Repasaba la perezosa mañana del día de la Constitución en mi sofá favorito uno de los libro
de texto que estudié en la Alliance Française de Madrid. Se titula Le nouvel édit y leído a retazos,
incluso en el excusado, me está resultando mucho más interesante que en el
aula. Suele ocurrir. La profesora nos hacía sudar la gota gorda para resolver
los distintos ejercicios y competencias. Y bien que nos vino. Sin ese esfuerzo no
serían posibles mis goces y mis sombras actuales. Las unidades son las de siempre,
neutras aunque abiertas a interpretaciones, opiniones, discusiones y críticas.
Como debe ser: los medios de comunicación, Internet, las tendencias culturales,
el mundo del arte, el trabajo, los viajes, la naturaleza, la gastronomía, la
historia de Francia, etc. ¡Qué diferente a la forma chapucera en que “nos
enseñaron” la maravillosa lengua francesa en el bachillerato y a la que dediqué
la entrada El
francés de entonces!
Uno de los
apartados de la unidad dedicada a los viajes
(Les nouveaux voyagers) trata
de las distintas formas de hacer turismo. La tipología y el vocabulario es
extenso, a veces poco claro para un hispanohablante, pero merece la pena
ponerse a ello, lo cual me obliga a poner a prueba mis recursos gramaticales en
ambas lenguas. El resultado es un diccionario del término tourisme con las variantes que vienen en el manual, traducido y
comentado por mi parte con más o menos fortuna.
Para no fatigar
al sufrido lector lo dividiremos en varias entradas, con tres clases de turismo
en cada una. O dicho de un modo: ahora que están de moda, se trata de “la
primera temporada” de una serie bloguera, titulada “Avatares del turismo”.
- Chez
l’habitant. Literalmente “en casa del habitante”. Se refiere a quien
pasa las vacaciones en su hogar dulce hogar. Si son estivales con ventilador,
botijo, camiseta y calzoncillos. No hay nada, dicen sus partidarios (aunque
suena a justificación), como una gran ciudad vacía en Agosto: toda para ti…
excepto que los sitios más interesantes están cerrados, tus amigos fuera y tu
suegra dentro. La televisión y la radio están en manos de segundones quejumbrosos,
la prensa parece la hoja parroquial y para colmo ni siquiera hay fútbol. La
solución es apretarse el cinturón durante el año o pedir un crédito al banco. Luego
viene el llanto y el crujir de dientes. Y si no a la piscina municipal o vuelta
por enésima vez a los pueblos de la provincia. Más vale malo conocido que bueno por conocer, dice el abuelo que no
está para muchos trotes y pretende consolarnos sin éxito. Además al volver al trabajo
en Septiembre tienes que aguantar el narcisismo estúpido de tus compañeros
bronceados y tu patética imagen de pobre de solemnidad.
- Circuit.
Circuito, es decir, recorrido o itinerario predefinido por lugares de interés turístico
en una zona más o menos amplia. Se escoge el punto de inicio, el final, los sitios
de paso y lo que quieres dedicarle a cada cual. Las
agencias de viaje te ofrecen múltiples circuitos por tierra, mar y aire. Obviamente
son viajes en grupo. La parte positiva es que te dan todo hecho. Se acabó acabar
en medio de la nada por culpa del GPS, broncas con la parienta por ver dónde
vamos primero o las reservas que según el hotel no constan y acabas durmiendo
en el coche. Por ejemplo, un recorrido por Egipto desde Aswan hasta el Cairo
por el Nilo, o una travesía por el Danubio con parada en las principales
ciudades, se prestan a ser visitados en modo circuito. Aunque tiene algunos
inconvenientes: el primero es que durante unos días tienes que compartir un
espacio-tiempo con desconocidos. Es inevitable que se te anexe algún descolgado
que te da la murga en comedores, iglesias y parajes y no se da por aludido a no
ser que le plantees directamente tu necesidad (y la de tu pareja) de soledad e
intimidades porque (truco efectivo) estáis pasando unos momentos difíciles en
vuestra relación. Al fin se esfuma, pero la excusa te condena a mirar con
aprensión si está cerca cuando por fin has encontrado otros colegas de viaje
sanotes y enrollados. El pelmazo, mientras, se ha pegado a otras víctimas tras
contarle a todo el mundo que sois unos bichos siniestros. También el solitario
puede transmutarse en un matrimonio excesivamente amable que intenta compartir
contigo su vida desde la primera comunión hasta su último nieto. Son inmunes a su
molienda. Si insistes en el truco de los momentos difíciles, la pifias a lo
grande porque te ofrecerán su hombro para que llores y largues junto con su manual
de consejos para salir del trance. O tomas medidas drásticas o te los comes con
patatas. La única salida digna (y efectiva) es decirles con cierta firmeza que
habéis venido a reconciliaros (y le enseñas una caja de cincuenta condones) y
no a tiraros los trastos a la cabeza con recuerdos funestos y menos delante de
desconocidos. Normalmente se van con la música a otra parte. Por su parte, los viajeros
insociables no suelen presentar problemas porque la mutua ignorancia, cortés en
general, deja a todos felices y contentos. Quedan lejos del área de influencia
de las malas vibraciones los protestones crónicos y los tardones recalcitrantes
a los que siempre hay que esperar lloviendo. Otro inconveniente son los
recorridos relámpago por ciudades normalmente grandes, por ejemplo Budapest, que
ves a toda prisa desde el autobús. La azafata se limita a nombrar en tres
idiomas (sólo vamos españoles) los monumentos más importantes mientras las
cabezas del pasaje del autobús parecen la de los espectadores de un partido de
tenis. Otra cuestión es la horterada organizada: en España suelen llevar a los
guiris a un tablao de tres al cuarto. En Venecia (lo recuerdo) la gracia fue una
procesión de góndolas amenizada con canciones italianas de todos los tiempos,
desde el festival de San Remo a lo mejor de los tres tenores… mientras los
turistas acompañaban las melodías con albricias desafinadas y tiraban al canal botes
de cerveza y cáscaras de pipas. Los restaurantes típicos (me recuerdan al
genial Asterix en los juegos Olímpicos)
también pueden ser fuente de sorpresas desagradables. Platos raros que echan
humo del picante o insípidas ensaladas, músicos que te rascan el violín en la
oreja o la florista que no te quitas de encima ni con un spray de pimienta.
Le croissière. El crucero. En el fondo
es una variante del circuito de turismo por la mar salada con fondeo en los puertos
más conocidos. Salida a tu aire y vuelta a dormir al camarote. Al que le guste
que lo compre. Abstenerse claustrofóbicos y adictos a la biodramina. El barco,
sobre todo si se trata de un moderno trasatlántico, es como vulgarmente se dice
una ciudad flotante con más de seis mil pasajeros a bordo y dos mil tripulantes.
El Symphony of the Seas de la
compañía Royal Caribbean es el
crucero más grande del mundo por tonelaje bruto. Tiene más instalaciones de recreo, cultura,
restauración, esparcimiento y deportivas que la mayoría de las capitales de
provincia. Por ejemplo, teatro, parque acuático, pista de patinaje sobre hielo,
piscina climatizada con spa, paredes de escalar, casinos con ruleta, camarotes
con jacuzzi, campo de prácticas de golf (con red claro) y profesores con tecnología para
mejorar tu swing… Los grandes
trasatlánticos tienen en mi opinión dos inconvenientes: el precio básico del
crucero, por ejemplo de una semana, parece asequible para un despliegue de tales
dimensiones. Lo que no te cuentan los folletos es que la mayoría de las
instalaciones “de lujo” hay que pagarlas aparte. Puedes comer en el restaurante
común si no eres muy exigente; pero si quieres afinar, la cuenta del
restaurante francés, pongo por caso, te sube un pico. La noche del capitán o
cena de gala (lo mismo la fiesta de despedida) me parecen el paraíso perdido de
la pequeña burguesía con pretensiones. El segundo inconveniente es que además
del restaurante común hay un montón de buffets
libres, servicio de catering con
camareros que pasan a todas horas con bandejas surtidas de pinchos y canapés, rincones
regionales, máquinas que despachan tentadores snacks… Si me obligaran a ir solo me pasaría la mayor parte de la
travesía leyendo a Conrad en sillones confortables. Te pasas el día papeando.
Cuando vuelves a casa no cabes por la puerta. Ya puedes comprarte ropa nueva o
perder quilos a base de incontables miserias y privaciones. Nunca lo lograrás.
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