lunes, 30 de diciembre de 2024
Oratorio de Navidad
lunes, 23 de diciembre de 2024
Lógica y antipolítica
Estamos
rodeados de filosofía por los cuatro costados por más que esté cuestionada por la
pregunta permanente de para qué sirve. Este acoso es el motivo
más fuerte para insistir con empeño en la enseñanza de la filosofía tanto académica
como mundana. En cierto que el formato disciplinar de las pruebas de acceso a
la universidad supone una cierta limitación para este enfoque holístico. Nada
que objetar. Por suerte la mayoría de los alumnos escoge la opción de Historia
de España lo que concede al profesor un valioso margen para que, sin
descuidar el programa oficial, intente una visión más integradora y divergente.
Por ejemplo, la Lógica, esa parte de la filosofía que
se puso de moda en muchas facultades españolas durante los años setenta por
influencia anglosajona, es una referencia didáctica y
un modelo comparativo para entender la antipolítica que actualmente
nos envuelve. Lo intentamos.
La
tradicional definición aristotélica del hombre como “animal racional” (zoon
logikon) no es del todo precisa; debería traducirse más bien como “animal
dotado de la facultad de la palabra”. Y quien tiene tal facultad puede
utilizarla de un modo racional o irracional. Aristóteles trató de enseñarnos los
diferentes modos de utilizarla correctamente. Llamó Organon a
los tratados de Lógica y consideró que la silogística era el
instrumento propio del razonamiento formalmente válido. En un silogismo, si el contenido empírico de las premisas es verdadero, la
conclusión, el juicio, lo será necesariamente. Del juicio o proposición, pasamos
al argumento y del argumento a la tesis o propuesta (detesto la manida palabra “relato”).
Pero en la antipolítica las premisas del silogismo están
contaminadas: su punto de partida no son hechos verificados, sino interpretaciones
incompatibles con los hechos o farsas prefabricadas de los hechos. En la
antipolítica el lema festivo y creador de la imaginación al poder se
ha convertido en su perverso contrario.
La
consecuencia de esta degeneración del razonamiento deductivo supone la quiebra
de los tres grandes principios de la Lógica formal: identidad, contradicción y tercero
excluido.
Del principio de identidad, en cuanto los mismos hechos, exactos e iguales, pierden su carácter unívoco y se desvanecen en una gama de grises en la palabra intempestiva de nuestros representantes electos. El Parlamento se convierte en una Torre de Babel ingobernable, en un conjunto de lenguajes privados donde cada concepto se asocia según la bancada a uno o más anticonceptos, como en la física de partículas. No hay que olvidar que la Torre, un desafío irracional al Logos supremo, acabó, según algunas exégesis bíblicas, por ser quemada, tragada por la tierra y arruinada por el tiempo.
Sus
señorías tampoco se atienen el principio de contradicción. Pueden defender a
corto plazo una posición o la contraria según los intereses circunstanciales de
cada partido. Es legítimo pactar con los irreconciliables o defenestrar al
primero de la lista porque ha dicho la verdad; o pasar del duelo a garrotazos
al abrazo de Vergara en función de las encuestas internas o de un puñado de
votos. Lo cierto es que de una contradicción se sigue cualquier cosa. Así nos
va.
El
principio del tercero excluido afirma que una proposición sólo puede ser o
verdadera o falsa y no cabe otra. Pero para los partidarios de la antipolítica
existe un inagotable repertorio de verdades intermedias o medias verdades según
una lógica polivalente que busca la eliminación del contrario. Lo característico
de los llamados “hechos alternativos”, según la lógica, es que tienen múltiples
sentidos y la misma referencia.
No
menos frecuentes son las falacias en que incurren sus señorías sin empacho ni sonrojo.
En Tópicos y Refutaciones sofísticas, otros escritos del Organon,
Aristóteles clasificó y analizó estos falsos silogismos. Aquí explicamos
las falacias más esgrimidas en las cámaras desde la lógica actual. Seguramente
las reconocen. Además pueden ponerles nombres y apellidos.
Falacia ad
hominem: En lugar de analizar una idea
y criticar las razones que la sostienen, la consideramos falsa tras
desautorizar, desprestigiar y ningunear a la persona que la propone.
Falacia tu quoque (tú también, o tú más): Es
una variante de la anterior. Se alega que una crítica o una objeción se aplican
igual o más a la persona que la defiende para descartarla sin entrar en la cosa
misma.
Falacia ad
verecundiam: Una tesis o idea es
verdadera por la supuesta autoridad intelectual, política, moral o religiosa de
quien la mantiene.
Falacia ad
baculum: La aceptación de una propuesta
no se debe a las razones que la sustentan sino a las amenazas explícitas o
implícitas que se presentan como razones incontestables.
Falacia ex
populo: Se defiende una propuesta tras
aducir que por unanimidad o mayoría imaginarias todo el mundo está de acuerdo y,
por tanto, hay que aceptarla sin discusión.
Falacia de la ambigüedad: El uso en una argumentación de
términos poco rigurosos semánticamente proporcionan un margen de maniobra tan
amplio que nos permiten sostener cualquier cosa.
Falacia de la generalización precipitada. La cometemos cuando
a partir de unos datos claramente incompletos establecemos un estereotipo o una
generalización que damos por buena.
Falacia
de los términos aseguradores. Son expresiones cuya intención dialógica es
presentar una idea como cierta e indudable para evitar así la controversia mediante
un falso escudo de seguridad y certidumbre.
Falacia de los términos sesgados: Algunas palabras y expresiones incorporan connotaciones positivas o negativas. Creencias religiosas y morales, dogmas ideológicos, prejuicios raciales o sexuales, tópicos sociales... están cargados de un significado bipolar (peyorativo-apreciativo) que infecta el argumento de un modo irreparable.
P.D. 1 Definición del demagogo populista o manipulador de la palabra: el político que larga rollos sectarios que sabe que son mentira a un público que sabe que es idiota. El parlamento que debería ser un lugar para resolver problemas con la eficacia del señor Lobo se ha convertido en un corralito de apuestas con gallos de afilados espolones y diputados lenguaraces. Es evidente que no hemos superado los impulsos fratricidas de la Guerra Civil. Los franceses estallan periódicamente en convulsos conflictos y callejones sin salida, pero al final salen juntos bandera en mano cantando La Marsellesa en los Campos Elíseos.
P.D. 2 Es imprescindible una reflexión a fondo sobre el concepto de
patriotismo.
jueves, 5 de diciembre de 2024
¡De nuevo la Unión Balompédica Conquense!
Esta noche a
las nueve juega en partido de Copa del Rey la Unión Balompédica Conquense con
(¿contra?) toda una Real Sociedad de San Sebastián. Copio literalmente el titular
del diario deportivo AS.
Puente
colgante hacia la ilusión
El
Conquense, modesto club con más de 75 años, sueña con una gesta gigante.
https://as.com/futbol/copa_del_rey/puente-colgante-hacia-la-ilusion-n/
Aprovecho para revivir una vieja entrada de mi blog (y yo con ella) sobre el segundo club de mis amores. Escrita hace un montón de años, cuando todavía era alto, rubio y con ojos azules, la dejo tal cual, viejuna como toca. Un abrazo a todos los amigos balompédicos que en ella se dan cita.
https://rodolfolopezisern.blogspot.com/2017/03/la-union-balompedica-conquense.htmlmartes, 3 de diciembre de 2024
Ironía o iglesia
Ironía o iglesia, decía Santiago González Noriega,
maestro admirable en la Universidad Autónoma de Madrid que nos dejó prematuramente
en 2003, privando a la filosofía española de una de sus voces más incisivas
y difícilmente clasificables. La evolución de su brillante, lúcida y
escéptica trayectoria intelectual es un paradigma de la separación
insalvable entre el pensamiento libre y las ideologías políticas. Este apego a los
dogmas lapidarios es el principal problema que impide a la
sociedad española alcanzar una transición definitiva. Dogmas generacionales, educacionales, ancestrales. Todavía no hemos encontrado la salida
del laberinto español. Lo cierto es que España no es una democracia
normalizada.
Otro de mis mentores y amigo, el doctor Abengoa Garmendia, decía en
su tertulia del Ateneo que la política española actual se parece a una película
del Oeste donde los buenos son muy buenos y los malos muy malos (sin señalar
quién es cada cual). En realidad, añadía, son todos muy malos; pistoleros de
segunda que desenfundan con cualquier pretexto para disparar sus maldades
prefabricadas y arrasar al contrario. Recuerdo sus palabras cuando los
jovenzanos con ínfulas de leídos le interrogaban sobre sus ideas políticas,
morales, religiosas o estéticas: pregúntenme sobre un asunto puntual,
concreto, y les diré lo que pienso hoy.
Abstracto y concreto. Abstracto proviene del latín abstractus,
compuesto del prefijo abs que denota separación, privación y tractus,
participio del verbo trahere, que significa arrastrar. Abstracto es lo
que ha sido empujado, alejado de sus límites precisos, como los conceptos
políticos universales, tópicos adaptados al arsenal del partido que se esgrimen
como armas arrojadizas en cualquier contexto, pero vacíos de contenido objetivo. El término concreto procede del
verbo latino concrescere que significa crecer conjuntamente. El
pensamiento concreto es la única aproximación posible a la espiral productiva de
la dialéctica, al arte del diálogo, al viaje a Siracusa a
través de la palabra. La dialéctica es contradicción, negación de la negación…
el reverso de las ideologías políticas cerradas y selladas.
Por lo demás, las ideologías políticas son imprescindibles para una democracia representativa, esa forma de politeia, de espacio público que permite leer los periódicos que quieras, separar las voces de los ecos y expresar tus ocurrencias libremente, siempre bajo el control del algoritmo que graba, censura y manipula. En todo caso, es mil veces preferible el coro de grillos que cantan a la luna que la bota del soldado desconocido. Las ideologías políticas forman parte del contrato social que garantiza nuestros derechos y libertades, pero tienen graves inconvenientes. Los hemos analizado en numerosas ocasiones: la delegación del voto en una clase política poco formada e incompetente, la desconfianza en las instituciones, el nihilismo antipolítico o las formas degenerativas del Estado, entre otros.
sábado, 23 de noviembre de 2024
Alma, universo, Dios
Fue Kant quien puso de manifiesto la inevitable tendencia de la
razón a la realización de síntesis cada vez más generales que acaban siempre por
ir más allá de los límites de la experiencia. En la Crítica de la razón pura
el filósofo de la Ilustración analizó la posibilidad de la metafísica como ciencia,
así como el alcance y límites de sus tres ideas absolutas: la síntesis última de
la totalidad de la experiencia interior, el alma; la síntesis última de la
totalidad de la experiencia exterior, el universo y la síntesis última de la
totalidad de la experiencia interior y exterior, Dios. Bajo la influencia de la
física matemática newtoniana concluyó, como es sabido, que la metafísica es una
ilusión epistemológica y, por tanto, no es posible un conocimiento válido de tales
ideas… al menos para la razón teórica.
No obstante, la ineludible querencia, la necesidad del pensamiento de especular sin tregua en el vacío, una especie de ejercicio compulsivo de bicicleta estática sin cadena, se manifiesta de forma recurrente en ámbitos distintos y distantes de la cultura. Incluso entre la comunidad científica contemporánea prosperan profusas variantes de las síntesis kantianas. Se trata de teorías no contrastadas empíricamente que se aceptan porque son la única explicación posible (y provisional) que permite encajar todas las piezas del rompecabezas.
En torno al alma, el emergentismo es un modelo explicativo
que trata de resolver el problema ancestral de la relación entre la mente y el
cerebro. En un reciente libro del escritor Juan José Millás y el paleontólogo
Juan Luis Arsuaga La conciencia contada por un sapiens a un neandertal, el
científico justifica la definición verbalista de la mente como una propiedad
emergente del cerebro: Lo de "propiedad emergente" es una fórmula
que usamos los científicos para eludir hablar de algo que no entendemos. Lo más
que podemos decir es que cuando los componentes de un sistema alcanzan cierta
complejidad y actúan entre sí, pueden surgir propiedades que no estaban por
separado en ninguno de sus componentes y que no eran deducibles por tanto de
los elementos de ese sistema. Algo parecido a lo que el premio Nóbel de
Medicina en 1963 John C. Eccles y el filósofo Karl Popper propusieron en su
libro conjunto El cerebro y la mente (1980). Sostienen que los
componentes del cerebro (neuronas, árboles dendríticos, conexiones sinápticas,
áreas funcionales) son insuficientes para comprender los procesos mentales, algunos
de ellos de una gran complejidad como la autoconciencia, la identidad personal,
el carácter voluntario de la acción humana, el inconsciente o el pensamiento
creador. Tales procesos hacen necesaria la hipótesis de una mente autónoma. En
consecuencia, desarrollaron la hipótesis mentalista de que en la corteza
cerebral interactúan las dendronas (agrupaciones de dendritas) de carácter
neurofisiológico y la psiconas (agrupaciones de unidades de activación mental)
de carácter psíquico. La interacción entre ambas se explica mediante una
inextricable teoría bioquímica rechazada por la comunidad científica. En realidad, desde los órficos y los pitagóricos no se ha avanzado
mucho en la solución del dualismo antropológico; únicamente podemos afirmar que
tanto el cerebro como la mente son estructuras demasiado complicadas (y todavía
más su interacción) y que, en todo caso, han servido para enriquecer el léxico
de los diccionarios académicos. El infierno de la retórica y el paraíso del
neologismo, en palabras de Giorgio Agamben.
Si nos referimos al universo, segunda síntesis, los vacíos
cosmológicos se multiplican: la teoría del Big Bang, incapaz de explicar
en qué consiste esa singularidad infinitamente densa que originó el universo
tras la gran explosión; la materia oscura, invisible al no emitir ningún tipo
de radiación electromagnética y que, según los físicos, contiene un 85% del
universo; las ondas gravitacionales, demostrables con sólo tirar un lápiz e indetectables
para la tecnología actual; los agujeros de gusano que sólo convencen a los
guionistas de ciencia ficción; la teoría de cuerdas, un constructo matemático que
no funciona a menos que el universo tenga diez dimensiones. O el destino del
universo: ¿Seguirá expandiéndose como un globo hasta el infinito y más allá como
supone la teoría de la inflación cósmica o habrá una gran implosión o Big
Crunch que lo comprimirá hasta el estado previo a la gran explosión y
vuelta a empezar en un universo cerrado y pulsante?
Del otro lado, el espeluznante mundo de la mecánica cuántica
(Einstein dixit) y sus teorías sobre el microcosmos o los sistemas
atómicos y subatómicos. Richard Feyman, el genial físico, premio Nobel en 1965,
afirmó que Si usted piensa que entiende la mecánica cuántica es que no la ha
entendido… sentencia que se aplicaba a sí mismo. Por no hablar de la
ecuación formulada por el físico británico Paul Dirac, Premio Nobel en
1933 compartido con Erwin Schrödinger, quien predijo la existencia de
la antimateria, sin que nadie se explique por qué sólo se observa en
condiciones experimentales o de laboratorio, pero no se detecta en ninguna formación
del universo. La NASA envió al espacio en 2011 la sonda Alpha Magnetic
Spectrometer para buscar indicios o restos de antimateria, pero sin
resultados concluyentes hasta la fecha. Algunos cosmólogos duermen tranquilos
tras anunciar su desaparición hace millones de años.
¿Es posible hablar de Dios desde la ciencia? La variante de la
última síntesis kantiana. Es conocida la frase lapidaria de Einstein para
refutar la mecánica cuántica y sus principios indeterministas: Dios no juega
a los dados con el universo. Se trata de una metáfora. No
así la respuesta de Pierre S. Laplace (1749-1827) a Napoleón cuando el
emperador, tras conocer la fama del Traité de Mécanique céleste, lo
recibió en su biblioteca con la siguiente observación: Monsieur Laplace me
dicen que habéis escrito este gran libro sobre el sistema del universo y nunca
habéis mencionado a su creador. Laplace inflexible con sus principios se
levantó y replicó bruscamente: No tenía necesidad de tal hipótesis.
La mayoría de los científicos consideran que la existencia de Dios es un tema que está fuera de la ciencia. En sentido kantiano: Dios no es un problema de la razón teórica, sino de la razón práctica. Aunque algunos no están de acuerdo y defienden la hipótesis de Dios en el sistema del universo. La cuestión es si se trata de ciencia o de teología camuflada mediante un selecto repertorio de términos científicos; el mismo recurso que utilizan los programas de misterio, enigmas sobrenaturales y platillos volantes. Hay publicaciones recientes: Dios y la ciencia, hacia el metarrealismo de Jean Guitton y otros; Dios, la ciencia, las pruebas, el albor de una revolución de Oliver Bonnassies y Michel-Yves Bolloré. Todo muy francés y católico (ver las biografías). No se trata, en ambos casos, de defender un panteísmo que identifica el universo y Dios en una unidad en el fondo materialista. Según parece, postulan la existencia de un Dios creador y ordenador del universo. Me recuerda al primer motor inmóvil de Aristóteles o a la primera causa incausada de Tomás de Aquino. Pero como no he leído ninguno de los dos libros no puedo opinar sobre estas nuevas teorías del Punto Omega y otras entelequias.
miércoles, 13 de noviembre de 2024
Historia de las ideas políticas
Cuando se
filtraron los últimos borradores de los curricula de la LOMLOE
aconsejé a algunos veteranos asesores del Ministerio de Educación, a los que
todavía trataba, que sopesaran la posibilidad de ofrecer en Segundo de
Bachillerato con el mismo rango académico una Historia de las ideas
políticas como opcional a la asignatura de Historia de la filosofía,
obligatoria en todas las modalidades. Ambas serían impartidas por el
departamento de filosofía. Obviamente, la propuesta de mantel blanco y huevos
rotos no prosperó; seguramente ni siquiera llegó a la burocracia del castillo.
Cuando la hice (y la mantengo) no pretendía presumir de aurúspice ni de
consejero áulico retirado, sino mostrar el alarmante desinterés de los jóvenes
preuniversitarios por las teorías de los maestros pensadores, por más que los
aguerridos docentes traten de enseñarles su vigencia. Algo, en el fondo,
anacrónico, aunque aprovechable con matices. Lo cierto es que estamos rodeados
de filosofía por todas partes, pero nadie se da por aludido. Tenía razón
Antonio Gramsci cuando afirmaba que todos los hombres son filósofos, en
tanto que la filosofía es una concepción del mundo ineludible, que está
contenida en el lenguaje, las ideas, el sentido común o las creencias
religiosas.
Es evidente que sobrevolaba en las aulas un creciente desapego por la asignatura de Historia de la filosofía; que la mayoría de los alumnos elegían Historia de España en las pruebas de acceso a la universidad; que se estaba produciendo entre los jóvenes una alarmante deriva hacia el nihilismo en todos los ámbitos de la razón práctica, incluso una manifiesta aversión hacia la política y los políticos. Tampoco en las altas esferas ministeriales había una especial estima por la materia en cuestión. Es algo parecido a lo que ocurrió con las lenguas clásicas. La diferencia es que los filósofos constituyen un eficaz grupo de presión temido por el gobierno de turno porque saben transmutar las legítimas causas gremiales en argumentos humanísticos que comportan incómodas críticas y arrastran votos.
En todo caso, lo más preocupante era y es la distancia cada vez mayor entre la política real y la filosofía social y política. Y la razón por la que una asignatura sobre las ideologías modernas y contemporáneas podría resultar atractiva a los alumnos tanto por su actualidad, su interés circunstancial y generacional, como por la posibilidad de acortar la escisión entre ambos mundos mediante la comprensión de los principios teóricos que los unen. Un ejemplo a favor de esta propuesta sería la exposición resumida de las tres concepciones de la democracia liberal. Algo que nos concierne más que el hilemorfismo aristotélico, el yo pienso cartesiano o las categorías de Kant.
El original
y genuino pensamiento liberal es el liberalismo progresista de Bentham y, sobre todo, de Stuart
Mill (del cual he
escrito una breve monografía con fines didácticos). Además de preservar las libertades civiles de pensamiento, conciencia y
expresión, defiende la autonomía creadora del individuo y la supeditación del
legítimo interés individual a la utilidad general; la mejor decisión
política es la que produce la mayor felicidad para el mayor número.
Mill calificó su pensamiento de liberalismo social (algo muy
próximo a la socialdemocracia), sostuvo que el Estado debe intervenir cuando es
preciso proteger a la sociedad de la desigualdad y los abusos de la iniciativa
privada; incluso fue partidario de una economía mixta, privada y pública por este
orden.
El liberalismo conservador o liberalismo económico de Adam Smith, Ricardo y
Malthus se fundamenta en una economía de mercado donde el Estado es un mero
árbitro de las leyes naturales de la libre competencia que
por sí mismas producen la mayor felicidad para el mayor número. La
nueva figura antropológica, el homo economicus, busca por una
inclinación universal, inherente a la condición humana, el interés individual o
egoísta e identifica la felicidad con el bienestar material, es decir con la
posesión y disfrute de bienes que dependen, en última instancia, de la cantidad
de riqueza acumulada o capital. La felicidad puede, por tanto, ser
cuantificada.
Los antecedentes del neoliberalismo hay que buscarlos en el darwinismo social de Herbert Spencer, las políticas económicas de Keynes y, posteriormente, de Milton Friedman y la Escuela de Chicago. En la actualidad es el resultado de la globalización, el flujo de capitales, la deslocalización de las grandes corporaciones, el impacto imprevisible de las nuevas tecnologías y el progreso indefinido de la tecnociencia. Para el neoliberalismo radical -un fantasma que recorre el mundo- la política debe ser sustituida por la economía; dicho de otro modo, o los políticos son meros gestores del capital industrial y financiero o no son nada, de ahí el debilitamiento del liberalismo social en las democracias representativas y el papel secundario o el descrédito de los políticos profesionales, víctimas en demasiadas ocasiones de su identificación con los poderes fácticos que representan. El fin último y el único criterio ético-político del neoliberalismo es alcanzar el éxito económico. Para el neoliberalismo radical el fin justifica los medios (frase que Maquiavelo nunca pronunció); la diferencia es que mientras el Príncipe buscaba el bien común y la cohesión social, los medios legítimos que utiliza el neoliberalismo pueden ser irracionales y falaces. En el neoliberalismo conviven tres formas paralelas de organización social que siempre llegan a encontrarse: la real, la virtual y la posfactual. La posfactual maneja un eficaz repertorio de estrategias: la cancelación, la posverdad, los bulos, las falsas noticias, el populismo y el relato. Toda una constelación de influencers se dedican a promover el delirio colectivo. Ahora los hechos no se constatan ni se interpretan, se fabrican. Se trata de promover un nuevo orden antipolítico cuyo nombre, una vez que se quitan los andamios, los europeos conocemos de sobra.
martes, 29 de octubre de 2024
Pantallas digitales
Comienza el martes de
un ejecutivo medio, soltero empedernido, de una gran empresa. Tiene cuarenta años y vive solo. La radio reloj
despertador digital se activa a las ocho de la mañana con un aria de los tres
tenores, por ejemplo, Nessun dorma. En la mini pantalla se puede
ver la fecha y hora, la temperatura, la humedad relativa del aire y la presión
atmosférica; hay más iconos, pero los ignora porque sólo hojea el manual de
instrucciones en el retrete. Cuando acaba el aria el dispositivo se conecta
con la cadena radiofónica seleccionada o el resumen de noticias de la tecnológica preferida. Después un poco de ejercicio tonificante en una
bicicleta estática con un monitor que muestra en una cuadrícula doce parámetros
biométricos. Por supuesto, los memoriza desde el día que la probó en la
tienda. Finalmente, cepillo dental eléctrico con indicador de tiempo y modo,
afeitado y ducha (¡al fin solo!).
Enciende el móvil de
empresa para descargar los primeros mensajes y wasaps del día; la mayoría son
imperativos amables de arriba para que unos flecos estén resueltos anteayer. Ha sustituido el móvil personal por un reloj inteligente que, además de todas las funciones, te notifica en su esfera multicolor la
frecuencia cardiaca, la capacidad aeróbica, el oxígeno en sangre, las calorías
gastadas y las horas de sueño. Además, mide la distancia de la bola a la
bandera en el campo de golf. Desde anoche hay muy poco en la bandeja de entrada,
un Tik Tok ultra, dos intentos de estafa y los buenos días del pelmazo
de siempre.
Los martes y jueves, teletrabajo. Abre el portátil de empresa vinculado al
departamento al que está adscrito, producción y contabilidad. Según las conclusiones
sociológicas, el teletrabajo obliga, si se quiere rematar la faena, a echar más
ladrillos a la carretilla por el mismo precio. Normal: una oficina de
interacción virtual es más lenta que una presencial. En una plataforma de
empresa siempre hay alguien que te pone en cola melódica, otro se escaquea y
sugiere que todavía no han llegado los informes, otro no abre el correo, otro
se ha ido a desayunar, otro está de baja, el jefe en un congreso… En términos
de la teoría de la comunicación hay demasiado ruido entre emisor y receptor.
A las diez de la mañana
suena el telefonillo del portal; desde el videoportero contesta al casco de un
repartidor que se ha equivocado de piso. Cuando regresa a la plataforma tiene
un e-mail: el director ejecutivo avisa que esta tarde a las cuatro hay
una reunión con el departamento de ventas para una puesta en común. El ponente,
experto en mercadotecnia, utiliza una pizarra digital interactiva Smart para
analizar las diferencias estratégicas con la competencia a
partir de las tendencias y demandas de los distintos segmentos del consumo. Sigue
una tormenta de ideas, opiniones sutiles, propuestas innovadoras que acabarán en
la papelera de reciclaje. Unas breves palabras por videoconferencia del consejero
delegado desde el piso catorce (donde se toman las decisiones) ponen fin al
evento. En ningún país avanzado de Europa los empleados vuelven a su casa a las
ocho o más de la tarde. A las cinco dejan caer el lápiz y estampida.
Cuando sube al coche para volver a casa, la interfaz del panel de control le indica mediante imágenes y sonidos la línea de salida de la plaza de garaje. Algunos coches de gama alta incorporan en la parte trasera una pantalla de entretenimiento multimedia para reproducir audio y video. Al abrir la puerta de su casa desactiva la alarma que dispone de una cobertura angular de videocámaras conectadas a la central de seguridad. Se prepara una cena sencilla. Deja para los domingos, cuando invita a los amigos, el robot de cocina con visor web incorporado que abre la página de recetas donde puede elegir el plato principal y seguir las instrucciones de pesos y medidas con precisión matemática. Después se relaja en el sofá del salón y hojea rápidamente en su tablet los titulares de la prensa. Dedica más tiempo a la cobertura de las fuentes seleccionadas por las tecnológicas. Le interesan sobre todo las noticias insólitas, los buques de guerra, los escándalos de la gente guapa, la informática de divulgación, las monedas virtuales, las majaderías de los políticos y el incurable sectarismo futbolero. Termina con los espectaculares semidesnudos de las influencers y la belleza rotunda de las novias (o esposas) de los deportistas multimillonarios. Es el momento de encender la Smart TV 4K QLED de 65 pulgadas para seguir un nuevo episodio de su serie favorita en una plataforma de streaming. Su ultra definición permite ver la realidad mejor que la realidad (cuando entran en un museo lo destrozan). Después, llega el momento de irse a la cama. Retoma su e-book Kindle por la página donde se había quedado, un estudio sobre la Inglaterra Victoriana que le produce un sopor invencible antes de un cuarto de hora. ¡Qué soledad sin colores! Apaga la luz y se duerme con la radio puesta hasta las tres de la madrugada. La apaga, se da media vuelta y mañana será otro día. ¿Son los sueños también una pantalla?
P.D.1 Recuerdo las excelentes gachas con torreznos de la única taberna de un pueblo de la Serranía de Cuenca (venden con santo y seña un feroz aguardiente de fabricación casera). Pero, sobre todo, recuerdo un admirable letrero bien visible al entrar: No tenemos Wifi. Hablen entre ustedes.
P.D.2 (En mis frecuentes horas de insomnio pienso que la pantalla digital en todas sus variantes es el primer soporte de la triada del espíritu absoluto sin Hegel: la inteligencia artificial, los visitantes de las estrellas y el reencuentro con Dios).