En las lecciones del semestre invernal de 1929-30, publicadas en 1975, un año antes de su muerte, Heidegger dedicó un amplio ensayo de casi doscientas páginas al “aburrimiento profundo”.
Según Heidegger, el aburrimiento profundo es el estado de ánimo o la tonalidad emocional originaria del Dasein. Nuestra condición de Ahí del ser no sería posible sin el impulso del aburrimiento profundo; la misma angustia (categoría central en Ser y tiempo) es una formación reactiva ante el aburrimiento; (posiblemente también lo sea la depresión, aunque carecemos de una exposición fenomenológica del concepto). El análisis fenomenológico o esencialista muestra con finura filosófica cómo el aburrimiento es el fundamento del encontrarnos y encontrar el mundo.
Hay para Heidegger tres modos en la estructura del aburrimiento profundo como protocategoría existencial.
El primer momento es el ser-dejado-vacío. Pone como ejemplo la solitaria espera durante dos horas en una anodina estación de tren. Nada nos interesa, rechazamos el libro de viaje; el paisaje nos abruma, el reloj no avanza, nos sentimos extraños e impacientes.
Habitualmente estamos ocupados o atrapados, atañidos, volcados e incluso perdidos en las cosas. Nuestra actividad consiste en el cuidado o cura, es decir, en la ocupación y preocupación por los entes. La inercia de este cuidar ontológico se quiebra con el aburrimiento. En el aburrimiento nos sentimos desligados de las cosas; desatendidos de unos seres que están ahí pero nada tienen que ofrecernos. Sin embargo, no podemos liberarnos del vacío de las cosas que nos abisman y anonadan; “estamos clavados”, entregados a algo que cruelmente se nos niega sin que podamos salir del vínculo.
La experiencia primordial del aburrirse consiste en un encontrarse desligado y atrapado a la vez en las cosas. La idea de que no podemos “soltarnos” o librarnos del aburrimiento responde a ese estar atados a las cosas que nos son indiferentes. La experiencia del aburrimiento consiste en el aturdimiento frente a los entes que se niegan a ser de otro modo que no sea la indiferencia; una indiferencia que nos separa del ser y a la vez nos anuda con firmeza. Heidegger llama a esta experiencia “estar abiertos a un cierre”, es decir, estar por completo entregados a algo que no es con total obstinación.
El segundo momento estructural del aburrimiento profundo es el ser-mantenido-en-suspenso. El negarse del ente del momento anterior pone de manifiesto por vía de privación aquello que el Dasein hubiera podido hacer o experimentar. El no es del aburrimiento descubre por contraposición un espacio ontológico amplio y determinado. La indiferencia, el aturdimiento ante el ser que se nos niega, muestra las posibilidades actuales, presentes, concretas, pero inaccesibles. El ser-mantenido-en-suspenso equivale a la desactivación de las posibilidades sobrevenidas y ofrecidas de improviso al Dasein.
Dice Heidegger:
El negarse habla de estas posibilidades del Dasein. No habla de ellas en el sentido de abrir un debate al respecto, sino que se refiere a ellas negando y las da a conocer al negarlas.
Así, las posibilidades despuntan y a la vez yacen inactivas y como tales nos abandonan sin respuesta. Inactivas no significa aquí perdidas (pues simplemente nos eluden), sino dejadas en suspenso, no cultivadas, dejadas en barbecho, con una metáfora del agro.
El tercer momento estructural del aburrimiento profundo es El-hacer posible originario. La cesación de las posibilidades del ser en el aburrimiento profundo por vía de exclusión hace patente la potencia absoluta del Ahí del ser. El-hacer-posible-originario no se refiere a las posibilidades en suspenso del momento anterior sino a la pura posibilidad de ser como condición esencial. En la potencia pura se realiza, según Heidegger, “la asunción por el hombre del fardo que es para él el Dasein”.
La potencia originaria, la pura posibilidad supone una mirada al ser más intensa y arrebatadora que cualquier saber fundado; en ella nos sentimos deslumbrados por la superación del aburrimiento profundo… Se asemeja a la oposición entre la luz cegadora de la visión mística que se asoma al misterio y el conocimiento racional que lo comprende.
El Dasein es el ente que existe en el modo del poder ser. Su potencia pura tiene como punto de partida la impotencia del aburrimiento, del mismo modo que lo abierto de la verdad (el desvelamiento) no es posible sin un previo ocultamiento o pobreza del mundo que permite el paso de la ilatencia a la latencia. La angustia, como formación reactiva ante la negatividad del aburrimiento profundo, propicia la asunción de esa apertura que sólo se produce en “la clara noche de la nada”. El ámbito de lo abierto se vislumbra entonces porque hemos aceptado el desafío de un despertar decidido ante la indiferencia del aturdimiento.
Dice Agamben:
El aburrimiento profundo aparece entonces como el operador metafísico en que se efectúa el paso de la pobreza de mundo al mundo, del ambiente animal al mundo humano: lo que en él se juega es nada menos que la antropogénesis, el devenir del Dasein, del ser vivo hombre.
El pensar como conquista no apunta, por tanto, al contenido de la representación, ni a la facultad de representar sino a la pura posibilidad de la potencia. El pensamiento es una tabla rasa, una tablilla mesopotámica sin trazos, un papiro egipcio sin símbolos.
En un principio no era el verbo sino el aburrimiento profundo. Como escribe Leopardi y cita Agamben: El aburrimiento es el deseo de felicidad en estado puro.
BUENA RESEÑA. podrías explicarme ¿como es el salto del aburrimiento a la angustia en Heidegger? la verdad no entiendo muy bien como funciona. tampoco me queda muy claro que Heidegger diga en "ser y tiempo" que el temple de animo fundamental es la angustia pero ya en "los conceptos fundamentales de la metafísica" diga que es el aburrimiento ¿se estará refiriendo a un temple de animo particular para cada cosa?
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