Ilegalizar el
oficio más antiguo del mundo es una causa perdida. Me refiero al ejercicio voluntario
de la prostitución, en ningún caso a la explotación sexual, especialmente la de
inmigrantes y menores, uno de los peores crímenes contra la humanidad. Es
evidente que hay grados, estatus, matices y, sobre todo, fronteras nebulosas
entre el ejercicio voluntario y la explotación sexual; resulta muy complejo
aplicar la regla cartesiana de análisis a los distingos (una figura lógica)
entre ambas categorías. La prostitución, por supuesto, puede ser masculina o
femenina, aunque es ejercida mayoritariamente por
mujeres y, por tanto, los clientes son mayoritariamente hombres.
Un amigo,
capellán castrense suspendido de sus obligaciones sacerdotales, teólogo por
Comillas, doctor en filosofía e Inspector de Enseñanza Secundaria, al que
conocí en uno de mis destinos manchegos, afirmaba irónicamente que si el
comercio sexual es una institución anterior al judeocristianismo y ha
sobrevivido a los anatemas de la Iglesia Católica es que no tiene principio
ni fin. Se refería, supuse, al proceso de hominización. Se lo pregunté y me
dijo: “la prostitución no es exclusiva del género homo, se da en muchas especies.
La separación entre naturaleza y cultura es incierta, y, en algunos casos, demasiado
difusa”. Le pedí algunos ejemplos y me los dio: los etólogos han observado que las
hembras de pingüino de Adelia intercambian sexo con machos que
no son su compañero por las piedras que utilizan para construir sus nidos. Otro
estudio demuestra que las hembras de chimpancé salvaje intercambian sexo por
alimentos, incluso de manera sostenida.
Dicho de otro
modo: ciertos usos y costumbres forman parte de un determinismo social
imposible de erradicar. Es preferible legalizarlas o alegalizarlas que
condenarlas a la clandestinidad. Piensen en los efectos negativos de una ley
seca de la prostitución. Estoy convencido de que, para empezar, no debemos abordar
el problema desde las inevitables valoraciones morales. Es preferible dejarlas
para el final si queremos comprender y no simplemente juzgar.
Es
improbable que entre los cromañones que llegaron a Europa durante el
Paleolítico Superior se diera lo que nosotros entendemos por prostitución. Sus
comportamientos sexuales no reproductores eran tan desinhibidos que no hacía
falta recurrir al comercio sexual. Ignoramos por falta de testimonios cómo eran las relaciones de dominio, preeminencia y dependencia entre los
miembros del clan o de la tribu. Algunas enigmáticas figuras cavernarias parecen
sugerir que los mejores cazadores accedían al mayor número de hembras, pero es
una conjetura. Lo que nos muestran las pinturas, grabados en placas, huesos y abrigos
rocosos son la fértil imaginación sexual del hombre primitivo. En las etapas
avanzadas del paleolítico, los dibujos en las paredes de las cuevas europeas muestran
a hombres y mujeres practicando sexo por placer: posturas,
consoladores, sexo oral, anal, masturbatorio, homosexual, voyerismo e incluso prácticas
animalistas. Es cierto, que donde hay sexo por placer hay intercambio de
bienes, pero no tenemos pruebas documentales. Tampoco podemos sacar
conclusiones por analogía con la conducta de los primates más cercanos en la
escala evolutiva porque el homo sapiens era cerebralmente como nosotros;
mejor dicho, éramos nosotros.
Algunas
sectas satanistas interpretan la expulsión bíblica del paraíso terrenal como el
primer acto de prostitución. El demonio, la serpiente, se transforma en un
hermoso joven y le promete a Eva el conocimiento de la ciencia prohibida del
bien y del mal a cambio de poseerla carnalmente. El príncipe de las Tinieblas
trasmite así su estirpe a los hijos del hombre… En esto consiste el matrimonio
del cielo y del infierno al que se refiere William Blake. Hay más referencias
bíblicas a la prostitución: en el Génesis, Tamar se hace pasar por
prostituta en un camino y es contratada por Judá, aunque sólo lo hace para
quedarse embarazada del patriarca. En el Libro de Josué, una cortesana pública
de Jericó llamada Rahab espió para el ejército israelí proporcionándole
información crucial sobre la región de Canaán por su promiscuidad con los
nobles de alto rango. Según algunos heterodoxos del cristianismo, María
Magdalena, la mujer que siempre acompañó a Jesucristo en su vida, muerte y
resurrección fue su legítima esposa, le dio dos hijos y antes de unirse al
maestro y sus discípulos ejercía el oficio de prostituta.
Confieso
que no he encontrado estudios específicos de antropología cultural sobre la
prostitución en los actuales pueblos sin historia. El clásico manual de Marvin
Harris titula el capítulo 14 Personalidad y sexo, pero además de una
crítica a la universalidad del complejo de Edipo, de otras consideraciones y
ejemplos etnográficos, no hay ninguna alusión al tema que nos ocupa. Lo más parecido
a la prostitución es el ritual exogámico del jefe de la tribu que ofrece los
favores sexuales de su esposa (caso de los esquimales) a otro jefe forastero
que los visita, tras un ceremonial previo de contacto, a fin de establecer vínculos
de cooperación tecnológica, intercambio de manufacturas y distribución de los
territorios de caza.
Tablillas
sumerias fechadas en 2400 a.C. son el primer testimonio escrito de la
prostitución como oficio en la ciudad de Uruk. Los sacerdotes del templo
consagrado a la diosa Ishtar organizaban el comercio sexual como una práctica
sagrada. El templo acogía a tres clases de mujeres. Las que ejercían sus
ritos sexuales en las estancias interiores, las que se entregaban en los
jardines exteriores y las que podían salir a las calles de la ciudad para encontrar
clientes. En la antigua Mesopotamia existían leyes que protegían a las mujeres
que realizaban este trabajo. El Código de Hammurabi regulaba los derechos
de herencia de las prostitutas.
La prostitución estaba legalizada y legitimada tanto en Grecia como en Roma. La bisexualidad era normal en ambas culturas. En la antigua Grecia, tanto mujeres como niños se dedicaban a la prostitución. En cualquier caso, estamos antes sociedades esclavistas, pero también podían ejercerla mujeres libres e influyentes. Se les exigía que vistieran atuendos distintivos y pagar impuestos. Algunas prostitutas en la antigua Grecia, famosas por su belleza y elegancia, cobraban sumas elevadas por sus servicios de compañía. Solón instituyó el primer burdel de Atenas en el siglo VI a.C., y con los beneficios construyó un templo dedicado a Afrodita Pandemos, diosa del placer sexual. En Chipre y Corinto se practicaba un tipo de prostitución sagrada en un santuario con más de mil meretrices. En la antigua Roma era una costumbre generalizada. En Pompeya, centro de las pasiones eróticas, algunos historiadores cuentan que estaban abiertos treinta prostíbulos debidamente indicados en las vías urbanas mediante falos. El más famoso era el Lupanare, un céntrico local situado cerca del foro y del mercado. La prostitución de esclavas (la mayoría griegas y orientales) era un negocio más en Pompeya. Según parece algunas esposas completaban sus ingresos mensuales mediante la prostitución puntual. Les recomendamos la excelente página Historia de la prostitución si deciden completar el recorrido.
la prostitución nunca se acabara porque algunas personas les gusta esa vida...
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