Recién llegado de un
congreso en Lyon sobre Jean Fouquet, el mejor pintor y miniaturista francés del
siglo XV, me cité con el coronel Carlos Abengoa, doctor en historia por la
UNED, al que no veía desde hace meses. Compartimos mesa para disfrutar de unos
callos a la madrileña en el restaurante García de la Navarra con
un amigo común, Eduardo Barrios, profesor titular de la asignatura de Procesos
y computación en la Escuela Superior de Ingenieros Informáticos.
Según parece, dijo Barrios
tras apurar su primera copa de Ribera del Duero, el último logro de la
Inteligencia Artificial consiste en clonar la imagen y la voz o convertir texto
en contenido audiovisual en minutos. Los emprendedores han encontrado por fin
su Arcadia digital. Imaginen las empresas de nueva creación: Burial o Lazarus resucitan
a los seres queridos, incluidos perros y gatos, para que hables, discutas o
llores mediante modelos exactos de telepresencia holográfica sin dispositivos
audiovisuales de apoyo. O con apoyo. La semana pasada tuve la oportunidad de
recorrer Florencia con unas gafas Apple de realidad virtual. Por supuesto, es
más perfecta que la realidad real. Una Florencia de ensueño. Puedes ver en un
entorno de 360 grados y alta definición 8K el humo de las tazas de chocolate
que saborean los turistas en las terrazas de la Piazza della Signoria; o los
imperceptibles defectos del mármol blanco de los dedos del David de
Miguel Ángel. En Uffizi, la Venus de Botticelli te ofrece sus labios
entreabiertos… O mejor, en medio del Ponte Vecchio sales tú de una joyería
treinta años más joven de la mano de Margot Robbie a la que acabas de
regalar unos pendientes de oro blanco, diamantes y esmeraldas. Por no hablar de
las posibilidades que se abren a la industria del sexo manipulado, el fraude
cibernético o la falsificación profunda. Será imposible que no te
estafes a ti mismo.
En todo caso, metí baza,
de los innumerables usos de la Inteligencia Artificial, el más crucial y, a la
vez, más secreto es su aplicación a la industria militar. Asistimos a la
invención de tecnologías cada vez más letales e indetectables. Los escenarios
bélicos y las maniobras por tierra, mar y aire se han convertido en el escaparate de las grandes potencias militares. Armerías a escala
mundial. Nos quejamos del control de las grandes tecnológicas sobre la vida
privada. Pequeñeces. Te inundan de publicidad, llamadas durante la siesta y
correos tóxicos con faltas de ortografía. Como mucho las redes sociales te
advierten que no te pases o te bloquean por impresentable. Por supuesto que tus
comunicaciones están monitorizadas por los servicios de inteligencia; o por los
ojos electrónicos de una atmósfera saturada de satélites capaces de detectarnos
con una resolución de menos de un metro; a no ser que te metas en líos serios o
seas el hilo conductor de alguno les importas un bledo. Y viceversa. En unos
años la Luna será el objetivo estratégico de los señores de la guerra. El
peligro de la IA para la extinción de la humanidad a corto plazo no es el
imperio final de las máquinas tipo Matrix en que los
algoritmos dominan el mundo y se dedican a cultivar humanos, sino el Armagedón
devastador que puede desencadenar la carrera de armamentos. Sabrás que el mundo
cesa por una súbita luz incandescente, el temblor de las paredes y la temperatura
anormal de la cuchara del café.
Se habla de las
capacidades creativas de la IA, intervino el coronel. Ningún gran maestro ni
computadora programada es capaz de derrotar a la impresionante Alpha
Zero, la inteligencia artificial creada por Deep Mind, propiedad de Google.
Tras jugar casi cinco millones de partidas durante cuatro horas, Alpha
Zero obtuvo el mismo conocimiento que los humanos en casi 1.400 años.
Lo he leído en el vuelo. Peter Heine Nielsen, analista de Magnus Carlsen,
campeón del mundo, declaró a la revista CHESS Magazine: Siempre me he
preguntado cómo sería si una raza superior aterrizara en la tierra y nos
enseñara cómo juegan al ajedrez, y ahora siento que ya lo sé.
Profetizó el ingeniero
informático (tercera copa de Ribera) que, aunque nosotros no lo veremos, una
máquina de inteligencia artificial será capaz de escribir capítulo a capítulo
las andanzas del caballero andante y su fiel escudero todavía mejor que Cervantes,
como en el relato de Borges Pierre Menard Autor del Quijote. Ante
mis airadas protestas por la vinosa distopía, Barrios me sugirió que todo
es mejorable, la ciencia en primer lugar. Los avances en micro y macrofísica no
serían posibles sin la aplicación de modelos de IA a la mecánica cuántica. ¿Por
qué no imaginar que pueden aplicarse el arte? Quizás el Don Giovanni de
Mozart oculta dos arias maravillosas o la décima sinfonía de Beethoven está
latente en las anteriores. O que Johannes Vermeer no supo sacar de su
paleta su obra maestra y la IA será capaz de darle luz y color.
Replicó Abengoa que detestaba la analogía entre nuestros amigos inhumanos que nos superan en
los escaques y las creaciones literarias,
musicales o pictóricas. Por ahora, prosiguió, la capacidad de la inteligencia
artificial como autor carece de sustancia. Los intentos que se han hecho han
sido un fracaso. Hace poco la Orquesta sinfónica y Coro de RTVE interpretó en
el Teatro Monumental de Madrid la primera obra compuesta con IA. El resultado
ha sido calificado por la crítica especializada de pastiche. El
director, prudente con los patrocinadores, dijo que nos podía servir de
ayuda. Los relatos sobre temas sencillos, sacados, por ejemplo, de las
fábulas de Samaniego son tópicos decepcionantes. Si se trata de narrar un tema
más complejo como los celos es una mera clasificación o un dislate. Algunas
madres utilizan El ChatGPT para disponer de cuentos infantiles que leen a sus
hijos en voz baja antes de que doblen por la noche. Los que conozco son
simplones, predecibles y aburridos. Ignoro si se ha alimentado algún programa
de inteligencia generativa con las obras de los clásicos de la literatura o de
las artes plásticas y cuál ha sido el resultado. Después de todo, imitar a
Modigliani no es tan difícil. Según parece la mitad de los que cuelgan en los
museos son falsos.
En cualquier caso, opiné,
si se cumplen las profecías estéticas del Doctor Barrios (algunos apocalípticos
afirman que la música de Bach responde a patrones matemáticos) será el momento
de reconocer que el fuego, la rueda, la imprenta o internet no han sido los
principales inventos de la humanidad. Y de aceptar que a medio plazo no tenemos
la más mínima posibilidad de sobrevivir a las máquinas. Lo que sucederá después
es inevitable. Si todavía estamos a tiempo será el momento de bombardear las
bases de datos.
P.D. A los postres (torrija con bola de helado y chupito de melocotón) la Inteligencia Emocional que reúne a los viejos amigos nos condujo a la Antica Hosteria Romanesca en la Plaza del Campo dei Fiori. Hacía una año que habíamos compartido mesa sin más pretensiones que comer un plato de pasta regado con Chianti, observar el trasiego del popular mercado y contemplar la estatua dedicada a Giordano Bruno, en el centro de la plaza (lugar de las ejecuciones capitales) donde el jueves 17 de Febrero de 1600 la Inteligencia Natural más fascinante del Renacimiento, acusado de herejía, fue quemado vivo en la hoguera por decreto de la Santa Inquisición durante el papado de Su Santidad Clemente VIII, Pontífice Máximo de Roma.
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