En esta última
entrega sobre los tipos de turismo vamos a olvidarnos de las denominaciones
francesas y centrarnos en román paladino en la enumeración de los que restan (aun
así muchos se quedarán en el tintero): turismo de intercambio, turismo multipropiedad,
turismo gastronómico, turismo de riesgo, turismo solitario, turismo
terapéutico, turismo de borrachera, turismo de masas, turismo organizado, turismo de jubilados, turismo sexual,
etc.
En realidad
tengo anécdotas para todos, pero esta vez vamos a ocuparnos del primero, es
decir, del intercambio de la propia casa por la de otro interesado nacional o
internacional. Normalmente la duración de la permuta es de un mes. Si son
personas jubiladas pueden ser dos, Julio y Agosto. En principio, el sistema está
bien pensado, pero tienes que estar seguro de a quien entregas las llaves de lo
que más te importa después de tu familia y antes que el trabajo (tal y como
están las cosas). Es preciso tener unas ciertas garantías si quieres irte
tranquilo y disfrutar de tus vacaciones sin sobresaltos. Lo mejor es recurrir a
una agencia de intercambio solvente; tal vez la agencia conozca al otro
propietario y haya trabajado con él. Conviene hacer contratos legales con
abogados especializados que incluyan minuciosos inventarios de continente y
contenido. Recuerda: no basta con que firméis electrónicamente por e-mail unos papeles redactados por
vosotros mismos dos días antes de salir. También es recomendable firmar una
póliza de seguros sin letra pequeña confusa. Seguramente, la misma agencia
puede ocuparse de todo… Dicho de otro modo: paga los servicios de gestión y no actúes
a dos bandas por tu cuenta porque si lo haces es posible que al volver te
encuentres con alguna sorpresa desagradable: electrodomésticos estropeados o
inservibles por mal uso, el jardín asilvestrado, la terraza convertida en
vertedero multiuso, objetos de valor desaparecidos, desperfectos más o menos
graves en el mobiliario que pueden llegar a convertirse en estragos, realquiler
de tu piso por agencias pirata (hasta por días)…
Salió en las
páginas de sucesos: en uno de estos intercambios, incluso con sellos y membrete
de agencia, a los dos días de haberse
ido el dueño, un turista malagueño, un camión de mudanzas aparcó delante de su
casa y en una mañana la dejó como vino al mundo. Por supuesto, todos los datos
del desvalijador eran falsos, hasta la matrícula del camión. ¡Es excesivo: para
irte con el riñón cubierto no basta con un bufete de abogados, hay que
contratar con un mes de antelación los servicios de una agencia de detectives!
Me contaba un
amigo, residente en un chalet de Pozuelo (Madrid), partidario habitual de este
tipo de turismo con residencias del mismo nivel (aunque sin la red protectora,
como Pinito del Oro), que el año pasado en Agosto recibió la llamada telefónica
de la policía municipal de Pozuelo cuando jugaba el hoyo doce de un soleado
campo de golf junto al mar en Miami por una denuncia colectiva contra su chalet
puesta por los vecinos de su zona residencial. Serían las doce y media en Miami
y seis horas antes en Madrid. El oficial, pariente suyo, le informó de que a medianoche
del sábado se lanzaron desde el interior de su chalet unos inusitados fuegos
artificiales que duraron más de un cuarto de hora. Y estalló la fiesta. La
música y el fragor de los invitados se oían en la Cuesta de las Perdices; estruendo de tamboril y trompetillas; el
ruido de los chapuzones era constante y todas las luces de la casa estaban encendidas.
La elevada tapia, contra la que se estrellaban botellas con una cadencia alarmante,
impedía ver lo que ocurría detrás, tan solo se adivinaban las sombras chinescas
de la caverna de Platón. Por las ventanas del dúplex asomaba o pasaba gente,
como los componentes del coro en el escenario de una ópera. Volaban el confeti
y las palomas que soltaron desde la terraza a las que algún desalmado disparó
con una escopeta de caza con poco éxito porque con toda seguridad iba bebido. Algunas
cayeron fulminadas en la calle. Grupos desafinados cantaban obscenidades. Cuando
la policía intentó hablar con el inquilino a las cuatro de la madrugada
abrieron la puerta dos odaliscas completamente desnudas que intentaron besar a
los agentes. Una andanada de olor a mariguana casi los tumba. Dentro se veía
más gente en pelotas. Luego aparecieron dos trajeados empleados (¿camareros,
guardaespaldas?), serios y sobrios, que impidieron a la policía acceder a la
vivienda si no traían una orden judicial. Según parece, también se escucharon
cantos de aves exóticas y sonidos roncos parecidos a los que emiten los simios.
Una señora mayor afirma que oyó los rugidos de un gran felino (la bola de nieve
crecía). El inquilino ha sido detenido y puesto en libertad con fianza por
cargos menores de escándalo público, destrozos y maltrato animal. Después de
todo estaba en su casa, afirmó. Las odaliscas eran profesionales del ramo que,
según confesaron, habían sido contratadas para “animar el aniversario de las
bodas de plata”. Lo cierto es que la parte contratante de la segunda parte es
un soltero profesional joven y rico. En su momento te daré más detalles. Hemos
encontrado en la piscina dos gatos muertos (¿los rugidos del felino?) y en el centro
del jardín los restos de una gran fogata. No sabemos qué rituales se realizaron,
seguramente majaderías de borrachos. La única buena noticia es que no hemos
constatado daños personales… Nadie se tiró a la piscina desde la terraza y si
lo hizo cayó al agua. Eso sí, la casa ha quedado hecha un cuadro de posguerra.
Los daños han sido evaluados por expertos de la jefatura en más de treinta mil
euros. Mi consejo es que vuelva cuanto antes y te hagas cargo del estropicio en
sus aspectos legales, seguros y restauración, o mejor dicho, reconstrucción.
Lamento decirte que se han bebido hasta las goteras de tu flamante bodega.
Se sabe también
por la prensa que otras viviendas de intercambio se han utilizado como lugares
de turismo sexual, timbas clandestinas, despacho de minería de bitcoins (con el
gasto de energía eléctrica por las nubes) o con fines todavía más perversos
relacionados con el refugio temporal de grupos violentos que utilizan esta
forma de turismo para operar en áreas calientes.
No estoy muy puesto
en el tema, pero me da la impresión por diversas fuentes de que esta modalidad de
turismo está en franca decadencia. Demasiado riesgo, demasiados trámites, demasiadas
precauciones, demasiada condición humana. Si buscas hacer bien las cosas, resulta
más barato reservar en un buen hotel y evitarte disgustos.
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