El juicio a Luis Rubiales, presidente de la Real Federación
Española de Fútbol desde mayo de 2018 hasta septiembre de 2023 y vicepresidente
de la UEFA entre 2019 y 2023 es por extensión un juicio a los turbios manejos
del fútbol profesional (que aplazamos para otro momento). Estos días ha
comenzado la fase de instrucción del proceso penal en la Audiencia Nacional con
la declaración de la futbolista Jenni Hermoso sobre el beso no consentido de Rubiales
durante la entrega de medallas del Mundial de Fútbol Femenino en 2023, lo que le
obligó a dimitir de sus cargos y ser enjuiciado después por un delito de
agresión sexual y coacciones… Tras la gloria del oro, el enredo se cocinó en el
vuelo de regreso desde Australia en el que todos dijeron de todo durante más de
veinte horas y, después, ante la ley, ninguno de los imputados se acordaba
con rigor de nada: las respuestas vagas, poco verosímiles, incluso
contradictorias han conseguido poner de los nervios al juez. El actual entrenador
del primer equipo de la selección masculina de fútbol, Luis de la Fuente,
podría ser imputado por su última versión de los hechos en el juicio, es decir,
la última de las tres negaciones de Pedro. Es el único partidario de Rubiales que
se ha librado de la quema.
He revisado varias veces el conocido video y en mi opinión se trata de un sorpresivo y eufórico pico del presidente a la jugadora que por su reacción corporal inmediata no parece considerarlo un gesto agresivo o acosador. Da la impresión de que a Jenni no le pareció normal ni le hizo ninguna gracia el abrazo subitáneo de su jefe pero que no comenzó a digerir y engrosar lo acontecido hasta que sus colegas de banquillo la convencieron tras largas conversaciones morales de la gravedad del caso, como se sigue de las declaraciones testificales. Me pareció más desconsiderado el soez agarre de entrepierna de Rubiales tras el único gol en el palco de honor compartido con la reina Letizia, la infanta Sofía y el presidente de la FIFA, que posiblemente ni se dieron cuenta. El asunto, aireado por la internacional feminista, numerosos clubes de fútbol, empresas patrocinadoras de la selección y las insaciables tertulias deportivas forzaron su dimisión. El affaire traspasó las fronteras nacionales. Prestigiosos diarios como L'Equipe, The Guardian, O Globo, The New York Times se hicieron eco del escándalo.
Las declaraciones de Woody Allen a la prensa española son de un saludable sentido común: Fue el resultado del momento, que ante la emoción de la
victoria, dos personas que se conocían se abrazaron y él le dio un beso. No
la estaba violando, era sólo un beso y era una amiga. ¿Qué hay de malo en
eso? Tampoco la mujer se apartó y le dijo: “No hagas eso”. En cualquier caso,
es difícil entender que una persona pueda perder su empleo y ser
penalizada de esa manera por dar un beso. Si fue inapropiado, hay que
decirle claramente que no lo vuelva hacer y pida disculpas. No es que haya
asesinado a alguien. Quizás estuvo mal, hizo algo incorrecto... pero no
fue como si hubiera quemado un colegio.
Prudente, Woody
Allen había matizado en sus declaraciones que de todos modos, me faltan
datos... Esos datos son lo más relevante del caso. El beso robado fue lo de
menos. Se trataba más bien de aprovechar la ocasión para saldar las cuentas
pendientes con el cuestionado directivo de la RFEF y sus directos
colaboradores. Rubiales era un presidente prepotente, autoritario y dado al favoritismo.
Jorge Vilda, el entrenador estaba enfrentado desde hacía tiempo con el
vestuario por sus métodos espartanos y anticuados según ellas; Albert Luque,
director de la selección y Rubén Rivera, responsable de marketing eran los
cargos de mayor confianza. Más de cincuenta jugadoras (incluidas las campeonas)
advirtieron que no volverían a la selección “mientras continuaran los actuales
dirigentes”. Tras lo ocurrido manifestaron en un comunicado conjunto su
firme y rotunda condena ante conductas que han atentado contra la dignidad de
las mujeres, aunque muchas de las abajo firmantes se retractaron posteriormente.
La FIFA y la UEFA exigieron responsabilidades: primero suspendieron al
presidente y luego lo inhabilitaron por tres años. El resto de los imputados
fue destituido. Once miembros del staff del entrenador Vilda
dimitieron.
Una decapitación
completa de la RFEF, lo que no impidió el fracaso de la Selección femenina de
fútbol, campeona del mundo, en París 2024 al no conseguir siquiera la medalla
de bronce, quizás también víctima de las secuelas internas y externas del caso.
El equilibro de la plantilla de un equipo de fútbol, ganador o
perdedor, es algo muy delicado.
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