia del siglo pasado practicaban la poliginia si conseguían demostrar a los padres de las solteras sus habilidades en la caza. Los que tenían éxito podían permitirse alimentar a varias esposas, lo cual era un símbolo de su valía. Algo parecido ocurre en ciertas etnias africanas o en confesiones religiosas como los mormones. 

En la poliandria, se admite que una mujer esté casada a la vez con dos o más hombres. Esta última es mucho menos frecuente que la poliginia. Un ejemplo de poliandria se ha dado en culturas aisladas de la India meridional donde se practicaba la poliandria fraternal, ya que al casarse una mujer se convertía automáticamente en la esposa de todos sus hermanos. Por su parte, se han descrito casos de matrimonio en grupo en comunidades de las islas Marquesas, un archipiélago de Polinesia. Hay más: consulten y vean.

En el matrimonio grupal, el más minoritario, se comparten indistintamente esposos y esposas. En épocas recientes, la forma más conocida han sido las comunas norteamericanas surgidas de la contracultura hippie de los años setenta, hoy desaparecidas. 

Otra forma de agrupar a los matrimonios es la que se sigue de la distinción entre matrimonios patriarcales y matriarcales.

El matrimonio patriarcal se caracteriza por la posición dominante del esposo frente a la esposa. El matrimonio patriarcal se caracteriza porque la herencia en sus distintas modalidades se origina en la línea paterna. Por tanto, los hijos heredan del padre el hogar, el apellido, los bienes, los títulos o la nacionalidad.

El matrimonio matriarcal, inversamente al anterior, se caracteriza por la posición dominante de la esposa frente al esposo. En esta forma de matrimonio, la familia extensa y las alianzas tribales se constituyen a partir de las líneas consanguíneas de la mujer. Además, el matrimonio matriarcal comporta que lo cónyuges viven en casa de la mujer (matrilocalidad) y que los hijos identificados reciban los privilegios de la herencia materna (matrilinaje). No todo es machismo puro y duro. 

Adenda: Sólo he asistido al enlace de un profesor y su novio en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor de Madrid. Todo el mundo participa con sus discursos laudatorios, escritos y sonetos. El problema es la duración. Al final el oficiante tiene que cortar por lo sano e invitar a la concurrencia a desalojar la sala porque le quedan todavía tres bodas. Los mirones sabatinos que pasean por la plaza se preguntan impacientes ¿pero cuando salen los novios? Hace un buen rato que se han ido en un precioso Citroën de los años sesenta.

miércoles, 16 de febrero de 2022

La familia y otros animales


Hablar, hablo de casi todo, pero saber… no sé de casi nada, se sinceraba tras el segundo gin-tonic una amiga de toda la vida. Como cualquiera, le dije. ¿Quién entiende, por ejemplo, de medicina? Primero la suegra, después, los enfermeros, luego el farmacéutico, por último, y no mucho, los médicos. Charlamos, decimos, opinamos. Hablar por hablar. Es normal y saludable puesto que la única manifestación en este mundo del espíritu absoluto hegeliano es el buscador de Google, al que siempre podemos recurrir en caso de confirmación o refutación; aunque es poco recomendable abusar del verismo digital con tu pareja o cuando sales a cenar con los amigos. ¡Cuidado con la consulta rigurosa de los móviles porque puedes quedarte más solo que la una! Por lo demás, la verdad es un valor en desuso. Volvamos a la cena de amigos. Uno de los temas estrella es siempre la familia. ¿Pero tenemos una idea precisa de qué es la familia? Como no queremos aguar el vino con el no saber de los demás, guardamos un prudente silencio y les recomendamos este modesto artículo. 

El etnocéntrico ciudadano europeo o norteamericano piensa al hablar de la familia que se trata de algo evidente, que se puede resumir en pocas palabras y todos sabemos de qué va. En realidad, no hay una definición universal, ni siquiera en el marco de la familia occidental. La mayoría de las culturas de influencia anglosajona consideran que la familia latina (como la española) es excesivamente protectora y una rémora para la maduración e iniciativa de los hijos; inversamente, los latinos consideran a la familia anglosajona una madrastra que los priva, en todas las etapas de su vida, del afecto y de la protección parental. En la familia anglosajona los hijos tratan activamente de independizarse cuando comienzan los estudios universitarios, mientras que, en la latina, cuando los terminan, lo intentan sin prisa, pero con pausa. Recuerdo que hace años la hija de una amiga australiana de mi mujer a la que conoció durante su estancia en Inglaterra nos visitó en Madrid. Toda una mochilera. Había conseguido el Certificado de Educación Secundaria y viajaba sola por Europa con el dinero que había ganado en trabajos de lo más variopinto durante los veranos, lejos de sus padres que vivían en Sídney: cajera de un supermercado, temporera en la recolección de fruta, niñera a domicilio, guardarropa en un teatro. Al volver a su país, nos dijo, cursaría con una beca la carrera de Economía y Comercio en la Universidad de Melbourne, antes alquilaría un piso sola, con su novio o con más gente y se independizaría en serio de su familia, que a su vez asumía que había llegado el momento de que su hija volara en serio del nido. La familia latina tiene otras pautas de conducta. Cuando mis hijos se fueron de Erasmus en el último curso de carrera a París y Lyon respectivamente, lloré en Barajas más que una magdalena penitente. Al principio, videoconferencia diaria hasta que se hartaron. En épocas de paro o precariedad, los hijos se instalan a sus anchas en su antigua guarida paterna hasta que escampa el diluvio universal. Las situaciones de desempleo de ambos cónyuges son asumidas económicamente por los abuelos de las partes. Cuando se producen embarazos no deseados en chicas adolescentes, al final son los abuelos maternos los que hacen de padres y Reyes Magos.


Hay dos modelos teóricos: la familia nuclear y la familia extensa. La familia nuclear, denominada también conyugal o neolocal, está compuesta por una pareja de hecho o de derecho que convive en un hogar independiente con sus hijos biológicos, adoptados o subrogados (si los tienen). En España, el primer apellido del hijo lo puede trasmitir el padre o la madre por mutuo acuerdo. Es típica de las grandes ciudades. Se tratan poco y por teléfono. El confinamiento, las restricciones y el temor al contagio durante la pandemia han reducido aún más las reuniones familiares. En condiciones normales, la parentela o familia consanguínea de los esposos se reúne periódicamente en algunas fechas señaladas (cumpleaños, fiestas, vacaciones) o en ciertos acontecimientos ocasionales (nacimientos, fallecimientos, graduaciones). Pero las obligaciones y decisiones importantes son tomadas por la familia nuclear. 


La familia extensa se basa más en el parentesco que en la relación conyugal. Consiste en un clan o conjunto de familias consanguíneas con sus respectivos cónyuges e hijos. Un buen argumento para una novela de ochocientas páginas. En la sociedad industrial avanzada, la familia nuclear es la unidad familiar más relevante y prácticamente la única; algunas etnias, como la gitana, se acercan por su tradición cultural a la familia extensa, aunque han tenido que debilitarla como consecuencia de su inserción en otro entorno dominante tras el paso de ser nómadas a sedentarios. Ahora bien, en las sociedades y tribus colectivistas, agrícolas y ganaderas, sobre todo de Oriente Medio, El Magreb y África, la familia extensa es la principal estructura del parentesco. Lo característico de la familia extensa es la ampliación o extensión de la crianza y educación de los hijos. A veces, una mujer tiene las mismas obligaciones y afectos hacia sus sobrinos o sobrinas carnales que hacia sus propios hijos. Otras, un hombre se ocupa de los hijos de sus hermanas y sus hijos están a cargo de los hermanos de su esposa. Dicho de otro modo: de las dos familias a las que pertenecen, tienen más obligaciones y vínculos emocionales con la familia en la que han nacido que con la que han creado. Se podría decir, en general, que la familia nuclear consiste en una pareja y sus hijos, que forman el núcleo o centro familiar, con una parentela periférica, y la familia extensa consiste en una parentela central de hermanos, hermanas e hijos comunes y una periferia conyugal. Hay un montón de variantes que exceden la paciencia del lector.


No obstante, en todo modelo teórico hay grises. En las pequeñas ciudades de provincias donde perviven las sagas ancestrales (con frecuencia dominantes) y, sobre todo, en los pueblos de la España despoblada, donde conviven un conjunto de familias, la mayoría emparentadas entre sí desde tiempo inmemorial, persisten rasgos relevantes de la familia extensa. En esta última, los críos van de casa en casa como si estuvieran en la suya y Dios en la de todos; crecen como hermanos en la calle rodeados de perros felices que no son de nadie. La comunidad afronta los problemas solidariamente, hoy por mí, mañana por ti. Se habla del tío tal y de la tía cual. Proliferan los apodos seculares que representan la historia del pueblo. El reciente fenómeno de la ruralización o éxodo de la ciudad al campo, consecuencia del escuálido mercado de trabajo y de ciertos mitos de la pandemia, propicia la extensión de los vínculos primarios entre los nuevos colonos. También es conocida, sobre todo en la España profunda de posguerra, la entrega, con todos los derechos y obligaciones filiales, de unos o más hijos de la madre biológica a una o más hermanas por la imposibilidad material de hacerse cargo de su crianza. Es evidente que puede haber familia sin matrimonio, pero no es la norma establecida en la mayoría de las sociedades. Pero hablar del matrimonio requiere un nuevo artículo.

lunes, 7 de febrero de 2022

Usos y abusos del lenguaje

Conviene recordar que el lenguaje cotidiano incorpora conceptos metafísicos imprescindibles para orientar la acción e indagar el sentido de la vida. Entre otros, los de persona, razón, conciencia moral, valor, libertad, voluntad... Si lo piensan bien, no tienen significados aislados, sino dependientes, relacionados entre sí por vínculos comunes. Ninguno tiene contenido empírico corroborado (¿alguien se ha encontrado alguna vez un valor en el ascensor o a la libertad en una terraza del barrio de Salamanca?). Los intentos académicos de reducirlos a términos empíricos (si lo son) de las ciencias humanas (psicología, sociología, antropología cultural) no han prosperado: personalidad, aprendizaje, inteligencia emocional, subcultura de clase, proceso de socialización, mitos ancestrales, entre otros... pueden dar vueltas alrededor de lo que entendemos por conciencia moral, pero no la explican de modo convincente. Tales conceptos metafísicos forman parte del núcleo duro de la historia del pensamiento y han sido tratados profusamente por la mayoría de los autores, corrientes y escuelas. La pregunta es: ¿Merece la pena, a esta altura determinada de los tiempos, rompernos la cabeza con meditaciones metafísicas sobre tales conceptos? ¿Es aun posible y válido su uso filosófico?

Decía el segundo Wittgenstein y sus seguidores de las universidades de Cambridge y Oxford que el lenguaje ordinario está bien hecho, en perfecto orden y, por tanto, no hay que forzar su gramática. Los términos y expresiones del lenguaje están bien como están. La función de la filosofía, para Wittgenstein, no consiste en resolver los problemas filosóficos sino en disolverlos. Como dice expresivamente La misión de la filosofía es mostrar a la mosca que ha quedado atrapada a encontrar el agujero de la botella para que pueda escapar. Tiene, por tanto, una función terapéutica ya que los problemas filosóficos son, en la forma y en el fondo, malentendidos lingüísticos. Su función es restablecer el uso correcto del lenguaje. El filósofo debe tratar las preguntas metafísicas como una enfermedad gramatical. Los conceptos abstractos son especialmente sensibles a este mal endémico. Los filósofos, según Wittgenstein, son muy propensos a desviarse del sentido de una palabra, perderse en un sobresentido y acabar en un sinsentido. Piensen en el uso de la palabra verdad en estos tres enunciados: La verdad es que la filosofía les interesa poco a los alumnos de bachillerato. Hay una verdad científica y otra filosóficaLa verdad de la filosofía consiste el proceso de producción efectiva de sus propios conceptos. Después apliquen la conclusión al tema que nos ocupa.

La disolución de los problemas metafísicos depende de la comprensión precisa de los abusos y malentendidos de la gramática; o lo que es lo mismo, aclarar el modo en que sus reglas han sido violentadas. Su labor consiste en esclarecer cómo y por qué el lenguaje ha originado un problema donde no lo había. Wittgenstein lo expresa del siguiente modo: La filosofía es la batalla contra el aturdimiento de nuestra inteligencia por medio del lenguaje.

La existencia de un problema filosófico es el síntoma de una patología lingüística. Esquivar la gramática nos conduce inevitablemente a un callejón sin salida. La única solución a tales embrollos es su eliminación: si demostramos que el problema tiene su origen en una utilización anómala de ciertas reglas semánticas, sintácticas o pragmáticas y lo devolvemos a su uso correcto, el malentendido se desvanece. Un problema filosófico revela que algo funciona mal en el lenguaje y la tarea de la filosofía es detectar la razón por la que sucede para impedirlo. Como dice Wittgenstein, Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje se va de vacaciones. Por consiguiente, podemos usar cuantas veces queramos y en todos los contextos los conceptos de persona, razón, conciencia moral, valor, libertad, voluntad, siempre que no forcemos su gramática. La definición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua debería bastar para comunicarnos sin problemas. Por ejemplo, la RAE define la conciencia moral como Conocimiento interior del bien y del mal y la voluntad como Facultad de decidir y ordenar la propia conducta. Nos vale, lo compramos, a charlar que son dos días y lo demás son cuentos. 

La contrapartida del segundo Wittgenstein y sus seguidores es que la filosofía se hace el haraquiri. Filosofar es no filosofar. Su función consiste en suprimir los problemas filosóficos… y eso puede resultar aburrido, arriesgado y además imposible. 

Para mí, el concepto filosófico más complejo y enigmático es el de voluntad. Hablamos como si tuviéramos realmente una facultad que nos permitiera elegir y decidir libremente (pepino metafísico) sobre los valores que guían la acción (otro pepino metafísico) y que la razón práctica (más pepinos metafísicos) previamente ha sometido a su alto tribunal. El tema recurrente del voluntarismo en la historia de las ideas podría ser la ocasión de otro artículo, aunque en una dirección radicalmente distinta a la aquí a expuesta.