miércoles, 21 de febrero de 2024

El fin del mundo

 

Recién llegado de un congreso en Lyon sobre Jean Fouquet, el mejor pintor y miniaturista francés del siglo XV, me cité con el coronel Carlos Abengoa, doctor en historia por la UNED, al que no veía desde hace meses. Compartimos mesa para disfrutar de unos callos a la madrileña en el restaurante García de la Navarra con un amigo común, Eduardo Barrios, profesor titular de la asignatura de Procesos y computación en la Escuela Superior de Ingenieros Informáticos.

Según parece, dijo Barrios tras apurar su primera copa de Ribera del Duero, el último logro de la Inteligencia Artificial consiste en clonar la imagen y la voz o convertir texto en contenido audiovisual en minutos. Los emprendedores han encontrado por fin su Arcadia digital. Imaginen las empresas de nueva creación: Burial o Lazarus resucitan a los seres queridos, incluidos perros y gatos, para que hables, discutas o llores mediante modelos exactos de telepresencia holográfica sin dispositivos audiovisuales de apoyo. O con apoyo. La semana pasada tuve la oportunidad de recorrer Florencia con unas gafas Apple de realidad virtual. Por supuesto, es más perfecta que la realidad real. Una Florencia de ensueño. Puedes ver en un entorno de 360 grados y alta definición 8K el humo de las tazas de chocolate que saborean los turistas en las terrazas de la Piazza della Signoria; o los imperceptibles defectos del mármol blanco de los dedos del David de Miguel Ángel. En Uffizi, la Venus de Botticelli te ofrece sus labios entreabiertos… O mejor, en medio del Ponte Vecchio sales tú de una joyería treinta años más joven de la mano de Margot Robbie a la que acabas de regalar unos pendientes de oro blanco, diamantes y esmeraldas. Por no hablar de las posibilidades que se abren a la industria del sexo manipulado, el fraude cibernético o la falsificación profunda. Será imposible que no te estafes a ti mismo.

En todo caso, metí baza, de los innumerables usos de la Inteligencia Artificial, el más crucial y, a la vez, más secreto es su aplicación a la industria militar. Asistimos a la invención de tecnologías cada vez más letales e indetectables. Los escenarios bélicos y las maniobras por tierra, mar y aire se han convertido en el escaparate de las grandes potencias militares. Armerías a escala mundial. Nos quejamos del control de las grandes tecnológicas sobre la vida privada. Pequeñeces. Te inundan de publicidad, llamadas durante la siesta y correos tóxicos con faltas de ortografía. Como mucho las redes sociales te advierten que no te pases o te bloquean por impresentable. Por supuesto que tus comunicaciones están monitorizadas por los servicios de inteligencia; o por los ojos electrónicos de una atmósfera saturada de satélites capaces de detectarnos con una resolución de menos de un metro; a no ser que te metas en líos serios o seas el hilo conductor de alguno les importas un bledo. Y viceversa. En unos años la Luna será el objetivo estratégico de los señores de la guerra. El peligro de la IA para la extinción de la humanidad a corto plazo no es el imperio final de las máquinas tipo Matrix en que los algoritmos dominan el mundo y se dedican a cultivar humanos, sino el Armagedón devastador que puede desencadenar la carrera de armamentos. Sabrás que el mundo cesa por una súbita luz incandescente, el temblor de las paredes y la temperatura anormal de la cuchara del café.

Se habla de las capacidades creativas de la IA, intervino el coronel. Ningún gran maestro ni computadora programada es capaz de derrotar a la impresionante Alpha Zero, la inteligencia artificial creada por Deep Mind, propiedad de Google. Tras jugar casi cinco millones de partidas durante cuatro horas, Alpha Zero obtuvo el mismo conocimiento que los humanos en casi 1.400 años. Lo he leído en el vuelo. Peter Heine Nielsen, analista de Magnus Carlsen, campeón del mundo, declaró a la revista CHESS Magazine: Siempre me he preguntado cómo sería si una raza superior aterrizara en la tierra y nos enseñara cómo juegan al ajedrez, y ahora siento que ya lo sé.

Profetizó el ingeniero informático (tercera copa de Ribera) que, aunque nosotros no lo veremos, una máquina de inteligencia artificial será capaz de escribir capítulo a capítulo las andanzas del caballero andante y su fiel escudero todavía mejor que Cervantes, como en el relato de Borges Pierre Menard Autor del Quijote. Ante mis airadas protestas por la vinosa distopía, Barrios me sugirió que todo es mejorable, la ciencia en primer lugar. Los avances en micro y macrofísica no serían posibles sin la aplicación de modelos de IA a la mecánica cuántica. ¿Por qué no imaginar que pueden aplicarse el arte? Quizás el Don Giovanni de Mozart oculta dos arias maravillosas o la décima sinfonía de Beethoven está latente en las anteriores. O que Johannes Vermeer no supo sacar de su paleta su obra maestra y la IA será capaz de darle luz y color. 

Replicó Abengoa que detestaba la analogía entre nuestros amigos inhumanos que nos superan en los escaques y las creaciones literarias, musicales o pictóricas. Por ahora, prosiguió, la capacidad de la inteligencia artificial como autor carece de sustancia. Los intentos que se han hecho han sido un fracaso. Hace poco la Orquesta sinfónica y Coro de RTVE interpretó en el Teatro Monumental de Madrid la primera obra compuesta con IA. El resultado ha sido calificado por la crítica especializada de pastiche. El director, prudente con los patrocinadores, dijo que nos podía servir de ayuda. Los relatos sobre temas sencillos, sacados, por ejemplo, de las fábulas de Samaniego son tópicos decepcionantes. Si se trata de narrar un tema más complejo como los celos es una mera clasificación o un dislate. Algunas madres utilizan El ChatGPT para disponer de cuentos infantiles que leen a sus hijos en voz baja antes de que doblen por la noche. Los que conozco son simplones, predecibles y aburridos. Ignoro si se ha alimentado algún programa de inteligencia generativa con las obras de los clásicos de la literatura o de las artes plásticas y cuál ha sido el resultado. Después de todo, imitar a Modigliani no es tan difícil. Según parece la mitad de los que cuelgan en los museos son falsos.

En cualquier caso, opiné, si se cumplen las profecías estéticas del Doctor Barrios (algunos apocalípticos afirman que la música de Bach responde a patrones matemáticos) será el momento de reconocer que el fuego, la rueda, la imprenta o internet no han sido los principales inventos de la humanidad. Y de aceptar que a medio plazo no tenemos la más mínima posibilidad de sobrevivir a las máquinas. Lo que sucederá después es inevitable. Si todavía estamos a tiempo será el momento de bombardear las bases de datos. 

P.D. A los postres (torrija con bola de helado y chupito de melocotón) la Inteligencia Emocional que reúne a los viejos amigos nos condujo a la Antica Hosteria Romanesca en la Plaza del Campo dei Fiori. Hacía una año que habíamos compartido mesa sin más pretensiones que comer un plato de pasta regado con Chianti, observar el trasiego del popular mercado y contemplar la estatua dedicada a Giordano Bruno, en el centro de la plaza (lugar de las ejecuciones capitales) donde el jueves 17 de Febrero de 1600 la Inteligencia Natural más fascinante del Renacimiento, acusado de herejía, fue quemado vivo en la hoguera por decreto de la Santa Inquisición durante el papado de Su Santidad Clemente VIII, Pontífice Máximo de Roma.  

lunes, 29 de enero de 2024

Saber perder y saber ganar

La única manera noble de saber perder es la del abuelo que deja a su nietecilla hacer trampas para que le gane al parchís. Son tremendas. Al menor descuido mueven la ficha de matute o trucan el dado. ¡He ganado, he ganado! chincha la princesa mientras reparte besos bajo demanda. Los dos son felices. Es el único caso que conozco en el que el perdedor se alegra excepto si se trata de un partido amañado con fajos y maletín. Siempre me acuerdo del boxeador Butch Coolidge (Bruce Willis) en la excepcional Pulp fiction huyendo al galope de la mafia del juego tras incumplir el acuerdo de dejarse noquear en el quinto asalto y apostar fuerte por sí mismo. El dinero habla decía hace unos días John McEnroe, el deslenguado tenista, al referirse a Rafa Nadal y su contrato estratosférico para potenciar el deporte en Arabia Saudí (como Jon Rham y Cristiano Ronaldo). El ocaso de los ídolos, el hechizo del desierto al que sucumbió Lawrence de Arabia.

Lo que tienen en común todos los deportes de competición es que al final unos van al cielo y otros al infierno. Que me lo digan a mí, seguidor del atleti por circunstancia y vocación, que he vivido las tres finales palmadas de la Copa de Europa; y la agonía semanal. Peor era el juego de pelota de los mayas, el pok ta pok (onomatopeya de los rebotes en las paredes), tatarabuelo del baloncesto con un contenido ritual y religioso. Según los expertos, los perdedores eran sacrificados a los dioses. Literalmente rodaban cabezas. Los ganadores sobrevivían partido a partido. Me recuerda al Quidditch un juego de tres aros y escobas voladoras que practicaban los aprendices de brujo del Colegio Hogwarts en la serie de Harry Potter. Me leí una novela tras otra durante el confinamiento. Olvídense de Descartes. El Quidditch es uno de los mejores tratados de las pasiones que se han escrito. Dejemos a Clarín los cuentos morales: el único valor del deporte, es ganar, ganar y volver a ganar. Olvídense de los valores olímpicos y otros mitos. Solo lucen durante las ceremonias de inauguración y clausura. Lo mismo que el Rei de los judocas, expresión de cortesía antes de dislocarse en el tatami. O el saludo severo de los grandes maestros del ajedrez en señal de respeto delante del tablero, el borgiano ámbito en que se odian dos colores. Séneca, Agustín de Hipona, Sánchez Ferlosio: Splendet dum frangitur (brilla mientras se rompe) debería ser el lema claroscuro del deporte.

Hablemos de fútbol que es lo que realmente nos importa. Hay un prepartido, partido y pospartido. Todo comienza con las tertulias nocturnas que puso de moda García, tormentas en un vaso de agua que sirven para dormirnos con la radio puesta. Sigue la rueda de prensa de los entrenadores. Elogios del rival, líneas, compromiso, preparación. Una alusión equívoca hacia propios o extraños puede convertirse en una declaración de guerra. Después hay que aclarar los malentendidos sacados de contexto, desdecirse de lo evidente, pedir perdón y volver a la casilla de salida como en el juego de la Oca (otra invitación a que nos gane la nieta). El resultado es una enorme burbuja en todas las cadenas del dial que tarda al menos una semana en deshincharse. Olvidaos de lo que habéis oído y del público. Ellos juegan su partido y nosotros el nuestro, decía Luis Aragonés antes de saltar al campo. El mismo que a la pregunta de un listillo sobre por qué en los saques de esquina su equipo no buscaba el palo corto, respondió: ¿Palo corto, está seguro, creía que los dos eran iguales? La tres cuartas partes del programa la ocupan el Madrid o el Barça. Las preguntas de la prensa del gremio y las respuestas de los protagonistas son líneas paralelas que nunca llegan a encontrarse. Es lo mejor que puede suceder porque, como en política, si se encuentran acabará en bronca. La única nota negativa es la llegada del autobús del equipo visitante entre una lluvia de piedras y tachuelas.

Entramos al estadio reventón donde ondean las viejas banderas, salen los equipos con los niños de la mano, retumba el himno a coro, los que van a morir se saludan, los capitanes intercambian banderines, suerte al trío arbitral y tras el pitazo comienza la madre de todas las batallas. El mundo cambia: en la grada de animación aparecen las esvásticas, las bengalas y los estandartes confederados; por su tamaño, la única explicación es que estaban a buen recaudo en los sótanos del estadio. Se alternan los insultos a los tránsfugas, el racismo darwiniano y las cuentas pendientes. No insisto, lo saben de sobra. No es un juego sino la guerra; es sólo fútbol, pero nos gusta. Nuestro cerebro reptiliano está vinculado a pautas de conducta como la competencia, la dominancia, la defensa territorial y la agresividad. Sin estas pulsiones ancestrales nos dejaría indiferentes, como cuando nos derrumbamos resignados en el sofá para sufrir una insulsa final de la copa australiana. Si alguien te dice que le gusta el fútbol en sí mismo, sin defender unos colores desde su más tierna infancia es que no le gusta el fútbol. Cuando mi nieta cumplió un año, lo primero que hice fue comprarle en la tienda oficial la equipación del atleti con su nombre en el dorsal. De momento canturrea el himno.       

Al final, lo único que acaba en el césped es el resultado. Una legión de analistas, exjugadores, árbitros jubilados, periodistas, tertulianos y seguidores de renombre cobran los dividendos del pospartido. Buen título para un nuevo intento. 

viernes, 19 de enero de 2024

Dios ha muerto

No hay en Nietzsche una negación de la religión en sí misma, sino un ajuste de cuentas con las religiones monoteístas, en especial, el judaísmo y el cristianismo por considerarlas contrarias a la vida, un concepto romántico demasiado ambiguo y abarcador; prácticamente todos los ámbitos de la cultura europea del siglo XIX recibieron de un modo u otro la denominación de vitalistas: las ciencias naturales, la literatura, la historia, la psicología… El vitalismo nietzscheano subraya la dimensión biológica del hombre: la corporalidad contra su antónimo; la salud, de la cual el pensamiento siempre es deudor; los sentidos, increíblemente perfectos y precisos, sin los que ni el arte ni la ciencia hubieran sido posibles; los instintos, única guía infalible de la condición humana.

Es más, hay manifestaciones religiosas como el politeísmo griego en el que los dioses olímpicos encarnan y afirman las fuerzas elementales de la vida, como el amor o el odio, el deseo o el rechazo, el perdón o la venganza, la compasión o la crueldad. Nietzsche siempre tuvo presente en su crítica al cristianismo la versión protestante, una religión de la subjetividad basada en la profunda interiorización de sus principios teológicos. El protestantismo es una experiencia religiosa permanente o total: el protestante es cristiano siempre, en cada hora y en todos los ámbitos de su quehacer, mientras el católico sólo lo es a tiempo parcial y en señaladas ocasiones, normalmente rituales.

Por oposición al protestante, el cristianismo católico es para Nietzsche una religión de la exterioridad, de la sublimación de los aspectos externos del culto, como la liturgia, las imágenes, el arte sacro, los templos, el lujo y el ornato, el poder temporal y la jerarquía. Nietzsche manifiesta su entusiasmo por el carácter aristocrático de la Iglesia Romana. Los Borgia, la teocracia pontificia. Roma pertenece al Vaticano, no al revés.

Nietzsche alaba y respeta la figura histórica de Jesús (v.  El anticristo). Sus ataques se dirigen más bien a San Pablo, autor doctrinal del cristianismo tal y como lo conocemos. El cristianismo paulino inventó los conceptos del Dios-hombre, el Espíritu Santo, el alma inmortal como dogmas contrarios a la vida. Pablo de Tarso (un vagabundo neoplatónico) era un charlatán, un embaucador que enturbió el mensaje original de la comunidad cristiana. Imaginó un más allá trascendente para propagar la falsedad del antropocentrismo. En realidad, el hombre es una especie que lleva muy poco tiempo instalada en la infinitud del universo, apenas unos segundos a escala cósmica; su aparición y desaparición no supone nada para el infinito juego del devenir. Ideó un tiempo escatológico para suprimir la teoría del eterno retorno inspirada en las cosmologías cíclicas de los Presocráticos que concibe el universo como un despliegue cíclico ausente de cualquier propósito o finalidad. Creó los valores degradados de la caridad, la compasión, la humildad, la abnegación, la obediencia y el sacrificio para debilitar la voluntad de poder. Dionisos contra el crucificado es el lema de Nietzsche. Por otra parte, la religiosidad como manifestación contraria a la vida no sólo se manifiesta en la tradición judeocristiana, sino que se prolonga en la proliferación de iglesias terrenales, como aquellos que creen ciegamente en el progreso indefinido de la humanidad, los hechos definitivos del positivismo, la diosa materia como único nivel de realidad o el paraíso socialista. El socialismo es considerado por Nietzsche como una forma inferior de cristianismo. 

La contrapropuesta a la concepción cristiana es la idea de la muerte de Dios: El hombre no necesita del Dios de las religiones monótonoteistas, se trata de una ilusión metafísica que se sitúa al comienzo de toda manifestación de la vida, cuando debería ir al final o simplemente no ir en ninguna parte. La consecuencia de la muerte de Dios es el nihilismo, el anonadamiento antropológico y cultural tras el desenmascaramiento de las ideas metafísicas (la Verdad, el Bien, la Cosa en Sí) y los valores decadentes del judeocristianismo. El nihilismo es el vacío que queda cuando las palabras que sustentan la cultura occidental se convierten en un inmenso columbario. El nihilismo es la inanidad del hombre desorientado, privado de la voluntad de vivir porque carece de respuestas al sentido de la vida y prefiere creer en nada.

La superación del nihilismo es el superhombre cuyos valores supremos son la fidelidad al sentido de la tierra, la aceptación del eterno retorno y la plenitud de la voluntad de poder. El superhombre, un tránsito y un ocaso, simboliza la superación de la decadencia de occidente (una teoría recurrente desde la caída del Imperio Romano hasta nuestros días). Su obra más ambiciosa Así habló Zaratustra, concebida como una anti-Biblia, es una inversión total o transvalorización de todos los valores. No hay que identificar al superhombre con un tipo racial, no se trata de una raza superior, sino de un arquetipo cultural. El superhombre debe ser entendido como el itinerario posible sin concreción histórica de la disolución y renacimiento de la cultura occidental. Un final inevitable en la rueda del tiempo, aunque su emergencia aparece finalmente sumida en el misterio de un futuro que Nietzsche consideró que no era siquiera imaginable.

En su obra Así habló Zaratustra Nietzsche se aproxima a la intuición del superhombre mediante la metáfora de las tres transformaciones: Primero, el espíritu humano es el camello, que se arrodilla y recibe la suprema carga de las ideas metafísicas, los valores morales y las creencias religiosa, en las cuales languidece, se anonada y se pierde. Después, el espíritu respetuoso y sumiso, cansado del engaño, se convierte en león, arroja con fuerza, lejos de sí, la pesada servidumbre de las mentiras que soporta sobre sus hombros y se convierte en el gran negador, en el gran destructor, en el lúcido iluminador que desenmascara los engaños perniciosos de la tradición occidental. El león contrapone al tú debes de la obediencia el yo quiero de la voluntad de poder. Finalmente, el valor de la libertad como creación de valores deja paso al valor supremo de la inocencia. El león se convierte en niñoInocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer movimiento, un santo decir “sí”. El niño es el umbral, la puerta a esas mil sendas que no han sido recorridas, mil formas de salud y mil compensaciones ocultas en la vida...

sábado, 6 de enero de 2024

El eterno retorno

 

¡Feliz año!, ¡Feliz entrada de año!, ¡Próspero año nuevo!, ¡Mis mejores deseos para el 2024! El filósofo y erudito rumano Mircea Eliade explica el mito del eterno retorno en las sociedades primitivas como un conjunto de ritos que ponen en contacto al hombre con un tiempo cosmogónico fundacional, sagrado, y ocultan el tiempo profano del devenir. Todos los acontecimientos posteriores al tiempo primordial del mito quedan en suspenso, devaluados. Si la esencia de lo sagrado se manifiesta en su presencia primigenia, toda epifanía posterior, todo retorno al tiempo original es una evocación del mito; la repetición del tiempo primordial es el propio tiempo primordial que se revela simbólicamente. La celebración de año nuevo en las sociedades occidentales significa también el olvido antihistórico de un pasado incierto, funesto a veces, y la promesa incumplida de un tiempo mejor que poco a poco se desvanece. Convocamos el mito del eterno retorno con otros ritos y otros fines envueltos en un aura religiosa: el momento fugaz de la fraternidad universal y la renuncia al tiempo de los dioses que poetizó Hölderlin.   

El primer lugar en celebrar el Año Nuevo, según el calendario gregoriano, es la Isla de Kiribati en Oceanía y los últimos territorios en hacerlo serán las Islas Howland y Barker, que forman parte de Estados Unidos. Israel es el único país que, aunque utiliza el calendario gregoriano, no celebra el Año Nuevo como día festivo. El Año Nuevo chino, Año Nuevo del Calendario Agrario o Fiesta de la Primavera es la celebración nacional más importante. Será el sábado 10 de Febrero de 2024 (para la cultura china es el 4721 según el calendario lunisolar, el año del conejo de agua). El Año de la Hégira comienza en el 622 a.C., fecha en que el profeta Mahoma hizo su primera peregrinación a la Meca, y se utiliza para fijar el Año Nuevo musulmán. Debido a que el calendario lunar islámico tiene solo 354 o 355 días, la correlación de sus fechas con las del calendario gregoriano corre más lentamente. El año 2023 a.C. corresponde a los años islámicos 1444–1445 a.H. En 2024 se celebra el sábado 6 de Julio. La celebración planetaria del cambio de año puede tener fechas, fiestas y significados diversos, pero en todos los lugares subyace una mensaje universal: ¡Este día, esta noche, el mundo comienza de nuevo!

La conmemoración del tiempo cíclico en los pueblos nómadas del paleolítico surge de la interacción entre la naturaleza y el hombre por la sucesión regular de las estaciones: las cosechas, el desplazamiento de los rebaños, las migraciones de la fauna. En el antiguo Egipto se percibía el tiempo como un ciclo basado en la inundación anual del Nilo propiciada por Happi, el padre de los dioses, generador de vida, fertilidad y abundancia.   

Los filósofos griegos pensaban que la naturaleza era eterna y el tiempo iba del caos (materia amorfa) al cosmos (regido por principios y leyes), para luego cambiar y regresar al caos, y así sucesivamente, en un ciclo material recurrente. Es decir, que todo lo que fluye en la naturaleza se transforma y desaparece, para luego resurgir y repetirse en infinitos estados. Por eso la figura geométrica perfecta es el círculo.

El actual paradigma de la cosmología, la teoría del Big Bang, afirma que hace unos 13.800 millones de años el universo estaba concentrado en un punto infinitamente pequeño, una singularidad cuya impensable explosión dio lugar a toda la materia y antimateria que aún se expande como un globo a la vez que se enfría. Llegará un momento en que el universo se juntará a causa de las fuerzas de atracción gravitatoria, las galaxias volverán a fundirse en una sopa incandescente y tras un tiempo inconmensurable volverá al estado inicial del punto omega que volverá a explotar… Se trata de un universo pulsante igual a la concepción griega de una naturaleza cíclica.

El eterno retorno, es una idea extraña a la concepción judeocristiana del tiempo. El Génesis, el primer libro sagrado, establece que el mundo ha sido creado por un solo Dios en el tiempo. Frente al tiempo circular del eterno retorno, el tiempo judeocristiano es lineal: el mundo tiene un comienzo en el acto mismo de su creación y un fin escatológico de los tiempos. No obstante, para el cristianismo, especialmente para el católico, hay un tiempo profano antes y otro sagrado después de la llegada al mundo del hijo de Dios. Fiel al arquetipo del eterno retorno, el ritual litúrgico de la misa renueva en el altar el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo bajo las especies del pan y el vino

Nietzsche, escribió en su obra El gay saber estas tremendas palabras:

341. LA CARGA MÁS PESADA

Vamos a suponer que cierto día o cierta noche un demonio se introdujera furtivamente en la soledad más profunda y te dijera: “Esta vida, tal como tú la vives y la has vivido tendrás que vivirla todavía otra vez y aún innumerables veces, y se te repetirá cada dolor, cada placer y cada pensamiento, cada suspiro y todo lo indeciblemente grande y pequeño de tu vida. Además, todo se repetirá en el mismo orden y sucesión… y hasta esta araña y este claro de luna entre los árboles y lo mismo este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia se dará la vuelta siempre de nuevo, y tú con él, corpúsculo de polvo”. ¿No te echarías al suelo, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que así te hablase?

Son numerosas las interpretaciones de la teoría nietzscheana del eterno retorno. Creo modestamente que se trata del ataque combinado de un heterodoxo catedrático de filología griega y un pasional filósofo romántico a la idea cristiana de inmortalidad y felicidad eterna. Lo asocio con la pintura mural La gloria del Paraíso de Tintoretto que decora la Sala del Consejo Mayor del Palacio Ducal en Venecia, obra maestra en la que los salvados tras el Juicio Final gozan de su eterno aburrimiento. Ni siquiera el propio Dios y la corte celestial que preside la escena sería capaz de soportar tan beatífica contemplación por los siglos de los siglos. La Razón divina sucumbiría finalmente al peso abrumador de esta carga. Echa una mirada al valor supremo de la vida y de la muerte ciudadano que pasas por aquí delante, aconsejaría Nietzsche a los turistas adormilados que transitan por el grandioso escenario.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

La Superliga

 

En estas fechas me suelo reunir con mi buen amigo el coronel Carlos Abengoa, doctor en historia por la UNED, al que conocí durante mis viajes profesionales a un país africano por encargo de la Agencia de Cooperación Internacional. Siempre generoso, esta vez me invitó al elegante té de la tarde en el lujoso salón del Mandarín Oriental Ritz. Eché de menos la tortilla de patatas, las croquetas de gambas y el jamón bien cortado. La verdad es que no me convencen los bocaditos de filigrana, los hojaldres rellenos de no sabemos qué, las infusiones de jazmín y aromas exóticos o los sabores demasiado delicados de la repostería. Asentimos a las conferencias gastronómicas del impecable servicio con interés educado y preguntamos un par de chorradas por no parecer demasiado paletos. En mitad de la desconexión unas espectaculares bellezas cruzaron el salón entre cantos de sirena. Fue el momento de las grandes preguntas kantianas. Toda una experiencia navideña si no la pagas tú.  

- Resulta sorprendente, dije, mientras cogía con melindre un canapé de mousse de cangrejo, que Miguel Ángel Gil Marín, un buen gestor en las antípodas de su padre, se dejara embaucar por Laporta y Florentino para que el Atlético fuera uno de los doce equipos fundadores de la Superliga. De inmediato el prepotente Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, los fulminó con la espada flamígera de la expulsión. Excepto los dos grandes de España y algún indeciso italiano, el resto volvió grupas al día siguiente.

- Lo cierto es que son imprescindibles unos organismos que regulen y organicen de abajo arriba las innumerables competiciones del ancho mundo, añadió Abengoa. El problema no son las federaciones sino su perversión. La mesa de los siete pecados capitales. Por ejemplo, nunca me he creído los sorteos de octavos de la Champions League. Están teledirigidos. Fíjate en el último. Nunca se cruzan los grandes expresos. Con alguna excepción ocurre lo mismo en los sorteos anteriores. A un equipo grande siempre le toca uno mediano o menor. Hay tal volumen de intereses en juego que la UEFA no se puede permitir duelos a muerte entre los clubs más rentables. Tengo dudas de lo que se cocina en cuartos.

- Barça y Madrid unidos por la pasta, recordé, mientras mordía uno de los bollos cremosos con ademán de buen inglés a la hora del té.      

- He leído la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la Superliga. Acusa a la FIFA y a la UEFA de abuso de posición dominante -la expresión es una tautología- y violación de las normas de competencia, libre mercado y monopolio. Se veía venir. No temáis, pues os anuncio una gran alegría: los aleluyas de Florentino están justificados personalmente, pero carecen de contenido objetivo. A partir de ahora se acabaron las amenazas y empieza la nada. La frase lapidaria de que a partir de ahora los clubes serán los dueños de su destino es un brindis al sol. Dudo que sea posible promover una competición europea al margen de la UEFA. Pueden hacer lo que quieran, espero que empiecen lo antes posible con... dos clubes, ha ironizado Ceferin. 

- Bern Reichart director ejecutivo de A22 Sports Management, la empresa creada para gestionar la Superliga, ha dicho que los clubes necesitan tiempo para darse cuenta de que el miedo ha perdido su base legal. Lo saben de sobra, pero nadie mueve un dedo. Aunque Reichart tiene razón en que el actual modelo financiero es insostenible. Las obras faraónicas, los fichajes de escándalo y los salarios al alza provocan entre los clubs desequilibrios competitivos (“los doce magníficos”) y fuertes tensiones en la balanza de pagos. El fútbol debe controlar el gasto y depender exclusivamente de los ingresos que genera, no de inyecciones externas de capital. El apalancamiento siempre acaba en desastre. Lo bueno del fracaso de la Superliga es que la UEFA se tiene que replantear muchas cosas, entre otras su manga ancha en la aplicación de los controles económicos.

- Una competición de clubes europeos al margen de la UEFA es inviable. El espejo en el que la Superliga se mira es la NBA norteamericana una liga privada de baloncesto profesional creada en 1946 por once equipos y bendecida por las correspondientes organismos oficiales nacionales e internacionales. La Superliga, al revés, se ha enfrentado a la oposición de las federaciones, los clubes, las televisiones de pago, los aficionados y los gobiernos. También con los jugadores que ya están demasiado exprimidos y no quieren más roturas de cruzados. Además, lo que propone ya está inventado: en el fondo, la Star League, la Gold League y la Blue League, son una fotocopia de la las tres competiciones europeas, Champions, Europa y Conference. En principio, el banco de inversión JPMorgan apoyó el proyecto con la promesa de cinco mil millones de dólares, pero las pérdidas en bolsa y la bajada de calificación crediticia hicieron que los que deciden en la última planta del rascacielos se replanteasen el negocio. Bronca a la división de evaluación de riesgos y ya veremos. Conclusión: lo que no puede ser, no puede ser y además es improbable (cambiamos el adjetivo porque en el fútbol no rigen las leyes de la física clásica).

domingo, 17 de diciembre de 2023

Ética del deber, ética de circunstancias y ética circunstancial

Toda ética es de circunstancias porque vivimos inmersos en los valores morales de una cultura, subcultura o contracultura y nos educamos en los grupos primarios y secundarios de una sociedad. La circunstancia impregna las decisiones puntuales que tomamos y orienta nuestra ética personal, interpersonal y política. A esta altura determinada de los tiempos, diría Ortega, asistimos al irresistible ascenso de una mutación vírica de la ética de circunstancias: la ética circunstancial, surgida de la inconsistencia interesada de nuestras acciones. 

El golfista Jon Rahm, tercer jugador del mundo, declaró en 2022 durante el US Open:

Se ha hablado y especulado mucho sobre la liga saudí y creo que no es lo mejor para mí y mi futuro en el golf. Creo que el mejor legado que puedo lograr es en el PGA Tour. Nunca he jugado por el dinero, sino por el amor al juego. Quiero jugar contra los mejores del mundo. Me interesa la historia y el legado. Y en este momento, el PGA Tour tiene eso.

Un año después, Rahm ha aceptado la oferta del LIV Golf Saudí por un contrato que oscila entre los 500 y los 600 millones de dólares (el mayor de la historia del deporte). Ha sido expulsado del PGA Tour como miembro de su circuito. L’argent fait tout.

Pedro Sánchez, fecundo en ardides, es un reconocido maestro de la ética circunstancial. Las tres negaciones de Pedro: su insomnio por formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos, sus rechazos sucesivos en campaña electoral a los indultos y a una ley de amnistía, su negativa tajante a alcanzar pactos con Bildu… A su vez, Feijóo se presenta como un paladín del centrismo moderado y reformista, un gestor competente para tirios y troyanos. Algo incompatible con sus socios de gobierno y el giro copernicano hacia la derecha más conservadora.

La futbolista Jenni Hermoso, según confirmaciones presenciales, pasó en veinticuatro horas de considerar el achuchón hortera de Luis Rubiales como algo anecdótico a un caso de acoso sexual inadmisible. Woody Allen, de visita con su banda de jazz por España, declaró con bastante sentido común que, después de todo, el hecho en sí mismo no era tan grave, que no la había forzado ni ejercido violencia física o verbal. Fue un pico no consentido, de mal gusto, ajeno al protocolo, al cargo y al respeto debido a las campeonas; disculpas sinceras y golpes de pecho públicos, poco más. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol actuó movido de forma extemporánea por las circunstancias emocionales del título mundial y la jugadora por las circunstancias reales: la destitución de un personaje turbio y su corte de seguidores, incluido el entrenador, al que se la tenían jurada desde hacía tiempo y la manipulación del caso por políticos y políticas circunstanciales.

Tras el informe PISA 2023, programa internacional que evalúa el rendimiento de los alumnos de Cuarto de la ESO en ciencias, matemáticas y comprensión lectora, Cataluña se sitúa a la cola nacional en las tres competencias. Nada más conocerse los resultados, las autoridades educativas de la Generalitat los han justificado alegando que se deben a una sobrerrepresentación del alumnado inmigrante en las pruebas. Ante el aroma inconfundible de la xenofobia circunstancial, al día siguiente, el Departamento de Educación de la Generalitat rectificó trasladando a los responsables del informe PISA su confianza completa en la calidad y rigor de las pruebas. Reconocemos, además, que sobre PISA no hay excusas. Es preciso descartar todas las dudas sobre la representatividad de la muestra con respecto a la realidad social. Somos conscientes de un problema que tenemos identificado y trabajamos seriamente para resolverlo. ¡Viva el cosmopolitismo educativo!

Podríamos también hablar del repertorio feminista circunstancial de algunas influencers y de las asiduas de la prensa rosa, compatible, según ellas, con su sexismo, exhibicionismo y negocios millonarios de la imagen.

O de los más de siete millones de euros probados que el C.F. Barcelona pagó durante dieciocho años al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira, por informes estadísticos y asesoramiento profesional. Laporta, presidente circunstancial del Barça, interpreta los hechos: hay demasiado madridismo sociológico en los centros de poder. El infierno siempre son los otros.

P.D. Una teoría filosófica y dos teológicas han intentado probar sin éxito lo que sería una ética del deber al margen de las circunstancias: la ética formal kantiana, la moral tomista de la iglesia católica y la ética protestante de las iglesias reformadas.

La primera propone que solo una razón pura práctica que excluya los elementos felicitarios o utilitarios y actúe por total acuerdo con su sentido del deber puede considerarse moralmente valiosa. Se trata de una voluntad regida por imperativos categóricos, incondicionados, por leyes morales autónomas. Kant lo denominó el ideal de la santidad, inalcanzable para el ser humano, añadió, que actúa siempre movido por imperativos hipotéticos o condicionados; incluso los declarados categóricos son hipotéticos disfrazados tras revelar las circunstancias empíricas que los encubren (fisiológicas, psicológicas, sociológicas, económicas, educacionales, jurídicas, religiosas). Ecce homo.

La teología católica afirma que el entendimiento descubre de forma inequívoca la ley natural o proyección a escala humana de la razón divina como un conjunto de preceptos universales e inmutables, válidos para todos los hombres y todas las épocas. Para la fe judeocristiana serían los diez mandamientos. La excesiva generalidad de tales principios hace que la Iglesia sea la depositaria de su interpretación correcta y adaptación concreta, por lo que la conciencia individual queda relegada, aunque no negada, al segundo plano del libre albedrío. O sea, historia del catolicismo y sus angostos vaivenes. De nuevo una ética de circunstancias, historicista, que comienza con la Patrística y tras innumerables, concilios, encíclicas y proclamas ex cátedra del Sumo Pontífice acaba con el enfrentamiento entre partidarios y detractores del Papa Francisco dentro y fuera del Vaticano. 

El protestantismo, en su versión original, contempla dos absolutos: La Palabra de Dios, la Biblia y el libre examen de los textos sagrados. De un mismo versículo de un capítulo bíblico pueden extraerse según las incontables iglesias, confesiones y sectas reformadas las conclusiones más insólitas e incluso contradictorias. Además la interpretación del pastor, una mera designación profesional, es tan válida como la de cualquier cristiano. Ahora las circunstancias son ilimitadas. 

domingo, 3 de diciembre de 2023

Ciencias o letras. El gato de Schrödinger

 

Cuando era estudiante de Bachillerato pronto me di cuenta de que lo mío no eran las ciencias. Lo cierto es que en el instituto tuve excelentes profesores de literatura, filosofía, latín y griego, y que, inversamente, los profesores que me tocaron de matemáticas, física, química y biología eran, por decirlo con palabras amables, menos didácticos. El resultado fue una cosecha de hermosas calabazas en mates y un reguero de clases particulares. Uno de mis pacientes profes de pago me decía con razón: No es que hagas mal el problema, eso no es grave por el momento, lo que me preocupa es que no seas capaz de entender siquiera el enunciado. No consigo descifrar el enigma de que traduzcas correctamente un galimatías deconstruido de Cicerón y no seas capaz de resolver una ecuación lineal de segundo grado.

El catedrático de matemáticas se embrollaba en la pizarra con los problemas de álgebra hasta que conseguía explicárselos a sí mismo (¡calla no es así! y borraba) o mostraba las propiedades de las figuras geométricas mediante las líneas imaginarias que dibujaba con el dedo en los ángulos del aula. El profesor de física y química acabó su carrera en el juzgado por suplantar el título de un licenciado purgado tras la guerra civil que había fallecido en Colombia; según parece, los trámites notariales de una herencia destaparon el cambiazo. Conocimos los detalles por la prensa de Madrid. Materia para una novela. El hombre hacía lo que podía y apostaba por el aprobado fácil por no levantar la liebre. El biólogo, a punto de jubilarse, era el más llevadero; te levantaba de tu sitio y tenías que repetir las páginas del libro de texto que el día anterior nos había leído al pie de la letra: claro, claro, se interrumpía, es así, no os dais cuenta, lo comprendéis… Simplemente se repasaba el tema. Como era duro de oído, tu compañero de pupitre te soplaba las preguntas y todos tan contentos. En los exámenes -tenía reuma- no se movía de su mesa entarimada por lo que la mayoría copiaba directamente del libro ante la mirada airada de los artistas de las chuletas y los honestos empollones. Tanto sobresaliente en los exámenes acabó por sembrar la duda en su bendita inocencia (y en la de sus colegas) por lo que recurrió a su sobrino, un maestro en paro que se paseaba cual lince al acecho por los pasillos y rincones del aula. Tras los primeros ceros punitivos se acabó el momio. Los neumáticos deshinchados de su Vespa fue la única satisfacción que algunos obtuvieron. El resto, a estudiar de memoria de tres en tres líneas los tejidos del cuerpo humano.

A letras, pues, tras superar la reválida de cuarto. Entonces no eran el furgón de cola del bachillerato, tenían otra consideración académica y social. Tras aprobar el Preu por los pelos, me matriculé en la Universidad Autónoma de Madrid con la intención de estudiar literatura española. Tras un primer curso de asignaturas comunes había que elegir especialidad en segundo de carrera. En la cola de Secretaría una amiga me preguntó en qué pensaba matricularme: ¡No hay literatura en esta Universidad, sólo filología hispánica! me informó atónita. No me interesaba. Tenía un cuarto de hora para elegir: clásicas o filosofía. Me gustaba el latín, menos el griego, por lo que opté por lo que pomposamente la administración educativa denominaba “filosofía teorética”. Después de todo, como sugería Borges, la filosofía es un género literario. O, desde otra perspectiva, la historia del pensamiento es una excelente forma de aproximarse a la literatura. Y también, como descubrí, a la ciencia.

Me atraen como un imán los temas de divulgación científica. Sobre todo, en los tiempos que corren: una mirada a los límites del mundo, al macro y al microcosmos, supone olvidar por un momento la historia universal de la incompetencia política y los horrores de la guerra. He dedicado, diletante, algunas entradas a estos temas: al Big Bang y al bosón de Higgs, al Big Data y a la Inteligencia Artificial. Uno de los que ahora me ocupan (o, mejor dicho, me distraen) es la paradoja o experimento mental del gato de Schrödinger.

Un gato se encuentra en una caja sellada. Dentro, junto al gato, hay una ampolla con un gas venenoso y un martillo conectado a una fuente radioactiva. Es posible que después de un período de tiempo, la desintegración radioactiva de algún átomo active el martillo, éste rompa el recipiente y libere el veneno que mataría al gato. Pero también es posible que eso no ocurra. La física cuántica afirma que hasta que se produzca una medición o una observación (alguien abra la caja) el gato está vivo y muerto al mismo tiempo en una superposición de estados sin definir.

Según el premio Nobel Serge Haroche, el salto o no del átomo que activa el veneno es discontinuo, aleatorio e impredecible: Einstein se equivocó, Dios efectivamente está jugando a los dados en el universo cuántico. Según las leyes que rigen el mundo a escala atómica durante un tiempo el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. Se trata de un estado de superposición vinculado a un suceso que puede ocurrir o no sin que podamos controlarlo de forma empírica o estadística. Puesto que la caja está completamente cerrada y no hemos medido ni observado el evento no podemos saber si ha ocurrido, por lo que no podemos establecer si el gato está vivo o muerto. Si abrimos la caja y observamos al gato, su estado colapsará en una de las dos posibilidades.

Obviamente un gato no es un sistema cuántico La mecánica cuántica actúa sólo bajo condiciones de laboratorio entre partículas en las que no es posible predecir lo que va a suceder porque desconocemos las reglas, si es que las hay, de los saltos de estado. Esto no quiere decir que las leyes de la física cuántica no se puedan aplicar a la macrofísica y a la microfísica. Es más, sus mediciones son mucho más precisas que las de la física clásica, pero a la vez dejan un inmenso agujero abierto al principio de incertidumbre. La pregunta es si la aleatoriedad está para quedarse o será posible predecir en el futuro si el gato está vivo o muerto.

Se ha intentado superar esta paradoja mediante la construcción de un modelo teórico que permita saber qué le va a ocurrir al gato. Un grupo de científicos de la Universidad de Yale admite que es imposible predecir el salto cuántico que rompe la superposición de estados atómicos dentro de un sistema cerrado, aunque es posible construir un algoritmo que nos proporcione la señal de que un salto va a ocurrir, lo cual podría anticipar e incluso impedir la muerte del gato… Las potentes computadoras cuánticas tienen la palabra: Similia similibus curantur, es decir, las cosas semejantes se curan con las semejantes. En realidad, este proyecto de investigación no invalida la paradoja de Schrödinger; no rompe con el dogma de que el futuro es aleatorio, sujeto al principio de incertidumbre. El problema comporta una enmienda a la totalidad de la física. Se trata de una concepción de la naturaleza probabilística, no determinista (resumida en la famosa frase de Einstein: Dios no juega a los dados).

Otra forma de refutar la paradoja ha sido el desarrollo teórico del concepto de decoherencia: un proceso por el cual un sistema perdería necesariamente sus propiedades cuánticas por su interacción con el entorno. La decoherencia actuaría del mismo modo que la medida o la observación eliminando la superposición a menos que seamos capaces de aislar el sistema mediante unas condiciones experimentales ideales, sin interferencias (incluidas la medida y la observación). En el mundo real, micro o macro, la interacción entre los hechos, la misma experimentación científica, daría lugar a una rápida decoherencia y harían que el gato estuviera vivo o muerto, pero no a una superposición de ambos estados. 

Una tercera vía de escape a la paradoja es la que propuso el propio Einstein que no la soportaba (¿Entonces la Luna no existe si no la miro? llegó a decir): defendía la existencia de una realidad más profunda que la descrita por la mecánica cuántica, en la que un conjunto de variables desconocidas descartaría la inconsistencia de la física. Particularmente influyente fue el trabajo del estadounidense David Bohm, quien en los años 50 creó una versión de la mecánica cuántica en la que se restaura el determinismo y el principio de causalidad. En su modelo, el estado del sistema estaría bien definido incluso cuando no es ni observado ni observable. El universo es homogéneo. Los partidarios de la teoría de las variables ocultas se han convertido en una secta. La comunidad científica es contraria a la introducción de elementos ad hoc por considerarlos superfluos. Además, los trabajos experimentales que desde los años 70 han realizado Alain Aspect, John Clauser y Anton Zeilinger, los ganadores del Nobel en física de 2022, han servido para desmontar numerosas variables ocultas, lo que ha reforzado la interpretación de Schrödinger y la música del azar. La cosa en sí kantiana es la pura indeterminación de lo real. Por el momento el gato sigue vivo y muerto a la vez.

P.D. Asumo la noble crítica de que si algo no se explica bien es porque no se entiende.