Este año pintan
bastos. Los malos resultados de la Champions nos han dejado últimos del grupo sin
el consuelo menor de la Liga Europa. El equipo está tocado mentalmente (lo está
desde hace tiempo); el agujero contable se ensancha. La afición se impacienta. No
obstante, el sentimiento atlético, incluso cuando hemos penado en el infierno,
el purgatorio y el limbo (ahora) es idéntico, inmutable y eterno, como el Dios
de los sabios medievales. Lo cual no debe privarnos de un análisis crítico del
desastre rojiblanco y sus causas, parodia del título del libro más conocido
de mi bisabuelo.
Procederemos del
rey abajo. En lo más alto está Miguel Ángel Gil Marín, primer accionista y
consejero delegado del club, hijo del inefable Don Jesús, para quien las
cuentas de la Alcaldía de Marbella, del Club y la suya eran vasos
comunicantes. Después Enrique Cerezo, presidente y accionista, hombre del
espectáculo, jovial comunicador, encargado de las relaciones públicas, pero con
escaso peso en las decisiones deportivas; le sigue Andrea Berta, un mosaico de
luces y sombras, director técnico y mano derecha de Gil Marín; luego, nimbado
de gloria, el Cholo Simeone, el entrenador más legendario del Atlético, incluido
Luis Aragonés (quien, en mi opinión, hubiera debido dar nombre al nuevo estadio).
Por último, el profe Ortega, uruguayo, como Diego Forlán y Luis Suárez, preparador
físico del equipo, un misterio dentro de un enigma: trabajos forzados, muchas lesiones de
repetición, como las anginas, y poca intensidad en la cancha.
El problema raíz
de estos dos últimos años han sido los fichajes. Es decir, el dinero. La
apuesta ha sido traer jugadores de gama media: Nahuel, Reinildo, Witsel o
Kondogbia y media-alta: de Paul o Cunha y confiar en que el Cholo los madure y
adapte a los esquemas del equipo. Lo cierto es que el único que ha demostrado
capacidad de integración y un rendimiento notable ha sido Reinildo. El resto no ha dado la talla. También es verdad que es muy difícil competir con los
ingresos ilimitados de los llamados clubs Estado financiados por los magnates del
Golfo Pérsico. Qatar es el país anfitrión del Mundial 2022. Pienso
en las predicciones de Sumisión, la peor y más realista novela de Michel
Houellebecq. El mercado de traspasos se ha disparado. Y los sueldos netos de
las estrellas superan los imaginable: Kylian Mbappé cobra 72 millones de euros
al año, Leo Messi 42, los mismos que Neymar. No es de extrañar que los grandes
clubs europeos no dopados intenten exprimir el limón mediante la (por ahora)
fallida Superliga, las giras asiáticas y norteamericanas, la exportación de
partidos en la cumbre, la copa de la recopa de la supercopa y otros inventos
destinados a engrosar las escuálidas tesorerías. El Barcelona está apalancado y
sin blanca. Ni siquiera el Real Madrid, una fábrica de dinero, puede estar a la
altura de los petrodólares. El Liverpool está en venta. Tengo la certeza de que
el Atlético será finalmente engullido a corto plazo por alguno de estos grupos
de inversión. Si no, al tiempo. Un notable del club amigo de mi yerno que me
invita de vez en cuando a la tribuna del Metropolitano (es una pasada total)
susurra que la idea ronda por la cabeza de Gil Marín.
El Cholo, antaño
jugador, conoce cuál es la esencia secular del Atleti: defensa rocosa, centro
del campo presionante, con capacidad de recuperar y lanzar con rapidez a las puntas letales. El histórico contrataque del glorioso. La estrategia se
concreta en el famoso bloque bajo del Cholo. El problema es que los rivales se
lo saben de memoria, presionan alto, dificultan la salida, provocan un juego
espeso y lento que propicia la celada, se adueñan del centro del campo y se
multiplican los riesgos de jugar cerca de tu área. Además, este año la defensa
hace agua. Cuando perdimos con el Real Madrid las dos finales de la Champions
tuve claro que para ganarle al equipo blanco hay que hacer algo más que una
defensa numantina y especular con los errores del contrario. Otro problema es
que sin un centro del campo solvente los delanteros no reciben balones al
espacio y jugar de espaldas es muy complicado. Todavía otra carencia: el equipo
no sabe gestionar el ataque estático, al final se enganchan con las sólidas
defensas de cualquier equipo, falta precisión en el último pase y definición contundente.
No encajar goles es importante, pero sin meterlos es complicado ganar los tres
puntos.
En conclusión: creo que el Cholo debe continuar, pero el sistema es manifiestamente mejorable; habrá que traspasar algunos jugadores, prefiero no decir nombres, pero es ley de vida; y que Joao Felix debe ser titular siempre, como Koke, Griezmann y Oblak. Lo demás es evidente: cuanto mejor trabaja un equipo, más suerte tiene.
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