viernes, 30 de agosto de 2024

Sobre la belleza

 

La question de la beauté est secondaire en peinture, les grands peintres du passé étaient considérés comme tels lorsqu’ils avaient développé du monde une vision à la fois cohérente et innovante ; ce qui signifie qu’ils peignaient toujours de la même manière, qu’ils utilisaient toujours la même méthode, les mêmes modes opératoires pour transformer les objets du monde en objets picturaux ; et que cette manière, qui leur était propre, n’avait jamais été employée auparavant. Ils étaient encore davantage estimés en tant que peintres lorsque leur vision du monde paraissait exhaustive, semblait pouvoir s’appliquer á tous les objets et toutes les situations existants ou imaginables. Telle était la vision classique de la peinture, celle á laquelle Jed eut l’occasion d’être initié pendant ses études secondaires, et qui se basait sur le concept de figuration ; figuration á laquelle Jed devait, pendant quelques années de sa carrière, assez bizarrement, revenir, et qui devait, encore plus bizarrement, lui apporter au bout du compte la fortune et la gloire.

Jed consacra sa vie (du moins sa vie professionnelle, qui devait assez vite se confondre avec l’ensemble de sa vie) á l’art, á la production de représentations du monde, dans lesquelles cependant les gens ne devaient nullement vivre. Il pouvait de ce fait produire des représentations critiques ; critiques dans une certaine mesure, car le mouvement général de l’art comme de la société tout entière portait en ces années de la jeunesse de Jed vers une acceptation du monde, parfois enthousiaste, le plus souvent nuancée d’ironie.

Michel Houellebecq, La carte et le territoire

domingo, 25 de agosto de 2024

Turistas

 

Tras no hallar en mi último intento una aproximación convincente al significado actual del “cosmopolitismo”, de pronto intuí, sentado en la terraza del Parador de Salamanca, en que lo más afín no es el interculturalismo, ni el multiculturalismo, ni la globalización, sino la fiebre viajera que nos consume. La ocurrencia surgió mientras ojeaba la prensa a la hora del vermú. Después de la pandemia, afirmaba la noticia tras un repertorio exhaustivo de datos, se ha producido una imparable expansión a escala planetaria del turismo de masas en sus múltiples variantes.

Jóvenes por estrenar, parejas de ocasión, matrimonios treintañeros, jubilados añejos y ancianos del último viaje recorren los lugares más recónditos y exóticos. Las causas hay que buscarlas en las facilidades de contratación que permiten viajar a los confines de la tierra desde tu móvil, en la proliferación de medios de transporte (trenes, barcos y aviones) de bajo coste o en las tentadoras ofertas de los turoperadores de hoteles, pisos y apartamentos en los destinos más remotos del planeta. También en la proliferación en las plataformas digitales de documentales dedicados a mostrarnos con voces expertas las maravillas naturales y culturales del ancho mundo, nuestra única patria y morada según ellos. Cansados de los libros y las pantallas hemos decidido fotografiarlas en persona. Se ha impuesto el impulso cosmopolita de ensanchar geográficamente las fronteras de la vida; en el fondo un proyecto imposible porque cada cultura es para los nuevos viajeros, cual las mónadas de Leibniz, un espacio único, cerrado, sin ventanas al exterior, inextricable en lo esencial y en los matices. Dentro de un mes tengo previsto viajar a Sicilia con la humilde certeza de que ni la naturaleza ni la sociedad imitan al arte.  

Antes hablaba del COVID. Me atrevo a afirmar que la historia se repite: la pandemia de Peste Negra que asoló Europa entre 1347-1400 provocando la muerte de la mitad de la población contribuyó al giro radical de la visión colectiva de la vida y de la muerte que barrería la antropología medieval la cual consideraba al ser humano un mero componente homogéneo de una organización universal, la Cristiandad y de unos estamentos inmutables. El fin de la peste bubónica fue una de las múltiples puertas al sentido vitalista del Renacimiento, a la afirmación del valor supremo del individuo, único e irrepetible, y a la entrega al gozo terrenal como un fin en sí mismo. La literatura de la época recoge el tránsito hacia esa nueva mentalidad antropocéntrica y hedonista:  El Decamerón, Los cuentos de Canterbury, El libro del buen amor… 

En versión prosaica: el dinero es para gastarlo, polvo somos y no tiene sentido ser el muerto más rico del cementerio. Carretera y manta. No obstante, la avalancha de turistas, a pesar del río de oro, tiene también sus conflictos e inconvenientes. Me refiero a nuestro país, dependiente de la sobreexplotación del sector. Sigo con la prensa en la terraza: en Galicia los paisanos empiezan a hartarse de los turistas madrileños a los que llaman los “tontos” de la Meseta. Algunos locales han cerrado ante el comportamiento de foráneos etnocéntricos que toman las mesas al asalto y consumen poco, exigen servicios con aires de superioridad e incluso insultan al personal no español. Otro dislate que perturba la vida de los vecindarios es el alquiler de pisos por días: fiestones nocturnos, escandaleras a las tantas y rock duro a la hora de la siesta. Parece que va a regularse. Mención aparte merecen los aeropuertos: colas interminables, cancelaciones técnicas, retrasos de horas, maletas extraviadas y cánticos regionales a bordo. En otro lugar expresé mi alergia por las playas, un entorno hostil. Según parece las autoridades locales han prohibido a los listillos colocar toallas a las siete de la mañana en primera línea para bajar a las doce con la familia extensa. Algo es algo. En fin, no quiero aguar las vacaciones a nadie con mis alusiones pesimistas al turismo de borrachera con vociferio callejero, acoso a las nativas y salto desde el balcón a la piscina; o las delicias de la pizza de reparto fría o el pollo a l’ast del chiringuito nadando en su jugo.

Pago a una amable camarera, me levanto y pido en la recepción un taxi para comer en una terraza de la Plaza Mayor, abarrotada sin duda, con unos viejos amigos. Lo reconozco, he vuelto a fracasar en mi acercamiento al resbaladizo término en cuestión. La única definición posible de cosmopolita es la de un hombre culto que le gusta viajar, por ejemplo, Pierre Loti. 

domingo, 4 de agosto de 2024

Cosmopolitismo I

 

Diógenes Laercio, principal cronista de los filósofos griegos, atribuye a su tocayo Diógenes de Sinope (412-323 a. C.), fundador de la escuela cínica en la antigua Grecia, la primera definición de cosmopolitismo. Cuenta que el sabio se enorgullecía de ser un perro callejero que escarbaba en la basura, veneraba a sus amigos y ladraba a los que le tiraban piedras. Cuando le interrogaban en el ágora, centro de la vida pública, por su ciudad natal (desterrado por falsificar moneda se trasladó a Atenas), por su andrajoso atuendo, su hogar tinaja, su afición a sestear en los puertas de los templos, su incordio permanente en las calles, es decir, quién era… Diógenes respondía: Soy ciudadano del mundo (kosmopolitês). El cosmopolitismo era una causa perdida, una contracultura, un ideal opuesto al nacionalismo de las principales polis griegas. Sólo en patios, pórticos y jardines propios se permitían los seguidores de las escuelas postaristotélicas exponer y poner en práctica sus ideales morales. Diógenes el cínico era temido por sus sentencias insolentes, incluido Platón, y por la crítica acerba a las leyes y costumbres de las ciudades Estado donde vivió (Atenas, Egina, Esparta y Corinto). Son sabrosas las anécdotas, reales o imaginarias, que se cuentan, incluidas las impertinencias que le soltó a Alejandro Magno en un encuentro casual en Corinto durante los Juegos Ístmicos y que el futuro rey cosmopolita aceptó y alabó, según narra Plutarco: Pues yo, de no ser Alejandro, de buen grado me gustaría ser Diógenes.

Lo cierto es que, desde una perspectiva actual, aunque el término suena políticamente correcto, resulta muy complicado definir en qué consiste el cosmopolitismo. ¿Qué significa ser ciudadano del mundo? Si lo identificamos con el interculturalismo, el respeto a todas las culturas, el concepto no funciona puesto que obviamente no todas las culturas son ética y políticamente respetables. El Plan para la Alianza de Civilizaciones que propuso en la ONU el prolífico José Luis Rodríguez Zapatero basada en cincuenta y siete medidas para fomentar el entendimiento entre culturas y aislar a quienes utilizan la diversidad racial o religiosa para avivar la intolerancia y el extremismo, fue como mucho una mera ocurrencia buenista que acabó en la papelera de reciclaje.

Si identificamos el cosmopolitismo con la multiculturalidad, un espacio común dónde conviven en feliz armonía diversas culturas, pensamos en una Arcadia bucólica (y despoblada) que solo existe en el mito; o en la utópica República Galáctica bajo la protección de la Orden Jedi en la serie cinematográfica Star Wars; o en el Madrid castizo y cañero que nos pinta negro sobre blanco la presidenta de la Comunidad, donde los madrileños acogemos a los foráneos con los brazos abiertos (sobre todo a los grandes inversores) sin preguntarles de dónde vienen y adónde van. Trata de colarnos por cosmopolita el nacionalismo matritense (es decir, una contradicción en los términos).

Si identificamos el cosmopolitismo con la globalización, nos referimos a la globalización neoliberal, es decir, a la expansión mundial de la economía de mercado, a la libre circulación de capitales y tecnologías, así como a la universalidad formal de los derechos humanos. Las democracias occidentales habrían demostrado una incontestable superioridad moral, política y económica sobre el resto de las formas de organización social. Francis Fukuyama (1952), autor norteamericano de origen japonés, profetizó el inevitable “fin de la historia” tras la unificación de los bloques hegemónicos en un único modelo a escala planetaria. Lo cierto es que el recorrido de los acontecimientos históricos ha sido el inverso: cada vez somos menos cosmopolitas y los bloques están a punto de desencadenar el Armagedón.

¿Puede haber una definición del cosmopolitismo más decepcionante que la que nos propone Paul James, profesor de Globalización y Diversidad Cultural en la Universidad de Sídney?

El cosmopolitismo puede definirse como una política global que, en primer lugar, proyecta una sociabilidad de compromiso político común entre todos los seres humanos en todo el mundo y, en segundo lugar, sugiere que esta sociabilidad debe privilegiarse ética u organizacionalmente sobre otras formas de sociabilidad.

P.D. He preguntado a un conocido asistente de Inteligencia Artificial por el término en cuestión. La respuesta es notablemente inferior a la que dieron los estoicos a principios del siglo III a. C.  

domingo, 14 de julio de 2024

14 Juillet, Vive la France !

 

CONTRE LA POLITIQUE

La politique, la voilà de nouveau ! C’est la seule façon vraiment efficace de changer le monde, au point qu’on doive y contribuer activement pour soutenir un événement social important… cela va sans dire. Avant de vous engager dans n’importe quelle cause, il est essentiel de considérer les règles du langage politique que Machiavel (1469-1527), le maître penseur de la Renaissance, a établies pour toujours. C'est-à-dire, la politique telle qu'elle est, et non pas comme elle devrait être.

D’abord, la politique n’est subordonnée ni à la religion (comme le prétendent les évêques catholiques) ni à l’éthique. Un exemple en ce qui concerne cette dernière : les défenseurs de l’universalisme éthique proposent que l’ordre juridique qui structure la société civile doive reconnaître, protéger et développer les droits humains reconnus par la communauté internationale. Néanmoins, ces droits sont en réalité l’huile qui sert à graisser les grandes affaires du capitalisme industriel et financier. La Déclaration Universelle des Droits de l’Homme est le cadre idéologique et légal de la société libérale. 

La politique ne dépend pas non plus de l’anthropologie. La pensée libérale considère que « l’analyse rationnelle de la condition humaine » révèle deux vérités « naturelles » : le droit illimité de l’homme à l’initiative individuelle et à la propriété privée. Tous deux sont les piliers nécessaires d’une société juste. Voilà la devise « Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui-même ». Bien que dans la pratique, il s’agisse d’une conception philosophique qui est utile pour les pouvoirs factuels de la banque et des marchés. De plus, il n’existe pas de « droits naturels », tous les droits sont historiques. 

D’autre part, l’utopie n’est pas le propre de la politique. Une idée exprimée actuellement dans d’inquiétants projets technocratiques, des fantômes cyber-génétiques ou des programmes cryptocommunistes qui spéculent avec des chimères… tandis que la droite pilote tranquillement le bateau. La politique, est-ce une activité rationnelle ? Pas du tout. Malgré tous les arguments que nous présentons pour une idée, un programme (que nous ne lisons jamais) ou un parti politique, finalement ce n’est pas la tête qui décide l’orientation du suffrage ; ce sont plutôt les sentiments intimes d’approbation ou de désapprobation, les préjugés bavards et l’influence involontaire de l’éducation familiale.

Le langage de la politique n’obéit même pas aux règles de la logique. C’est tout à fait valide pour un dirigeant politique de soutenir des idées en gouvernant et justement les contraires quand il se trouve dans l’opposition. Même si un parti gouverne (ou se trouve dans l’opposition), il modifiera ses principes en fonction des sondages, de la conjoncture précise ou de l’équilibre intérieur.

Toutes ces considérations que nous avons soulignées ne signifient point que la politique soit contraire à la religion, à l’éthique, à la condition humaine, à la raison pratique ou à la logique. Depuis toujours, un politique sage (c'est-à-dire, le prince de Machiavel) devra les utiliser tout le temps pour accomplir ses buts. Le prince devra simuler, respecter, accomplir, s’adapter… à condition que sa conduite serve au gouvernement de la nation. Mais s’il fallait faire le contraire pour obtenir le bien commun, il n’hésitera jamais à l’exécuter avec la même fermeté.

La seule méthode et la fin du prince consistent à obtenir, maintenir et étendre le pouvoir, s’il veut parvenir à ses fins. La fin justifie toujours les moyens. L’amour illimité du pouvoir, c’est la seule garantie du gouvernement correct. La politique, c’est comme ça !

jueves, 27 de junio de 2024

Cosmopolitismo II

 

Anaxágoras le dijo a un hombre que se lamentaba porque iba a morir en un país extranjero: “El descenso al Hades es el mismo desde todas partes”.

Diógenes el Cínico


La idea del cosmopolitismo, literalmente “que un individuo se sienta ciudadano del mundo”, procede, como todo concepto cultural, de la antigua Grecia, en concreto de las escuelas filosóficas postaristotélicas o helenísticas (s. IV-III a.C), los cínicos y los estoicos entre otras. Estos últimos entendieron el cosmopolitismo como la consecuencia de una Ley Natural compartida por todos los hombres por el mero hecho de serlo y participar así de forma eminente en La Razón Cósmica (Lógos) que rige necesariamente el mundo. Esa ley común innata que descubre la recta razón es independiente de cualquier convención legal y debe ser la medida de las acciones morales y políticas. Zenón de Citio llegó a proponer la necesidad de un Estado universal filantrópico con un solo gobierno y una sola ley. De acuerdo con el testimonio de Plutarco, habría sostenido …que no habitemos en ciudades ni pueblos, separados cada uno por sus propias leyes, sino que consideremos a todos los seres humanos como nuestros compatriotas y conciudadanos, que haya un solo modo de vida y un único orden justo, como si se tratara de un rebaño que pace junto y se alimenta de una ley común. Tal idea surgió como una forma de rechazo al rígido nacionalismo de las ciudades estado griegas que promovían un ethos (costumbres) y un nomos (leyes) autónomos y diferenciados.

También el cristianismo original, el de San Pablo, tiene un componente cosmopolita (aunque no político) puesto que todos los hombres son hijos de Dios y por tanto comparten fraternalmente los mismos principios religiosos y morales. En Gálatas III, 28, afirma: Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Nótese el sorprendente giro "feminista" del Apóstol de las naciones). La caritas o amor incondicional al prójimo es el valor que traspasa los límites de fronteras, etnias y naciones para reunir a los humanos en una sola comunidad espiritual. La famosa oda o himno a la alegría de Schiller que Beethoven inmortalizó en su Novena Sinfonía es el cosmopolitismo cristiano convertido en poesía y música. Lo cierto es que la Reforma protestante acabó radicalmente con la unidad de los principios fundacionales. Nada más distante de la teología cristiana católica que la protestante. La teocracia pontificia católica todavía conserva un cierto cosmopolitismo urbi et orbi, mientras la cristología reformada se ha fragmentado en innumerables iglesias, confesiones y sectas con interpretaciones imposibles de reunir en una sola fe conciliar en el doble sentido del término.   

Kant, en su obra La paz perpetua, propone una federación de Estados libres o sociedad de todas las naciones fundada en el derecho a la ciudadanía mundial cuyo principal valor es la hospitalidad porque todos los seres humanos están en el planeta Tierra y, sin excepción, tienen el derecho a estar en ella y recorrer sus lugares y los pueblos que lo habitanLa Tierra pertenece comunitariamente a todos. Nadie debería sentirse extraño en un mundo generoso de fronteras abiertas. Entre las condiciones de la hospitalidad entre naciones están la desaparición de los ejércitos permanentes y la prohibición expresa de cualquier declaración de guerra. La ley moral no solo obliga a los individuos, sino también a los pueblos (como conjunto de individuos) a sobreponerse a su tendencia natural al dominio y a la confrontación con el otro. La utopía kantiana, como la estoica o la cristiana, ponen al mundo cabeza abajo.

El universalismo, cuyo punto de partida fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) tras la Segunda Guerra Mundial, es otro ideal cosmopolita. La Declaración establece, por primera vez en la historia, los derechos fundamentales que deben inspirar las Constituciones del mundo entero. La DUDH es reconocida por haber propiciado la formulación de más de setenta tratados de derechos humanos en todos los ámbitos sociopolíticos que tienen vigencia internacional. El universalismo defiende que se debe fomentar el encuentro, la comunicación y el diálogo permanente entre las naciones en un plano de completa igualdad en el que tengan cabida todas los rasgos, complejos e instituciones particulares, pero siempre sobre la base de la aceptación de un pacto intercultural que promueva, proteja y respete los derechos humanos. En teoría, todos los países de la ONU se acogen a esta Declaración… Seguimos en el mundo platónico de las ideas.

¿En realidad qué sentido actual tiene el cosmopolitismo? Cinco conclusiones.

En primer lugar, es una etiqueta progresista sin ninguna influencia práctica, aunque opuesta (que no es poco) al nacionalismo excluyente, al populismo demagógico, al patriotismo reaccionario y al internacionalismo comunista (algo que ya no existe).

En segundo lugar, no hay que identificar el cosmopolitismo con la globalización. Esta última es, sobre todo, un fenómeno económico que describe la expansión planetaria del modo de producción capitalista basado en el principio de la libre competencia y en la circulación de capitales a través de las transacciones financieras. La tesis de que el liberalismo económico y la democracia representativa sean el modelo cosmopolita definitivo (el fin de la historia, como anunció Francis Fukuyama) es cuestionada por los que consideran que tras la mundialización de la democracia y de los derechos humanos se esconde el interés de las grandes potencias occidentales, de las empresas y los monopolios transnacionales por controlar política, económica y militarmente el planeta. Democracia formal (cuando no falsaria) y derechos nominales son el aceite lubricante de los grandes negocios.

En tercer lugar, en mi opinión, sólo el europeísmo, el ideal de una Unión Europea fundada en un auténtico cosmopolitismo, todavía por definir y del que nada sabemos, es el único horizonte de sucesos ético y político que mantiene viva la esperanza en una ley común.

En cuarto lugar, en un tono más distendido, el cosmopolitismo ha servido de soporte ideológico a los guiones cinematográficos de las sagas galácticas más conocidas: Star Trek, la historia de la Flota Estelar de La Federación Unida de Planetas de los cuales forma parte la Tierra; y La Guerra de las Galaxias, cuya República Galáctica comprendía decenas de miles de sistemas estelares bajo un mando único. En ambos casos, un cosmopolitismo atacado sin tregua por las fuerzas del mal.  

Por último, estoy de acuerdo en que Madrid es una ciudad cosmopolita. Para mí significa que una parte importante de los madrileños no han nacido en Madrid y que nadie les pregunta, a no ser por sana curiosidad, de dónde son sin darle mayor importancia a la respuesta. Al contrario, se empeñan en ver el lado bueno del lugar de procedencia y, como mucho, se toman a guasa los tópicos y tradiciones. O les da lo mismo. Los demás madrileñismos son monsergas de encefalograma plano. Ya saben a qué me refiero.

El nuevo Bernabéu



Una de las críticas más extendidas a la remodelación del Estadio Santiago Bernabéu es que no parece un Estadio de fútbol. El turista que contempla boquiabierto durante una visita guiada o, mejor, descubre mientras callejea la fachada del Allianz Arena de Múnich, el Old Trafford de Manchester, San Siro en Milán, El Parc des Princes en París o el Civitas Metropolitano los reconoce al instante como templos del mayor espectáculo del mundo. Imaginemos (lo cual es imposible) delante de la cubierta del Estadio a un aficionado de un país lejano que visitara Madrid por primera vez sin tener noticias del nuevo Bernabéu: lo observaría perplejo, lo rodearía, le haría fotos… y al fin y al cabo no sabría lo que está viendo. De ahí las malévolas críticas que circulan en las redes sociales entre los detractores del club blanco: la lata de sardinas, el platillo volante, la persiana gigante, la pirámide de Pérez. De los cuatro proyectos de remodelación finalistas prefiero el de Rafael de La-Hoz y Norman Foster. Me parece un diseño más futurista y trasparente, menos compacto y uniforme. La inversión hasta el momento es de mil trescientos millones de euros, según cifras oficiales. Las oficiosas con los intereses se van a los dos mil millones.

Preguntaba a un pariente, madridista practicante, que asistió al concierto de Bruce Springsteen, qué le había parecido el Metropolitano: me decepcionó, contestó enfático, me quedo con el mío; tiene escaleras mecánicas, calefacción por aire, cubierta retráctil, video marcador 360º, muelle para drones y no sé cuántas cosas más. No me extraña, le contesté con serena diplomacia adquirida a lo largo de pacientes lustros, el del atleti ha costado cinco veces menos. Somos el mejor equipo del mundo, nos lo podemos permitir, replicó picajoso. De la galaxia, otorgué sonriente.

Están preocupados por los problemas crónicos que tiene el césped (es la quinta vez que lo cambian) debido, dicen, al polvo de las obras y sobre todo a la falta de luz natural cuando el terreno de juego se guarda en el hipogeo, un subterráneo operístico de treinta metros, para utilizar el espacio libre en otros eventos. Por ahora las más avanzadas técnicas agronómicas no acaban de funcionar. Eso sí, los comentarios de Guardiola, que comparte el propio Ancelotti, supieron en las altas instancias a cuerno quemado: El estadio ha quedado impresionante, pero ahora sólo tienen que cuidar la hierba, sólo tienen que mejorar esto.

El sistema de bandejas para bajar y subir el tapete verde en seis horas y el techo retráctil en poco más de media convierten el Estadio en un escenario similar al Coliseo Romano. Magia blanca: transformar el Santiago Bernabéu en un espacio multiusos a lo largo de 365 días fue la idea que finalmente inclinó la balanza (más bien el balance) a favor del proyecto diseñado por GMP Arquitectura, L35 Arquitectura y Ribas & Ribas Arquitectos. Cancha de baloncesto (el equipo se trasladará el próximo año), pistas de casi cualquier deporte, parque temático, convenciones, ferias, congresos o una colosal sala de conciertos. Lo cual supondría unos ingresos anuales, calculan, de unos 150 millones de euros. Sin olvidar el Tour del Bernabéu y el Museo del Real Madrid, el más visitado de la ciudad. Lleva razón mi pariente: el club de Florentino Pérez, un empresario excepcional, es una fábrica de hacer dinero.

El Estadio contará en el interior de sus instalaciones con un macrocentro comercial de nueve pisos: restaurantes estrellas michelín, terrazas con vistas para tomar una copa al atardecer, tiendas de ropa de las mejores firmas, puntos de venta todavía sin concretar. El resultado es una ciudad incrustada en el centro de otra ciudad que entran en conflicto. Sería perfecto que una nave espacial transportase el conjunto a un lugar menos poblado. El Estadio no se integra en el entorno urbano. Se desploma sobre los edificios, les quita luz y perspectiva; lo único que se ve desde las balcones son las lamas metálicas de la estructura envolvente.

Es cierto que el Nuevo Estadio de Chamartín —renombrado en 1955 como Estadio Santiago Bernabéu- se inauguró en 1947; los que compraron pisos o pusieron negocios en los aledaños sabían dónde estaban, conocían los inconvenientes de tener un vecino que juega todas las competiciones nacionales e internacionales, pero no sospechaban lo que se les venía encima: acampadas de los fans del mítico de turno, sacos de dormir, colchones, sillas, cánticos y todo tipo de provisiones que se convierten en basura por la segunda ley de la termodinámica. La noche del concierto una andanada sostenida de decibelios les obliga a pedir asilo a la familia o a los amigos que viven a muchas leguas de distancia. El Santiago Bernabéu acogerá 60 eventos al año, uno cada cinco días, de ellos treinta no deportivos. Cada evento supone partir Madrid por la mitad al cerrar El Paseo de la Castellana, la arteria principal de la ciudad. Las rutas alternativas son laberínticas y el tráfico se sobrecarga en todo el mapa urbano. Las obras comenzaron en 2019 y todavía no han concluido. La Asociación de Perjudicados por el Bernabéu ha paralizado judicialmente por falta de “interés público”, según dicta la sentencia, los aparcamientos subterráneos que el Ayuntamiento adjudicó al Real Madrid. El fallo se recurrirá y habrá aparcamientos privados para los clientes VIP que asistan a los eventos sin las apreturas del metro. Otro negocio redondo. Obviamente, el Real Madrid es más que un club.  

viernes, 21 de junio de 2024

Hegel filósofo romántico




LA METAFÍSICA

Kant distingue entre sensibilidad (sensaciones), entendimiento (conceptos) y razón (ideas) como facultades del conocimiento. El entendimiento puede alcanzar un conocimiento válido o científico mediante su actividad sintética sobre los fenómenos dados en la experiencia. Sin embargo, es inevitable el fracaso de la razón (Kant, Dialéctica trascendental) en su pretensión de constituir la metafísica como ciencia válida: nada puede comprobarse ni demostrarse en el ámbito de las ideas absolutas o síntesis últimas de la razón teórica (alma, universo, Dios). El uso de la razón teórica fuera de las condiciones trascendentales del conocimiento (espacio, tiempo y categorías) conduce a contradicciones sobre las ideas absolutas (paralogismos, antinomias, errores argumentales). Sólo es posible una fundamentación válida de la metafísica desde los postulados de la razón práctica kantiana (la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios).

Hegel pretende una reconstitución de la metafísica como ciencia de lo absoluto mediante la razón dialéctica superando la escisión entre razón teórica y razón práctica. El problema del conocimiento metafísico como ciencia de lo absoluto sólo puede resolverse construyendo el sistema completo de tal conocimiento. Dice Hegel: Un examen del conocimiento sólo puede hacerse conociendo. Querer conocer antes de conocer es tan absurdo como aquel sabio consejo de un escolástico: aprender a nadar antes de aventurarse en el agua. Se conoce, conociendo, no estableciendo las condiciones formales o los criterios de verdad previos a cualquier conocimiento posible. Mientras que el entendimiento separa y aísla en el concepto los diversos aspectos o determinaciones del objeto, la razón dialéctica aprehende la totalidad del objeto desde un punto de vista superior, desde el cual aparecen unidas sus diferencias internas (contradicciones) y su relaciones externas (contraposiciones).

La razón dialéctica en su realización efectiva, en su producción progresiva del conocimiento no se detiene en las limitaciones (limes, límite, frontera) formales del entendimiento, sino que las traspasa y expone la totalidad de la cosa en sí (algo inalcanzable para la razón teórica kantiana). La metafísica es el conocimiento de la verdad de la realidad en un grado superior y último, en tanto que la ciencia en sentido kantiano se detiene en los conceptos más abstractos del entendimiento (teoremas de las matemáticas y leyes de la física). 

LA DIALÉCTICA

Según Kant, la capacidad de síntesis del entendimiento: experiencia en el concepto, conceptos en el juicio y juicios en el razonamiento, está limitada por la separación, es decir, la abstracción (del vocablo latino abstrahere que significa separar, aislar) a la que somete sus contenidos empíricos. El entendimiento puede alcanzar un conocimiento científico mediante su actividad sintética sobre los fenómenos dados en la experiencia, pero en esa frontera se detiene su alcance cognoscitivo. Según Hegel, la capacidad superior de síntesis de la razón dialéctica consiste en la unidad concreta que reconduce y pone en marcha las diferencias que el entendimiento separa y detiene.

Tal unidad de la razón dialéctica no se presenta como una identidad cada vez más abstracta (proviene del vocablo latino abstrahere que significa separar, aislar), sino como unidad concreta (proviene del término latino concretum, concrescere, es decir, lo que crece o se acrecienta) en la que el pensamiento, al cual la forma le es indiferente, desarrolla o desenvuelve sus posibilidades internas. La dialéctica es pensamiento concreto, es decir, desarrollo de su objeto no separado, aislado e interrumpido. La dialéctica es pensamiento productivo desde el cual se contemplan las totalidades concretas cuya resolución o identidad final es la cosa en sí como verdad de la realidad… que el pensamiento finito tan solo se atreve a presentir, es decir, tener la sensación de que algo puede ocurrir antes de que ocurra.

La dialéctica tiene su principio en la negación justo allí donde el pensamiento abstracto anuncia afirmativamente el final del proceso y renuncia a su continuidad indefinida. Dialéctica negativa es el título de la principal obra del más eminente filósofo hegeliano Theodor W. Adorno. La dialéctica es el pensamiento mismo que conoce la unidad concreta de los opuestos, desde la cual se resuelve siempre en síntesis o totalidades superiores en la cuales el objeto se suprime, se conserva y se supera. Es realización de la totalidad concreta a partir de sus elementos constituyentes, que pueden ser resueltos en el siguiente orden:

● Momento abstracto, en el cual el entendimiento define o separa las determinaciones del objeto pensado.

● Momento negativo, en el cual la razón asume y penetra las contradicciones y contraposiciones inmanentes de las determinaciones del objeto pensado.

● Momento especulativo, en el cual la razón unifica en una síntesis la totalidad concreta de las determinaciones del objeto pensado (supresión, conservación, superación). El esquema de tesis, antítesis y síntesis no procede de Hegel sino de Engels.

La dialéctica es pensamiento especulativo en sentido etimológico, en cuanto que el objeto pensado se reconoce a sí mismo en la realidad como en un espejo (speculum) que lo refleja. Es identidad entre pensar y ser en cuanto que la realidad no es un conjunto ilimitado de hechos separados y fragmentarios como supone el empirismo, sino relación, dependencia y desarrollo conjunto, es decir, proceso. La dialéctica es permanente mediación del ser u objeto concreto en su verdad nunca conclusa frente a la inmediatez de los hechos abstractos (o todavía no pensados realmente). Es pensamiento concreto en cuanto que lo verdadero es el todo o la verdad como proceso constituyente frente a otros criterios anticipados o prejuicios (correspondencia, verificación, perspectiva, praxis, consenso, utilidad). La dialéctica es identidad última entre el sujeto y el objeto del conocimiento que conduce al idealismo absoluto o identidad final entre pensar y ser: todo lo real es racional y todo lo real es racional. La filosofía es conocimiento verdadero y fundado de lo absoluto. Los momentos o etapas esenciales del desarrollo, transcurso o recorrido del espíritu en el sistema hegeliano son el espíritu subjetivo, el espíritu objetivo y el espíritu absoluto (que analizaremos más adelante). 

EL IDEALISMO ABSOLUTO

La dialéctica es reflexión determinante (en cuanto determina o construye su objeto siempre inacabado). Para Hegel, la identidad entre pensar y ser se realiza de forma mediata en el concepto. La verdad del concepto no puede ser la inmediatez en ninguna de sus acepciones.

Si en Kant hay una fundamentación racional del ser como experiencia (lo dado), en Hegel tal fundamentación racional consiste en el “darse mismo” (o crítica de la crítica kantiana). En el pensar lo real se va a fundamentar, es decir, se va a realizar como tal, se va a reconocer en su ser mismo. Hegel fundamenta la realidad como produciéndose o realizándose, no presuponiéndola como experiencia dada y acabada. La verdad como absoluto no puede más que ser expuesta. Su representación intuitiva es una espiral infinita.

La ciencia experimental no agota el ser en el fenómeno fundado y tendenciosamente finito, sino en la realización del concepto de la cosa en sí, lo cual supone en primer lugar la ruptura con la lógica formal, con la identidad escindida entre concepto y realidad. La ciencia de lo absoluto o filosofía es reflexión determinante del objeto, no reflexión ponente que propone el final de la cosa pensada, la cual prefiere dar por hecha o acabada en el concepto abstracto.

La negación de la identidad aislada que se da por concluida es la fuerza del pensar, por oposición a los hechos (Aristóteles), las impresiones (Hume) o los fenómenos (Kant).

La reflexión determinante a través de la negación penetra el concepto de la cosa frente a la reflexión extrínseca que piensa las cosas mismas sin ser las cosas en sí mismas sino presupuestas como tales (teoría tradicional de la verdad como adecuación o correspondencia). Mediante la reflexión determinante, el fenómeno se resuelve en sus momentos esenciales, deviene pensamiento de sí, pero no como cosa puesta o supuesta sino como la cosa en sí misma. La reflexión determinante es el movimiento del pensamiento desde la apariencia al fenómeno y del fenómeno a la cosa en sí: lo que es, está; lo que está es posible y es posible porque es necesario. De ahí la conocida sentencia hegeliana: Todo lo real es racional, todo lo racional es real

LA RAZÓN INFINITA

El objeto de la filosofía como reflexión determinante es lo absoluto como conocimiento. Lo absoluto es el pensamiento mismo, que en la filosofía se reconoce a sí mismo como tal en la idea de lo verdadero. En la filosofía, el pensamiento como absoluto se realiza, se hace efectivo. La filosofía como reflexión determinante es aspiración a lo absoluto: a eso aludíamos con la figura de la espiral ascendente cuyo final no vislumbramos. La filosofía es razón infinita.

La actividad analítica del pensamiento o reflexión extrínseca (por oposición a reflexión determinante) no es propiamente una actividad filosófica sino científico-experimental. El núcleo de la filosofía hegeliana quizás se pudiera atrapar en la idea de que incluso el ser sensible en su pura inmediatez se constituye desde lo racional (primer momento de la fenomenología del espíritu). El modo de constituirse de la razón es siempre la negación de la negación. Tal proceso de enriquecimiento del concepto es circular (no lineal como la ciencia empírica del entendimiento) en tanto que retorna siempre en la búsqueda de nuevas determinaciones de lo mismo. En consecuencia, el proceso de la construcción o constitución de la verdad es inagotable. 

EL CONCEPTO

El concepto es el espíritu mismo y su vida. La vida del concepto es proceso y realización como pensamiento infinito o circular. El concepto es la potencia creadora del espíritu como infinitud pensante que se determina a sí misma constituyendo en el proceso su contenido y sus determinaciones. El concepto no es sólo la idea en sí separada (Platón), ni lo general de lo particular (Aristóteles), ni el número (Galileo), el cual no es adecuado para tratar los conceptos, ni la certeza evidente (Descartes), ni la espontaneidad psicológica de la mente (Hume), ni la organización lógica o trascendental del conocimiento (Kant), sino la identidad mediata del pensamiento infinito determinándose a sí mismo.

El concepto, como sujeto que se piensa a sí mismo, es la verdad de la sustancia en cuanto que es la sustancia misma: la verdad es la realidad misma en cuanto que realizada en el concepto. En el concepto se hace efectiva la verdad, no como lo dado ni como lo representado, ni como lo originario, sino como lo realizado en el proceso: la verdad es la realidad pensada en sus mediaciones. Las determinaciones del pensamiento reflexivo están en la Ciencia de la Lógica, cuyo parte última se ocupa de su culminación en la lógica del concepto (lógica del ser, lógica de la esencia y lógica del concepto).

El concepto como proceso realizado, como efectividad cumplida, es totalidad infinita, a saber: relación reflexiva de “todo con todo”, es decir infinitud de la reflexión y de la realidad y su relación mutua. El concepto es lo necesario en tanto que alcanza la idea como fin del proceso, es ya la verdad misma como resultado. La tarea de la filosofía a través de la infinita contradicción mediadora del concepto y su desenvolvimiento hasta la idea es hacer posible lo que para el pensamiento absoluto es absoluta unidad: se podría decir simbólicamente que eso es el pensamiento divino existente y verdadero en su totalidad infinita. El concepto es la verdadera “cosa en sí, el pensar mismo, la verdad como lo pensado del ser. La verdad, en términos lógicos, es el juicio infinito, la pura identidad mediada como juicio en el cual no sólo queda superado el juicio de existencia, al negarse la inmediatez del concepto que subsume, sino que la razón misma en su infinitud queda agotada.

La dialéctica de la razón es un recorrido en el cual lo mismo que se dice se va agrandando (la verdad de un juicio es un proceso infinito de determinaciones mediadoras). La verdad sólo puede entenderse como la potencia creadora del concepto. El juicio es la realización del concepto en la reflexión determinante. La verdad del juicio es el propio concepto determinándose reflexivamente hasta el infinito. 

LO EMPÍRICO

La intuición empírica, la experiencia, las impresiones son ya concepto cuando el concepto es verdadero. Ningún pensador ha tenido menos miedo a lo empírico que Hegel. Frente a Aristóteles, para Hegel la substancia primera es el concepto (la cual fundamenta a las substancias segundas de carácter empírico). No se puede admitir algo no pensado que sea real. El juicio de existencia es la pura universalidad abstracta, sin determinaciones, sin concepto. Nunca el pensamiento aislado es verdadero. El pensamiento aislado ignora lo que no dice, que sí es esencial. Importa el proceso completo (sin abandonar nada de lo pasado) que conduce al juicio necesario. La auténtica universalidad no es la abstracción sino la totalidad del concepto. Todos los existentes son lo que son y lo que no son: este es el sentido del verdadero juicio universal. Lo verdaderamente existente es el concepto, lo realmente empírico es el pensamiento.  

DIOS

La tarea de la filosofía, a través de infinita contradicción mediadora del concepto y de su desenvolvimiento hasta la idea, es hacer reductible lo que para el pensamiento absoluto (Dios) es absoluta unidad. El pensamiento de Dios en su totalidad es ya mismo existente y verdadero. La Lógica no es un libro que sugiera cómo hay que pensar para hacerlo correctamente (reflexión extrínseca), ni siquiera para realizar el pensamiento (reflexión determinante), sino que es el reflejo mismo de la eternidad, de cómo sería la mente de Dios antes de la creación. La Lógica es la realización de la igualdad formal entre el pensamiento humano y divino. La Lógica de Hegel es un gigantesco silogismo cuyo contenido es Dios, es el pensamiento de Dios en su absoluta libertad y necesidad. La auténtica verdad es la necesidad y también la libertad misma (esto es lo que tiene de sorprendente y paradójico la verdad hegeliana). En esto consiste la inmensa dualidad de lo que debe ser la verdad, que empuja efectivamente a la reflexión extrínseca, aunque a la vez de forma ambivalente la rechaza mediante la reflexión determinante. La filosofía hegeliana es la teología suprema, la cual comporta la muerte del cristianismo (fe, individuo, gracia conciencia, subjetividad). En esto consiste la hipocresía teológica de la fe: su efectividad no fundamentada. Sólo la razón no la fe, que es un momento no mediado, hace verdadera la teología.

Todo el pensamiento de Hegel se basa en la necesidad de la infinitud misma, del pensamiento infinito, de Dios: la necesidad de Dios surge de la infinitud del pensamiento y de la realidad, como en el postulado final de la razón práctica Kantiana: síntesis absoluta de la totalidad de lo real.

El sistema de la filosofía del espíritu de Hegel está expuesto, sobre todo, en dos obras: Fenomenología del Espíritu (1807) y Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (1817).