Toda ética es de circunstancias porque vivimos inmersos en los valores morales de una cultura, subcultura o contracultura y nos educamos en los grupos primarios y secundarios de una sociedad. La circunstancia impregna las decisiones puntuales que tomamos y orienta nuestra ética personal, interpersonal y política. A esta altura determinada de los tiempos, diría Ortega, asistimos al irresistible ascenso de una mutación vírica de la ética de circunstancias: la ética circunstancial, surgida de la inconsistencia interesada de nuestras acciones.
El golfista Jon
Rahm, tercer jugador del mundo, declaró en 2022 durante el
US Open:
Se ha hablado
y especulado mucho sobre la liga saudí y creo que no es lo mejor para mí y mi
futuro en el golf. Creo que el mejor legado que puedo lograr es en el PGA
Tour. Nunca he jugado por el dinero, sino por el amor al juego. Quiero jugar
contra los mejores del mundo. Me interesa la historia y el legado. Y en
este momento, el PGA Tour tiene eso.
Un año
después, Rahm ha aceptado la oferta del LIV Golf Saudí por un
contrato que oscila entre los 500 y los 600 millones de dólares (el mayor de la
historia del deporte). Ha sido expulsado del PGA Tour como miembro de su circuito. L’argent fait tout.
Pedro Sánchez,
fecundo en ardides, es un reconocido maestro de la ética circunstancial. Las
tres negaciones de Pedro: su insomnio por formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos, sus rechazos sucesivos en campaña electoral a los
indultos y a una ley de amnistía, su negativa tajante a alcanzar pactos con
Bildu… A su vez, Feijóo se presenta como un paladín del centrismo moderado y
reformista, un gestor competente para tirios y troyanos. Algo incompatible con
sus socios de gobierno y el giro copernicano hacia la derecha más
conservadora.
La futbolista Jenni Hermoso, según confirmaciones presenciales, pasó en veinticuatro horas de
considerar el achuchón hortera de Luis Rubiales como algo anecdótico a un caso
de acoso sexual inadmisible. Woody Allen, de visita con su banda de jazz por
España, declaró con bastante sentido común que, después de todo, el hecho en sí
mismo no era tan grave, que no la había forzado ni ejercido violencia física o verbal.
Fue un pico no consentido, de mal gusto, ajeno al protocolo, al cargo y al
respeto debido a las campeonas; disculpas sinceras y golpes de pecho públicos,
poco más. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol actuó movido
de forma extemporánea por las circunstancias emocionales del título mundial y
la jugadora por las circunstancias reales: la destitución de un personaje
turbio y su corte de seguidores, incluido el entrenador, al que se la tenían
jurada desde hacía tiempo y la manipulación del caso por políticos y políticas circunstanciales.
Tras el informe
PISA 2023, programa internacional que evalúa el rendimiento de los alumnos de Cuarto
de la ESO en ciencias, matemáticas y comprensión lectora, Cataluña se sitúa
a la cola nacional en las tres competencias. Nada más conocerse los resultados,
las autoridades educativas de la Generalitat los han justificado alegando que
se deben a una sobrerrepresentación del alumnado inmigrante en las pruebas.
Ante el aroma inconfundible de la xenofobia circunstancial, al día siguiente, el
Departamento de Educación de la Generalitat rectificó trasladando a los
responsables del informe PISA su confianza completa en la calidad y rigor de
las pruebas. Reconocemos, además, que sobre PISA no hay
excusas. Es preciso descartar todas las dudas sobre la representatividad de la
muestra con respecto a la realidad social. Somos conscientes de un problema que
tenemos identificado y trabajamos seriamente para resolverlo. ¡Viva el cosmopolitismo educativo!
Podríamos también
hablar del repertorio feminista circunstancial de algunas influencers y de las asiduas de
la prensa rosa, compatible, según ellas, con su sexismo, exhibicionismo y negocios
millonarios de la imagen.
O de los más de siete millones de euros probados que el C.F. Barcelona pagó durante dieciocho años al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira, por informes estadísticos y asesoramiento profesional. Laporta, presidente circunstancial del Barça, interpreta los hechos: hay demasiado madridismo sociológico en los centros de poder. El infierno siempre son los otros.
P.D. Una teoría filosófica y dos teológicas han intentado probar sin éxito lo que sería una ética del deber al margen de las circunstancias: la ética formal kantiana, la moral tomista de la iglesia católica y la ética protestante de las iglesias reformadas.
La primera propone que solo una razón pura práctica que excluya los elementos felicitarios o utilitarios y actúe por total acuerdo con su sentido del deber puede considerarse moralmente valiosa. Se trata de una voluntad regida por imperativos categóricos, incondicionados, por leyes morales autónomas. Kant lo denominó el ideal de la santidad, inalcanzable para el ser humano, añadió, que actúa siempre movido por imperativos hipotéticos o condicionados; incluso los declarados categóricos son hipotéticos disfrazados tras revelar las circunstancias empíricas que los encubren (fisiológicas, psicológicas, sociológicas, económicas, educacionales, jurídicas, religiosas). Ecce homo.
La teología católica afirma que el entendimiento descubre de forma inequívoca la ley natural o proyección a escala humana de la razón divina como un conjunto de preceptos universales e inmutables, válidos para todos los hombres y todas las épocas. Para la fe judeocristiana serían los diez mandamientos. La excesiva generalidad de tales principios hace que la Iglesia sea la depositaria de su interpretación correcta y adaptación concreta, por lo que la conciencia individual queda relegada, aunque no negada, al segundo plano del libre albedrío. O sea, historia del catolicismo y sus angostos vaivenes. De nuevo una ética de circunstancias, historicista, que comienza con la Patrística y tras innumerables, concilios, encíclicas y proclamas ex cátedra del Sumo Pontífice acaba con el enfrentamiento entre partidarios y detractores del Papa Francisco dentro y fuera del Vaticano.
El protestantismo, en su versión original, contempla dos absolutos: La Palabra de Dios, la Biblia y el libre examen de los textos sagrados. De un mismo versículo de un capítulo bíblico pueden extraerse según las incontables iglesias, confesiones y sectas reformadas las conclusiones más insólitas e incluso contradictorias. Además la interpretación del pastor, una mera designación profesional, es tan válida como la de cualquier cristiano. Ahora las circunstancias son ilimitadas.
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